Una Conferencia de Redes: CPAL

Compartimos una breve explicación sobre la nueva estructura de gobierno de la Conferencia de Provinciales de América Latina (CPAL).

Por Dani Villanueva

En Mayo de 2017, el Presidente de la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL), Roberto Jaramillo SJ hizo públicos algunos a cambios en la estructura de gobierno y trabajo de la misma, que creemos interesantes para aquellos interesados en la evolución del trabajo en Red dentro de la Compañía de Jesús.

Luego de dos años de reflexión del Equipo Ejecutivo y múltiples instancias de discusión a diferentes niveles de gobierno de la Conferencia, a través de estos cambios se intenta salir de la estructura de “un delegado por sector” para pasar a un modo de organización más dinámico. El mismo consiste en tres ‘delegados para la misión’, encargados de animar el trabajo en cada sector dentro de las diferentes redes de trabajo.

Siguiendo a la Congregación General 36, celebrada en octubre del año pasado, los principales objetivos de este cambio son:

  • a) Reforzar el trabajo en redes.
  • b) Estimular la colaboración.
  • c) Promover un discernimiento y planificación apostólicos más claros.

La idea es dar respaldo a los coordinadores de redes, apoyar sus planes y esfuerzos; estimular la relación entre las redes y los sectores; colaborar con ellos y promover las dinámicas de trabajo en red. De los tres ‘Delegados para la misión’, uno de ellos está a cargo de la administración financiera y de recursos, mientras que los otros dos tiene la función transversal de animar el trabajo de los sectores y en las redes.

Uno de los principales cambios que ha generado este modo de organización ha sido el crecimiento de las estructuras de tercer nivel (federaciones, asociaciones, proyectos comunes y redes); y un conocimiento más amplio e integrado de la realidad apostólica de la Compañía en América Latina.

A través de esta nueva estructura, los delegados no estarán coordinando redes ni acciones sino que se dedicarán a trabajar full-time en la articulación y animación de la CPAL .

Fuente: Jesuit Networking

 

Respetar y Proteger la Dignidad de los Niños: una Prioridad para los Jesuitas

El P. Arturo Sosa SJ, actual Superior General de la Compañía de Jesús sobre la misión de cuidar especialmente a los niños que la congregación ha asumido desde sus inicios.

Padre Arturo Sosa SJ

La reciente Congregación General 36 celebrada hace un año aquí en Roma, como órgano supremo de la Compañía de Jesús, me encargó como Superior General «continuar trabajando sobre la forma de promover, dentro de las comunidades y ministerios de la Compañía, una cultura consistente de protección y seguridad para los menores». (Asuntos encomendados al P. General, CG 36). El texto es breve, pero es muy significativo. Es la expresión del compromiso de la Compañía en favor del respeto y la protección de la dignidad de los niños.

Este compromiso no es nuevo. Tiene sus raíces en el propio San Ignacio. En la fórmula para la profesión de los votos definitivos en la Compañía, después de que el jesuita promete «la pobreza perpetua, la castidad y la obediencia», entonces promete «cuidado especial para la instrucción de los niños». (Constituciones, 527). Ningún otro ministerio -por ejemplo, enseñar, predicar, dar los Ejercicios Espirituales, servir a los pobres- se menciona en la fórmula; sólo «la instrucción de los niños». En el número siguiente en las Constituciones, San Ignacio explica por qué esta frase está incluida en la fórmula del voto, dando dos razones.

La primera razón tiene que ver con el reconocimiento de San Ignacio de la preciosa dignidad de los niños. Él escribe: «La promesa acerca de los niños es puesta en el voto… debido al servicio excepcional que se da a Dios nuestro Señor, ayudando a las almas que le pertenecen». Esta es una frase increíble. Para San Ignacio, los niños son «almas que pertenecen a Dios». En otras palabras, para San Ignacio, los niños, a menudo considerados como los más marginales e insignificantes de los seres humanos, tanto en el siglo XVI como en el nuestro, son, de hecho, preciosa posesión de Dios que merece respeto y servicio. El Papa Francisco expresa la misma convicción cuando escribe: «Un niño es un ser humano de inmenso valor y nunca puede ser utilizado para beneficio propio». (Amoris Laetitia, 170). Por supuesto, sabemos que tanto San Ignacio como el Papa Francisco aprendieron esta actitud del mismo Jesús, que amablemente dio la bienvenida a los niños y se indignó cuando los discípulos trataron de mantenerlos alejados de él, en su creencia errónea de que los niños eran insignificantes e indignos de la atención del Señor. (ver Mc 10, 13-16).

La segunda razón que da San Ignacio es muy realista. Reconoce que es muy fácil olvidar y descuidar el cuidado de los niños. Él escribe: «la promesa sobre los niños es puesta en el voto… porque está en mayor peligro de ser dejada caer en el olvido y caída que otros servicios más conspicuos…» (Constituciones, 528). En otras palabras, la promesa refleja la preocupación de San Ignacio de que la Compañía de Jesús no olvide a aquellos que son más fácilmente olvidados, dada su aparente falta de importancia para el resto de la sociedad humana.

En nuestro tiempo, somos llamados de una manera particularmente urgente a recuperar y a fortalecer las actitudes fundamentales de San Ignacio de respetar y proteger la dignidad de los niños. Vivimos en un mundo donde la dignidad de los niños es olvidada y violada. Los niños son víctimas de la pobreza, la guerra, la trata, el desplazamiento forzado, el terrorismo; los niños son obligados a servir como soldados, como mano de obra, como trabajadores sexuales y como mulas en el tráfico de drogas. También nosotros en la Iglesia no podemos escapar de nuestra responsabilidad compartida en la grave falta de respeto a la dignidad de los niños, ya que enfrentamos la dolorosa realidad del abuso sexual de niños cometido por sacerdotes, religiosos y otros pastores.

La Compañía de Jesús busca hoy profundizar y fortalecer su compromiso práctico y efectivo con la protección de los niños. Mi predecesor, el P. Adolfo Nicolás, pidió a todas las provincias, comunidades y ministerios que aseguren la existencia de tres elementos esenciales para la protección de los niños. Primer: protocolos bien hechos, justos y compasivos para tratar las denuncias de abuso de menores. Segundo: directrices y políticas de conducta ética pastoral, que tienen como objetivo promover, tanto entre jesuitas como entre nuestros colaboradores en la misión, el respeto por los límites y la clara rendición de cuentas. Finalmente, y quizás lo más importante: permanentes programas de entrenamiento y formación que garanticen que los protocolos y las políticas no permanezcan como documentos no leídos, sino que se apropien y se practiquen. Todas estas medidas tienen por objeto crear una «cultura de protección y seguridad para los menores» (CG 36): una cultura, es decir, una forma normal y habitual de vivir, de relacionarse, de trabajar y de servir en la que aquellos a quienes servimos, particularmente niños, se sienten siempre respetados, seguros y amados.

Fr. Arturo Sosa, SJ,

Superior General de la Compañía de Jesús

Fuente: CPAL SJ

La Fuerza de los Pequeños: la Teología de la Liberación

El teólogo de la Liberación Leonardo Boff relata sobre el Encuentro de Teología de la Liberación que se llevó adelante en Puebla, México.

Del 12 al 14 de octubre unos 50 teólogos y teólogas de toda América Latina tuvimos un encuentro en Puebla (México). Fue organizado por Amerindia, una red de organizaciones y de personas comprometidas con los procesos de transformación y de liberación de nuestros pueblos. Esta reunión, hecha en clave cristiana y crítica, analiza el momento histórico en que vivimos, con una perspectiva holística, enfatizando los contenidos místicos/proféticos y metodológicos de la Teología de la Liberación, hecha a partir de esa realidad.

Allí estaban algunos de los “padres fundadores” de este tipo de teología (a principios de la década de 1970), todos entre 75-80 años, que se encontraban con la nueva generación de jóvenes teólogos (indígenas entre ellos) y teólogas (algunas negras e indígenas). Con un sentido profundamente igualitario y fraterno, queríamos identificar nuevas sensibilidades, nuevos enfoques y maneras de procesar ese tipo de teología, qué dignidad atribuimos a los que no cuentan y son invisibilizados en nuestra sociedad de corte neoliberal y capitalista.

En vez de conferencias –hubo solo dos introductorias en la apertura– preferimos trabajar en mesas redondas, en pequeños grupos y hacer intercambios en conjunto. De esta forma todos podían participar en un enriquecimiento fecundo. Había teólogos/as que trabajaban en medio de indígenas, otros en las periferias pobres de las ciudades, otros en la cuestión de género (como superar relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres) en toda una región, otros eran profesores e investigadores universitarios pero orgánicamente vinculados a los movimientos sociales. Todos venían de experiencias fuertes y hasta peligrosas, especialmente en América Central con los cárteles del narcotráfico, las desapariciones, las “maras” (crimen organizado de jóvenes violentos) y la violencia policial. Todos los trabajos fueron transmitidos por internet y había miles de seguidores en todo el Continente.

No se puede resumir la densidad reflexiva de tres días de trabajo intenso, pero quedó claro que hay distintas formas de entender la realidad (epistemologías), ya sea de los pueblos originarios, sea de los afrodescendientes, sea de hombres y mujeres marginados e integrados. Para todos era evidente que no se puede resolver el problema de los pobres sin la participación de los propios pobres. Ellos deben ser los sujetos y protagonistas de su liberación. Nosotros estamos dispuestos a ser aliados y fuerza secundaria.

La Teología de la Liberación de los “viejos” y de los nuevos escomo una semilla que representa la “fuerza de los pequeños”, lema del encuentro. Esa semilla no murió. Seguirá viva mientras haya un único ser humano oprimido que grite por liberación.

Recordamos el poema de Pablo Neruda: “¿Cómo saben las raíces que deben subir a la luz y luego saludar al aire con tantas flores y colores?” Con Dostoievsky y con el Papa Francisco creemos también que fundamentalmente lo que salvará al mundo es la belleza, fruto del amor a la vida y a aquellos que injustamente menos vida tienen.

Un encuentro que ya es tradición

Siempre que se celebra un Foro Social Mundial, tres días antes, se celebra también un Foro Mundial de la Teología de la Liberación. Participan más de dos mil personas de todos los Continentes (Corea del Sur, varios países de África, Estados Unidos, Europa y de toda América Latina) que practican en sus trabajos este tipo de teología. Ella implica tener siempre un pie en la realidad de la pobreza y de la miseria y otro pie en la reflexión teológica y pastoral. Sin este maridaje no existe Teología de la Liberación que merezca ese nombre.

Cada cierto tiempo hacemos nuestras evaluaciones. La primera pregunta es: ¿cómo está el Reino de Dios aquí en nuestra realidad contradictoria? ¿Dónde están las señales del Reino en nuestro Continente, pero también en China, en África crucificada, especialmente en medio de los pequeños de nuestros países? Preguntar por el Reino no es preguntar cómo está la Iglesia, sino cómo va el sueño de Jesús, hecho de amor incondicional, de solidaridad, de compasión, de justicia social, de apertura a lo Sagrado y qué centralidad se da a los oprimidos. Estos y otros valores forman el contenido de lo que llamamos Reino de Dios, el mensaje central de Jesús. El nombre es religioso pero su contenido es humanístico y universal. Él vino a enseñarnos a vivir esos valores y no simplemente a trasmitirnos doctrinas sobre ellos.

Igualmente, cuando se pregunta cómo va la Teología de la Liberación, la respuesta está contenida en esta pregunta: ¿cómo están siendo tratados los pobres y los oprimidos, las mujeres, los desempleados, los pueblos originarios, los afrodescendientes y otros excluidos? ¿Cómo entran en la práctica liberadora de los cristianos? Conviene subrayar que lo importante no es la Teología de la Liberación sino la liberación concreta de los oprimidos. Esta es una presencia del Reino y no la reflexión que se hace.

Fuente: CPAL Social

 

La Unidad Prevalece Sobre el Conflicto

Una reflexión sobre la Encíclica Evangelii Gadium tras los atentados en diferentes partes del mundo.

Por Pedro Torres – Sacerdote católico. Miembro del Comipaz.

Hay que animarse a reafirmar que la paz es posible, que necesitamos no sólo respetar y tolerar las diferencias sino apreciarlas yendo más allá de la superficie conflictiva y mirando a los demás en su dignidad más profunda.

Los muy dolorosos sucesos vividos en España y que son una nueva herida a la paz mundial me hicieron cambiar el rumbo de la columna de esta semana y me llevaron a releer la Exhortación Apostólica “Evangelio de la Alegría”, del papa Francisco.

En ella, luego de hablar mucho de la alegría y el amor, dedica unos párrafos iluminadores sobre la paz y el bien común. Denuncia falsas formas de la paz y enuncia novedosamente como emanados de la Doctrina Social de la Iglesia cuatro principios relacionados con tensiones bipolares propias de toda realidad social necesarios para la construcción de la paz, la justicia y la fraternidad: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte.

El segundo postula que la unidad prevalece sobre el conflicto, y habla de la necesidad de no ignorar o disimular los conflictos sino asumirlos pero poniéndolos en perspectiva, porque si nos detenemos en la coyuntura conflictiva perdemos el sentido profundo de la realidad, quedamos atrapados en ella.

Nos hace notar Francisco, como dejando resonar en él un eco de la parábola del Buen Samaritano que, ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible.

Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso.

Hay que animarse a reafirmar que la paz es posible, que necesitamos no sólo respetar y tolerar las diferencias sino apreciarlas yendo más allá de la superficie conflictiva y mirando a los demás en su dignidad más profunda. La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una “diversidad reconciliada”, nos dice el Papa. Necesitamos, aun más, amarnos a tal punto que podamos devolver bien por mal y romper así la dinámica terrorífica de la violencia fundamentalista.

Fuente: La Voz Online

Reflexión del Evangelio – Domingo 05 de Noviembre

Evangelio según San Mateo 23, 1-12

Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar “mi maestro” por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar “maestro”, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen “padre”, porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco “doctores”, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. El mayor entre ustedes será el que los sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla, será elevado.

Reflexión del Evangelio – Por Marcos Stach SJ 

El Evangelio de este domingo nos presenta las excepciones al servicio contrarias al estilo de Jesús de Nazaret, que tiene que ver con la humildad. Se ha gastado mucha tinta en escribir tratados sobre la humildad, todos oímos con frecuencia algo de la misma y hasta la valoramos. Nos moviliza eso del Evangelio de hoy: porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla, será elevado. Hace unos días, el 31 de octubre, recordábamos la memoria de San Alonso Rodríguez, Jesuita hermano, portero del Colegio de Palma de Mallorca durante casi cincuenta años. Y el Evangelio de la Misa de ese día tomaba estas mismas palabras citadas (pero del Evangelio según san Lucas) que valen para un modelo como es San Alonso: bancarse el tedio de la rutina de cincuenta años haciendo lo mismo, ser tenido por el último en un cargo con poco atractivo y nada exitoso, hallar a Cristo que golpea a la puerta a cada rato, atender a veces a inoportunos…

Vuelvo al inicio: a todos nos conmueve y movilizan testimonios de esta talla y nos parecen a veces remotos a nuestra existencia por demás contemporánea, tapada de ocupaciones, persecución de éxitos y competencias de toda índole. Y es curioso, porque en última instancia no nos gusta cuando la humildad nos toca de cerca, porque la humildad se construye con la base de las humillaciones. Es lo que les pasa a los escribas y a los fariseos: ocupan la cátedra de Moisés, son autoridades que enuncian principios vigentes que deben cumplirse, pero la vida de ellos raya en lo contrario. Es el típico fenómeno de la incoherencia que también a nosotros suele afectarnos. Todos contamos con esas zonas donde la contradicción halla su sitio. Y es aquí donde viene precisamente Jesús a poner su cuota de color: En cuanto a ustedes no se dejen llamar “maestro”… a nadie en el mundo llamen “padre”… No se dejen llamar tampoco doctores”… En el fondo el Señor viene a decirnos que no nos la creamos, ¡No te la creas! Porque todos estamos en alguna cátedra: todos enseñamos a otros de alguna manera, es el rol que a cada uno le toca desempeñar. No es un problema, digamos, de cargos, sino más bien de la intención del corazón con la que los afrontamos, los empañamos cuando los separamos del servicio y anteponemos nuestro amor propio. El que esté en la cátedra de ser padre o madre de familia, el catequista, el que es docente, o político, o Sacerdote… da igual, todos enseñamos a los demás pero esto se desvirtúa cuando olvidamos la óptica del servicio, que es a lo que estamos llamados. Vuelvo a San Alonso, modelo se servicio humilde y retomo algo que escuché a un compañero Jesuita decir una vez: “Por el Colegio de Montesión en Palma pasaron insignes e ilustrísimos personajes: teólogos, poetas, príncipes, doctores… pero Santo fue el portero”, como decir que lo importante no está en el cargo sino en cómo se lo abraza desde el servicio.

 Siempre que leo este Evangelio, me resulta prácticamente imposible no pensar en la Iglesia. Y me recuerda siempre a la primera regla para el sentido verdadero que en la iglesia militante debemos tener, es decir, a la primera de la serie de reglas que cierran los Ejercicios Espirituales. La misma dice literalmente: Despuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la vera esposa de Cristo nuestro Señor, que es la nuestra santa madre Iglesia jerárquica. (EE. 353). Pareciera que en la mente de San Ignacio lo que surge bajo la formulación de “en todo amar y servir” se circunscribe al espacio de la comunidad, donde el servicio tiene el centro con el que se testimonia al Resucitado del que se ha tenido motivo sobrado para “alegrarse y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor” (Cf. EE. 221): el ejercitante que está terminando sus Ejercicios, ahora es equipado de estas reglas que las necesitará afuera, en la “quinta” semana, o sea, en la vida diaria. Ahí es donde se hace a la Iglesia dejando de lado todo prejuicio y se aventura a servir como lo hizo el Maestro.

 Pidamos a la Virgen Santísima, de quien Dios miró con bondad la pequeñez de su servidora (Lc. 1, 48) que nos alcance de su Hijo y Señor crecer en ser humildes servidores en el cargo que nos toque ocupar en la vida diaria buscando el bien de los demás.

Por Red Juvenil Ignaciana 

¿Por qué Hacemos la Pausa Ignaciana?

El P. Emmanuel Sicre SJ explica la pausa ignaciana a la luz de lo que él considera el fundamento antropo-teológico del hombre pleno: ser imagen de Cristo.

Por Emmanuel Sicre SJ

“Decimos, en efecto, que Dios y el hombre se sirven mutuamente de modelo el uno para el otro, y que Dios se humaniza para el hombre, en su amor por el hombre, en la misma medida en que el hombre, fortalecido por la caridad, se transforma por Dios en dios”.

Máximo en Confesor 662 d.C.

Cuando hacemos la pausa que san Ignacio nos recomienda al terminar alguna actividad tomamos contacto con algo muy importante: lo que somos y Dios siendo en nosotros, en la historia, en el mundo. De allí que el hábito del examinar nos dé alguna novedad sobre nosotros mismos, o una confirmación de algo que está pasando en nuestra vida, o alguna invitación a crecer. Se trata de un ejercicio de autonocimiento y, al mismo tiempo, de reconocimiento de Dios. Por eso, para quien está en conflicto con la fe, lo primero es más fácil que lo segundo. Sin embargo, el hábito del examen al buscar el cuidado de la interioridad, de la dimensión espiritual de cada uno, puede convertirse en una acción más de siembra a largo plazo que una constatación directa de la vida de fe.

En efecto, una vez que uno haya hecho la indagación por el ser del hombre y habernos asomado a su misterio, esto es, al entramado de hilos diversos que constituyen su condición de posibilidad, cabe preguntarse: ¿Por qué el hombre anhela conocerse a sí mismo? ¿Por qué la fuente de la sabiduría radica en la verdad de su ser? ¿Qué hace al hombre ser un buscador de sentidos a su existencia? En definitiva, ¿por qué el hombre?

Desde una comprensión antropológica integral que abarque la mayor cantidad de vínculos constitutivos del hombre y su circunstancia -como la que pretendemos en la educación ignaciana, nos llega la certeza de la complejidad de relaciones que nos atraviesan y constituyen, pero, al mismo tiempo, brota el asombro por la belleza de lo que es el ser humano. ¡Qué increíble ser es el hombre! ¡Qué admirable!

Esta paradoja que somos está en plena sintonía con la tradición judeocristiana cuando ve a Cristo como la plasmación de Dios en el hombre por medio del Espíritu. Es decir, cómo el Espíritu realiza en el hombre la nueva creación que nos es dada en Cristo Resucitado y entonces descubre el sentido de su vida en este mundo. Cristo es el hombre vincular pleno hecho carne, esto es, hecho historia. Él es el hombre que vivió el vínculo con sus cuatro dimensiones (con el mundo, con él mismo, con los demás y con Dios) plenamente vivo y, si bien sufrió la tensión que corta el vínculo, nunca se dio, gracias al amor del Padre y la fuerza del Espíritu que siempre circuló por los canales de su ser.

La nueva creación que inaugura Cristo con su entrega de la vida por amor al hombre manifiesta cómo es que Dios revela el ser del hombre en su plenitud. Cristo es el hombre nuevo, Cristo es el ser humano integral que ha restaurado todos los vínculos que sostienen el ser del hombre. Por medio de él es que ahora sabemos cuál es el hombre que Dios crea a su imagen y semejanza: el hombre pleno. Por esto, toda nuestra vida tiende a estar tensionada a dejarnos salvar en nuestros vínculos constitutivos, para que podamos ser imagen de la Imagen por la que fuimos plasmados al venir al mundo.

¿Para qué? Bueno, para que podamos hacer lo que hace Cristo y que nos es comunicado por la Palabra de los Evangelios: dar, entregar, ofrecer la vida por amor sin esperar nada a cambio. Por eso, la fuente de la sabiduría radica en el hombre mismo, porque al buscarse a sí mismo encuentra la imagen del Cristo interior que es y desde la cual Dios le comunica su sostén, su gracia, su vida.

Cuando la ruptura de los vínculos obtura los canales por donde circula el ser del hombre y lo encierra en sí mismo, la percepción del Cristo interior plasmada en lo más íntimo del ser humano queda disminuida o muerta. He aquí la dificultad de sentir y creer en la dignidad propia y del hermano, en la del mundo como creación y no sólo mera naturaleza, en la del amor como fuente y destino del ser del hombre. Sólo esa dignidad es la que le permite al hombre creer que un Dios como el de Jesús sea real, verdadero y divino. Por eso, cuando nos enamoramos de la dignidad del hombre, del mundo y del amor, nace en nosotros el deseo de ofrecer la belleza de nuestra vida por la verdad.

Por Emmanuel Sicre SJ

 

Diccionario de Espiritualidad Ignaciana

Una obra que reúne diferentes explicaciones de conceptos de la espiritualidad ignaciana enmarcados en su contexto, y desde diferentes perspectivas. El  mismo ha sido elaborado por el “Grupo Espiritualidad Ignaciana” varios años de trabajo.

Entre la muy abundante literatura ignaciana se echaba de menos una amplia y rigurosa síntesis que pudiera ofrecer de forma sistemática y clara los elementos más significativos del carisma y la espiritualidad del Santo de Loyola. El “Grupo de Espiritualidad Ignaciana”, tras siete años de trabajo, ha elaborado este Diccionario que pone los elementos fundamentales y conexos del carisma del fundador de la Compañía de Jesús al alcance de los laicos, de las personas consagradas, de sacerdotes y jesuitas.

Aunque el hilo conductor de la obra es la “espiritualidad”, el Diccionario incluye otras perspectivas complementarias como la histórica, la bíblica, la antropológico-psicológica o la lingüística para abordar de una manera integral, la riqueza de la herencia ignaciana.

El Diccionario incluye 383 artículos, redactados por un equipo internacional de colaboradores. Hasta 157 especialistas de 25 países diferentes han aportado sus conocimientos e investigaciones. Las más de 3.800 referencias bibliográficas, cuidadosamente seleccionadas, abren un sinfín de puertas a la “curiosidad ignaciana” del lector.

La obra contiene, además, una propuesta de lectura sistemática y siete mapas conceptuales para facilitar el acceso a este inmenso caudal que ahora se ofrece en estos dos bellos volúmenes. Una obra, sin duda, novedosa y singular, de consulta obligada para posteriores estudios sobre la espiritualidad ignaciana.

Fuente: Blog Espiritualidad Ignaciana

La Vocación de Ser Santo

Para reflexionar sobre la vocación a la santidad a la que todos estamos llamados.

Días después de la festividad de Todos los Santos celebramos la Fiesta de Todos los Santos y Beatos de la Compañía de Jesús (5 de noviembre) y la jornada de oración por las vocaciones jesuitas. Y están unidas ambas celebraciones porque la santidad y la vocación son inseparables: todos estamos llamados a cumplir con nuestra propia vocación, la de ser santo, de la manera en que Dios nos lo pida a cada uno.

En nuestra historia personal hay nombres relevantes que nos han marcado. Los santos y beatos jesuitas también han dejado una honda huella en muchas personas: son una gran familia que nos inspira y acompaña. Mártires, doctores, confesores, científicos, descubridores, defensores de los indígenas, enfermeros, porteros…

Pero no sólo es la fiesta de los jesuitas canonizados o beatificados, sino de todos los que, con sus vidas, hicieron real lo que tan bien definió la CG32: fueron pecadores, pero llamados, y en esa llamada sus vidas apuntaron hacia Dios.

Por eso estos días damos gracias por los jesuitas que has conocido y ya fallecieron, los que te ayudaron a descubrir tu vocación, los que fueron tus maestros, los que te bautizaron o casaron, los que perdonaron tus pecados, los que te dieron ejercicios, los que han sido para ti un referente, los que te enseñaron a amar a Jesús…los que te han inspirado. Dale gracias a Dios por todos ellos y vive cuanto te enseñaron con su palabra y su vida. Y, a su vez, reza con nosotros por las vocaciones a la Compañía de Jesús.

Fuente: Ser Jesuita

 

Aporofobia: el Desprecio al Pobre

Las personas en situación de calle y que experimentan la pobreza en general son los más rechazados e invisibilizados en nuestras sociedades contemporáneas.

Por Gaby Jorquera

Una de las cosas que caracteriza la vida de las personas sin hogar es estar constantemente frente a la mirada de otros. Su vida y su intimidad, por estar en espacios públicos, está en permanente exposición. No sólo les sucede a las personas que viven de forma más o menos permanente en la calle, sino también a aquellos que están en albergues u otros recursos masificados, donde la privacidad es compartida, y donde los momentos del día en los que se está a solas son escasos. Dormir, usar el baño, comer, pensar, estar, todo se hace con poca intimidad.

Aunque estar permanentemente expuesto no significa ser constantemente observado… De hecho a quienes les toca vivir en la calle se les mira poco… Liu Bolin, “el hombre transparente”, el artista chino que aparece en la portada del post, lo grafica perfectamente: se mimetiza con el entorno. Una parte importante de la sociedad percibe así a las personas sin hogar, figuras periféricas que no acaban de parecer reales, una parte del paisaje urbano…

Es una representación deshumanizadora. Cuando percibimos a estas personas no como personas, sino cosas, les desproveemos de dignidad, lo que pone en cuestión directamente sus derechos.

Pero ni siquiera son invisibles. La presencia de personas sin hogar en el espacio público tiene el extraño efecto de girar cabezas. No es solo que la mayoría no los mire, es que son activamente ignorados.

Y entre aquellos que los miran, hay quienes lo hacen con desprecio, con odio…

Esto es lo que explica Adela Cortina en su libro Aporofobia, el odio al pobre (Paidós, 2017) Comienza preguntándose por la xenofobia, el rechazo al extranjero. Le resulta extraño que algunos extranjeros no sólo no son rechazados, sino que son muy bienvenidos. Nos encantan. Los extranjeros, cuando son turistas, nos entusiasman. Si tienen dinero, mucho más.

Entonces, no odiamos a todos los extranjeros, sólo a una parte de ellos… ¿Cuál es la diferencia entre los amados y los odiados? La pobreza. Quienes nos repugnan son los extranjeros pobres.

Adela Cortina propone una palabra nueva para esto: aporofobia, compuesta del vocablo griego aporo, pobre, y fobia, miedo, rechazo. Es especialmente interesante la reflexión que hace sobre la diferencia que la aporofobia plantea en relación a otras fobias. La pobreza no tiene que ver con la identidad de las personas, no es una característica intrínseca a ellos. Es una situación externa, involuntaria, y que obedece a la falta de oportunidades de integración que ofrece una sociedad.

Esta es la situación en la que vive la mayor parte de personas sin hogar. Demasiado invisibles para la mayoría que puede protegerlos e integrarlos. Suficientemente visibles para una minoría que quiere atacarlos.

La mayor parte de personas que viven en calle han sido víctimas de violencia. Les roban pertenencias, las queman, orinan sobre ellos, les golpean, los insultan. Son blancos fáciles, visibles, vulnerables. La mayor parte de esas agresiones no son denunciadas. Entonces ¿cómo asegurar la protección de la ley en estos delitos de odio?

Lo fundamental sería evitar que no ocurran: Garantizar la protección de los más pobres y su acceso a la vivienda.

Mientras tanto, podemos poner en marcha mecanismos fáciles y accesibles de denuncia de agresiones. Por ejemplo, la ciudad de Madrid ha puesto en marcha una iniciativa muy interesante para tratar con los delitos de odio, entre ellos, los delitos de odio hacia los más pobres.

Y para nosotros, los ciudadanos de a pie, podemos mirar y ver a las personas sin hogar, con una mirada humanizadora. Romper la invisibilidad, que es también el amparo de quienes odian. Y jamás, jamás, debemos permitir que el odio sea parte de nuestra convivencia.

Fuente: Entre Paréntesis

Desastres Naturales en México: “El amor ha sido más fuerte que el dolor y que el miedo»

La respuesta del Pueblo Mexicano frente a los desastres naturales que han tenido que enfrentar es un signo de esperanza para el país.

Por: P. Francisco Magaña S.J.

Ante los recientes desastres naturales que han afectado a miles de personas en México, los jesuitas nos unimos a la pena que embarga a las familias que lamentablemente han perdido a seres queridos y su patrimonio, pero también consideramos que la respuesta de los mexicanos ante la tragedia es un símbolo de esperanza para un mejor futuro en el país.

“El amor ha sido más fuerte que el dolor y que el miedo y eso ha salvado vidas y ahí está también la salvación de este país», señala el padre Francisco Magaña, provincial de los jesuitas en México, en un mensaje de esperanza dirigido a las mujeres y hombres del país.

Reconoce que hay mucho que hacer en la emergencia, “en la reconstrucción y en la construcción del país que todas y todos necesitamos“, pero también señala el valor de los jóvenes que han mostrado su solidaridad y compromiso con quienes sufren:

“Lo que han vivido estos jóvenes quedará para siempre en sus vidas y seguramente esto les abrirá el horizonte para una organización de la convivencia más humana y justa».

También hace un llamado para seguir apoyando a los más necesitados: “Los jesuitas y nuestras obras educativas, sociales, parroquias, centros de espiritualidad (por mencionar algunas) están en esta tarea por medio de diferentes acciones. También a través de la Fundación Loyola estamos recibiendo donativos para la reconstrucción en las zonas más necesitadas”.

Fuente: CPAL SJ