Decidir a Dios
Al arte de descubrir la manera que tiene Dios de hablarnos y hacerse presente en nuestra existencia lo llamamos discernimiento.
En la vida de toda persona hay una sed de sentido que puede llenarse de muchas maneras. Dios atrae a las personas y se hace presente en su vida a través de personas, situaciones o experiencias. Al arte de descubrir la manera que tiene Dios de hablarnos y hacerse presente en nuestra existencia lo llamamos discernimiento. Desarrollar esta capacidad implica conocer las propias potencialidades, gestionar mis límites, poder integrar todas las facetas de mi vida en un relato consonante con Dios y el Evangelio. Pero hay una decisión primera; y esta es Dios mismo. ¿Quiero que Él sea lo más importante en mi vida? ¿Creo que me propone un proyecto? ¿Que Jesús me llama a algo? Por eso, antes de preguntarse qué cosas de Dios elijo en mi vida, o qué proyecto concreto quiere Dios para mi vida, tengo que preguntarme si elijo a Dios.
¿Cuáles son las condiciones para ponerse en camino? Honestamente sólo es necesario lo que San Ignacio llama ánimo y liberalidad. Hace falta generosidad e ir a por todas. Si interiormente tienes la intuición de que Dios te pide que ordenes tu vida o, quizás, te llama a plantearte la manera cómo le vas a seguir en tu vida, pues conviene poner medios y, por encima de todo, empezar el camino desde la disposición a que sea Él quien lleve la iniciativa.
Decidir a Dios, pues, implica apostar por tres cosas principalmente: la primera es encontrar un espacio permanente en tu vida para el encuentro con el Señor (la oración y, sobretodo, el examen del día). La segunda apuesta es por el acompañamiento, abriendo el corazón a tu acompañante para poner palabra a cómo el Señor está haciéndose presente en la propia vida. Es un espacio de comprensión del lenguaje de Dios en tu vida. ¿En qué situaciones te encuentras al lado del Señor? La última apuesta es a la vida comunitaria, ya que el Señor nos encuentra en nuestra vida cotidiana, y encontrar compañeros de camino con los que vivir la relación con Dios no es accesorio.
Fuente: jesuitas.es
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