Los Ejercicios Espirituales como Camino de Reconciliación y Paz
Espiritualidad de los Ejercicios Espirituales como un camino de Reconciliación y Paz.
Por Prudencio Piña, SJ
“…la verdadera reconciliación entre hombres enfrentados y enemistados solo es posible si se deja renovar el sí mismo con Dios” Juan Pablo II
Introducción
Los autores traducen “espíritu” como “aliento de vida”, como ese aire que nos envuelve y respiramos tan fundamental para la vida de cualquier persona, sea religiosa o no. La espiritualidad está presente como principio dador de vida para cualquier ser humano, creyente o no. Espiritualidad en este sentido amplio es todo aquello que desde las relaciones con las personas, con la naturaleza y/o con la trascendencia, promociona la vida.
Ser espiritual es tener la habilidad para dar vida al relacionarse. La espiritualidad es la habilidad social que emerge de la profunda conciencia de las interconexiones comunitarias y universales para dar vida y vida en abundancia. Ser espiritual es ser hondamente consciente de que vivir es “convivir”. La vida es vida porque es vida en “comunión”. Pero cuando la comunión se rompe, vivir es “re-con-ciliacion” nueva llamada a vivir juntos. (López Pérez, p. 37)
Desde esta perspectiva, la reconciliación del sujeto consigo mismo (para que aprenda a convivir su yo) es esencial desarrollarla en la espiritualidad, en el silencio y en soledad interior. En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, se van logrando en el tiempo y con la intención que tenga el que participa en ellos de integrar sus afectos sueltos y dispersos. Reconciliarse con el sí mismo se realiza en etapas hacia un centro muy interior. “En la medida que los Ejercicios implican un proceso de transformación, abren una vía hacia la pacificación, porque propician una integración y una reconciliación de los diversos aspectos de la condición humana hasta hacernos imagen de Cristo, cuya misión ha sido reconciliar todas las cosas consigo, pacificando con la sangre de su cruz todas las cosas que están sobre el cielo y la tierra (Col 1,20)” (Melloni, p. 9)
En los E.E. no se logra acceder a las reconciliaciones más íntimas con el voluntarismo, sino con el deseo de amar y ser amado, motivándose con nuevas actitudes afectivamente renovadas. Dios busca la reconciliación del ejercitante con el sí mismo y con otros. Sólo asumiendo las actitudes adecuadas se podría entrar en el caminar de la reconciliación que se ofrece.
1.- Superar el propósito voluntarista (primera etapa de reconciliación)
Los que hacen los E.E. por primera vez quieren llegar a los frutos espirituales a fuerza de voluntad, con prácticas externas. No lo logran pues siguen hablando y viviéndolos fuera de sí, no quieren entrar en su interior.
Por alguna llamada a la atención, intentan la soledad… pero en ella emergen inquietudes, “batallas interiores” que hacen doler el aislamiento y asustan (temas familiares, preocupaciones laborales, dudas de fe, rechazos, resentimientos, etc.). Reaccionan de modo instintivo al recogimiento. No lo quieren. Sienten que tienen que hacer mucho esfuerzo “y ¿para qué?” Al menor descuido… vuelven a caer en el deseo de comunicar. Vienen desánimos.
Ponen mucha voluntad para enfrentar esas batallas. Sin darse cuenta, tienen resistencia a estar solos. Buscan compañías esporádicas “como para descansar”. Entran y salen de la interioridad. Se sienten desenfocados. No entienden muy bien lo que está pasando dentro de sí. Tienen incomodidad por enfrentar el “vacío” interior.
Los E.E. les parecen actividades extrañas que producen reflexiones inexplicables sobre lo que ellos son. Porque en realidad la agitación, el conflicto, la confrontación, la guerra y la violencia tanto exteriores como interiores proceden del afán por devorar y arrebatar imágenes, emociones, cosas y personas para llenar el vacío interior (Melloni, p. 9). Ese vacío interior puede llegar a asustar y se huye de él.
2. DISCERNIR LAS SOMBRAS INTERIORES (segunda etapa de reconciliación)
En la lucha por enfrentar los temas internos, comienzan a prestarle atención a los múltiples movimientos de la interioridad. Comienzan a discernir. Toman conciencia de la “muchedumbre de voces de distinto tipo” e intentan a distinguir las suyas propias y verdaderas de los fantasmas creados por la imaginación o la tentación.
Siguen buscando soledad para distinguir espíritus y algo de paz viene. Perciben cómo la Gracia les ayuda a reorientar los pensamientos. Tienen que hacer menos esfuerzos para mantenerse apartados. Sienten lo agradable que puede ser la soledad para su diálogo con Dios. Los demás que están a su lado ya no son tan necesarios.
“La agitación es una forma de resistencia. Desaparece cuando se cede. La paz adviene con la entrega y la rendición. Podemos pasarnos años de nuestra vida con un malestar interior por no atender a la llamada que sentimos. En la medida que uno descubre las decisiones propuestas o manipuladas se libera de miedos a entregarse” (Melloni, pág. 16).
Descubren una “Presencia Interna” pero todavía es como espectadora, no la dejan implicarse en sus historias internas. Constatan que las batallas pueden deshacerse y pueden construir su paz interior “llamando” fuerzas y gracias internas. Buscan al animador de los E.E. para hacer consultas y le ayude a orientarse. Comienzan a descubrir como el examen de la oración les ayudan a discernir espíritus para integrarlos en la contemplación.
Se empiezan a dar cuenta, que las causas que producen las batallas y divisiones interiores, son “fantasmas” que llaman a diferentes direcciones y les dividen por dentro. De momento sólo están contigo mismo. Perciben los E.E. como un lugar privilegiado para orar y descubrirse. Porque esas sombras de si, le traen mensaje de lo que necesitan sanar en el amor de Dios.
3. APOYARTE EN UN AMOR INTEGRADOR (tercera etapa de reconciliación)
Al avanzar en los E.E. empiezan a sentir el amor de Jesús. Quieren más. Ya están enfocados en un camino y se dejan llevar por el ritmo de las meditaciones y contemplaciones. Las “llamadas interiores” las identifican por su intensidad y su fuerza. Son invitaciones inesperadas que producen integración y paz.
Descubre la plenitud del concepto de Historia Personal de Salvación. Dejan que la “Presencia interna” haga cambios en la visión historia personal: sana heridas, renueva visiones, llama a renuncias, refuerzas servicios. Ya permanece en la soledad sin esfuerzo dándose cuenta que se estás reconciliando consigo mismo.
Hay una visión mucho más clara de las mociones y espíritus que le tocan interiormente e identifica su manejo dentro de sí. Estas se rehacen en la contemplación. Desean los diálogos con el animador de los Ejercicios por lo mucho que le aclaran. Ya no es la misma persona. Percibe los E.E. como procesos de reorientación de su historia personal en la Historia de Salvación Universal. El amor en el que descansa, “va uniendo los pedazos sueltos” y va conformando un nuevo ser.
4. LA DISPOSICIÓN DE ABANDONO TOTAL (cuarta etapa de reconciliación)
Está muy dentro de sí. Disfruta de la soledad y está continuamente en la “Presencia Interior” que es Dios. Ya no quiere que le moleste ninguna otra presencia. Sin esfuerzo está solo. Los demás ya ni le buscan. Esa Presencia divina se comunica en ambiente de afecto. Descubre que los combates interiores son lugares de renuncia e integración. Llega a comprender el significado de libertad total ante las criaturas (indiferencia). Es capaz de pasarse largos momentos de contemplación apoyada en su afecto integrador (González Faus, p. 15).
Va desapareciendo el vacío existencial como carencia radical pues experimenta que queda lleno de Dios. Ve que no carece de nada porque experimenta todo en Él. Cuando no está esa Presencia, la busca con deseo de reconciliación que trae la contemplación. Lo deja todo por Ella. Siente que está reconstruyendo el amor a sí mismo y a la humanidad. Percibe los E.E. como un descanso en el amor que le lleva a servicios muy especiales para sus hermanos.
Conclusiones
Los EE tienen en su horizonte la capacidad de escucha que posibilita percibir la presencia de Dios reconciliando en si todas las cosas. Para ello las personas que los hacen han de haber pacificado los propios ruidos. Solo una persona reconciliada consigo misma puede comprender de modo adecuado la relación entre las personas y las cosas y ver como Dios está actuando en ellas. Solo así puede transformar su entorno.
La paz que se desprende de la experiencia de los E.E. no es un aletargamiento ni una elución de los conflictos de la humanidad todavía inacabada, sino un nuevo modo de escuchar el latido del mundo. La persona que ha pasado por ellos tiene conocimientos de sí y esto le permite no proyectar sus conflictos personales sobre los demás o sobre su entorno, sino que tiene la mirada despejada para captar los dinamismos de espíritus que están en juegos. La persona que practica los E.E. se compromete con las causas justas de la tierra, pero sin crispación ni acritud, sino discretamente como el trabajo reconciliación de Dios en el interior de la historia.
BIBLIOGRAFÍA
- González Faus, J. (2008) El mal y la misericordia en revista EIDES, no 52, págs. 7-20
- López Pérez, E. (2011), “La espiritualidad de la reconciliación en JRS”, en revista de Espiritualidad ignaciana, CIS, no 128, págs. 29-41.
- Melloni, J. (2011) “La pacificación que producen los Ejercicios Espirituales” en revista de Espiritualidad ignaciana, CIS, no 128, págs. 9-19
Fuente: Jesuitas Latinoamérica