¿A Cuántas Personas con las que No Estás de Acuerdo Sigues en Twitter?

Idealmente, las redes serían puentes que unirían a personas en un diálogo entre diferentes que enriquecería a todos. En la práctica ¿es esto así?

Por Xabier Riezu

… o también: «¿a cuántas páginas en la que se expresan ideas que no compartes estás suscrito en Facebook?». Este tipo de preguntas apuntan a una de las paradojas más preocupantes de la transformación de la comunicación que ha propiciado internet: lo que estaba llamado a ser un foro global para el encuentro entre diferentes, se ha convertido para muchos en herramienta para una rigurosa personalización de las fuentes de opinión e información, propiciando precisamente lo contrario: falta de diálogo y refuerzo de las ideas preconcebidas.

El vecindario de las redes sociales

En mi anterior post me refería a la expresión «efecto burbuja» que emplea Eli Pariser para referirse a este fenómeno. Pariser pone el acento en los algoritmos que permiten personalizar el comportamiento de buscadores como Google o servicios como Amazon o Netflix, que estarían funcionando a modo de campana envolvente que solo nos ofrece aquello que según nuestro perfil debería interesarnos, impidiendo así que descubramos ideas nuevas. En mi opinión, hay en torno a los algoritmos una literatura paranoica, que ve en ellos una forma de controlar nuestras mentes ―pasando por nuestros bolsillos― hasta llegar a controlar el mundo. Pero no necesitamos caer en esas visiones apocalípticas para comprender que se está produciendo un efecto burbuja, pero que este efecto no se debe a los algoritmos de internet, sino al uso que hacemos de las redes sociales.

Hilary Putnam en su conocido libro Bowling Alone (Solo en la bolera) identificaba dos tipos de capital social: el capital social vinculante y el capital social puente. El capital social vinculante lo conforman nuestras relaciones con personas de nuestro mismo grupo de pertenencia y contexto, mientras que el capital social puente es fruto de las relaciones entre diferentes. Pues bien: internet estaba llamado a ser una inmensa fuente de capital social puente ―el entusiasta Tom Friedman auguraba que internet iba a «convertirnos a todos en el vecino de al lado»―. El resultado, sin embargo, no está siendo ese: si echas un vistazo al timeline de tu Twitter probablemente descubrirás que se parece bastante a tu «vecindario» real.

Postverdad y populismo

Este fenómeno no sería grave si las redes sociales fueran solo una manera de estar en contacto con familiares, amigos o personas que nos interesan. Pero son mucho más. Según una reciente encuesta de Reuters en 26 países, un 51% de la población emplea las redes sociales como fuente de noticias, y entre los jóvenes es un 30% el que las utiliza como su principal fuente de información. Cada vez nos informamos más a través de las redes sociales y, además, por un mecanismo psicológico natural, confiamos más en aquello que nuestros amigos comparten con nosotros, por lo que somos menos críticos con gran parte de esa información. Las consecuencias se están dejando notar en forma de expansión de noticias falsas y una polarización del debate público.

La democracia funciona si existe encuentro y diálogo constructivo entre diferentes. Pero para ello necesitamos acceder a ideas diferentes y hacerlo además desde las perspectivas de quienes sostienen esas ideas. Abrir el abanico de las personas a las que seguimos en las redes sociales puede convertirse, cada vez más, en una necesaria virtud cívica.

Fuente: Entre Paréntesis

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