Para Sentirse Iglesia: 3 Actitudes

De las reglas que propone San Ignacio al final de los Ejercicios Espirituales para ‘Sentirse Iglesia’, podemos inferir 3 actitudes a las que se nos invita:

Obediencia

Creer en la Iglesia supone obedecer. Pero no es la obediencia de quien acata pasivamente lo que se le manda, sino aquella que se ejerce con madurez y libertad. La invitación es a una ‘obediencia creativa’ que nazca del deseo de hacer lo mejor posible dentro de una Iglesia que es de Dios pero que también es mía y de cada uno. Implica asumirnos parte de la Iglesia, de su misión y de la misión a la que cada uno, dentro de ella, ha sido enviado para ponerse al servicio.

Actitud Positiva

Esta actitud positiva se refleja en el verbo ‘alabar’, que aparece en gran parte de las reglas de San Ignacio para sentirse Iglesia. Esta actitud requiere, por un lado, una disposición a encontrar la presencia de Dios que habita e impulsa la Iglesia; pero desde un espíritu crítico bien entendido. Que implica no sólo señalar lo malo sino desde la actitud de quien desea colaborar con la edificación de la Iglesia, preguntándose qué podemos hacer, como tal, frente a los problemas actuales. Al mismo tiempo, frente a los defectos de la Iglesia, Ignacio recomienda denunciarlos frente a quien pueda hacer algo para remediarlos.

Justo Equilibrio Espiritual

Esta actitud implica buscar un justo equilibrio entre los diferentes componentes de la vida. Tarea que apela a hacer un uso pleno de nuestra realidad humana y a dejarse guiar por el Espíritu Santo para encarar maduramente la tensión entre la diversidad de tensiones:

-Equilibrar Fe y Razón. Esta llamada tiene que ver con poder crecer, por un lado en relación afectiva con Dios y su Iglesia, y por otro, poder dedicar tiempo a una formación que permita hacer más sólida la propia fe desde la razón y no sólo desde los sentimientos.

-Equilibrar Fe y Obras. Un desafío muy contemporáneo que implica hacer dialogar dos modos complementarios de estar con Dios y de ser Iglesia. Por un lado, dedicar tiempo para crecer en intimidad y relación personal con el Señor a través del encuentro con él en la oración y la vida comunitaria. Pero también, aprender a estar cerca suyo reconociendo que está presente en nuestros hermanos y buscando acciones concretas en las que poner nuestras manos a disposición de la construcción de su Reino.

-Sopesar Pecado y Gracia. Una tensión constante que nos exige asumir la realidad en toda su complejidad para vivir en el tiempo y en la historia en la que nos ha tocado vivir. Estamos llamados a no intentar simplificar la visión y tampoco idealizar personas o situaciones, que pueden llevarnos a pensar en ciertas cosas como llenas de santidad y otras como atravesadas o determinadas por su pecado. “Cuando percibimos pecado, debemos abrir inmediatamente el ojo para descubrir la gracia”.

 

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