Pobreza Espiritual y Adoración al Padre

La primera bienaventuranza dice así: Felices los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 1-3). Como Mateo habla de los pobres “de espíritu” o de “alma” y Lucas habla de pobres simplemente, a veces surgen distinciones entre diversos tipos posibles de pobreza, si se puede ser muy pobre y tener un corazón de rico o ser muy rico y tener un corazón de pobre. Pero nuestra contemplación no debe ir por este lado. De entrada nomás es bueno darnos cuenta de que el concepto de pobreza, como el de riqueza, es esencialmente relativo. No existe una pobreza tan absoluta que uno no pueda despojarse de algo más, así como no existe una riqueza tan inmensa que uno no pueda incrementarla. Además, hay que afirmar también que el carácter comparativo de la pobreza es más complejo que el de otras bienaventuranzas: para discernirla hay que relacionar la actitud interior y los bienes externos que posee, considerar la sociedad y la cultura en la que se vive, relacionar lo que uno posee y lo que da, pero también ha que tener en cuenta lo que uno ha recibido, lo que tiene que usar para trabajar y lo que sería solo lujo…Y así. No es fácil saber quién es digno de esta bienaventuranza. Lo mejor es considerar que nos falta ser más pobres y volver a pedir la gracia cada día. Pero hay un camino fácil para volverse más pobre de alma y va más por el lado de las preferencias que de los despojos. Va por el lado del que vende todo para comprar el campo del tesoro y la perla. Vamos a centrar nuestra mirada en el deseo de adorar al Padre (primer mandamiento) y en los despojos que supone y da como fruto sin casi sentir el esfuerzo o la pérdida. Existe una relación hermosa y fecunda entre pobreza de alma y adoración al Padre. Es que con respecto a nuestro Padre creador, el que nos dio la vida y nos sostiene en ella, siempre somos pobres “materialmente” diríamos. Pero espiritualmente reconocernos creaturas y adorarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas, es una opción libre. En este sentido, pobre de alma es el publicano y no el fariseo. Es el que religiosamente se siente como el publicano, pecador, necesitado de que Dios lo perdone y tenga piedad de él. Pobre de alma es nuestra Señora quien, al no haber en ella pecado, el sentimiento de su pequeñez y de deberle todo a Dios se convierte en pura alabanza, en adoración llena de alegría y deseo de glorificar a Dios. Al contemplar la bienaventuranza de la pobreza es bueno centrar nuestra mirada en los frutos, por decirlo así, que brotan de esta actitud espiritual bendecida por Jesús. Y el primer fruto de la pobreza de espíritu es la Adoración al Padre. En la adoración al Padre adviene el reino. Al santificar su nombre, se abre el reino de los cielos y viene a nosotros, estableciéndose como voluntad que dirige y ordena las acciones de los que la acatamos líbremente. Y por añadidura nos da el pan, nos perdona, nos libra de las tentaciones y de todo mal. Ese reino que está como oculto, como corriendo por lo bajo, velado, escondido, se abre y adquiere vigencia, cobra valor, realidad, allí donde alguien opta por la pobreza espiritual, allí donde alguien, por amor a Jesús pobre, opta por no agarrar sino por dar, por no auto-adorarse sino por adorar al Padre, allí donde alguien opta por no querer poseer ni dominar ni ejercer derecho sino que comparte, se despoja, sirve, cede.

Pobreza de cosas, preferencia de Dios

En el principio y fundamento Ignacio nos dice que el hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir al Señor. En el acto de adoración uno se despoja de todo, más allá de las cosas, se despoja de sentir el ser como propio y lo refiere al Padre creador. Pero ¿qué significa ‘despojarse’ del propio espíritu? ¿En qué consiste este despojarse? Ignacio habla de “pobreza espiritual” y de “pobreza actual”. La primera es una actitud de despojo y de humildad que hacemos líbremente en nuestro interior, la segunda alude a los despojos reales de pobreza que sobrevienen más allá de nuestra disposición interior. La pobreza de espíritu es despojarse del estar pendiente de sí mismo, satisfecho de sí mismo o preocupado por sí mismo, es despojarse del sentirse rico de sí mismo, que lleva a la auto- adoración. Ahora bien, ¿cómo hace uno para no comenzar por estar pendiente de sí mismo y no terminar adorándose a sí mismo? Esta pobreza de espíritu de no poseerse a sí mismo se ejercita en la adoración. Uno no puede “soltarse” a sí mismo sin agarrarse a Dios. Y viceversa, uno no puede adorar a Dios, estar atento a lo que le agrada, confiar enteramente en él, esperarlo todo de su bondad, sin estar despojado de sí mismo. En el Principio y fundamento, la actitud de indiferencia hacia las cosas, incluso hacia la misma pobreza material –no querer más riqueza que pobreza, salud que enfermedad, honor que deshonor…, es preferencia por la Gloria de Dios Creador.

Pobreza de sí mismo, posesión del Reino

Eso es lo que se expresa cuando el Señor dice que el reino de los cielos “es de” los pobres de espíritu, les pertenece. Las otras bienaventuranzas no hablan de posesión presente sino de recompensa futura, excepto la de la persecución por causa de la justicia, que también obra el efecto simultánea-mente: el reino es del que es perseguido, el reino es del que es pobre de espíritu y del que se hace como un niño. La posesión del reino de los cielos se da en el despojo del deseo de posesión autónoma del propio espíritu. El Reino de los cielos es reinado práctico y efectivo del Padre. Reinado sobre nuestra voluntad atrayéndola en la adoración, reinado sobre nuestra mente, concentrándola en la escucha de fe a Jesús, reinado sobre nuestra vida práctica concentrándonos en el servicio del prójimo y en las relaciones fraternales entre nosotros. La pobreza, como la riqueza, es relativa. Uno siempre puede ser un poco más pobre o más rico. Cuando uno habla de pobreza inmediatamente surge la pregunta pobreza de qué, riqueza de qué. Pobreza del propio espíritu, riqueza de Dios.

Los gestos pobres de la adoración

La adoración tiene dos gestos: la postración, que es reverencia y el beso – ponerse la mano en la boca mandando un beso (ad os) – que es alabanza, envío de cariño al que está lejos. Son dos gestos de pobreza espiritual: postrarse es reconocer que uno le debe todo a otro. Mandar un beso, es reconocer que uno quiere darle todo al otro, entregarle todo. Así como para amar al prójimo hay que despojarse de los bienes propios y dárselos al otro, para amar a Dios debemos despojarnos de la auto- adoración y dársela a Dios: glorificarlo, santificar su nombre. En la pobreza material no se trata de un despojo absoluto sino de un despojarse para compartir, así también la adoración es un despojarse de estar pendiente de sí en la medida en que me permite compartir con el Señor. No es un vaciamiento absoluto sino la conciencia de estar sintiendo nuestra vida y remitiéndola a Dios, sintiendo el bien y glorificando a Dios, teniendo conciencia de lo propio apropiárnoslo y soltarlo para ponerlo en manos de él. La pobreza, en este sentido, es dinámica. Quizás debamos reflexionar en eso de que el reino “es” de los pobres de espíritu. En la medida en que uno se despoja de una cosa, goza del ser del reino, de que el reino exista, sea. Y el reino adviene a la existencia, se vuelve real allí donde alguien ejercita esa relación de filiación con el Padre y le expresa su adoración, allí donde alguien ejercita su fraternidad con los hombres y la expresa en el servicio. En esta doble cara de la pobreza de espíritu el Reino de los cielos “se hace presente”, visible, se puede sentir en sus santos efectos: la paz, la cordialidad, la alegría… Por fin, un fruto más de la pobreza espiritual. Un fruto no muy destacado, quizás, pero bien propio de los pobres: el de saber reirse de sí mismos. Martín Descalzo tiene un artículo que es una joyita y puede ayudarnos a discernir la pobreza de espíritu por este fruto “indirecto” si se quiere, pero bien real.

El arte de reírse de sí mismo…

Arte difícil, que no te enseñan en ninguna universidad. Arte imprescindible si uno quiere escapar de esos dos grandes demonios de la vida humana: el que nos incita a adoramos a nosotros mismos y el que nos empuja a odiarnos desde nuestro propio corazón. El noventa y cinco por ciento de la Humanidad cae en uno de estos dos pecados. Tal vez en los dos, simultánea o sucesivamente. Adorarse a sí mismo es tarea placentera. Y, aunque se ven más tentados en esto los llamados hombres públicos (que, como se pasan media vida subidos en púlpitos, tarimas, plataformas o pedestales, tienen la fácil tendencia a olvidar su propia estatura), afecta incluso a quienes objetivamente tienen bien pocos motivos para esa auto- adoración. Peor son los que se odian a sí mismos. Son millones. Gentes que no se perdonan por no haber realizado todos sus sueños, gentes que están decepcionadas de sí mismas y convierten su decepción en amargura y mal café. Aunque se piense lo contrario, no es nada fácil amarse humildemente a sí mismo, aceptarse como se es, luchar por ser lo mejor que se pueda, pero sabiendo siempre que esa mejoría se conseguirá siendo feos como somos, gordos como somos y medio-listos como somos. Dios, al mandar que amásemos al prójimo como a nosotros mismos, nos estaba mandando también que nos amásemos a nosotros mismos como al prójimo. Cosa no menos difícil. Yo creo que el noventa por ciento de los violentos son gente que está furiosa consigo misma. Y casi todos los que odian a alguien han empezado por detestarse a sí mismos. Por eso pregono hoy el arte de reírse de sí mismo, siempre que esa sonrisa surja de la piedad, de una suave ironía; siempre que esa mirada compasiva sobre nosotros mismos se parezca a la que los padres dirigen a sus chiquitines y a ésa con la que Dios contempla a la humanidad. Es éste un arte muy difícil, que sólo le llega al hombre con la madurez, cuando se ha conseguido una actitud pacífica consigo mismo. Los adolescentes difícilmente pueden contemplarse a través de ese espejo del humor, ya que éste «sólo existe en los pueblos con solera» (escribió Martín Alonso) y, añadiría yo, «en los hombres con solera». Los hombres deberíamos vivir con el alma siempre en borrador: sabiendo siempre que todo está en camino, que nada es definitivo ni irrepetible, que, en todo caso, todo puede ser mejorado y multiplicado. Cuando se nos endurece el alma y las ideas, envejecemos y empezamos a ser juguetes de la amargura. Por eso yo pido a Dios todos los días que me dé el corazón de un idealista (para que siempre arda en mí el deseo de ser más alto, más hondo, más ancho de lo que soy) y la cabeza de un humorista semiescéptico (para no enfurecerme ni avinagrarme cuando cada noche descubro lo poco que en ese crecimiento he conseguido). Y me parece que Dios me ayudó dándome una barba muy cerrada que me obliga a enfrentarme cada mañana (y algunas tardes) con mi espejo, que es el momento mágico para sonreír ante el medio- tonto , medio-listo que soy. «Todos -dice Machado en su Juan de Mairena- deberíamos poder darnos de vez en cuando un puntapié en el trasero.» Y tiene razón, aunque yo he comprobado que es dificilísimo hacerlo contando sólo con dos pies” (Razones para la Esperanza).

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La caracterización que hace Martín Descalzo del que cultiva el arte de reírse de sí mismo describen muy bien los rasgos de alguien que es pobre de espíritu. En primer lugar, el sentimiento hondo, de fondo, el más constante: el pobre de alma siente que ni se adora ni se odia sino que se ama humildemente a sí mismo, se acepta como es y lucha por mejorar (corazón idealista) sin dejar de ser como es y de aceptarse con humor, sin enfurecerse ni avinagrarse (cabeza de humorista semiescéptico). Como decía el Cura Rural de Bernanós, al fin de su vida: Me he reconciliado conmigo mismo, con este despojo que soy. Odiarse es más fácil de lo que se cree. La gracia es olvidarse. Pero si todo orgullo muriera en nosotros, la gracia de las gracias sería apenas amarse humildemente a sí mismo, como a cualquiera de los miembros dolientes de Jesucristo. Esta madurez Descalzo la llama “tener solera”, como un buen vino. Segundo, describe la mirada: el pobre de espíritu tiene una mirada compasiva para con las personas, como la de los papás para con sus chiquitines, y despojada ante las cosas: sabe vivir con el alma siempre en borrador.

 

Diego Fares SJ

 

Integrar para crecer

Una vez estaba pasando por un momento muy conflictivo, y tuve la ocasión de hacer los Ejercicios Espirituales bajo la guía de Carlos Meharu, en Montevideo. Después de varios días de escucharme e interiorizarse de mi situación, me dice cuatro palabras: “lúcidos, fuertes, buenos, libres”. Luego pasó a explicarlas: “mantente lúcido frente a todas las cosas, tal como son; como verás la cruda realidad, se fuerte; para que la fuerza no te endurezca, se bueno; para no condescender por exceso de bondad, se libre. Y así libre podrás ser más lúcido”. Además de unificarme interiormente frente al conflicto, Meharu me enseñó a complementar actitudes, buenas en sí, pero necesitadas de otras para no caer en sus propios desbordes.

Más adelante comprendí que esta sabiduría podría llamarse “integración”. Para llegar a ser yo mismo, yo misma, debemos transitar la vida enhebrando las muchas polaridades que nos constituyen: cuerpo y mente, materia y espíritu, afecto e intelecto, individual y colectivo, masculino y femenino, sexualidad y trascendencia, ciencia y fe, etc. “Integrar” es, según el diccionario de la Real Academia, “completar un todo con las partes que faltan; hacer que algo o alguien pase a formar parte de un todo”. Viene del griego “hólos”: entero, completo; y su raíz latina “tangere” (tocar) nos remite a lo “no tocado”, lo que aún está completo.

Jesús de Nazaret, “rostro humano de Dios, rostro divino del hombre”, nos regala una maravillosa integración. La encarnación del Verbo responde a esa gran necesidad nuestra de ser plenamente humanos sin dejar de abrirnos a lo divino, y la necesidad de retornar al origen fontal de nuestra existencia, sin alienarnos del mundo al que pertenecemos.

Según John O’Malley, S.J., lo que hizo de los Ejercicios Espirituales una fecunda herramienta para los primeros jesuitas, “no fueron temas concretos o su manera de articularlos. Fue, más bien, la coordinación de las partes en una totalidad integral y novedosa”. Creemos que su pedagogía del encuentro con Jesús mediante la contemplación ignaciana, conduce gradualmente a la integración de tantas polaridades que nos atraviesan. Desde la integración de las sombras y el oscuro pasado (1ª semana), pasando por la integración de una Presencia que me habita, seduce y atrae mi libertad (2ª semana), hasta hacerse uno conmigo en su existencia pascual (3ª y 4ª semana). En la Contemplación para alcanzar Amor (EE 230) que abre “la 5ª semana”, Ignacio ofrece la máxima integración de Dios conmigo y con el cosmos (cosmoteándrica), y desde aquí aparece una nueva perspectiva: el volverse uno mediante el amor. “En Dios no hay dualidad. En Dios todo es uno. Todo tiene lugar en Él”.

 Agustín Rivarola Sj

Encuentros que valen la pena – MisiónSFJ

El pasado 14 de febrero partimos aproximadamente 110 jóvenes hacia la Diócesis de Mercedes, acompañados por un grupo de asesores, comprendido por religiosas, religiosos y sacerdotes. Jóvenes provenientes de distintas localidades: Montevideo, Salto y Tacuarembó; San Miguel, Córdoba, Corrientes, Chaco, Mendoza, Santiago del Estero y Santa Fe; y cruzando la cordillera, llegó la gente de Santiago de Chile. Diversidad de acentos se entrecruzaron para generar un ambiente de misión festivo, alegre, de color naranja.

Fuimos encomendados para una misión: 8 comunidades, 8 realidades, 8 desafíos nos esperaban con ansias y mucha alegría. Una misión de encuentros primeros, pero también de reencuentros que llenan el corazón de recuerdos y de amistades en Cristo que valen la pena. Segundo año que volvíamos a la Diócesis con una mirada distinta, porque ya conocíamos la realidad de estas comunidades.

Mañanas de oración personal y de misión por las casas buscando el encuentro con personas necesitadas de escucha, de esperanza, de compañía; con ganas de contagiar a Cristo y llevarlo por todos lados. Encuentros que de un año a otro persisten, se congelan en el tiempo y se recuerdan.

Tardes de talleres con temáticas particulares de evangelización. Este año se profundizó en las Imágenes de Jesús: Jesús como Amigo, Luz, Buen Pastor, Pan de Vida, y Buen Samaritano. Niños jugando y haciendo danzas orientadas a estos temas; jóvenes compartiendo dinámicas relacionando su vida con lo que Jesús nos enseña; adultos profundizando en la Palabra, en su mensaje y las resonancias que deja ésta en sus vidas. Instancias fuertes de compartir, de aprender de la experiencia del otro, de su vida, y de buscarla a Dios en todas las cosas.

Tardecitas también de misas, en donde se congregaba toda la comunidad y los misioneros para agradecerle a Dios tanto bien recibido. Momento clave del día, celebrando niños, jóvenes y adultos, dándole cierre al taller del día.

Noches en donde el grupo misionero se junta para cerrar el día en clave de oración, de examen diario, para recoger frutos del día. También para compartir la vida y conocer más al otro profundizando en estas hermosas amistades en Cristo que se van cultivando en el correr de la semana.

Una experiencia única, valiosa, de Dios. Cada puerta golpeada, cada taller, cada compartir entre misioneros, cada conversación, cada rostro, cada misa, sin duda deja huella en nuestras vidas, deja el corazón ardiendo, y deja la presencia de Dios de forma inigualable.

Lucía Goncalves Montes

 

Discernimiento, Danza de deseos

A lo largo del tiempo se han dado diferentes definiciones del discernimiento.

* Según la definición más simplista pareciera que discernir era disponer del número del teléfono celular de Dios para preguntarle en cada momento qué hacer. Evidentemente, Dios te respondería, “ya estás mayor; mira tú mismo qué debes hacer…”

* En ocasiones se ha formulado que el discernimiento sirve para “encontrar la voluntad de Dios”. Yo te diría que sí y no. Por una parte Dios no nos impone su voluntad, aunque sí tiene unos deseos fundamentales que nos los va concretando según nuestra capacidad. No es que Dios tenga siempre algo que indicarnos, Dios respeta la libertad que nos dio.

Cristo nos liberó, dice San Pablo, ¡para que fuéramos libres! Tanto así que si tú  y yo no queremos, no entra en nuestro corazón ni en nuestra vida…

* Otras personas dirán que el discernimiento es el modo para saber elegir entre dos alternativas… Otra vez tengo que decirte que sí y no. No es sólo para elegir una cosa concreta. El discernimiento es tan vital que tengo que practicarlo toda mi vida.

El título de este artículo decía “danza de deseos”, ¿verdad? Hablar de baile y de deseos corrige falsas ideas que hemos podido tener del discernimiento.

El Discernimiento bien entendido, es un diálogo de deseos: los que tú tienes con los deseos de Dios. Eso sí, tus deseos profundos, aquellos que dicen quién eres tú en lo más profundo. Ese diálogo de deseos, esa danza de deseos, es para producir algo nuevo, algo que brota del corazón de Dios y de mi propio corazón y tendrá que ver siempre con el gran sueño de Dios: ¡que venga su Reino! Y su Reino tiene que ver además con el anhelo que tengo yo también –en mi propia conciencia, en mi manantial-; sueños de solidaridad, de buscar la felicidad de todos y sobre todo de los que más sufren. ¿Ves cómo discernir no puede ser algo impuesto en mi vida, que me oprima o que me la haga más difícil?

Discernir no será una imposición de Dios.

Discernir, eso sí, me va a exigir esculcar dentro de lo más profundo mío, esos anhelos más guardados y cotejarlos con los deseos de Dios y así, seguir caminando por la vida, en una tónica de discernimiento perenne; en un baile perenne, haciendo que se provoque el Reino.

KODAK Digital Still Camera

¿Sabes por qué me agrada la imagen de la danza?, porque, además de que me gusta bailar, en la danza debe haber un acoplamiento perfecto entre la pareja para no tropezar. Cuanto más se acople la pareja, cuanto más se intuya los movimientos de la pareja, mejor sale el baile.

Es cierto que habrá momentos en los que tendré que decidir algo puntual o hacer una elección concreta y también para ello habré de usar el discernimiento.

Pero el discernimiento como tal es más grande que una elección específica.

 Los grandes deseos de Dios se concretan, gracias a Jesús, en lo que significa Reino de Dios. Fíjate que es la palabra clave de todos los Evangelios, y por mucho tiempo, permaneció soterrada. Esto nos trajo muchas deformaciones a la Iglesia y al mundo.

Reino de Dos es una palabra técnica y hace alusión a un proyecto que tiene Dios –Madre y Padre- para con toda la humanidad. Es un proyecto de justicia solidaria, de tolerancia, de amor, de paz, de equilibrio ecológico, donde los más necesitados son los más beneficiados. Es un proyecto que incluye a todas las personas, que debe comenzar aquí en esta Tierra y que culminará un día en el seño de Dios. ¿No sientes que ahí están expresados muchos de tus anhelos?

Carlos Cabarrús, SJ

Anuario 2015 de la Compañía de Jesús

El cuidado de la naturaleza, defensa de los más vulnerables y una propuesta de un nuevo estilo de vida son los tres aspectos ecológicos que contempla el Anuario de la Compañía de Jesús 2015. Este Anuario está dedicado a la Ecología entendida como el problema de salvaguardar la creación “porque somos sus cuidadores debemos conocerla, quererla y protegerla”. Y “hemos sido movidos por el clamor de los que sufren las consecuencias de la destrucción medioambiental”.

Compañía de Jesús, para Periodismo Digital. 25-02-15

 Jesuitas.- El Anuario de la Compañía de Jesús 2015 está dedicado a la Ecología, entendida ésta como el problema de salvaguardar la creación. En sus páginas se analiza cómo los jesuitas han ido tomando conciencia progresivamente del problema ecológico, sobre todo a raíz de su última Congregación General 35 (CG 35) celebrada en 2008. El volumen presenta algunos ejemplos de cómo podemos actuar en concreto para limitar los daños que causamos al medio ambiente.

En la CG 35 la Compañía de Jesús tomó conciencia de que ”El cuidado del medio ambiente afecta a la calidad de nuestra relación con Dios, con los otros seres humanos y con la misma creación. Afecta al centro de nuestra fe en Dios y nuestro amor a Él”. Y particularmente explicitó que el modelo de explotación de las fuentes de energía y otros recursos naturales está afectando particularmente a los pobres: ”Para escuchar, una vez más, el llamamiento a promover relaciones justas con la creación, hemos sido movidos por el clamor de los que sufren las consecuencias de la destrucción medioambiental”.

Cultura de la sobriedad compartida

Dos artículos iniciales presentan el tema en el Anuario y abordan rasgos espirituales de la Ecología donde se contemplan los tres aspectos ecológicos que preocupan a los jesuitas:

1-El cuidado de la naturaleza: los jesuitas consideran que porque somos sus ”cuidadores” debemos conocerla, quererla y protegerla.

 2-La defensa de los más vulnerables: las comunidades más pobres y las generaciones futuras, siendo las poblaciones que menos han contribuido al deterioro del medioambiente son, sin embargo las más expuestas a los desastres ecológicos y las que más sufren sus efectos.

 3-Una propuesta de un nuevo estilo de vida: ”el modo de vida consumista de los países que solemos decir desarrollados, así como el de las poblaciones ricas de estos países, no puede alcanzar a todos, porque el planeta no dispone de tantos recursos” y por eso necesitamos una ”cultura de la sobriedad compartida”, respetuosa con la creación y solidaria con los vulnerables.

A continuación el Anuario presenta experiencias que la Compañía ha llevado cabo o está realizando en distintas partes del mundo.

Desde África se narra cómo los jesuitas jóvenes del Hekima College (Kenia) viven el problema en comunidad y cómo una granja agrícola de Zambia demuestra que es posible lograr abundantes cosechas respetando la naturaleza.

Desde América se presente un libro de texto online sobre los grandes desafíos ecológicos desde una perspectiva integral, científica, espiritual y ética, basada en la espiritualidad ignaciana.

La contribución de Asia es abundante. Desde la experiencia de los ”amigos de los árboles” en la India, hasta la defensa del río Mekong en Camboya, la defensa de la isla de Jesu en Corea, que ha llevado a la cárcel a un jesuita y la experiencia de los jesuitas de Asia-Pacífico cuya vida transcurre en medio de ciclones y desastres naturales.

De Europa el Anuario nos trae una actividad promovida por en una escuela profesional de Portugal en su empeño por promover valores de la justicia social sin disociar la lucha contra la pobreza de los problemas ambientales.

Puedes ver el Anuario 2015 haciendo click Aquí

Fuente: www.cpalsocial.org

Misión de Pascua – Lucio V. Mansilla

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Y aunque no vivamos todos la misma experiencia, es bueno estar siempre al tanto de qué es lo que está haciendo el otro. Por eso, en los días que nos quedan para llegar a la Semana Santa, estaremos compartiendo con ustedes las distintas actividades que se planean en los diferentes núcleos de la Red Juvenil Ignaciana de Argentina y Uruguay  para vivir tan importante fecha.

Hoy nos toca contarles sobre el Grupo Misionero Pinceles, quien tiene por costumbre pasar los últimos cuatro días de la Semana Santa (jueves, viernes, sábado y domingo) en su lugar de Misión, que este año corresponde a Lucio V. Mansilla. Éste es un pueblito del norte de Córdoba que el grupo ya visitará por segundo año consecutivo (tienen ciclos de tres años por pueblo).

A lo largo de los cuatro días, los misioneros comparten con el pueblo las celebraciones propias de la Semana Santa, un encuentro de (correspondientemente) Niños, Jóvenes o Adultos y la vida de cada uno en las Visitas de Casas. 

La idea es ir a llevar un poco la Alegría y Esperanza que despiertan la Resurrección en las vidas de los jóvenes a una población que a veces se siente muy olvidada.

Además de en Semana Santa, los Pinceles visitan otras cuatro veces el pueblo a lo largo del año.

 

 

María, una mujer capaz de ver distinto

Donde todos hubiesen visto una locura, María vio un horizonte.

Donde muchos hubiesen visto una trasgresión, ella intuyó la promesa de Dios.

Donde tantos se hubiesen estremecido ante la perspectiva y hubiesen exigido más pruebas, más seguridades o más garantías, ella exclamó: «Hágase».

Donde la ley era la referencia y la condena, ella fue capaz de cantar la grandeza del Dios que está con los más pequeños y da la vuelta a todos los órdenes establecidos.

Donde todo era convencional, María, con una acogida hecha al tiempo de ignorancia y valentía, de confianza y entrega, fue capaz de colaborar con Dios de un modo radical.

Fuente: pastoralsj.org