Campaña Córdoba Urgencia Alimentaria: «reconforta ver el objetivo prácticamente cumplido»
En los últimos meses estuvimos trabajando en conjunto con otras instituciones para llevar adelante la iniciativa solidaria «Córdoba Urgencia Alimentaria». En esta ocasión, Alfredo Pardina, Presidente de Manos Abiertas, nos cuenta sobre este trabajo en equipo que cumplió con el objetivo primero de llegar a 25.000 familias de diferentes zonas pastorales de la Ciudad de Córdoba.
Por Alfredo Pardina
La campaña Córdoba Urgencia Alimentaria surge de una iniciativa común de seis instituciones de la Iglesia ante esta situación generada por el COVID-19 y como bien nos planteó el P. Ángel Rossi sj en aquel momento, “a la Pandemia del Coronavirus le sobreviene la Pandemia del hambre así que algo tenemos que hacer”.
Con esta idea, y sabiéndonos siempre cerca pero nunca habiendo trabajado en conjunto, generamos una primera reunión. Allá por fines de abril tuvimos una primera charla entre representantes de la Pastoral Social, Cáritas, Hombre Nuevo, Radio María, los Jesuitas y Manos Abiertas.
Cada organización venía sobrellevando como podía sus propias dificultades económicas y operativas ya que se hacía difícil seguir prestando el servicio (suspendimos el trabajo voluntario por precaución sanitaria y los gastos aumentaron durante esta crisis).
Ante esta situación, al principio fue sorprendente, en lo personal, escuchar a Ángel que viniera a pedirnos este plus, este Magis, que sabíamos que hacía falta en la sociedad pero que chocaba en mi cabeza con la incertidumbre de cómo sobrellevar la necesidades de nuestra organización. Y también, aprender a confiar en Dios y ponernos a su servicio. Que prime el Espíritu, el corazón y no la razón.
Fue muy lindo y esperanzador aquellas primeras reuniones donde todos sentimos que queríamos hacerlo posible, dejando de lado intereses personales y egoísmos. Un clima de encuentro, de Iglesia trabajando en conjunto por quienes más lo necesitan ante esta situación.
Al principio nos encontramos con algunos comentarios que desestimaban la propuesta por no considerarla oportuna, ya que en Córdoba un grupo de empresarios había desarrollado su propia campaña de recaudación de fondos para la compra de alimentos e insumos sanitarios, y la situación generaba incertidumbre hacia el éxito y concreción del objetivo propuesto: llegar a 25.000 familias cordobesas con módulos alimentarios generosos, que fueran un soporte importante para cada familia.
Hoy, llegando a la última etapa de esta campaña, reconforta ver el objetivo prácticamente cumplido. Pero la alegría y satisfacción es mucho mayor al ver cuán bien recibidos fueron por las familias destinatarias, sus sonrisas de esperanza justifican todo esfuerzo.
Sorprende y gratifica también ver la respuesta de empresas, y de personas o familias que, sufriendo esta realidad tanto o más, dan de lo que apenas tienen para colaborar con el prójimo, para comprometerse con su sociedad.
Y finalmente, da mucha esperanza el gran trabajo en equipo entre todas las organizaciones primando siempre el fin común, los más frágiles. Como decía Santiago, Presidente de Cáritas, “tuvo que llegar una Pandemia para que empezáramos a trabajar juntos”. Y así fue, creo que uno de los principales logros, además de llegar a más de 25 mil familias, es el habernos reunido y trabajado como Iglesia en conjunto. Es pensar que esto llegó para quedarse y que tenemos que trabajar a largo plazo conjuntamente para lograr mejores acciones en la sociedad. Es también, saber que la Iglesia responde cuando las necesidades son extremas y muchos egoísmos renacen en la sociedad.
Creo que esta Campaña y la sinergia que se ha generado entre nosotros son una alegría, un brote verde ante tanta desolación, incertidumbre y desesperanza que vivimos hoy en día.
Uno confirma que de todas estas crisis, no solo pandemia sino de valores que ya venimos teniendo en el mundo, lo salva el voluntariado, el trabajo desinteresado, en un clima y cultura del Encuentro. Como bien dice el Papa, de esta crisis no salimos iguales, debemos salir mejores y sin duda esta experiencia me ha ayudado a creer que es posible “comenzar a cambiar… y dejar de lado la cultura de la indiferencia”.
Quiera Dios que aprehendamos los valores básicos de la vida en sociedad y como Iglesia. Que podamos pensar en objetivos conjuntos y a largo plazo aportando nuestro granito de arena para tener un país más justo y enriquecedor para todos.
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