Taller para Animadores Ignacianos – RJI

Por Denise Llanqueleo

“Los logros realizados,

lejos de ser un punto de llegada,

nos estimulan a seguir consolidando el instrumento.”

 Finde atípico…

Feriado largo, clima perfecto para viaje de descanso y un puñado de jóvenes que eligen atrincherarse en una casona a media hora del “me perdí en el campo”. Después de todo fuimos a perdernos… a perdernos acompañados…

La casa de retiro de Manos Abiertas nos recibió hogareña para compartir tres intensos días con un equipo dispuesto a explotar nuestro potencial como líderes.

El TANI, “Taller para Animadores Ignacianos”, nos invita con su propuesta de perfeccionar nuestras habilidades de líderes. Perfil que algún errático sin mayores recursos vio en nosotros y nos convenció para posicionarnos como coordinadores de algún grupo. Pues de las 15 personas allí reunidas, ninguno elegimos ese rol impuesto, pero que gratamente disfrutamos y buscamos mejorar.

De la mano de Nati explotamos nuestra clarísima y transparente competitividad haciendo honor al día del niño, jugando a morir por ganar ningún premio. Sería el primer paso para entrar en confianza y animarnos a estudiarnos el uno al otro, y a aún más difícil, estudiar a ese extraño que se esconde indescifrable en cada uno.

Angie nos desafiaría a hacer correr ese ratoncito que tantos otros llaman cerebro. El Negro y Ruben nos darían las mejores armas para discernir entre fortalezas y debilidades de cada grupo que nos compete, para llegar bien armados a cumplir con la meta impuesta, tal vez poco clara, pero enseñándonos como esclarecerla.

Para no irnos de foco en palabrería inventada cabe comentar ¿Qué es un líder? Una rara combinación de cualidades que cualquiera tiene por adquirir y desarrollar si así se lo propone.

Terminado el finde reafirmamos lo que tan bien todos sabemos y la sociedad no dejará de recordarnos… esa interminable lista de defectos y debilidades que todos automáticamente enumeramos. Pero en el camino infinito del autoconocimiento nos prometimos perdernos y redescubrirnos hasta encontrar nuestras mejores armas, para poder pulirlas y ver sus frutos, para poder compartirlas y solo así ponerlas sobre la mesa y colocarnos a la cabeza de un equipo.

Al final reprobamos felices sabiendo el largo trecho que resta para llegar a responder orgullosos, no el nombre, ni la profesión, ni nacionalidad, sino responder a grito como dijera el Chori Gauna, “soy director de MV”… director de mi vida.

 

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