La paradójica conmemoración de una herida – Javier Melloni SJ

Por Javier Melloni, SJ
Cueva San Ignacio – Manresa, España

Es extraño que celebremos el quinto centenario de una herida, los quinientos años de una brusca y no buscada detención. ¿Cómo podemos celebrar una derrota, un fracaso, un dolor? En ese desconcierto comienza nuestra historia. ¿De dónde a dónde nos conduce esta lesión? ¿En qué hemos sido vulnerados o en qué hemos de ser todavía traspasados para que nos acerquemos a la detención que vivió Ignacio en Loyola primero y en Manresa después?

Una bola de cañón fue el medio divino para su conversión. También cada uno de nosotros ha recibido esa bombarda, por lo menos, una vez en su vida, o las veces que han sido necesarias para re-direccionarnos, para recordarnos que andábamos distraídos. Esa bombarda ha sido contundente y esa herida ha sido proporcionalmente profunda a nuestra distracción o desorientación.

¿No es algo similar a lo que también ha sucedido en nuestra biografía colectiva con la Pandemia? ¿Qué adversidad poderosa ha sido capaz de detenernos para ponernos en cuestión, semejante al golpe que recibió aquel soldado aproximadamente a sus treinta años, tiempo suficiente para haber recorrido territorios erráticos y tiempo también suficiente para poder rectificarlos y emprender el camino en la correcta dirección? ¿No es este nuestro tiempo? ¿No es acaso esta nuestra oportunidad?

¿Dejaremos que la celebración de este quinto centenario se quede en mera nostalgia o en una cosmética litúrgica, o seremos capaces de identificar nuestras propias heridas –las de cada uno, y también la colectiva, hecha todavía más patente a causa de la Pandemia- para convertirla en oportunidad de que en nosotros también se produzca una metanoia, una transformación de la mente y del corazón, que nos haga más capaces de responder a la voz de Dios?

¿Seremos capaces de cambiar nuestra identidad postiza para convertirnos en peregrinos, cojos para siempre como Ignacio -marca del paso de la gracia a través de nuestra vulnerabilidad- y como Jacob también, que caminó herido desde entonces tras su combate con el ángel? En ese combate, Jacob –que luego será Israel- dejó de ser un adolescente huidizo para convertirse en un ser humano capaz de afrontar los conflictos que tenía ante él. También Ignacio dejó de ser un joven ambicioso y errático en busca de su propia gloria para salir en pos de su Señor y de su Reino.

En el lecho convaleciente –personal y colectivo- en el que nos encontramos, ¿seremos capaces de distinguir nuestras fantasías de la verdadera llamada para la que hemos nacido, y que conjuntamente hemos de escuchar? ¿Seremos capaces de distinguir las satisfacciones que nos intoxican de las llamadas que nos desinstalan y nos ponen en camino?

Cuando hayamos emprendido la marcha hacia nuestra Jerusalén, ¿estaremos dispuestos a detenernos tantas veces como sea necesario, como le sucedió a Ignacio en Manresa, y descender a nuestros propios infiernos, a nuestras propias sombras, para recoger todos los residuos que hemos dejado en ellas?

¿Estamos realmente dispuestos a ver todas las cosas nuevas? ¿Dejaremos que a través de esa herida entre una Luz que nos deje ciegos de lo que ya sabemos para recibir una comprensión de Dios, del mundo y de nosotros mismos que todavía desconocemos?

Si es así, esa herida se habrá hecho fecunda en nosotros y habrá tenido sentido celebrar este quinto centenario, que tiene el riesgo de desmantelarnos como hizo con el benjamín de los Loyola. Dispongámonos a ser puestos en una nueva dirección, no la que elijamos nosotros sino la que se muestre cuando, escuchando, lleguemos a discernir la Voz de Dios.

¿No es esta la oportunidad que tenemos también planetariamente al experimentar nuestra vulnerabilidad colectiva?

Fuente: www.jesuits.global/es

Asamblea General del CELAM

Hoy 21 de Mayo finaliza la 38º Asamblea General del CELAM, con la participación de obispos de los 22 países que lo conforman, además de miembros de Dicasterios de la Santa Sede y de organismos de la Iglesia en América Latina y el Caribe.

Esta Asamblea General Ordinaria del Celam, la primera en la historia del organismo efectuada en modalidad virtual, atendiendo a las condiciones que atraviesa el continente por los efectos de la pandemia.

Al evento acuden 85 personas, entre miembros de la presidencia, representantes de la Santa Sede, presidentes de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe, delegados de los episcopados, Obispos asesores, representantes de las agencias de cooperación, conferencistas e invitados especiales.

La 38ª. Asamblea General del Celam busca presentar el proceso de renovación y reestructuración del organismo, tarea encomendada a la actual Presidencia desde su elección en Tegucigalpa, en mayo de 2019. Una labor que se ha desarrollado con el apoyo de un grupo de obispos asesores. Como parte de la agenda se presentará la propuesta, los avances y testimonios de quienes han liderado el proceso desde diversas áreas y lugares del continente.

El apoyo de la Iglesia universal

La ceremonia de instalación comenzó con las palabras de bienvenida del presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte. En su mensaje el prelado reconoció que este proceso no es algo cerrado, subrayando que el CELAM debe ser un “centro propulsor de la conciencia misionera, de la conversión pastoral permanente, como Iglesia en salida y sinodal, caminando eclesialmente con el Pueblo de Dios y las Conferencias Episcopales”.

Así mismo explicó que el organismo ha enmarcado el proceso de renovación y reestructuración en la teología del “Concilio Vaticano II, la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida y el Magisterio del Papa Francisco”, que tiene como base los cuatro sueños proféticos de la exhortación Postsinodal Querida Amazonía.

Acto seguido la Secretaria General de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas (CLAR), la hermana Daniela Canavina, dirigió un espacio de contemplación tomando como base la oración de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.

Antes de dar paso a los trabajos de reflexión se compartieron los mensajes del Nuncio Apostólico de su santidad en Colombia, Monseñor Luis Mariano Montemayor, quien manifestó su cercanía a los miembros de la Asamblea exhortándolos a dejarse guiar por el Espíritu Santo en la tarea de discernir adecuadamente frente a la misión de renovar la estructura del Celam.

De la misma forma, el prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, Cardenal Marc Ouellet, expresó su confianza para que “los frutos de esta asamblea eclesial después de un tiempo de escucha y reflexión, sean signo de una Iglesia en continua conversión pastoral y misionera que crece en la vivencia y la transmisión de la fe, la esperanza y la caridad“; teniendo presente que el cambio de las estructuras es fruto de la misionariedad y es esta experiencia la que motiva la transformación de las estructuras caducas a las nuevas. De lo contrario solo se hablaría de un estudio organizacional, un análisis funcional que margina los frutos de la misión paradigmática.

Por su parte el presidente de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico, Monseñor Rubén González, animó a los presentes a desarrollar su trabajo pensando en las comunidades de cada uno de los países y sus necesidades pastorales.

Un proceso en marcha

Las reflexiones se iniciaron con la intervención de Mauricio López, quien propuso una meditación sobre la memoria agradecida de todos los pasos que ha implicado el proceso de renovación y reestructuración del Celam.

Posteriormente el Dr. Agustín Salvia se refirió a la cuestión social de América Latina y el Caribe en el contexto del Covid-19, mientras que Austen Ivereigh centró su reflexión en una mirada contemplativa de la realidad desde las prioridades pastorales del Celam a la luz de Aparecida, asumiendo una visión universal y de esperanza en prospectiva hacia el 2031-2033.

Al respecto, el periodista británico señaló que “el intento de generar una Iglesia sinodal ha sido el aporte más importante del pontificado de Francisco”, reconociendo la claridad y la audacia de las propuestas” elaboradas para concretar el proceso de renovación y reestructuración del Celam.

No obstante, advirtió sobre la importancia de trabajar en la conciencia de que, por la unción del Espíritu Santo, la Iglesia latinoamericana es ahora la fuente de la Iglesia universal, y que los procesos sinodales que se han puesto en marcha aquí no son exclusivamente para el bien del pueblo y la Iglesia latinoamericanos, sino que son un tesoro para la Iglesia universal.

Finalmente, la jornada concluyó con la iluminación correspondió al Padre Carlos María Galli, coordinador del Equipo de Reflexión teológico-pastoral, quien abordó los fundamentos teológicos, eclesiológicos y pastorales del proceso de renovación y reestructuración del Celam.

Conocé más sobre el trabajo de cada jornada aquí: prensacelam.org

 

Fuente: prensacelam.org

Año Ignaciano: «Poner a Cristo en el Centro»

El 20 de mayo comenzó el Año Ignaciano de la Compañía de Jesús. Este año los jesuitas celebran un acontecimiento muy extraño: la herida de su fundador Ignacio de Loyola en una batalla en Pamplona en 1521. Ese acontecimiento cambió el curso de su vida; llevó a la fundación de la Compañía de Jesús, que a su vez provocó cambios dramáticos en la Iglesia y en la historia del catolicismo.

¿Qué se celebra?

Los jesuitas celebran el 500 aniversario de la conversión de San Ignacio de Loyola. Fue un tipo diferente de conversión. Pasó de ser un noble vanidoso centrado en el éxito mundano y la fama a ser el fundador de la mayor orden religiosa católica. Dios dio al mundo y a la Iglesia un precioso regalo a través de Ignacio: una espiritualidad que ayuda a seguir al Espíritu en todas las circunstancias de la vida.

¿Por qué esta celebración?

La celebración de los 500 años de la conversión de San Ignacio no se refiere principalmente al pasado. Se trata del presente y del futuro. Es una oportunidad para renovar y redescubrir las raíces ignacianas. Es una oportunidad para detenerse, hacer balance y volver a poner a Cristo en el centro. Se trata de una conversión continua y diaria.

  • El P. General Arturo Sosa dice:

Es bueno recordar que la herida que sufrió Ignacio en Pamplona no fue tanto un final feliz, como un comienzo feliz. La conversión consiste a veces en grandes momentos de cambio, pero también es un proceso interminable. Hay que poner a Cristo en el centro cada vez, una y otra vez. Este proceso es una peregrinación por caminos sinuosos, con subidas y bajadas, a veces teniendo que volver sobre nuestros pasos, a veces sintiéndonos perdidos. Pero encontrando en el camino personas que nos indican el camino y nos tienden la mano.

Este Año Ignaciano es una peregrinación de conversión. El Papa Francisco, en su reciente libro Soñemos juntos, dice que un peregrino es alguien “que se descentra y así puede trascender. Sale de sí mismo, se abre a un nuevo horizonte, y cuando vuelve a casa ya no es el mismo, y por eso su casa no será la misma. Este es un tiempo de peregrinación”.

Queremos ponernos en camino, dejándonos guiar suavemente por el Espíritu Santo, centrando nuestra vida cada vez más en Cristo y posibilitándonos ver nuevas todas las cosas en Cristo.

  • Sobre la conversión de Ignacio, el Papa Francisco dijo a la Compañía de Jesús:

A lo largo de su vida se convirtió […] puso a Cristo en el centro. Y lo hizo a través del discernimiento. El discernimiento no consiste en acertar siempre desde el principio, sino en navegar, en tener una brújula para poder emprender el camino que tiene muchas curvas y vueltas, pero dejarse guiar siempre por el Espíritu Santo que nos va conduciendo al encuentro con el Señor.

La iniciativa de este Año Ignaciano es del P. General Arturo Sosa, de la Compañía de Jesús. Pero extiende la invitación a todos, y en particular a todos los que se inspiran en la espiritualidad ignaciana: la gran familia ignaciana.

“Hay mucha colaboración con las congregaciones ignacianas femeninas y las organizaciones ignacianas laicas, como la Comunidad de Vida Cristiana (CVX)», dice el P. Sosa. «De hecho, la mayoría de las iniciativas y eventos tienen lugar a nivel local, en todo el mundo, y son una colaboración entre jesuitas y otros. Esto es algo que valoramos enormemente”.

  • Los principales eventos internacionales:

20 DE MAYO DE 2021

Apertura oficial del Año Ignaciano en Pamplona (España), exactamente 500 años después de que la bala de cañón alcanzara a Ignacio. Se celebrará una Eucaristía en la catedral con el Arzobispo Francisco Pérez González y el P. General Arturo Sosa y se retransmitirá en directo en https://youtu.be/YqE1hFOGC9Q

23 DE MAYO DE 2021

Peregrinos con Ignacio. Oración online con el P. General Arturo Sosa y el Papa Francisco para iniciar el Año Ignaciano. Transmitida tres veces, cada vez en inglés, español y francés en https://ignatius500.global/live/

12 DE MARZO DE 2022

Misa solemne en el Gesù de Roma con motivo del 400 aniversario de la canonización de San Ignacio, San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús, San Isidro Labrador y San Felipe Neri.

31 DE JULIO DE 2022

Clausura oficial del Año Ignaciano en la fiesta de San Ignacio.

Artesanos de la paz

Reflexiones

El capítulo siete es uno de los capítulos más bellos de Fratelli Tutti, la última encíclica del Papa Francisco. En dicho apartado dedicado a los caminos de reconciliación el Papa nos hace una muy atractiva invitación, vigente para todo tiempo, a ser «artesanos de la paz». Artesanos creativos, con ingenio y audacia, capaces de poner todo nuestro ser y quehacer en buscar caminos de unidad, reencuentro y de reconciliación. Un artesano suele ser una persona de fina sensibilidad, capaz de imaginar y proyectar la belleza desde la simplicidad y la sencillez. Un artesano tiene la gracia y el talento para transformar la realidad en una auténtica experiencia estética. Es capaz de encontrar hermosura hasta en las tonalidades más grises de la vida. Un artesano es, sobre todo, paciente para detenerse en los detalles. Tiene una mirada contemplativa y los sentidos bien despiertos para matizar, contrastar, pulir, detallar, limpiar, corregir y, muchas veces, rehacer sin desesperarse.

Las relaciones humanas no son perfectas, son frágiles. Por más buena disposición que tengamos, más de alguna vez surgen conflictos, diferencias y malentendidos entre nosotros. Frecuentemente a ese artesano se le rompe el hilo con el que tan delicada y sutilmente estaba intentando tejer una relación. Otras veces, simplemente se enredan los hilos y se hacen nudos muy difíciles de desenmarañar; la tentación, movida por nuestra desesperación y deseos de inmediatez, es cortar de tajo todo el hilo, pero no. El artesano es paciente para esperar inclusive años y desenredar para volver a empezar, una vez más, a hilar muy fino y con mayor cuidado. El artesano sabe muy bien que la paciencia es un ejercicio amargo, pero confía en que es un buen camino porque ya ha probado sus dulces frutos de paz.

En este itinerario de tejer relaciones, las rupturas son casi inevitables porque el conflicto suele estar a la orden del día, pero una tarea importante del artesano de la paz es soportar el conflicto, más por amor que por dolor; porque confía en que, aunque la aguja pinche nuestros dedos y duela, al final quedará una exquisita obra de arte capaz de comunicar verdad, bondad y belleza. La paz nunca ha sido la ausencia de conflictos sino la capacidad de encontrarnos y crear comunidad aún en medio de las diferencias. La paz no es sinónimo de hipocresía pacifista. Tampoco es hija de un detallado manual de buenos modales para soportarnos mutuamente porque no nos queda de otra. La paz es ante todo verdad, y la verdad muchas veces supone diferencias, convergencias y divergencias. Silencios. Distancias. Perdones. Reconciliaciones. Ser artesano de la paz es creer en la comunión y comprometerse en construir comunidad; una comunidad unida en la diversidad, sin confusión y sin división.

Fuente: pastoralsj.org

Mensaje del P. Provincial Rafael Velasco SJ para el inicio del año ignaciano

A toda la Provincia

El 20 de mayo comienza el “Año Ignaciano”, en memoria de los 500 años de la herida de Ignacio en Pamplona; herida que trajo aparejada en él un proceso interior de conversión que dio origen a una vida nueva. Esa vida nueva surge de su experiencia de encuentro con Cristo, que le dio una mirada nueva: como el mismo Ignacio relata en su experiencia a orillas del río Cardoner “le pareció ver nuevas todas las cosas”. De ahí que el lema de este año sea “ver
nuevas todas las cosas en Cristo.”

Este año puede ser un tiempo especial para todos, jesuitas y colaboradores, para dejarnos mirar por Dios nuestro Señor que vino a sanar nuestras heridas y nos llama desde los heridos de la vida. Será tiempo bien aprovechado el que empleemos en acompañar cercanamente a los heridos, los apaleados del camino (cfr.Lc.10, 30), los “leprosos” (cfr.Mc.1, 40), los que no tienen quien los ayude (Jn. 5, 7), los que desde el borde del camino gritan, a veces tumultuosamente, “Señor Jesús, ten compasión de mí” (Cfr. Mc 10, 47).

Mirar con los ojos de Cristo para ver nuevas todas las cosas, es también ver el costado luminoso de la vida y las personas, el movimiento esperanzador que ya está dándose en la realidad.

Necesitamos esa mirada para ver nuestro contexto golpeado por la pandemia y sus efectos colaterales, a veces más duros que el mismo virus. Vernos con una mirada nueva en Cristo.

Pidamos poder contemplar activamente lo que Dios va haciendo en la vida de las personas y de la creación toda… y ayudarlo. Pidamos tener esa mirada, no sólo en la vida apostólica sino también en nuestra vida comunitaria.

Si bien durante el año habrá eventos a nivel de la Compañía universal y latinoamericana y también en nuestra provincia, buscaremos que este año sea un tiempo para volver a lo Fundante, al Principio y Fundamento de nuestra vida y misión. En particular nuestro seguimiento de Cristo pobre y humilde.

Sería muy bueno poner los medios a nuestro alcance para realizar los Ejercicios Espirituales con toda la profundidad posible. Desde esa experiencia, lo sabemos, proviene una mirada nueva de todas las cosas.

Que Dios nos bendiga a todos y nos ayude a sacar mucho provecho espiritual de este año Ignaciano.

Fraternalmente,

Rafael Velasco SJ

Serie 16 caminos hacia Dios: XVI. «El desborde» – Emmanuel Sicre SJ

Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.

16. Camino hacia Dios: «El desborde»

Cuando una acción nuestra transforma algo de la realidad de los demás en su favor, dotándolos de un sentido aún mayor del que preveíamos, caemos en la cuenta de un misterioso desborde.
¿Qué es ese plus de sentido que percibimos como un caer en la cuenta de que hay algo más allá de nosotros mismos? ¿Cómo es que la manifestación de este “más” se hace tan clara a los sentidos compartidos por otros y nos llena de alegría? ¿Qué sostiene nuestro compromiso por continuar haciendo aquello que nos llena de un sentido no provocado, sino donado, regalado gratuitamente y sobreabundante? Nos estamos preguntando por el bien inmerecido, desproporcionado, que recibimos de lo que vivimos con pasión.
Así, cuando el hombre vio que se le da algo mucho más grande de lo que él dio con su accionar, y reconoce que nunca podría pagarlo o devolverlo por sus propios medios; y que, asimismo, desea con todo su ser seguir acrecentado esta experiencia que lo plenifica y lo abre a los demás con su trabajo; se transforma y se encuentra con la revelación gratuita, personal, impredecible, inaplazable, e inolvidable del Dios de Jesús.
Emmanuel Sicre SJ

Catequesis del Papa: las dificultades en la oración

En su 34ª catequesis dedicada a la oración, el Papa Francisco reflexionó sobre algunas de las dificultades que encontramos cuando oramos. En particular, siguiendo la pauta del Catecismo de la Iglesia Católica, se centró en la distracción, la sequedad y la acedia.

La distracción y la vigilancia en la oración

Rezar no es fácil, comenzó diciendo el Papa, “hay muchas dificultades que surgen en la oración” y debemos conocerlas, individuarlas y superarlas. El primer problema que se le presenta a quien reza – señaló el Papa – es la distracción:

«Empiezas a rezar y entonces tu mente da vueltas, da vueltas por todo el mundo; tu corazón está ahí, la mente está allí… la distracción de la oración. La oración convive a menudo con la distracción. De hecho, a la mente humana le cuesta detenerse durante mucho tiempo en un solo pensamiento. Todos experimentamos este constante torbellino de imágenes e ilusiones en continuo movimiento, que nos acompaña incluso durante el sueño. Y todos sabemos que no es bueno seguir esta inclinación desordenada.»

Además, indicó que la lucha por conseguir y mantener la concentración no se limita a la oración, pues “si no se alcanza un grado de concentración suficiente, no se puede estudiar con provecho, ni se puede trabajar bien”. Y así puso el ejemplo de los deportistas, que “saben que las competiciones se ganan no sólo con el entrenamiento físico, sino también con la disciplina mental”, es decir, “sobre todo, con la capacidad de mantener la concentración y la atención”. Así, es necesario combatir las distracciones, y por ello en el patrimonio de nuestra fe hay una virtud “que a menudo se olvida”, y que se llama “vigilancia”:

El Catecismo lo menciona explícitamente en su instrucción sobre la oración (cf. nº 2730). Jesús llama a menudo a los discípulos al deber de una vida sobria, guiados por el pensamiento de que tarde o temprano Él volverá, como un novio de una boda o un señor de un viaje. Sin embargo, al no conocer el día y la hora de Su regreso, todos los minutos de nuestra vida son preciosos y no deben desperdiciarse en distracciones. En un instante que desconocemos, resonará la voz de nuestro Señor: en ese día, bienaventurados los siervos que Él encuentre laboriosos, todavía centrados en lo que realmente importa.

En la oración, cuando caemos en la cuenta de nuestras distracciones, lo que nos ayuda a combatirlas es ofrecer con humildad el corazón al Señor para que lo purifique y lo vuelva a centrar en Él.

La sequedad y el corazón abierto al Señor

Otra dificultad es la sequedad, que puede depender de nosotros mismos, o también de Dios, que permite ciertas situaciones exteriores o interiores. Incluso “un dolor de cabeza o una dolencia hepática» impide entrar en la oración, y a menudo «no sabemos realmente la razón». Pero la sequedad “nos hace pensar en el Viernes Santo, en la noche y en el Sábado Santo», cuando «Jesús no está, está en el sepulcro; Jesús está muerto», y «estamos solos”: este es “el tiempo de la desolación y de la fe más pura, – afirmó Francisco -porque se mantiene firme junto a Jesús”.

Los maestros espirituales describen la experiencia de la fe como una continua alternancia de tiempos de consuelo y de desolación; tiempos en los que todo es fácil, mientras que otros están marcados por una gran pesadez. Muchas veces, cuando encontramos un amigo, decimos: «¿Cómo estás?» – «Hoy estoy de bajón». Muchas veces estamos «decaídos», es decir, no tenemos sentimientos, no tenemos consolaciones, no podemos más. Son esos días grises… ¡y hay tantos en la vida! Pero el peligro es «tener» un corazón gris: cuando este «estar decaído» llega al corazón y lo enferma… y hay personas que viven con el corazón gris. Esto es terrible: ¡no se puede rezar, no se puede sentir consuelo con el corazón gris!

Para que entre la luz del Señor, “el corazón debe estar abierto y luminoso”, indicó entonces el Santo Padre, animando a esperar esa luz “con esperanza” y sin “encerrarla en lo gris”.

La acedia y la humilde perseverancia

La acedia es la tercera dificultad que encontramos en la oración: es un “defecto”, dijo el Santo Padre, “otro vicio”, y constituye “una verdadera tentación” contra la oración y contra la vida cristiana.  Se trata, tal como enseña el Catecismo, de “una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón”. Es uno de los siete “vicios capitales” porque, alimentado por la presunción, puede conducir a la muerte del alma, aseguró el Papa Francisco.

Entonces, ¿qué debemos hacer en esta sucesión de entusiasmos y desalientos? Hay que aprender a caminar siempre. El verdadero progreso de la vida espiritual no consiste en multiplicar los éxtasis, sino en ser capaces de perseverar en los tiempos difíciles: camina, camina, camina… Y si estás cansado, detente un rato y vuelve a caminar. Pero con perseverancia. 

Recordemos la parábola de San Francisco sobre la perfecta alegría: no es en las infinitas fortunas llovidas del Cielo donde se mide la capacidad de un fraile, sino en caminar con constancia, incluso cuando no se es reconocidos, incluso cuando se es maltratados, incluso cuando todo ha perdido el sabor de sus comienzos. (…) Debemos aprender a decir: «Aunque Tú, mi Dios, parezcas hacer todo lo posible para que deje de creer en Ti, yo sigo rezándote». ¡Los creyentes nunca apagan la oración!

El valor del “¿por qué?”

Aunque nuestra oración a veces «pueda parecerse a la de Job, que no acepta que Dios le trate injustamente, protesta y le llama a juicio”, el Papa puntualizó que, sin embargo, “muchas veces, protestar ante Dios es también una forma de rezar”: esto porque “porque muchas veces el hijo se enfada con su padre”, pues es “una manera de relacionarse con su padre”:

Sabemos que al final, al término de este tiempo de desolación, en el que hemos elevado al cielo gritos mudos y muchos «¿por qué?», Dios nos responderá. No olvidar la oración del «¿por qué?»: es la oración que hacen los niños cuando empiezan a no comprender las cosas, y los psicólogos la llaman «la edad del por qué», porque el niño pregunta a su padre: «Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…?». Pero estemos atentos: él no escucha la respuesta del papá. El papá comienza a responder y él sale con otro por qué. Sólo quiere atraer la mirada de su padre hacia él; y cuando nos enfadamos un poco con Dios y empezamos a decir los «por qué», estamos atrayendo el corazón de nuestro Padre hacia nuestra miseria, hacia nuestra dificultad, hacia nuestra vida.

De ahí que el Papa concluyese su catequesis animando a tener el valor de decirle a Dios: “pero, ¿por qué?”. Porque – afirmó él – a veces, enfadarse un poco es bueno, porque nos hace despertar esa relación de hijo a Padre, de hija a Padre, que debemos tener con Dios.

Durante sus saludos a los fieles, el Papa Francisco dirigió un pensamiento particular a los de lengua francófona: «A la espera de Pentecostés, como los Apóstoles reunidos en el Cenáculo con la Virgen María pidamos fervientemente al Señor el Espíritu de consuelo y de paz para los pueblos martirizados», dijo. Y saludando a los fieles de lengua española, animó a que en estos días de preparación a la Solemnidad de Pentecostés, pidamos al Señor «que nos envíe los dones del Espíritu Santo para poder perseverar en nuestra vida de oración con humildad y alegría, superando las dificultades con sabiduría y constancia».

Fuente: www.vaticannews.va

Mensaje de la 41ª Asamblea de la CPAL

Mensaje final de la última Asamblea de la Conferencia de Provinciales jesuitas de América Latina y el Caribe, celebrada del 10 al 14 de mayo.

Estimados compañeros jesuitas y miembros del Cuerpo Apostólico

Una vez más nos hemos reunido virtualmente en Asamblea para compartir el camino que venimos haciendo como Conferencia. Ha sido un espacio para orar y discernir nuestra misión y para avanzar en el fortalecimiento de las redes y proyectos comunes. Además de los superiores mayores de nuestras provincias, participaron los asistentes del P. General para América Latina meridional y septentrional, los Superiores y Delegados de Cuba, Amazonas, Haití y Guyana-Jamaica. También participaron todos los miembros del equipo central de la CPAL.

Fueron presentados los informes de trabajo de los miembros del equipo central y también sobre otros temas particulares como: el Proyecto Caribe, la preparación del Año Ignaciano, el Servicio Jesuita a la Panamazonia, la Red de Radios, los proyectos de EduRed, el ‘modo nuestro de proceder’ de la RJM y del SJR/LAC, la Asamblea Eclesial Latinoamericana y del Caribe, y el estado general de las redes de la CPAL. Dedicamos también un tiempo para compartir los procesos de planificación apostólica de cada una de nuestras provincias y regiones, y la manera cómo podemos -guiados por las PAU- integrar y alinearnos en el PAC.2 como un solo y único cuerpo apostólico.

Para presentarle al Señor los frutos de nuestro discernimiento celebramos una eucaristía en la cual cada uno de los participantes compartió y bendijo el pan y el vino desde sus lugares de residencia. En ella dimos gracias por el camino recorrido y por las personas que nos han ayudado a avanzar, realizando sacramentalmente el misterio de ser un solo cuerpo animados y guiados por el mismo Espíritu.

Una preocupación especial durante estos días fue la situación particular de Colombia; nos sentimos muy cercanos a las juventudes y al pueblo que ha levantado su voz y que ha sido reprimido tan duramente por las fuerzas del Estado; enviamos un saludo fraterno y solidario a todos los compañeros y compañeras del cuerpo apostólico en Colombia que se sienten identificados con las justas reclamaciones. ¡Sigan adelante en la construcción de un futuro esperanzador para todos! El trabajo por la reconciliación y la justicia tiene que seguir animando nuestra vocación.

Con un corazón preocupado, sensible y solidario con todos aquellos que sufren en el mundo los rigores de la pandemia y sobre todo las consecuencias de las injustas condiciones en que le toca afrontarla a millones de conciudadanos, nos encomendamos confiados a Nuestra Señora del Camino para que nos conceda, en este Año Ignaciano, la gracia de ser puestos con el Hijo y solamente desear y elegir hacer la voluntad del Padre a través de su Espíritu.

Arturo Sosa SJ: una invitación a convertir las heridas en oportunidad para cambiar

Silvia Rozas FI entrevista al Superior General de los Jesuitas, Arturo Sosa SJ, en uno de los primeros actos del Año Ignaciano.

El P. Arturo Sosa SJ, advirtió sobre los riesgos de “volver a la normalidad”, durante una entrevista con la directora de Ecclesia, Silvia Rozas FI, con motivo de la semana de apertura del Año Ignaciano.

“El gran deseo de algunos es que vivamos el mundo ‘prepandémico’, que era peor que éste, pero no olvidemos que la pandemia no nació sola”, glosó el jesuita venezolano, quien denunció cómo “las injusticias de antes se siguen pagando. ¿Quiénes mueren porque no tienen acceso a la vacuna, al oxígeno, a los médicos? Los que estaban descartados desde antes”.

El 500 aniversario de la conversión de Ignacio de Loyola parte de una herida, “una herida inesperada”, tras la que “Ignacio no volvió a su vida anterior, asumió su herida como un cambio de ruta”. “Nosotros, como Compañía, como Iglesia, como Humanidad, ¿seremos capaces de asumir esta herida que está suponiendo -no sabemos cuándo se acabará- la pandemia, como una oportunidad de cambiar, o vamos a intentar consolidar lo que había?”.

¿Y qué había? Destrucción de medio ambiente, problemas en la política, la vida social, la democracia… “Una de las víctimas de la pandemia puede ser la democracia. Sería tristísimo que los avances que se han dado en el siglo XX se pierdan con la excusa de la pandemia”, advirtió.

Más que una palabra de moda

En cuanto a la sinodalidad, el General Jesuita deseó que “ojalá pase de ser una palabra de moda, a un compromiso de acción”. Y es que “la sinodalidad es la contribución eclesiológica más importante del Vaticano II, la Iglesia como pueblo de Dios en marcha”.

Un pueblo con distintas funciones, pero sin equivocarnos. “En la cena, el ministro es el que prepara la mesa, quien prepara las condiciones para que esa comunidad se alimente de Jesucristo y viva y predique el evangelio. No es el comandante de la parroquia”.

Y es que “el clericalismo va contra la sinodalidad, es la enfermedad del ministerio, el obstáculo y la enfermedad más grave de la sinodalidad”.

 La clave de este proceso es “respetar la vocación de cada cual, aprovechar la diversidad de carismas”, explicó Sosa. “El pueblo no es todo cabeza, ni nariz, ni pies, pero sin cabeza, nariz o pies no hay cuerpo”.

La urgencia de creer, y escuchar, a las víctimas

Uno de los puntos más sensibles, y donde se juega la credibilidad de la Iglesia es el de los abusos a menores. En este punto, el general de los jesuitas insistió en la urgencia de “conocer, y reconocer lo que pasó”. “La principal lección que debemos sacar es que la mejor manera de proteger a las víctimas es escucharles, y creerles. Porque parte del dolor no sólo es el abuso, sino no creer en lo que decían”. Al tiempo, es preciso “no abandonar a los victimarios. Es uno de los desafíos, la reconciliación”.

“Como cristiano, y como religioso, no me puedo quedar contento con la justicia, con que se reconozca, se castigue, se pongan los medios para superar, o con que se repare a la víctima. Hay que ir más allá. El Evangelio que predicamos es un evangelio de misericordia, de perdón”, subrayó el religioso venezolano.

En cuanto a la crisis de la vida religiosa, Sosa negó la mayor. “Ni vivo, ni percibo, la vida religiosa en crisis. Si entendemos la crisis como momento de desafío bien importantes que hay que enfrentar, sí. Hay una vida religiosa muy fecunda, se ha hecho multicultural”.

En este sentido, clamó por el respeto a la libertad religiosa, y contar “para el presente y el futuro de la Iglesia, con personas que eligen ser cristianas, no porque nacieron en un país cristiano, o porque su clan lo es, sino porque han hecho un proceso y han decidido ser cristianos. Eso enriquece a la persona, y a la comunidad eclesial. Si el pueblo de Dios no está formado por personas que han hecho una elección, no hay pueblo. El pueblo se genera con una decisión”.

¿Con qué Compañía de Jesús sueña su general en los próximos diez años? “Sueño una compañía intercultural, más ágil, con una capacidad mayor de aprovechar las oportunidades. Para eso hace falta ser libre, personalmente y como cuerpo. Una compañía desapegada. Y tiene que ser una compañía de Jesús. Si Jesús no está en el centro de nuestras vidas, cambiemos el nombre”.

Fuente: www.religiondigital.org 

Serie 16 caminos hacia Dios: XV. «La música» – Emmanuel Sicre SJ

Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.

15. Camino hacia Dios: «La música»

 Dios se parece mucho a la música. Es Misterio que reúne los elementos dispersos de nuestra vida creando armonías siempre nuevas. Es Voz que susurra su bondad en el oído del ser humano al punto de dejarlo con ganas de bailar ante su presencia, como David.
Dios se asemeja a la música cuando, al estar con él, el tiempo parece suspendido y, sin embargo, en paralelo, se está tejiendo el ritmo de la historia personal. Esa historia que no puede encontrar sentido si no es en el cadencioso compás del Gran Compositor de melodías. Con esa melodía es que nuestra pequeñez se hace parte del lenguaje común en el que están todos los sonidos que hubo y habrá en el universo entero.
Por eso, es necesario encontrar el tono único con el que damos en la propia armonía en medio de la Creación y dejar que el espíritu de Dios nos impulse a interpretar esa canción que nos hace vibrar en la misma sintonía: ser imagen suya.
Emmanuel Sicre SJ