Somos lo que Miramos

“Es verdad que todos tenemos problemas y dificultades que atender, no debemos negarlos ni esconderlos, sino buscar la manera de enfrentarlos e intentar resolverlos, en la medida de nuestras posibilidades.”

Por Javier Rojas

«La lámpara del cuerpo es el ojo: por tanto, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Y si tu fuente de luz está a oscuras, ¡cuánta oscuridad habrá!» (Mt 6, 23-25)

Siempre encontraremos motivos de qué quejarnos y lamentarnos. Y si no los encontramos seguro que los inventamos. No hace falta mucha creatividad para vivir saboreando el reproche y el reclamo, cualquier cosa puede servirnos para ello.

Creo, sin embargo, que es importante que tengamos presente lo siguiente. Lo que sucede cuando llenamos nuestra mente de pensamientos negativos y nuestros labios de queja, es que nuestra mente fija la atención en esas cosas, situaciones o personas y borra del horizonte cualquier otra realidad. En esos momentos nuestra atención hace un zoom sobre lo que nos genera malestar y los agranda increíblemente. Todo el resto de la realidad desaparece y queda en primer plano solo aquello que nos provoca estos pensamientos y sentimientos negativos.

Nuestra mente queda secuestrada, alienada, embotada y no puede ver otra cosa que aquello a lo que se ha apegado. Es verdad que todos tenemos problemas y dificultades que atender, no debemos negarlos ni esconderlos, sino buscar la manera de enfrentarlos e intentar resolverlos, en la medida de nuestras posibilidades. Pero también es verdad que esa realidad no es la única que existe. Nuestra vida no es un “problema” porque tengamos un problema, no es una ruina porque tengamos un fracaso, no es un lío porque tengamos una dificultad, o una desgracia porque nos haya sucedido algo desagradable.

Debemos aprender a ‘des-identificarnos’ de las situaciones desagradables que tenemos frente a nosotros y no dejar que eliminen de nuestro horizonte todas aquellas cosas, personas y situaciones que nos hacen verdaderamente felices. ¿De qué depende que sepamos despegarnos de la queja y el malestar que nos producen ciertas cosas? En primer lugar, de la que actitud que tengamos. Hay personas que tienes una actitud positiva ante la vida y otras que deben hacer mucho esfuerzo para tenerla. Lo cierto, es que sin ella la vida se convertiría en algo sumamente difícil de sobrellevar.

En segundo lugar, ya que los motivos para el malestar están ante nuestros ojos como una oferta en una vidriera del Shopping, debemos dejar de mirar lo negativo como si fuera lo único que existe en la realidad que nos rodea.  La verdad es que existen también muchos otros motivos por los que alegrarnos y sentirnos plenos, pero con frecuencia los olvidamos o dejamos de tenerlos presentes. De modo, que si nuestra atención o conversación se fija o se centra en lo que nos trae malestar lo que conseguiremos será aumentarlo considerablemente. Los motivos por los que nos sentirnos felices y plenos también están ahí, pero no los vemos, no hablamos ni fijamos nuestra atención sobre ellos.

Si en verdad queremos vivir plenamente, debemos cambiar de actitud a pesar de las adversidades por la que nos toca atravesar, y cambiar nuestra manera de ver las cosas. Debemos comenzar por cambiar nuestra mirada sobre la realidad si queremos vivir de otra manera. Nuestra mirada condiciona nuestra manera de vivir.  Somos lo que miramos.

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Adviento: Invitación a Dejarnos Impregnar por la Ternura

La cumbre del G20, que se realizó en Buenos Aires, Argentina, coincidió con el inicio del Adviento. Compartimos una reflexión realizada por el Padre Ángel  Rossi SJ en el aire de Radio María que une los dos temas.

El Padre Ángel Rossi, sacerdote jesuita, reflexionó en torno a la llegada del G20 a la Argentina (la cumbre de los líderes del mundo), diciendo que “Estamos embriagados de imágenes del G20” y en este contexto, nos invitó en este tiempo de Adviento, a abandonar la ideología del conquistador – donde el guerrero cuando volvía a la ciudad era recibido como un Dios- para abrirnos a la ternura del Niño que viene en forma tan sencilla”, resaltó.

“El guerrero de ayer, hoy es la figura del ejecutivo frío, son estas figuras de jefes de estados, estas figuras que pueden también tentarnos dentro de la Iglesia, el guerrero de ayer convirtió al mundo en objeto de conquista, y a los otros en objeto de dominio”.

Y hoy tiene su correlato bajo esta forma -continuó el sacerdote jesuita- del funcionario, del mandatario, del ejecutivo frío que se mueve por el afán de éxito, deseo de acumulación de poder, de capacidad adquisitiva, de fama individual, de sacralización de su ambición, que equipara el sentido de la vida al éxito, atrapado por la productividad, la eficacia, la ganancia, se cierra a la experiencia de la gratuidad, vive desgastado por la competencia, por lo que su vida está siempre encarada sobre sí mismo”.

“Ambos, el antiguo el guerrero, el funcionario, el ejecutivo frío hoy, ignoran el perpetuo y constante nacimiento de la vida, ambos establecen con la naturaleza y con las personas, una relación puramente funcional”.

“Por lo tanto creo que de alguna manera el Adviento, este que viene, como han venido estas personas, ahora viene el Señor, y viene en esta forma tan sencilla, el Adviento viene torciendo el paso como decía González Buelta”.

“Frente a esto, está la posibilidad de abrirse a la ecoternura, abrirnos a la dinámica de la ternura que impregna todo, también la política”, indicó el Padre Ángel.

“Somos tiernos cuando abandonamos la ideología de los conquistadores, cuando abandonamos la arrogancia de las certezas, cuando nos sentimos heridos, afectados, vulnerados por el otro, cuando nos abrimos al lenguaje de la sensibilidad, captando en nuestras vísceras el gozo o el dolor del otro”.

Finalmente nos invitó a revisar nuestra llamada a vivir la ternura en este tiempo de Adviento: “Comencemos el Adviento con un corazón dilatado”, concluyó el Padre Ángel Rossi.

Fuente: Radio María Argentina

El Papa: “El jesuita está llamado a estar en los desiertos de la humanidad”

Discurso del Papa Francisco a los miembros de la Comunidad del Colegio Internacional del Gesù de Roma, Casa de formación de la Compañía de Jesús, a quienes recibió en audiencia, el lunes 3 de diciembre, en la Sala del Consistorio del Vaticano.

“Mirándolos, veo una comunidad internacional, llamada a crecer y madurar juntos. El Colegio del Gesù es y debe ser un gimnasio activo en el arte de vivir, incluyendo el otro. No se trata sólo de comprenderse y quererse unos a otros, tal vez a veces de soportarse, sino de llevar las cargas de los demás. Y no sólo las cargas de la fragilidad mutua, sino también las de las diferentes historias, culturas y recuerdos de los pueblos”, lo dijo el Papa Francisco a los miembros de la Comunidad del Colegio Internacional del Gesù de Roma.

Jubileo: momento de gracia para hacer memoria

En su discurso, el Santo Padre recordó el 50° Aniversario del Colegio del Gesù, inaugurado por iniciativa del Padre Arrupe en 1968 y citando el Libro del Levítico, el Pontífice dijo que, “en el año cincuenta, en el jubileo, cada uno regresará a sus tierras y sus familias, por ello, están llamados a regresar al lugar que les es propio, a desear lo que es esencial y original, a revisitar a aquella familia en la cual Dios los ha generado, donde han profesado la pertenencia a Él. Dios los ha fundado como Jesuitas: este jubileo es un momento de gracia para hacer memoria y sentirse con la Iglesia, en una Compañía y en una pertenencia que tiene un nombre: Jesús”. Ya que hacer memoria, precisó el Papa, es fundarse nuevamente en Jesús, en su vida; hacer memoria es repetir con la inteligencia y la voluntad que en la vida del jesuita es suficiente la Pascua del Señor. No sirve otra cosa, porque formarse es sobre todo fundarse. “Sobre esto – señaló el Papa – les aconsejo regresar al coloquio del servicio para ser como Jesús, para imitar a Jesús. Este es el criterio, este es el camino, si ustedes no logran realizar ese coloquio con el corazón y dar toda la vida, decidido, no serán bien enraizados”.

Formarse es sobre todo fundarse

En su encuentro con los jóvenes jesuitas del Colegio del Gesù, el Papa Francisco los invitó a reflexionar sobre tres verbos: “fundar, crecer y madurar”. Fundarse, dijo el Pontífice, es el primer verbo que quisiera dejarles. Lo escribía San Francisco Javier, a quien hoy festejamos: “les pido que en todas sus cosas, se funden totalmente en Dios”. De este modo, agregaba, no existe adversidad a la cual no se pueda estar preparado. Ustedes – precisó el Pontífice – viven en la casa donde vivió San Ignacio, escribió las Constituciones y envió a los primeros compañeros en misión por el mundo. Se fundan en los orígenes. Es la gracia de estos años romanos: la gracia del fundamento, la gracia de los orígenes. Y ustedes son un vivero que trae el mundo a Roma y Roma al mundo, la Compañía en el corazón de la Iglesia y la Iglesia en el corazón de la Compañía.

Crecer es plantar raíces

El segundo verbo sobre el cual reflexionó el Papa Francisco fue el de crecer. “En estos años están llamados a crecer, hundiendo sus raíces. La planta crece desde las raíces, que no se ven pero que sostienen todo. Y deja de dar fruto no cuando tiene pocas ramas, sino cuando se secan sus raíces. Tener raíces – precisó el Santo Padre – es tener un corazón bien insertado, que en Dios es capaz de dilatarse. A Dios, semper maior, se responde con el magis de la vida, con entusiasmo claro y ardiente, con el fuego que arde por dentro, con esa tensión positiva, siempre creciente, que dice ‘no’ a todo acomodamiento. Es el ‘ay de mí si no anuncio el Evangelio’ del Apóstol Pablo, es el ‘no me detuve ni un momento’ de San Francisco Javier, es lo que impulsó a San Alberto Hurtado a ser una flecha puntiaguda en los miembros dormidos de la Iglesia. El corazón si no se expande, se atrofia. Si no crece, se marchita”.

Crecer es luchar contra la mundanidad espiritual

Continuando su reflexión sobre el segundo verbo, crecer, el Papa Francisco dijo que, no hay crecimiento sin crisis, así como no hay fruto sin poda o victoria sin lucha. “Crecer, echar raíces significa luchar sin tregua contra toda mundanidad espiritual, que es el peor mal que nos puede pasar, como decía el Padre de Lubac. Si la mundanidad afecta a las raíces, adiós a los frutos y adiós a las plantas. Si, en cambio, el crecimiento es un constante actuar contra el propio ego, – precisó el Papa – habrá mucho fruto. Y mientras el espíritu enemigo no se rendirá en el tentarles en buscar sus ‘consolaciones’, insinuando que se vive mejor si se tiene lo que se quiere, el Espíritu amigo los animará suavemente en la bondad, a crecer en una docilidad humilde, yendo adelante, sin lágrimas y sin insatisfacción, con esa serenidad que sólo viene de Dios”.

Dos virtudes del crecer: libertad y obediencia

Asimismo, el Papa Francisco destacó dos signos positivos del crecimiento, la libertad y la obediencia: dos virtudes que avanzan si caminan juntas. “La libertad es esencial, porque donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. El Espíritu de Dios habla libremente a cada uno de nosotros a través de sentimientos y pensamientos; no puede ser encerrado en esquemas, sino que debe ser acogido con el corazón, en el camino, como hijos libres, no como siervos. Deseo – señaló el Papa – que sean hijos libres que, unidos en su diversidad, luchen cada día por conquistar la mayor libertad: la de sí mismos. La oración les será de gran ayuda, la oración nunca debe ser descuidada: es la herencia que el Padre Arrupe nos dejó al final”. Y hablando sobre la obediencia y poniendo como ejemplo a San Ignacio cuando esperaba pacientemente en Villa d’Este, el Santo Padre dijo que, como para Jesús, también para nosotros el alimento de la vida es hacer la voluntad del Padre, y de los padres que la Iglesia nos da. Debe ser una libertad y obediencia en el modo de actuar con los superiores, “creativa”.

Madurar es salir a los desiertos de la humanidad

Finalmente, el Papa Francisco después de reflexionar sobre el fundarse y crecer, reflexionó sobre el madurar. “No se madura en las raíces y en el tronco, sino sacando los frutos, que fecundan la tierra con nuevas semillas. Aquí es donde entra en juego la misión, el estar cara a cara con las situaciones de hoy, el cuidar del mundo que Dios ama. San Pablo VI decía: ‘Dondequiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles y de punta, en la encrucijada de las ideologías, en las trincheras sociales, ha habido y hay una confrontación entre las necesidades ardientes del hombre y el mensaje perenne del Evangelio, ahí ha habido y hay jesuitas’. En los cruces más intrincados, en las fronteras, en los desiertos de la humanidad: aquí el jesuita está llamado a estar. Se puede encontrarte como un cordero en medio de los lobos, pero no debe luchar contra los lobos, sólo debe permanecer como cordero. Así el Pastor lo alcanzará allí, donde está su cordero”.

Pasión y disciplina para la misión

Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco destacó que, la pasión y la disciplina en los estudios contribuyen a esta misión. Y siempre será bueno relacionar al ministerio de la Palabra el ministerio de la consolación. “Allí, tocan la carne que el Verbo ha asumido: acariciando a los miembros sufrientes de Cristo, aumenta la familiaridad con el Verbo encarnado. El sufrimiento que ven no los asuste. Llévenlo ante al Crucifijo. Son llevados allí y a la Eucaristía, donde se atrae el amor paciente, que sabe abrazar a los crucificados de todos los tiempos. La paciencia también madura así, como la esperanza, porque son gemelos: crecen juntos. No tengan miedo de llorar en contacto con situaciones difíciles: son gotas que irrigan la vida, la hacen dócil. Las lágrimas de compasión purifican el corazón y los afectos”.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

 

Motivos para la Esperanza: Ante tantas Desesperanzas

Sólo una para la esperanza: Dios, para el que nada ni nadie será olvidado.

Por Iñigo Alcaraz, sj

Parece que lo que te pasa no lo entiende nadie. Crees que todo ese esfuerzo es invisible, inútil y cae en el vacío. Nunca nadie hizo tanto daño, ni enterró a sus hijos con tanto dolor, ni sufrió una amputación del alma tan profunda. Cómo alguien va a comprender lo que sucede en una cama de oncología infantil, en una residencia donde un anciano mira por la ventana recordando una vida que ya a nadie le importa. Cómo comprender la fatiga de una madre rescatada por un miembro de Salvamento Marítimo esta madrugada. El malestar de un niño que no quiere ponerse de portero en el patio, por lo que dirán sus aparentes amigos. Cómo alguien va a acoger la infidelidad en la que vive esa pareja de novios, donde uno ama y otro juega. Cómo alguien puede acompañar la infinita soledad de quien ha sido maltratada, de quien se levanta en la calle y sabe que hoy volverá a beber para soportar el frío del corazón, ese que hiela la existencia. Quién entiende a un universitario que solo escribe en una pantalla por miedo a conversar con sus compañeros, quién quiere hablar de esa herida familiar por todos conocida y silenciada. Nadie tuitea los sueños dados por perdidos, los anhelos que la vida te alejó. Ves inalcanzable volver a sentirte bien con tu cuerpo, formar una familia, hacer sonreír a quien te ha querido tanto, acercarte al agobio profesional de aquellos que tienes cerca. Qué más da saber cómo se llama tu vecino, qué importa llegar a un lugar ofreciendo ayuda, facilitar la vida de la gente. Si al final, lo que cuenta es aprobar, colarse, sacarlo, pasar, llegar.

Es una experiencia universal de sombra. La necesidad de sobrevivir en la jungla. La finitud como verdad última. La desesperanza. Hay muchas razones para pensar así.

Sólo una para la esperanza: Dios, para el que nada ni nadie será olvidado.

Fuente: Pastoral SJ

Prepararnos Para…

Ese “prepararnos” a veces nos pone a vivir en el futuro, sin dejarnos gustar el presente

Por María Bettina Raed*

Año tras año, llega el Adviento y volvemos a escuchar que “tenemos que prepararnos para” la Navidad, para recibir a la familia y a los amigos ese día, para la fiesta, para…Y comienza la carrera por preparar la casa, la comida, los regalos y no sé cuántas cosas más.

La lista de lo que hay que preparar se hace a veces interminable, y queremos arreglar, corregir, reparar y solucionar. Salimos a comprar y planificamos el menú, la mesa, la comida. Si además coincide con el tiempo en el que se inician las vacaciones anuales o tiempo de descanso, estos preparativos se suman a preparar las vacaciones. Ese “prepararnos” a veces nos pone a vivir en el futuro, sin dejarnos gustar el presente. Haciendo de la preparación un “algo” que tiene que pasar rápido para que llegue lo que ha de venir. Haciéndonos perder el gusto del proceso, la profundidad del aquí y ahora.

Incluso nos puede pasar que cuando nos ponemos a reparar, arreglar o solucionar, nos demos cuenta de que hay aspectos que no podemos lograr o que siguen otro rumbo inesperado y entonces, o nos sentimos indignos de recibir a Jesús porque la casa no está preparada o por el contrario, amontonamos todo lo que no nos gusta en el “cuartito del fondo”.

A veces nos olvidamos de lo importante: Jesús nació en un pesebre y no en el palacio de Herodes. Para él sólo hubo lugar en un pesebre, porque “no tenían sitios para ellos en el alojamiento…”. El pesebre fue digno para el Salvador porque Él lo hizo digno con su nacimiento. Jesús con su nacimiento dignificó ese pesebre.

Si hay algo que “preparar para la Navidad” es “un lugar para el Niño en el pesebre”, hacer lugar en el “cuartito del fondo”, allí donde tenemos guardado todo lo que no podemos reparar, arreglar, o solucionar allí todo huele a pesebre.

Allí, “en el pesebre”, hay que hacer un lugar para que Jesús con su nacimiento lo dignifique. Jesús no quiere, palacios, ni pisos lustrados, prefiere el pesebre, porque ahí viene a dar VIDA, ahí viene a TRANSFORMAR todo lo que existe con su nacimiento.

Prepara el pesebre en tu corazón y en tu vida cotidiana, allí quiere nacer Jesús.

*Coordinadora Click to Pray versión española.

Co – Coordinadora Internacional Click to Pray.

Red Mundial de Oración del Papa AO / MEJ.

Fuente: Click to pray

Un Tiempo para Ilusionarse

Recuperar el Adviento es recuperar la esperanza.

Qué bueno es tener motivos para esperar. No pasa nada si nos falta algo, si hay heridas, si en algún momento la vida va achuchada. En realidad hay etapas en las que lo importante es escuchar la promesa de algo bueno. Y creerla, si quien promete es alguien de fiar (Dios lo es). Llegará la sanación para las heridas. Llegará la luz para disipar las sombras. Llegará la paz a las personas. Llegará el amor a poblar las soledades. Llegará la palabra a tender puentes. Llegará el descanso, compartido. Llegarán nuevas ideas, nuevas canciones, nuevos proyectos. Llegará Jesús.

¿Qué me ilusiona hoy?

¿Qué espero, anhelo, deseo en este momento de mi vida?

Fuente: Pastoral SJ 

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Los Santos no nacieron en los Altares

‘¿Qué tienen de especial los santos canonizados y los anónimos? Precisamente que no tienen “nada” de especial.’

Por Javier Rojas SJ

Hay momentos en que Dios nos permite comprender el amor que nos tiene, descubriendo cómo es capaz de amar un hombre o una mujer, como vos o como yo. Tal vez me dirás, ¡esos son los santos! Sí, los santos son tales por su capacidad de amar y servir a Dios y al prójimo; pero los santos no nacieron en los altares. Existen personas de carne y hueso que las encontramos caminando por las calles, sentados en un banco en la plaza, compartiendo su tiempo con amigos, ayudando y sirviendo a los que necesitan de apoyo y consuelo, que embellecen nuestro mundo con su capacidad de amar y de perdonar. Esas personas también llevan en su corazón la misma pasión que los santos canonizados.

¿Qué tienen de especial los santos canonizados y los anónimos? Precisamente que no tienen “nada” de especial. Su amor no es especial, es simplemente amor. Al igual que el amor de Dios, es simple y generoso a la vez. En ocasiones ni siquiera ellas son conscientes del amor que son capaces de dar. No se sienten distintas ni diferentes al resto. Sólo son ellas mismas. Su capacidad de amar (perdonar, compadecerse, sacrificarse, etc.), pasa inadvertida para ellas, pero no para quienes sabemos que esa calidad de amor proviene de la Fuente del Amor: Dios.

Hace poco conocí una persona así. No quiero dar su nombre por respeto, pero me gustaría decir que me cautivó su historia. Cuando lo escuché hablar me sorprendió. Estaba algo nervioso y hasta podría decir que sentía vergüenza, no lo sé con exactitud, pero en su voz fui percibiendo mayor serenidad a medida que relataba y ahondaba en su historia, no sin hondas pausas producidas por las lágrimas. Era una historia de dolor y de amor. Historia de pecado y de perdón. Historia de desconciertos y de confianza. Historia de pérdidas dolorosas y de reencuentros. En pocas palabras, alguien que aprendió lo que es amar y perdonar.

Las personas que desarrollan y potencian su capacidad de amar y perdonar tienen en común que han atravesado por momentos muy difíciles en sus vidas. A veces incluso, trágicas. Pero, en lugar de hundirse en el dolor, el lamento o la depresión, han sacado sabias experiencias de esos momentos. Es como si el dolor las hubiera fortalecido en la bondad y el amor. Las dificultades no les amedrentan ni los fracasos les impiden continuar. ¿Qué hay en estas personas que parecen invencibles? Se han conectado con la Fuente de Amor. El amor que tienen hacia los demás, y las ganas de vivir traspasan los límites del bienestar meramente personal. No se mueven por la sensiblería empalagosa de los anuncios televisivos que invitan a colaborar en alguna colecta por los “más pobres”, sino que amar y servir se ha convertido en un estilo de vida para ellos.

Cuando conectamos con Dios y comprendemos que su amor hacia nosotros es más grande que cualquier dificultad, cuando nuestra confianza en Jesús es más fuerte que la muerte, y comprendemos que nada nos separará de Él, encontramos que en cada tropiezo hay una mano firme y fuerte que se tiende para levantarnos. Ese es Dios, el Padre bondadoso y misericordioso que nos ama como ningún otro. Amor que no se entiende hasta que lo compruebas, o vislumbras latiendo en el corazón de personas con capacidad para amar. Todos llevamos en nuestro corazón las mismas pasiones que los santos canonizados. Tu y yo somos llamados a la santidad. ¡Qué no se nos olvide que al celebrar a los santos no estamos haciendo otra cosa que reconocer nuestro destino! Tu corazón, ¿Es capaz de amar y perdonar?

 

Jesuitas de la Preferencia Amazónica se Preparan para el Sínodo sobre Amazonía

«Es necesario dejar que los pueblos indígenas ocupen el espacio y tomen la palabra»

Por Luis Miguel Modino

Pensar en nuevos caminos siempre ha sido uno de los propósitos de la Compañía de Jesús. Por eso a muchos no nos sorprenden las actitudes del Papa Francisco, que no podemos olvidar es el primer jesuita que llega a la Cátedra de Pedro. La continua presencia de los hijos de San Ignacio en las periferias ha tenido como consecuencia el que algunos consideran el gran cambio del pontificado de Bergoglio, que las periferias han sido llevadas al centro.

En la Panamazonía la presencia jesuítica siempre ha sido destacada. De hecho, la semana pasada, en entrevista publicada por Religión Digital, el Cardenal Pedro Barreto, también jesuita, definía la Amazonía como “la zona más olvidada del Planeta”. En el caso de la Amazonía brasileña, actualmente los jesuitas están repartidos en diferentes regiones, en lo que la Compañía denomina Preferencia Amazónica.

Los miembros de esta Preferencia, junto con colaboradores laicos, se han reunido en Manaos, del 4 al 7 de diciembre. Su reflexión ha partido de cómo expresan su compromiso con la Amazonía y tiene como objetivo la elaboración de un Plano Apostólico para la Preferencia. Entre los asuntos abordados, como está sucediendo en muchos encuentros durante estos meses, ha sido el Sínodo para la Amazonía.

¿La Iglesia en la Región está preparada?

Analizando la realidad, surgía la pregunta sobre si la Iglesia de la región está preparada para vivir este momento, llegando a afirmar que muchas parroquias no están interesadas en el proceso sinodal, pues poco a poco la Iglesia católica, también en la Amazonía, ha perdido su dimensión profética, que durante mucho tiempo la llevó estar al frente de muchas luchas sociales.

Por eso, es necesario actuar con valentía, estar al lado de los últimos, especialmente de los pueblos indígenas, que nunca se sintieron tan amenazados como hoy. Los propios jesuitas afirman que la Compañía no puede estar desconectada de la realidad. Es necesario hacer brillar al Cristo Libertador, promover la interculturalidad, dejar que los pueblos indígenas ocupen el espacio y tomen la palabra, pues cuando eso sucede, todos ganamos.

La Pan Amazonía se ha convertido en local de conflicto entre dos modelos civilizatorios, uno euro-centrista, que promueve la expoliación de los recursos, y otro amazónico, donde la floresta, el sol, el agua y la tierra son señales de vida, que muestra que no podemos continuar separando al hombre de la naturaleza. Nadie puede ignorar la importancia que el bioma amazónico tiene a nivel global planetario. Por eso, los peligros surgen de los impactos de los megaproyectos, que se centran en la energía, el agro-negocio y las infraestructuras, teniendo como consecuencia la migración hacia las periferias, que genera más miseria, la deforestación y la contaminación.

La Iglesia católica está llamada a ser y buscar señales de esperanza en medio de la crisis, una bandera que la Compañía de Jesús está dispuesta a levantar. De hecho, en este momento del Sínodo para la Amazonía, como señalaba Luis Ventura, Coordinador del Consejo Indigenista Misionero – CIMI, de Amazonas y Roraima, “nadie puede quedarse indiferente”. De hecho, todo esto es fruto de un momento histórico que se manifiesta en la figura del Papa Francisco, la Evangelii Gaudium, la Laudato Si o el Documento de Aparecida, del que no podemos olvidar que el entonces Cardenal Bergoglio fue su relator.

Pero al mismo tiempo, también es fruto de un proceso que nace en el Vaticano II y se va concretando en los documentos de Medellín y Santarem, o en la famosa carta que Don Pedro Casaldáliga escribía en 1973 sobre el latifundio en la Amazonía, que recoge elementos que continúan siendo válidos a día de hoy.

Una Iglesia parada en la realidad

El Sínodo debe ser entendido, según Luis Ventura, como algo “que interpela, que incomoda, que nos lleva a hacer una lectura de la territorialidad amazónica desde la realidad. Es algo que desestructura nuestra auto referencialidad, y lo hace a partir de la llamada a escuchar, algo que nos lleva a reconocer que el sujeto es el otro”, en este caso, los pueblos de la Amazonía. Por eso, es fundamental preguntarse si el Sínodo está escuchando a los pueblos amazónicos.

El Sínodo para la Amazonía debe llevarnos, según el coordinador del CIMI, a un nuevo modo de misión, instaurando una misionología de la reciprocidad, una nueva eclesiología, con una forma diferente de ser y estar como Iglesia, y una nueva lógica, más valiente, que supere mentalidades coloniales, que no nos deje indiferentes ante un capitalismo que mata, una amenaza cada vez más palpable con el futuro gobierno brasileño.

Nadie puede olvidar que formamos parte de una sociedad en la que nadie se compromete con nadie, consecuencia de un individualismo que ha olvidado el valor del conjunto, lo que tiene que llevar a establecer alianzas, a vivir desde el diálogo, a caminar juntos, a recuperar una dimensión profética y descubrir por dónde pasa hoy ese profetismo.

Dentro de las discusiones sinodales, donde se debe garantizar la presencia de los indígenas, los jesuitas abogan por una Iglesia que dé valor a la cultura, medicina, lengua de los pueblos originarios, con una liturgia inculturada, que se haga presente en medio de la gente, que dialogue con la ciencia, que reflexione sobre la urgencia de la ordenación de hombres y mujeres, desde una perspectiva comunitaria, de la readmisión a una función ministerial de los sacerdotes secularizados, destacando que las mujeres ya llevan a cabo papeles fundamentales dentro de las comunidades amazónicas.

Compromiso con los Derechos Humanos

Junto con eso, es necesario insistir en los derechos ecológicos y ambientales, apoyar la Pastoral Indígena, la formación del clero autóctono, con una metodología que responda a su realidad específica, fomentando la implicación de los pueblos indígenas en la interpretación de la Palabra, apoyando el protagonismo laical y superando el clericalismo.

Los miembros de la Preferencia Amazónica jesuítica ven necesario que la Iglesia ayude a afirmar y defender el territorio amazónico, que entre en un proceso de conversión desde la perspectiva de la interculturalidad, superando prejuicios. No podemos olvidar, según los jesuitas, que la Iglesia todavía representa en muchos lugares una esperanza de respuesta a muchos de los desafíos que se presentan en la región. Dada la tradicional presencia de la Compañía en el mundo universitario, el encuentro veía la necesidad de llevar los temas amazónicos para esa realidad, de reflexionar desde la ecoteología.

Son reflexiones que se van haciendo cada vez más explícitas dentro del proceso de escucha sinodal, que cuando son pronunciadas fuera de los contextos amazónicos resultan extrañas y, en ocasiones, escandalosas, pero sobre las que se hace imprescindible reflexionar si la Iglesia quiere responder a una realidad específica, sobre la que no puede seguir teniendo la misma mirada. Es tiempo de nuevos caminos, a ser construidos entre todos, pues sólo así se podrá dar respuesta a los desafíos que la Iglesia universal tiene por delante.

Fuente: Religión Digital

Recuperar el Adviento

Es tiempo de anticipar, con ilusión, algo bueno

Esto no es solo el tiempo previo. No es únicamente una temporadita que tiene que pasar para que llegue algo bueno. El Adviento tiene su propio ritmo, su propia historia, su propio encanto. Es el tiempo de prepararse. Es tiempo de anticipar, con ilusión, algo bueno… Es tiempo de abrir las ventanas de fuera y de dentro, para que se airee la vida y se renueve la esperanza. Es el tiempo del deseo, de las expectativas, de las promesas que te llenan de expectativas. Quizás estas próximas semanas puedo vivir este tiempo con toda la hondura que me ofrece.

Fuente: Pastoral SJ

Lo que llamamos Filosofía

Estamos cambiando de época. Y esto nos obliga a responder a los interrogantes que este tiempo nos plantea.

José Daniel López, SJ – Coordinador de la carrera de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Humanidades UCC.

En la aurora de la cultura occidental surgieron en Grecia aquellos a los que se los llamó “amantes de la sabiduría” o filósofos. Estos amaban y deseaban la sabiduría porque al no tener todas las respuestas para las cuestiones fundamentales, reconociendo su ignorancia, comenzaron a preguntarse aspirando llegar al conocimiento. Desde entonces, la filosofía es la disciplina que surge de las incertidumbres humanas y que se dirige hacia los temas centrales que cuestionan y estimulan nuestra existencia: el mundo, la vida, lo Divino, los otros, las instituciones, la historia y el hombre mismo.

Efectivamente, la filosofía piensa y pregunta, porque pensar es preguntar. Y el desarrollo de la pregunta filosófica implica respuestas que abren siempre nuevos interrogantes. La filosofía, entonces, busca perseverar en el pensar.

Un momento fundante de la filosofía fue cuando en la Grecia antigua, los filósofos comenzaron a indagar el mundo y la naturaleza. Ya no les bastaba ver cómo son las cosas y sus cambios, querían saber por qué las cosas y la naturaleza son de una determinada manera y por qué cambiaban, y si había algo que permanecía en medio de los cambios. La admiración y el asombro ante el cosmos, bello en su orden y trágico en sus cambios y su destino, hizo surgir la pregunta filosófica. Admirarse del mundo y buscar comprenderlo es Filosofía.

La admiración por el mundo trae consigo el deseo de conocerlo y también de transformarlo. Este deseo es lo que llevó, en los tiempos modernos, al desarrollo de la ciencia y de la técnica. Y la transformación del mundo hizo tomar conciencia al hombre de sus posibilidades, de su fuerza… y también de sus condicionamientos y sus límites. Por ello, la filosofía es habitar el mundo tomando conciencia de las posibilidades y los límites de nuestra condición humana.

Y si miramos nuestra cultura y nuestro entorno nos damos cuenta que vivimos un momento de cambio y de transición profundo. Estamos cambiando de época. Y esto nos obliga a responder a los interrogantes que este tiempo nos plantea. No solamente dar respuestas a las situaciones y dificultades ocasionales, sino de descubrir los cuestionamientos que gestan nuevas formas de convivir y de interpretar la vida. Animarse a formular las preguntas profundas que late en cada una de las transformaciones y conflictos que atraviesan nuestra época, es lo que desde la época de los griegos llamamos Filosofía.

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