Hermanos jesuitas de todo el mundo se encuentran en la Curia General
Durante la semana del 3 al 10 de julio, casi cuarenta hermanos jesuitas se encontraron en la Curia General en Roma para compartir su experiencia de vida religiosa como Hermanos. ¿Qué significa hoy ser religioso jesuita sin ser sacerdote? ¿Qué significa ser jesuita, según la experiencia de los miembros de la Compañía que han optado por la vida religiosa sin incluir el sacerdocio?
Se han propuesto temas de reflexión, momentos de oración e intercambios. Se ha tratado de la formación jesuita para los Hermanos y de formas de promover vocaciones a la Compañía que abran un amplio espacio a la vocación de Hermano. Se trató de ver más claramente lo que significa, para un Hermano, su participación en una comunidad apostólica. Y, ya hacia el final, se intentó identificar las vías por las que los hermanos podrían mantener y mejorar la comunicación entre ellos.
Todo comenzó con el Padre General, quien, desde que asumió el cargo, no ha dejado de acentuar la relevancia de los Hermanos para la vida de la Compañía: cuánto alimentó su propia vocación de jesuita el ejemplo de los Hermanos que había conocido en el colegio. Durante la primera sesión, hablando en español y dejando de lado el texto que tenía escrito, contó anécdotas, abrió su corazón y reiteró lo mucho que contaba con sus compañeros Hermanos para hacer que la Compañía fuera plenamente ella misma.
He aquí algunos elementos del “discurso” del General, que quería ser, ante todo, una introducción a la oración personal y comunitaria que iba a seguir.
“En esta introducción, les ofrezco algunos puntos de oración sobre la dimensión profética del carisma de la Compañía de Jesús.
El profeta es llamado y hace opción por el seguimiento de la llamada. Experimenta la presencia de Dios aunque no se sienta digno, su vida se transforme gracias a la misericordia que le ayuda a cambiar de vida… es un converso que suelta las riendas de su vida. Escucha la voz de Dios… opta por seguirla.
El profeta se mira a sí mismo por lo que es, no por lo que hace. Es una persona reconocida como hombre o mujer de Dios ya que ha experimentado al Señor en su corazón y reconoce su presencia en la historia, en la vida de las personas con las que comparte su vida. El profeta viene del pueblo, no de una raza o de una clase o de un clan. El profeta es enviado. El profeta experimenta con tal fuerza la presencia de Dios en su vida y en la vida del pueblo que no puede quedarse tranquilo, callado, apartado… tiene que profetizar, entrar en diálogo con el pueblo para compartir la Palabra de Dios que va escuchando.
Sin importar lo que haga, un Hermano Jesuita es un hombre de Dios que ha elegido ser compañero de Jesús, para compartir su vida, su palabra y su misión de reconciliación y justicia, proclamando que el Reino de Dios está cerca.
La dimensión profética de la vida-misión del Hermano jesuita se expresa en tener la mirada puesta primero en Dios; en que busca, encuentra y hace ver el camino hacia Dios; en que se opone al clericalismo, a la ambición desmedida, al abuso de poder; en su libertad interior que le lleva a dar testimonio de lo esencial de la vida religiosa; en la felicidad de caminar con Jesús, pobre y humilde, sirviendo en lo que se necesite.”
Lee los testimonios de José María Tejedor García, SJ y Guy Consolmagno, SJ aquí: TESTIMONIOS
- Fuente: jesuits.global/es
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