Salvar la Democracia en Brasil

Álvaro Mendonça Pimentel, S.J.

Publicamos la carta que el Pe. P. Álvaro Mendonça Pimentel, s.j rector de las facultades Jesuitas de Teología y de Filosofía de Belo Horizonte, envía a la comunidad educativa de la FAJE con ocasión del momento político que vive el Brasil. Nos parece bastante esclarecedora de los valores fundamentales que hay que afirmar.

En tiempos de fuerte polarización social y política, crisis económica y, sobre todo, crisis moral y espiritual, me dirijo a ustedes con una palabra de esperanza. Al recorrer los periódicos de los últimos días, los sitios web de las universidades y de otras organizaciones de la sociedad civil, encontré algún consuelo en medio de tanta perplejidad. Me refiero a la creciente convergencia de puntos de vista sobre la actitud y las medidas que la sociedad y el gobierno deberían adoptar para superar la crisis que nos sacude.

Estimados miembros de la comunidad académica de las Facultades Jesuitas

Tengo que reconocer que esta convergencia de posiciones no es mayoritaria sino que se manifiesta entre estudiosos de los campos políticos, económicos y sociales, incluidos los periodistas, abogados y gente de buena voluntad. Y sabemos que pequeños grupos de hombres y mujeres libres son capaces de alcanzar cuando nos recordamos, por ejemplo, de los comienzos del cristianismo.

Mi intención es compartir con ustedes, en forma de breves tópicos claros y simplificados, las ráfagas de esperanza que he recibido. También son posiciones que defiendo y que propongo para nuestra comunidad y el país. Son luces que no resuelven el problema, pero que nos ayudan caminar sin tropezar en la noche que nos rodea. Cada uno de estos tópicos puede ser corregido y/o complementado por ustedes. Doy gracias de antemano las reacciones que deseen enviarme.

La primera convergencia tiene que ver con el deseo de que haya un castigo adecuado, a partir de una investigación respetuosa y un juicio justo, para todos aquellos «crímenes de cuello blanco». Se trata de un consenso fuerte y masivo, que tiene como base la urgencia de revitalizar el respeto que merece la Sociedad por parte de los poderes que articulan el Estado brasileño. Y por lo tanto, basado en la urgencia de esta misma Sociedad de reconstruir su unidad nacional.

La segunda convergencia es crítica de la anterior, y se dirige a toda la Sociedad brasileña. Punir no significa condenar un acusado antes de juzgarlo. Sobre todo hay que recordar que la punición no intenta la destrucción política del reo sino su restauración a través del servicio que tiene que prestar a la reconstrucción social. Porque, la condenación previo juicio, ¿no sería una manera de ocultar mediante el prevaricato agentes políticos que lo único que pretenden es ejercer el poder al que se oponen?

La tercera convergencia es una clara oposición a la «mediatización» nauseabunda de las investigaciones en curso. El repetir inconsecuente y constantemente noticias escandalosas sólo aumenta el desconsuelo y la desorientación social. La búsqueda de un chivo expiatorio de los males del país no colabora para una solución nueva. Proporcionar la información es el deber de los medios de comunicación en un sistema democrático, pero esta responsabilidad se convertiría en perjuicio si la intensidad desmedida y el recorte tendencioso de los hechos provoca más perplejidad, paraliza o genera revuelta, en lugar de dar paso a la creatividad y al ejercicio propiamente político.

Otra convergencia clave se refiere a la necesidad urgente de reequilibrar y armonizar las relaciones entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Muchos afirman hoy en día que como consecuencia de la cobertura mediática hay un desequilibrio, por lo menos simbólico, que ha conducido a un creciente descrédito de los poderes Ejecutivo y Legislativo. El poder Judicial se convierte, entonces, en el principal actor político poniendo en riesgo la articulación de las fuerzas que componen el estado. Hay, pues, una fuerte necesidad de que los miembros de los tres poderes se unan y armonicen con el fin de fortalecer la institucionalidad pública y el estado de derecho. Para ello es necesario que sepan colocarse por encima de las polarizaciones presentes, busquen el diálogo y el entendimiento entre ellos, así como entre el gobierno y la oposición. La recuperación de la autoridad del Ejecutivo y del Legislativo exigirá acciones claras, por medio de reformas fundamentales, tales como la Reforma Política que permita y promueva una más auténtica representación de los ciudadanos en estas dos esferas, especialmente en el ámbito legislativo.

La quinta convergencia se refiere al riesgo del odio a la política que viene creciendo en todos los segmentos de la sociedad. Asusta oír ciudadanos ilustrados que declaran su completo desencanto con las mediaciones políticas y levantan la bandera de «soluciones instantáneas», es decir dictatoriales. En realidad, si prevalece esta actitud apolítica, se abrirá el camino para que en las próximas elecciones triunfen los oportunistas y los ladrones. Y eso nadie lo quiere.

Finalmente, muchos sostienen la urgencia de “tejer nuevamente la frágil tienda de la ética”. Uno de los sentidos de la palabra ética, como se sabe, es el de “morada protectora”. Vivir los valores éticos es encontrarse a sí mismo realizado como ser humano en los valores que guían las relaciones humanas y garantizan los vínculos sociales. Esta “morada protectora” parece hoy a una “frágil tienda”. La crisis ética y espiritual que atravesamos la ha fragilizado desde cuando se desvalorizó el peso de la palabra dada, conduciendo a muchos al desencanto con los valores que guían la convivencia social, como la igualdad y la justicia. Una negación práctica de los valores en que se sustenta la democracia corroe el sentido de las palabras y las transforma en envoltorios vacíos. ¿Cómo hablar en verdad si los líderes políticos y sociales mienten a aquellos que los apoyan? ¿Cómo hablar de justicia, si ella es despreciada en nombre de intereses oscuros? ¿Cómo hablar de igualdad si algunos juzgan que están por encima de la ley y del derecho? Esta situación escandalosa necesita ser enfrentada si queremos restablecer el tejido ético de nuestra Sociedad.

Entre nosotros, no debería ser así. La cuestión ética es urgente, y enfrentarla supone compromiso personal y común. Nuestra Comunidad formativa debe convertirse, de forma lúcida y decidida, en un lugar de experimentación moral y de creatividad espiritual, de justicia y misericordia. Sin el esfuerzo paciente de hacernos mejores no construiremos las convicciones fundamentales para cumplir con nuestro papel en la reconstrucción del país y superar la crisis actuales y futuras.

Las convergencias señaladas nos auguran esperanza, pero no garantizan nada. El llamado que le hago a todos los miembros de esta comunidad educativa de las Facultades Jesuitas de Filosofía y Teología, y que se extiende a todos los que lean esta carta, es a cultivar los vínculos sociales, inspirada en los valores del Evangelio. Las instituciones brasileñas demuestran la fortaleza suficiente para superar la crisis actual. Pero lo que las mantiene interna y externamente, son las convicciones personales de los miembros de la sociedad. Pongamos las nuestras al servicio de todos.

Hay excesiva polarización en muchos discursos, blogs, facebooks, periódicos y redes sociales. Los ánimos precisan calma para que se haga justicia y se renueve el orden social. No podemos admitir la violencia entre grupos a favor y en contra del gobierno actual, por ejemplo, porque sería sólo un ingrediente adicional de la crisis. Sin embargo, calmarse y detener la violencia no es suficiente. Es necesario actuar de manera creativa para encontrar soluciones y construir una cultura de paz.

Cito aquí sólo algunos ejemplos de las tareas que hay que cumplir, para contribuir a un nuevo futuro. En todos estos ejemplos, la filosofía y la teología tienen su contribución a hacer junto con otras ciencias y muchos actores sociales y políticos:

1. Es necesario desarrollar nuevos modelos de relaciones sociales en un mundo plural. Hay una pluralidad difusa en nuestro país. Consideremos, por ejemplo, las diferencias en el ámbito regional; o incluso más: los 274 idiomas diferentes que hablan los indios brasileños que son aproximadamente 900.000. El respeto de pluralidad presupone una sociedad que aprende a dialogar con la diferencia, que cree en fecundidad del argumento y la colaboración en vez de buscar iguala a todos en los mismos patrones culturales o de consumo.

2. En este sentido, tenemos que encontrar alternativas al modelo desarrollista que ha marcado la economía brasileña durante el siglo XX, especialmente a partir de los años 30. No se trata de negar el desarrollo económico, sino de hacerlo compatible con la conservación del ambiente, con la existencia de la agricultura familiar, con el respeto a las fuentes y manantiales, contra la privatización del agua, etc.

3. Necesitamos recordar el sentido de lo político y amarrar los poderes de la República a la soberanía de la Sociedad. Recuperar su no es un lujo sino una necesidad para para guiar las practicas del poder a la Justicia. La íntima conexión del poder y la Sociedad es la condición mínima para que las decisiones se ajustan a la realidad, en lugar de ignorarla.

4. Necesitamos, en definitiva, apoyar y promover la cualificación de la educación de niños y jóvenes.

Los ejemplos podrían multiplicarse, pero estos son suficientes para evocar las grandes tareas que nos llaman. El estudio de la filosofía y la teología se benefician cuando hay horizontes desafiantes, y nos conducen a una apropiación original de lo que leemos y discutimos, sean textos y contextos de los siglos pasados, sean los problemas de última hora.

Cuento con todos para apoyar el Brasil en este momento de sufrimiento y superación. Somos una pequeña comunidad. Tengamos la osadía de convertirnos en semillas que germinan produciendo esperanza, guiado por la luz humilde de la Resurrección.

El autor es el Rector de las Facultades Jesuitas de Filosofía y Teología – FAJE Belo Horizonte, Brasil.

CPAL Social

 

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