La Obra de San José tiene como principal objetivo posibilitar y facilitar a las personas en situación de calle un proceso de autonomía que les permita asumir la propia vida. De manera complementaria, el Hogar de San José, atiende necesidades de supervivencia de hombres mayores que se encuentran sumergidos en una situación de vida en la calle o en extrema pobreza. En el último tiempo, ambas obras asumieron un nuevo y gran desafío: integrar esfuerzos, objetivos, proyectos y trabajar juntos en pos de brindar un mejor servicio comunitario. Compartimos el testimonio de Guillermo Blasón S.J, presidente de la Fundación Obras de San José y de Araceli Baenninger, su nueva directora.
Guillermo Blasón SJ
El pasado 30 de abril en el Hogar de San José despedimos a Susana García de Lamberti luego de casi cuarenta años de trabajo, los últimos como directora. Como el momento era importante, y no queriendo que la pandemia nos quite la posibilidad de reconocer la entrega de Susana, hicimos una reunión Zoom para poder agradecerle. En ese acto también el P. Provincial le entregó una carta de hermandad.
La reunión también fue oportunidad para darle la bienvenida como directora a Araceli Baenninger, quien ya se venía desempeñando como directora de la Obra de San José. A partir de ahora, entonces, comienza un tiempo desafiante en el que trataremos de integrar el trabajo de la Obra y el Hogar en función de dar el mejor servicio a las personas en situación de calle.
En este tiempo de pandemia, el Hogar de San José está alojando a unos 25 hombres y diariamente da almuerzos en forma de viandas para 160 personas. Por su lado, en la Obra se están brindando, cada día, unos 120 desayunos -también en forma de vianda-, y servicio de ducha a unas 50 personas. Las necesidades son muchas y por momentos nos sentimos desbordados: sea por el incremento de solicitantes de ayuda, sea por las problemáticas con que se presentan.
En mi caso, como jesuita y como presidente de la Fundación Obras de San José –de la que dependen tanto la Obra como el Hogar-, me siento feliz de que la Compañía me haya pedido estar al frente de esta misión. Trato de integrar mi trabajo con los responsables de la gestión corriente con el trato directo con las personas en situación de calle que asisten allí. Eso me ayuda a mirar con otros ojos la gestión, teniendo como horizonte la misión de asistir a las realidades desafiantes que viven las personas, así como también el romper las dinámicas deshumanizantes que genera la calle. Por otro lado también es un desafío, especialmente a partir de este tiempo de pandemia, el sostener la estructura de donantes y bienhechores que ayudan a que las dos obras puedan seguir con su servicio.
En fin, nos encomendamos a Dios al encarar este tiempo de integración y agradecemos que la Compañía siga dedicándose a atender y dar lo mejor de sí para que muchos hermanos puedan recuperar su dignidad.
Araceli Baenninger
Mi nombre es Araceli Baenninger, hace muchos años cuando mis hijos iban al Colegio del Salvador conocí la Obra de San José.
Junto con otras familias formamos una cadena de ayuda que empezó poco a poco con esfuerzo, pero también con mucha esperanza para poder ayudar desde nuestro pequeño lugar. Todo lo que sentíamos cuando ayudábamos iba transformando también nuestras propias vidas.
Años más tarde convocada a lo que yo sentía como un gran compromiso asumí en el 2011 como directora de la Obra de San José.
Fue entonces cuando conocí la cruda realidad de lo que realmente significa “Vivir en la calle”.
Compartí y comparto historias de vidas muy difíciles, muchas tristezas, desolaciones, sueños rotos, … pero también fui y sigo siendo testigo de tantos agradecimientos por encontrar un espacio donde no se juzga, donde se ve al otro con una mirada esperanzadora y donde se tiende una mano amiga.
La situación de calle es considerada la forma más extrema y más visible de exclusión.
Las personas que atraviesan estas circunstancias figuran como el último eslabón en la cadena de asistencia. Están en el anonimato, pasamos al lado y no los vemos. Son invisibilizados.
No sólo se trata de familias que se han visto sorprendidas por la situación de calle, sino otras que se están conformando, donde muchos de sus miembros nunca han tenido un hogar constituido. En definitiva, son personas, que se encuentran mal nutridos, en un lugar de marginación, de pobreza estructural y que de no habilitar los medios necesarios formarán a su vez nuevas familias en situación de calle.
Hay una característica, un rasgo común, entre todos ellos. La devastación del lazo social que los sostenía, No hay nada ni nadie con quien vincularse y si el lazo existe es muy lábil, débil y cambiante.
Es importante tener en cuenta la singularidad de cada caso, lo que hace que esa persona sea “esa persona” y no otra, qué es lo que lo marca como sujeto, cuál es su angustia si la hay y recordar que en todos los casos esa angustia es diferente. En general son cronológicamente adultos, pero a la vez existe en ellos algo de infantil.
Pasan hambre, frío, malos tratos, pero cuando lo cuentan parece que todo esto no los afecta, como si estuvieran anestesiados, relatan su historia como si fuesen otras personas las que transitan por esto. Se podría pensar que no hay angustia ante lo vivido, por eso es importante la palabra, para que esa angustia pueda salir, y cuando esto suceda poner a trabajar la red social. (Psicólogos. Trabajadores sociales, Psicólogas sociales.) Se trata que expresen la angustia surgida, y a partir de allí encontrar estrategias para seguir saliendo de ese no-lugar de existencia y a partir de allí reconocer el problema y ser trabajado.
Todas estas personas que quedan fuera del sistema encuentran un espacio tanto en la Obra como en el Hogar de San José donde a través de la contención, expresión y capacitación intentamos estimular y desarrollar las potencialidades de cada uno, teniendo en cuenta su bagaje intelectual y bagaje de vida que posee. Es aquí donde la flexibilidad, la adaptación y los cambios se nos presentan como un desafío a los programas preestablecidos, dado que la resistencia, la falta de compromiso, el sostenimiento del espacio son algunas de las cuestiones a tener en cuenta y trabajar permanentemente.
No podremos desde nuestro mínimo lugar Hogar y Obra cambiar una realidad social que se presenta avasallante y amenazadora, pero sí podemos a través de las distintas intervenciones que brindamos responder a la problemática más urgente que necesitan. Es importante llamarlos por su nombre, mirarlos a los ojos, escucharlos. Todo esto tiene mucha importancia en su cotidianeidad ya que muchas veces están marcados por los malos tratos o los destratos de ignorancia permanente.
Hoy, aparece un nuevo desafío: La dirección del Hogar de San José y la integración de ambas obras .Algo que agradezco porque me llena de alegría y esperanza.
Un desafío que me invita a seguir construyendo puentes entre las necesidades de tantas personas frente a una realidad que nos duele y las posibilidades de tantas otras dispuestas a comprometerse con esa realidad.
Será un tiempo de mucho trabajo en equipo donde voluntarios, colaboradores y todos los que formamos las dos obras, podamos ofrecer y compartir nuestros talentos y nuestras manos. Pero estoy segura que también se abre un tiempo muy necesario hoy. Es el mismo deseo y la misma emoción que sentí desde aquel primer día en el año 1998. Confiada y segura que San José nos seguirá iluminando y mostrando el camino.