Confiados en la Promesa

«Mirad, voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre»
                                                                                                                                  Lucas 24,49

Vivimos en un mundo tan inmediato que a aveces da poco tiempo para la espera. Vivimos tan urgidos por el presente que, si nos descuidamos, olvidamos apreciar el valor del tiempo, la capacidad de mirar adelante, la sucesión de los ritmos… El caso es que mucho de lo que creemos es promesa. Es anuncio, es semilla de algo que está creciendo pero que aún no ha brotado en todo su esplendor. Es Reino que está ya alrededor nuestro, pero que todavía no se ha desplegado en todo su valor.

Pero ahí sigue esa promesa, que lo es para todos nosotros. La promesa de Dios es Jesús, y su historia. La promesa de Dios es una palabra definitiva y última, la palabra dicha en una cruz que rompe el mal, y en un sepulcro que se vacía. ¿Que promesa? ¿Que palabra?

En una historia con heridas, (¿y quién no las tiene en este mundo nuestro tan golpeado?), al final la última palabra es una palabra de sanación.

En una historia con riesgos, con implicaciones y complicaciones, con daño recibido e infligido a otros (¿y quién puede decir que nunca ha hecho daño a alguien, pudiendo haberlo evitado?), al final la última palabra es una palabra de misericordia.

Es una historia con sus momentos en los que parece que todo te sonríe, pero también sus momentos de tristeza, de sufrimiento, de vació o de incertidumbre (pero ¿quién no tiene días grises o dimensiones de su vida que le generan zozobra?), al final la última palabra es una palabra de alegría.

En una historia en al que hay episodios compartidos, de fiesta, de compañías, pero también sus soledades (¿quién no se siente solo alguna vez, en esos momentos en los que te parece ser una isla inaccesible?), al final la última palabra es una palabra de comunión.

En una historia que tiene sus pequeños brotes de vida, de emoción y de canción, y también sus momentos de muerte, (y todos morimos un poco a veces, en la pérdida de nuestros seres queridos, en la distancia, en las muertes de nuestros mundos que nos tocan en las entrañas o en las renuncias que la vida nos implica), al final la última palabra es una palabra de Vida.

José María Rodríguez Olaizola SJ, «La alegría también de noche».

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