Aprender a Encontrarnos

Podemos aprender a encontrarnos o aprender a desencontrarnos: la cultura y la educación que recibimos nos llevan a un camino o al otro.

Por María Luisa Caparrós

En una sociedad donde todo se compra y se vende, donde todo va a gran velocidad, hasta las relaciones y los encuentros se mercantilizan y entran en una lógica consumista. El cultivo de relaciones verdaderas, duraderas y profundas, la cultura del encuentro, aparecen como algo contracultural que pueden ser una de las claves para transformar nuestra sociedad.

Podemos aprender a encontrarnos o desencontrarnos, la cultura y la educación que recibimos nos llevan a un camino o al otro. Podemos aprender a cultivar relaciones profundas o aprender cultivar relaciones superficiales y con una lógica utilitarista. La buena noticia es que podemos fomentar una cultura del encuentro desde la educación.

El encuentro nos transforma, si no ha habido transformación, no ha habido verdadero encuentro. Podemos decir que la transformación va a indicar la existencia o no de un encuentro. Es decir, el encuentro en sí es algo transformador, tiene un germen revolucionario ya que cambia el orden de las cosas…

Nos acercamos a este tema del encuentro como a tierra sagrada, descalzándonos. Porque para el encuentro “hay que descalzarse” de ideas preconcebidas. Y, desde un punto de vista educativo, hay que descalzarse de la unidireccionalidad de la enseñanza y bajar al suelo de la dinámica relacional y horizontal.

“Solamente en una epifanía de los rostros de los sujetos en el encuentro podemos ofrecer una pedagogía liberadora”. (Gustavo Río)

La pedagogía del encuentro nos sitúa en las coordenadas de lo cotidiano, en lo del día a día, en rostros, en miradas, en gestos, en palabras, en maneras, en personas concretas con circunstancias concretas. Nos sitúa en el “aquí y ahora”, en un “tú”, un “yo” y un “nosotros/as” concreto. En ese “tú” y ese “yo” concreto hombre, mujer, de esta cultura o de esta otra, es donde sucede el encuentro.

La pedagogía del encuentro nos pone en un paradigma de cercanía, de proximidad, de concreción y sobre todo en un paradigma de relaciones. Porque el encuentro es sobre todo relación, y la relación sólo puede ser concreta.

La pedagogía del encuentro no es un contenido o un proceso más; es ser con otros, creando relaciones de crecimiento en las que nos responsabilizamos de nuestros propios proyectos de vida. La pedagogía del encuentro moviliza todas las energías de una comunidad y de la persona, considera a la persona como protagonista de su propio crecimiento.

Es una pedagogía de los vínculos y del compromiso. Una pedagogía donde la perspectiva feminista y la coeducación tienen un gran aporte; es una pedagogía de los cuidados, donde los detalles cuentan y donde las personas concretas con sus necesidades y su contexto específico se sitúa en el centro, una pedagogía que busca crear vínculos y compromete… Es una pedagogía de la acogida y de la hospitalidad, donde también la educación intercultural, nos introduce una perspectiva de valores y actitudes necesaria; es una propuesta pedagógica de la atención plena y del estar presentes, con una atención intencional y un sí al otro/a.

La pedagogía del encuentro aporta un enfoque necesario para que la educación responda a los actuales retos globales con una perspectiva transformadora.

La educación entendida como experiencia de encuentro y transformación, se ancla en una ética de máximos, que no se conforma con “hacer las cosas bien” ni con cumplir el “expediente” o hacer “lo correcto”. Así entendida es una experiencia de éxtasis y entrega que busca responder a la realidad y transformarla desde la praxis cotidiana.

Fuente: Entre Paréntesis

 

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