Asistir al enfermo – Obras de Misericordia

Hoy no utilizaré metáforas ni rodeos. No hablaré de las enfermedades espirituales, ni de enfermedades sociales. No. La enfermedad es esa realidad que nos acaba alcanzando a todos. Es esa condición natural a la que nuestro cuerpo tiende por el hecho de estar vivo y no ser perfecto. La sufrimos en nosotros y la vemos en otros. La podemos negar, cambiar de nombre y evitar en nuestras conversaciones. O la podemos afrontar y aprender de ella.

Con el tiempo he ido descubriendo algo que sólo intuía cuando elegí medicina como profesión. Y es que la enfermedad nos sitúa en nuestro justo lugar y saca de nosotros una de las verdades más profundas. Se convierte en maestra. Dura y exigente, pero maestra.

Hay enfermedades banales que nos ponen apenas una piedra en el zapato. Un pequeño susto. A veces un tratamiento crónico que no nos condiciona mucho más. Esa piedra en el zapato se convierte casi en la oportunidad de hacer consciente el que caminamos.

Otras veces la enfermedad, propia o ajena, nos pone ante una realidad más seria, más grave. Nos pone frente a frente de nuestra finitud. Echa por tierra nuestro afán de omnipotencia y fortaleza. Nos desgasta hasta que un día nos lleva consigo o nos arrebata al ser querido.

Es ahí donde aparece, casi por milagro, la realidad más honda. Que ni salud ni enfermedad; ni vida larga ni corta; nos quitan un ápice de nuestra verdad más profunda: ser criaturas de Dios. Todo lo demás no añade ni resta nada a esa dignidad y belleza fundamental. Por eso asistir a un enfermo no es más que visitar a la otra persona en esa verdad desnuda: eres mi hermano. Y yo no soy ni más ni menos. Puedo entonces acompañar sin verborrea ni moralina, puedo quedarme en silencio sin compasiones doloristas, puedo hasta bromear sin que eso sea una huida del problema. Es simplemente estar con el otro. Visitar la persona y no la enfermedad. Ahí está el alivio más profundo.

Pastoral SJ

Ciencia y Fe – P. José Funes sj

El 12 de abril se realizó en el auditorio de la Facultad de Ingeniería de la UCC, el encuentro de apertura del ciclo de diálogo Ciencia y fe «Dos desafíos de la ciencia a la teología: la búsqueda de mundos habitados y el futuro del universo», con la participación del Padre José Gabriel Funes sj, organizado por la Pastoral de nuestra Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, la comunidad PRISMA y con la adhesión de la agrupación Demos.

En este video, el P. Funes presenta la temática y el enfoque abordado en dicho auditorio. Si te interesa el tema, no dejes de verlo…

Ver Vídeo

El Padre Funes es Doctor en Astronomía por la Universidad de Padua y exdirector del Observatorio Astronómico Vaticano. En la actualidad es profesor e investigador en dicha universidad.

La Misión entre personas, más que un trabajo

Ponemos a su disposición el artículo de Espiritualidad de la CPAL del mes de Mayo. Este mes, la reflexión está dirigida principalmente a la dimensión apostólica y al modo en que esta se lleva adelante; contraponiendo el simple cumplimiento de la tarea asignada; con el vivir la misión descubriendo la profundidad del llamado que se hace a quien se encomienda un proyecto en particular.

“Nuestra misión más que un trabajo es una relación entre personas” de Fernando Montes SJ es un texto entregado al P. Juan Pablo Cárcamo SJ, director del Centro de Espiritualidad Ignaciana de Chile, para su publicación promoción.

Allí reflexionamos sobre el sentido más hondo de la palabra misión, que es que ella, necesariamente, se refiere a una relación entre personas que se involucran en una acción. En el lenguaje corriente esto se ha desatendido y hasta olvidado.

Limitar la misión a una tarea a cumplir, a prioridades o a objetivos a alcanzar, significa vaciarla de sus contenidos más profundos.

Eso destruye la mística de la acción. Eso es particularmente grave al momento de formar los “agentes” encargados de ejecutar la misión.

Este vaciamiento de los elementos relacionales convierte a los agentes en meros activistas. Se los prepara para un trabajo y no para un encuentro o un seguimiento; la idea de servicio se empobrece.

De este modo hay que tomar conciencia que la primera prioridad al definir una misión, la prioridad de las prioridades es profundizar la relación que está en la fuente. Esto es tanto más necesario cuanto hoy existe el peligro en transformar la misión en un mero trabajo.

CPAL SJ

 

Mensaje de los Provinciales de Latinoamérica

Del 3 al 8 de mayo pasado los provinciales que forman la CPAL (Conferencia de Provinciales de América Latina) se han reunido en San Salvador para compartir, discutir y decidir sobre el presente de la misión en Latinoamérica.

Compartimos con ustedes el mensaje emitido por los participantes de dicha asamblea para toda la Compañía de Jesús y colaboradores.

Los provinciales de América Latina reunidos en la XXXII Asamblea de la CPAL en el Centro Loyola de San Salvador de la Provincia de Centroamérica, del 3 al 8 de mayo de 2016, hacemos llegar nuestro saludo fraterno a todos los compañeros jesuitas y todos aquellos con quienes colaboramos en la misión de Cristo en toda América Latina. Compartimos con todos los días de memoria agradecida que vivimos en la tierra de los Mártires: Monseñor Romero y nuestros compañeros jesuitas Rutilio Grande y los Mártires de la UCA.

Los primeros días del encuentro hemos sido acompañados por el Padre Adolfo Nicolás y por los provinciales de la Conferencia de Estados Unidos y Canadá. Han sido unas jornadas de acercamiento e integración entre las dos conferencias de América en intensa comunión en el espíritu de la Compañía universal. También nos acompañaron desde el inicio hasta el final del encuentro Michael Lewis y George Pattery, presidentes de las conferencias de provinciales de África y del Sur de Asia, cuya presencia nos ha estimulado en la proyección de vínculos entre las provincias y conferencias “del sur al sur”.

Los días 3 y 4 de mayo los dedicamos a conocernos mejor todos los presentes, tratamos asuntos de interés común como Fe y Alegría, Magis Américas, Amazonía, el proyecto Caribe, migraciones, y la revisión de la formación que está haciendo la conferencia del norte. Nos sentimos estimulados a fortalecer los vínculos de intercambio y colaboración entre provincias y conferencias en diversos sectores apostólicos.

El Padre General por su parte nos animó a la creatividad apostólica desde el cultivo de la profundidad espiritual, a discernir mejor nuestro servicio a la misión, a evitar la dispersión por la sobrecarga de trabajo, a descubrir el silencio, a formar para la vida interior, y nos presidió en la eucaristía en la cual juntos agradecimos a Dios por sus años de servicio al gobierno de la Compañía.

La jornada del 5 de mayo fue un día de peregrinación a los lugares históricos de misión y martirio. Un grupo fue a Aguilares y El Paisnal tras las huellas de Rutilio Grande, otro grupo tras las huellas de Monseñor Romero visitó la Catedral de San Salvador, la casa y la Capilla del martirio en el Hospitalito. Vivimos una sentida y emotiva jornada, cargada de inspiración espiritual. Cerramos el día y el encuentro entre las dos conferencias con una cena con jesuitas de San Salvador, en el Colegio Externado San José, celebrando los 80 años recientemente cumplidos del Padre General.

En la segunda parte del encuentro entre los provinciales de la CPAL recibimos los informes del Presidente Jorge Cela y los informes de los diversos sectores. Hemos conversado ampliamente sobre los Centros Interprovinciales de Formación teológica de la conferencia y sobre los centros interprovinciales de formación filosófica.

Acogimos la propuesta de organizar en el futuro cercano un gran encuentro entre jesuitas y todos aquellos que lideran las redes y los diferentes sectores apostólicos en todas las provincias. Igualmente nos ha parecido oportuna la propuesta de hacer desde todas las provincias una amplia evaluación de la labor de la CPAL. Reflexionamos sobre los desafíos y perspectivas de la conferencia y desde allí elaboramos el perfil del futuro presidente, que debería nombrarse para fines del 2017.

Nos visitaron José María Tojeira y Andreu Oliva para darnos una visión actual del proceso jurídico en torno al asesinato de los Jesuitas de la UCA y de Monseñor Romero. Estuvo con nosotros el Padre Frederick Fornos Director Mundial delegado del General para el Apostolado de la Oración y el MEJ, quien con energía y entusiasmo nos actualizó con muy buena información acerca de la renovación de este servicio que se ha convertido hoy en la “Red Mundial de Oración del Papa”.

Agradecemos a la Provincia de Centroamérica, al Provincial Rolando Alvarado, al Socio Fidel Sancho, a todo el equipo local que facilitó nuestra estadía y nos hizo sentir a todos como en casa. Confiados en el Señor Jesús que sigue valiéndose de su mínima Compañía alentamos a todos a una entrega generosa al servicio de la misión de Cristo.

 

Reflexión del Evangelio – Domingo de la Santísima Trinidad

Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: -“Todavía tengo muchas cosas que decirles, Pero ustedes no las pueden sobrellevar ahora. Cuando venga, el Espíritu de la Verdad, El los encaminará a la Verdad total: porque no hablará desde sí mismo, sino que lo que oiga, eso hablará, y les anunciará lo por venir. El me glorificará a Mí porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes”

(Jn 16, 12-15).

Por Diego Fares SJ

Glorificar

Jesús dice que el Espíritu lo glorificará. ¿Qué significa, dicho simplemente?

Glorificar es hacer ver en todo su esplendor y claridad la belleza del amor de Jesús.

Glorificar es hacer que podamos comprender y gozar de la obra de arte consumada que es la vida entera de Jesús sobre esta tierra. Y que podamos verla no como un espectáculo sino sintiéndonos incluidos en ella.

Como dice von Balthasar: La misión del Espíritu es totalmente distinta de la del Hijo. Sin el Espíritu, lo que hizo Jesús, su honrar al Padre mientras nosotros, privados de gloria, sólo buscábamos nuestro propio honor, su haber-hecho-por-nosotros lo que como pecadores nunca hubiéramos podido hacer…, nos tendría que haber dejado en un estado de tristeza y muy cercano a la desesperación. Jesús, nuestro hermano, dio la vida por nosotros. Nos invitó a su seguimiento, es verdad, pero nosotros nos quedamos atrás en cuanto al punto decisivo. Huimos, no podemos negarlo, pero ¿cómo podríamos haber caminado con Él? Sin el Espíritu Jesús hubiera quedado siempre como el Otro, como alguien especial, buenísimo, pero inalcanzable. ¿Qué sería del amor fraterno que nos mostró en su vida si hubiera quedado como inimitable? (Esto es justamente lo que muchos cristianos piensan al leer el evangelio: sienten que es “imposible” de cumplir. Lo cual es muy cierto y tiene que llevarnos, sencillamente, a invocar al Espíritu para que venga en nuestra ayuda).

Jesús mismo sale al frente de esta dificultad cuando dice que “hay muchas cosas que no puede decirnos porque no las podríamos sobrellevar”. ¿Cómo cargar con el peso de un Amor tan grande como el suyo siendo nosotros tan infieles y débiles como los apóstoles, que lo abandonaron en el momento decisivo? Cuanto más generoso se muestra Jesús más nos hundimos, como Pedro, en el abismo de nuestra debilidad. De ahí que el Señor diga: “les conviene que Yo me vaya, porque si no me voy no vendrá a ustedes el Paráclito, pero si me voy se los enviaré”.

Encaminar

Esta es la misión del Espíritu: introducirnos en el Amor de Jesús de manera tal que nos sintamos incluidos, salvados, fortificados, esclarecidos. Si uno no se zambulle en el Amor entre Jesús y el Padre, contemplarlo desde afuera, como espectadores, hace que se cierre el corazón. O no se puede creer que exista algo así, o es tan pero tan puro que uno se siente rechazado, indigno, incapaz de participar.

Tengámoslo bien claro: no conviene acercarse a Jesús si no es invocando humildemente a cada instante a su Espíritu para que venga en nuestra ayuda.

La expresión que utiliza Jesús para referirse a la tarea del Espíritu Santo es guiar, conducir, introducir, “encaminar” (“hodegesei” viene de hodos, camino y del hebreo naha = guiar, pastorear, instruir). Elijo “encaminar” porque es más fraterna. Conducir y guiar suenan más exteriores. Encaminar, en cambio, como que es más amigable, uno mismo camina y el camino se nos abre por sí mismo; no es que otro nos guía sin que sepamos por donde. El Espíritu nos hace caminar por Jesús que con su vida es el Camino. El Espíritu nos encamina mostrándonos las huellas de Jesús: por aquí pasó el Señor y obró de esta manera, fijate cuál fue su estilo, cómo de golpe apuraba, cuál era su ritmo, observá sus gestos, mirá cómo sus sentimientos son “camino” para tus sentimientos: podés ir seguro sintiendo así como Él, obrando al estilo de Jesús, con caridad.

¿Y cómo me doy cuenta de que el Espíritu me encamina? ¿Se puede reconocer su pedagogía?

La pedagogía del Espíritu tiene que ver con lo estético, con la belleza.

El Espíritu nos conduce “glorificando” a Jesús.

¿Parece difícil de entender?

Mejor, así cada uno le tiene que pedir ayuda al Espíritu:

¡Ven Espíritu Santo!

Haceme ver lo bueno y hermoso que es Jesús en mi corazón

y que me sienta perdonado y salvado en el interior de su Amor,

abrazado por el Padre, bajo al mirada de María…

Así puede uno ir rezando mientras lee…

Decimos que el Espíritu nos ayuda con una pedagogía que tiene que ver con la Gloria de Dios, con la Belleza. Fijémonos las palabras con que el Nuevo Testamento describe las cualidades y la acción del Espíritu: unidad, alegría, paz, consolación, libertad, armonía, integridad, totalidad, claridad, gloria… Son todas palabras que tienen que ver con la Belleza.

Integridad

Tomemos integridad, totalidad. Jesús dice que el Espíritu nos introducirá en la Verdad total. Verdad total no puede ser un silogismo intelectual. Verdad total es la concordancia de todo nuestro ser con el de Dios. Y una concordancia así sólo se da cuando uno contempla una obra de arte.

Un ejemplo cercano de una concordancia así de plena la experimentamos muchos en estos días patrios del Bicentenario. A mi se me dio ante el Colón iluminado como una bandera argentina hecha de luz, al cantar el Himno nacional junto con toda la gente: fue una experiencia de sentir la Patria entera e igual en todos. El sentimiento era tan íntegro que a uno le bastaba con participar un poquito para sentirse compartiendo enteramente el mismo sentimiento patrio, con paz y alegría serenas. Esa unidad e integridad es un don espiritual. No se lo puede “fabricar” o producir externamente, nace de adentro y unifica. Los diarios lo expresan diciendo que “la presencia de la gente superó las expectativas”. Es una expresión pobre. Es que a algunos les sorprende que “el todo sea mayor que las partes”, como dijo Bergoglio. Les sorprende que “la realidad sea superior a las ideologías y que la unidad sea superior al conflicto”. A muchos les sorprende que haya “un espíritu patriótico”. Sin embargo es así. Aunque sólo salga a la luz en ocasiones especiales, esta “integridad espiritual” es la que mueve todo.

Esto que se da a nivel humano y que es bien real a pesar de su fragilidad (luego sentimos que no alcanza a plasmarse ese sentimiento común en instituciones, en justicia, en equidad…), es lo que el Espíritu Santo hace real en la vida de los que creen y aman a Jesús. La unión espiritual que se da entre los hombres y luego se fragmenta en mil tironeos, en el Espíritu es una Persona indivisible que genera unidad. La belleza del Amor entre Jesús y el Padre, que contemplamos como un ideal hermoso e inalcanzable, se nos comunica entera gracias al Espíritu. Somos introducidos en ese amor y, si nos dejamos encaminar y guiar, paso a paso, el Espíritu nos permite vivir en esa integridad todo el tiempo.

El Espíritu nos permite vivir la integridad del Amor de Dios sin control de gestión ni de agenda. El Espíritu es Libre y se nos da cuando quiere y como quiere.

Nos permite vivir esa integridad del amor si nos confiamos dócilmente a su “encaminarnos”.

La palabra para ser líbremente encaminados por el Espíritu es hágase: ‘Hágase en mi según tu Palabra’.

El Espíritu nos permite vivir la integridad del Amor de Dios sin dominarla como una posesión. El Espíritu es Don gratuito y requiere que uno esté abierto a lo gratuito, con ojos atentos a lo que no es puro comercio, mero intercambio de intereses contabilizables.

La palabra para abrir los ojos a los dones gratuitos del Espíritu es bendito: ‘bendito sea Dios que mira con bondad mi pequeñez y me hace ver sus maravillas’.

El Espíritu nos permite sentirnos incluidos en el Amor de Dios sin mérito de nuestra parte.

Y la palabra para sentirnos así es piedad: ‘¡Ten piedad de mí Señor! Perdona mis pecados’.

El Espíritu nos permite vivir en la intimidad del Amor de Dios con su Presencia y la palabra para llamarlo es ven: ‘Ven Espíritu Santo, visita el alma de tus fieles’. ‘Dulce Huésped del Alma, Ven. Ven Padre de los pobres’…

El Espíritu nos permite interpretar el Evangelio, leer y entender todas las Palabras de Jesús y cargar con ellas, llevándolas a la práctica con prontitud y alegría.

Y la Palabra para comprender el evangelio es creo: ‘Creo en Jesucristo Hijo del Padre, mi Señor y Salvador’.

Fuente: Contemplaciones del Evangelio

 

Programa de Liderazgo Universitario Ignaciano en la UCC

El Programa de Liderazgo Universitario Ignaciano Latinoamericano (PLIUL) es una propuesta de formación extracurricular que busca potenciar el desarrollo humano, cualificar los conocimientos sociopolíticos y fortalecer las destrezas relacionadas con el ejercicio de un liderazgo con enfoque ignaciano. Está diseñado coordinado por AUSJAL (Asociación de Universidades Jesuitas en América Latina).

Esta propuesta ha estado presente en otros países latinoamericanos en años anteriores. Ahora los estudiantes de la Universidad Jesuita en Argentina también tienen la posibilidad de formarse y ser parte de esta iniciativa.

 

M. Rupnik SJ: La Belleza, Lugar de Comunión

«Me he dedicado toda la vida a las dos cosas: al símbolo y a la belleza. Y al final, pienso que tengo que decir que lo más grandes teólogos de la belleza son justamente los teólogos rusos (…). Ellos son los que nos han hecho ver que la belleza es la cima de lo trascendental.”

Así inicia Marko Rupnik su conferencia sobre “La Belleza como lugar de comunión”, que se llevó a cabo en Marzo de este año en la Universidad Católica de Chile.

Escuchar Audio

El P. Marko Ivan Rupnik es un jesuita que ha dedicado su vida al estudio y la realización de obras de arte. Son particularmente famosos sus mosaicos. Además, es el diseñador del logo del año Jubilar de la Misericordia.

Desde septiembre de 1991 vive y enseña en el Pontificio Instituto Oriental de Roma, Centro Aletti , del que es director. También enseña en la Pontificia Universidad Gregoriana. Desde 1995 es Director del Taller de arte espiritual del Centro Aletti. Desde 1999 es consultor del Pontificio Consejo para la Cultura. A las actividades de artista y de teólogo añade desde siempre la más específicamente pastoral, sobre todo mediante conferencias y la dirección de numerosas tandas de ejercicios espirituales.

Podemos ser luz para los demás – Testimonio

Juan Ignacio Suasnabar es un joven perteneciente a Manresa que tiene una historia particular. En 2010 sufrío un accidente que lo llevó a perder gran parte de su pierna izquierda. Su vida cambió para siempre. Sin embargo, gracias al apoyo de su familia, amigos y la confianza en que Dios hace roca en nuestra debilidad, pudo salir adelante. Te dejamos aquí su historia, que él mismo contó hace un tiempo para “Oleada Joven”.

Mi nombre es Juan Ignacio Suasnabar, tengo 25 años. El día 10 de junio del 2010 sufrí un accidente que cambio por completo mi vida. La pérdida física fue inmensa… tuvieron que amputar mi pierna izquierda por encima de la rodilla; pero gané un montón de otras cosas, entre ellas un cambio en el modo de vivir la vida. Lo más importante fue saber que siempre estamos entre los brazos de Dios y que Él está para acompañarnos, cuidarnos, fortalecernos. Comprendí que las cosas pasan para algo y que siempre tendremos de la mano de Dios la fuerza necesaria para soportarlo. Aprendí que tanto yo, como vos, que me estás leyendo, podemos ser “luz para los demás” y eso es lo que me propuse hacer.

Siempre me gustó el deporte y desde el momento cero de mi amputación supe que quería hacer muchas cosas “para conmigo” pero de a poco se fue transformando “para con los demás” y pude tomarlo como una ayuda a mi recuperación física y mental. La elección fue muy acertada y hoy sé más que nunca, que no existen límites para realizar lo que nos dispongamos, sólo debemos animarnos y ser conscientes que las únicas limitaciones que existen en nuestra vida son los que la sociedad y nosotros mismos nos imponemos.

Un amigo tomó la decisión y se comprometió a llevarme a nadar a una pileta cercana a mi casa, tal vez con el objetivo de contagiarme de pensamientos positivos. Fue mi primer contacto con el deporte.

Al poco tiempo comencé con fútbol para amputados. Me costó mucho ya que, antes del accidente, éste deporte nunca fue de mi interés. Aun así decidí con convicción aprenderlo y ser perseverante. Esto, me lleva a recordar una frase que leí hace poco “cualquiera puede alcanzar el éxito si persiste en realizar acciones cotidianas, de apariencia pequeña e insignificante, que con el tiempo crecen”… ¡y vaya que crecieron! Formé parte del equipo nacional que representa a nuestro país. Pude visitar diversas provincias como así también Paraguay y ¡RUSIA!; en un mundial realizado en 2012. Resumiendo el sacrificio, voluntad, perseverancia me dieron una oportunidad en un deporte del que yo, no sabía nada, ni que su pelota era redonda. Fue una gran paso.

Luego de ese espectacular viaje, sentía y sabía que debía buscar otro rumbo, así conocí las maratones, entrenando junto a mi hermano querido Juan Pablo, quien siempre me apoyo y fue mi compañero aquí, pudimos participar en diversas carreras de 4km, 5km, 6km, hasta 10 km, enamorándome día a día un poco más de esta disciplina, y lograr llegar de esta manera a cada vez más personas.

Tuve el gusto de conocer excelentes personas y al poco tiempo un amigo nos animó a participar en un Triatlón (es un deporte individual y de resistencia, que reúne tres disciplinas deportivas: natación, ciclismo y carrera a pie) así lo hicimos, nos preparamos y el 05 de enero lo pudimos concretar. Fue otra gran experiencia.

“Algo aprendí es que podemos tener cualquier tipo de incapacidad pero en realidad, a la incapacidad la vamos construyendo cada uno de nosotros”.

Estas carreras, estos desafíos van haciendo crecer mis ganas de realizar competitivamente estas disciplinas, de esta manera tome la decisión de entrenarme con profesionales tanto en pedestrismo, como así también para natación y actualmente mi objetivo principal es poder conseguir mi prótesis deportiva, y correr los 21km de Rosario “imaginen cuantas personas me podrían ver si corro una maratón de 21 km” ,porque “sé” que todos somos “luz para otros”, que todos podemos ser fuente de inspiración para los demás ¿no les parece esto GENIAL? en fin, hoy este es mi fundamento de vida, el cual me brinda ánimo para hacer, lo que hoy elijo hacer.

Espero les guste mi súper resumen sobre los sucesos de mi vida, y como últimos párrafos les comparto esta frase: “Lo que determina nuestras vidas no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos sucede”.

Gracias por leerlo.

Saludos y bendiciones – Juan Ignacio Suasnabar

Fuente: Oleada Joven

Fundación Centro Juvenil Parroquial de Trujui, Buenos Aires

“Yo les propuse hacer un grupo para empezar a juntarnos, a jugar, a charlar. Ellos, a su vez, al domingo siguiente fueron trayendo más chicos”. Y así se fue armando…

El Padre Julio Merediz SJ cuenta así como se formó el Centro Juvenil de la Parroquia Trujui, de San Miguel. El evento fundacional tiene como fecha de inicio el 11 de marzo de 1965.

En un video, el jesuita nos cuenta la historia completa. Si quieres verlo haz click aquí

Reflexión sobre el Sacerdocio por venir

Tanto en nuestro país, como en Chile, la reputación de los sacerdotes ha descendido mucho e incluso no son pocos los que dudan de su buena influencia para de la sociedad Hace poco estuvimos celebrando las ordenaciones de dos jóvenes jesuitas ¿Qué hace entonces, en este contexto, que jóvenes se sigan consagrando como servidores de Jesucristo en nuestra Iglesia? Les presentamos el testimonio de Cristóbal Madero, jesuita chileno que prontamente será ordenado sacerdote.

Cristobal Madero Cabib SJ

Hace un par de meses me invitaron a participar de una clase sobre historia de la Iglesia católica en Latinoamérica, en el secular ambiente de una universidad pública en California. Me habían estado “bombardeando”, los más suaves, con preguntas sobre hechos, fechas y personajes. Los más duros, con preguntas sobre los abusos de la Iglesia en el tiempo de la colonia, y por supuesto hoy. Pero fue una la pregunta que me hizo reflexionar en verdad; la que me hizo entrar al fondo de lo que creo, no respondiendo desde los meros conocimientos o la creatividad.

Me preguntó un estudiante: “¿Qué significa el éxito para tu Iglesia? ¿Cómo sabe tu Iglesia que está siendo exitosa en lo que hace?”. Luego de un silencio largo, pero no incómodo, le respondí que la medida del éxito para nosotros, en la Iglesia católica, es la cruz de Jesús, que simboliza el sacrificio que por amor hizo Él al morir por todos, no sólo por sus seguidores. Con esa vara, todo el resto de las acciones de nuestra Iglesia tiene que ser medido.

De no ser así, los cristianos nos transformamos en hipócritas buscadores de nosotros mismos, y no en apasionados seguidores de Jesús. Proclamar la verdad del sacrificio de la cruz como éxito, y dar testimonio de esa clase de éxito con nuestra propia vida, es el núcleo de lo que significa ser sacerdote. Ha sido ésa la razón de ser del sacerdocio desde su origen.

Por supuesto, esa realidad se expresa en distintos servicios en la Iglesia, pero ello es secundario. Como nunca hoy se hace más urgente recordar y recordarnos la importancia de rememorar y anunciar un éxito distinto. El mundo necesita descreerse del engaño gigante de que tener, acumular y mostrar, es la medida del éxito.

Una manera de vivir que ensalza a un tipo de ganador, y desoye a otro tipo de perdedor, a lo cual estamos todos expuestos; deshumaniza y aliena. Daña al más pobre siempre y en primer lugar, pero termina por empobrecer la vida de la humanidad en general. Yo entiendo la vida sacerdotal como la actualización del sacrificio de Jesús cada vez que una misa es celebrada, pero también cada vez que los cristianos, incluyendo a los sacerdotes, hacen de su vida un testimonio de sacrificio para y por otros.

Entiendo el sacerdocio como ser en cierto grado portavoz de un Dios, que a gritos, quiere salvar a este mundo de una insostenible liviandad que nos hace menos humanos. Y no hay nada que un Dios que se quiso hacer humano quiera más, que lograr que todas y todos alcancemos la más plena humanidad.

Abrazar la cruz como símbolo del éxito

El sacerdocio ministerial (el concepto técnico para distinguir el sacerdocio que todo cristiano tiene en razón de su bautismo del sacerdocio de los curas) es un llamado de Dios, una vocación, a la cual respondemos quienes creemos, por una parte, que nada es imposible para Dios, y, por otra, que Dios no va a obligar a nadie a lo imposible. Siempre he pensado que el Dios en el que creo no puede empujarme a algo que no soy capaz de vivir.

En el año 2002 escuché este llamado de Dios y respondí que sí, con nerviosismo y algo de incredulidad, pero sobre todo con el sentimiento hondo de libertad de los que se enamoran. En estos años, no han sido pocos quienes, en la confianza de la amistad, o en debates sobre la contingencia, me han dicho: “¡Qué admirable lo que haces, pero qué difícil debe de ser con todo lo oscuro de la Iglesia, y los sacerdotes con tantas cosas que han pasado!”. Y la verdad es que aun cuando yo lo veo cada vez menos admirable (el admirable es el Señor que se atreve a llamarme a mí con lo que soy), es verdad que el contexto de la Iglesia no ha sido el que me hubiera gustado más para dar este paso.

El año que comencé el camino hacia el sacerdocio fue el mismo en que se conocieron los escándalos de sacerdotes pedófilos en Boston. De allí en adelante la publicidad sobre los casos alrededor del mundo no se detuvo.

Quedó en evidencia un modo de proceder que amparaba que más casos siguieran sucediendo. Estudié la teología en un contexto marcado por las denuncias y sanciones a sacerdotes emblemáticos en Chile. Hice mi primera comunión en la Iglesia de El Bosque; me confirmó un sacerdote muy conocido en Chile y que luego dejó el sacerdocio, y me ordené en un tiempo en que la confianza a los líderes de la Iglesia católica no estaba mal, sino que por el suelo. Eso es verdad.

Pero es tan verdad como la vida de una Iglesia viva y preocupada de los últimos, de la que también he sido testigo en todos estos años. Es famosa la respuesta que el papa Pablo VI dio respecto de la pregunta sobre cuántos sacerdotes trabajan en el Vaticano. “La mitad”, contestó. El sacerdote que este mundo y esta Iglesia necesitan no es cualquier sacerdote.

Suponiendo que hay una vocación palpitando, un sacerdote que, al final del día, tiene puesta su confianza, o hace depender su llamado exclusivamente de la dirección de los vientos que soplan sobre la Iglesia (sean estos buenos o malos), o sobre sus propias capacidades y talentos para hacer un buen trabajo, creo que está condenado a vivir un sacerdocio muy lejano al sacerdocio que proclama la cruz como éxito.

La clave para los sacerdotes, es poder abrazar la cruz como símbolo del éxito. Es creer que el propio sacrificio, renuncia y el no temer a perder nada, expresa el sacrificio de Jesús más eficazmente. Un sacerdocio que reparta vida a los demás con alegría es la clave. El Padre Alberto Hurtado decía que un sacerdote ignorante era de lo más peligroso. Yo pienso que un sacerdote que no sea lo suficientemente consciente y sensible al mensaje del sacrificio de Jesús y su importancia para este mundo, no tiene futuro.

Un sacerdocio que no nazca del amor por un mundo roto no tiene sentido alguno, pues no hay real sacrificio si no nace del amor, ni hay verdadero amor que no conlleve sacrificios. Mi experiencia es que yo le pierdo el miedo al sacrificio, por una parte, y me animo al anuncio del sacrificio de Jesús al mirar a quienes esperan contra toda esperanza, y de manera especial a quienes he conocido en poblaciones, en centros educativos, en cárceles y en hospitales.

Mirar e intentar con humildad, amor y sin mesianismo, acercarse al dolor concreto del mundo, contemplando el caminar esperanzado del pueblo de Dios, me anima a sacrificarme en el sentido que Jesús invita. Vivir así me hace mirar hacia donde Jesús mira. Hace que me importen las cosas que a Él le importan. Y me doy cuenta que esa manera de vivir, cuando logro alcanzarla, le hace bien a la humanidad, le hace bien a mi Iglesia católica, le hace bien a mi comunidad religiosa.

Como Billy Elliot

Las cosas más importantes que elegimos en la vida son pocas veces el fruto de un proceso solamente racional. Siempre hay algo de cálculo, de evaluar posibles consecuencias. Es responsable y también muy humano pensar con la cabeza, pero finalmente es lo que indica el corazón lo que nos hace decidir en paz. Sentimientos y sensaciones asociadas a esa decisión es lo que mueve. El ideal sacerdotal de abrazar por amor la cruz como éxito debe tener un soporte sentimental en un sentido profundo.

Con el riesgo de parecer superficial, quisiera cerrar con una imagen que por ningún especial motivo se me ha venido durante esta reflexión que escribo. Creo en parte que es porque al pensar sobre el sacerdocio no lo puedo reducir a una reflexión que no toque los sentimientos más hondos.

En una parte de un musical sobre la historia de Billy Elliot, un niño que descubre su vocación en la danza en un pueblo minero, un comité que lo evalúa para ir a la escuela de danza le pregunta: “¿Qué sientes cuando bailas, Billy?”. Billy Elliot responde: “No puedo explicarlo realmente, no tengo las palabras. Es un sentimiento que no puedo controlar. Me pierdo en quien soy, pero algo me sostiene. Es como si hubiera una música sonando en mi oído, y yo estoy escuchando y de repente desaparezco. Luego siento un cambio, como un fuego interno, imposible de ocultar. Y de repente estoy volando, volando como un pájaro, como electricidad, como electricidad que se desata en el interior, y allí me siento libre. Es como cuando has estado llorando, y estás vacío de algo, pero lleno de otra cosa, pero no sé lo que es, es difícil de explicar”.

Fuente: Revista Jesuitas Chile