Carta en el tiempo de adviento – Rafael Velasco SJ

Compartimos el mensaje de Adviento que el Provincial de los jesuitas en Argentina y Uruguay, Rafael Velasco SJ, ha enviado a toda la Provincia. 

Queridos Compañeros: 

Hace unos días inicié con empeño la tarea de escribir a la Provincia una carta sobre la Navidad. Incluso había comenzado a hilvanar algunas ideas que me parecieron muy buenas… hasta que encontré varias de esas ideas que quería compartir con ustedes, muy bellamente expresadas en la carta apostólica del Papa Francisco “El hermoso signo del pesebre”. Así que me pareció mejor, en lugar de escribir una carta navideña, invitarlos a leer con provecho espiritual esa carta del Santo Padre. Verdaderamente da para mucho. 

De todos modos, sí me pareció que podría ser de ayuda, compartir con ustedes alguna reflexión acerca del Adviento, tiempo en el que nos preparamos para el Nacimiento y la contemplación del hermoso signo del Pesebre. 

Leemos en una de las lecturas de Adviento: 

“Aquel día, los sordos oirán las palabras del libro, y verán los ojos de los ciegos, libres de tinieblas y oscuridad. Los humildes de alegrarán más y más en el Señor y los más indigentes se regocijarán en el Santo de Israel. Porque se acabarán los tiranos, desaparecerá el insolente, y serán extirpados los que acechan para hacer el mal, los que con una palabra hacen condenar a un hombre, los que tienden trampas al que actúa en un juicio, y porque sí nomás perjudican al justo.” (Is 29, 18 – 21) 

El Adviento es tiempo de re-aprender a Escuchar y Ver: Aprender a Escuchar la Palabra de Dios que se nos revela, privilegiadamente en la Biblia, pero que resuena también silenciosa y discreta en el gran libro de la Historia humana, en las páginas modestas de la realidad cotidiana. En el Adviento pedimos al Señor que viene que nos abra el Oído para saber escucharlo a Él hablándonos en la vida de tantos hermanos y hermanas nuestros silenciados. 

Es tiempo de re-aprender a Ver –libres de las tinieblas de las afecciones desordenadas- la realidad como Dios la ve. Aprender a ver con su ternura y Su compasión; ver cómo los humildes se alegran en Dios y nos enseñan por qué alegrarnos. 

El Adviento –como anuncia el profeta- renueva nuestra esperanza de que será el Señor quien viene a poner las cosas en su lugar: según los criterios de Su Reino donde los últimos son los primeros, los débiles son los fuertes, los pobres son los que nos enriquecen con su solidaridad. 

Sabemos, por experiencia, que en un mundo en el que con mucha frecuencia los injustos vencen y los débiles son descartados, la concreción de esa Esperanza es gracia y es ardua tarea. No habrá justicia sin hombres y mujeres justos, no habrá solidaridad si no hay manos que comparten el pan, no habrá buena noticia a los pobres sin labios que la anuncien y no habrá Esperanza sin pies que caminen el camino al lado de su Pueblo. 

Por eso necesitamos prepararnos, alentar la conversión del Corazón para recibir la Gracia que nos viene a traer el Niño de Belén. 

¿Qué podemos hacer para ayudar a esa conversión en este tiempo? Juan el Bautista nos da algunas pistas: 

“La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer entonces?». Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto.” Algunos publicanos vinieron también a hacer bautizar y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado». A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo.” (Lc. 3, 10 -14) 

Como bien aconseja Juan Bautista, no hay mejor modo de prepararse que compartiendo, despojándose para ayudar a enriquecer. “El que tenga…que dé…” Dar abrigo y comida son los dos caminos para prepararse a recibir a Aquel que es Buen Pastor y Pan de Vida. Cuidar, dar abrigo, a los que nos son confiados, y alimentar al que tiene hambre. Dar alimento para el cuerpo y el alma. 

Y no sólo eso: ayudar a que la sociedad sea un lugar un poco más justo para vivir, Juan les dice a los soldados: No extorsionen a nadie, y a los publicanos no exijan más de lo estipulado. La conversión comienza por hacer con rectitud lo que nos corresponde. A nosotros –consagrados- se nos ha preservado de muchas cosas, como por ejemplo las angustias cotidianas de buscar el sustento, para que tengamos la libertad necesaria para arriesgar nuestras vidas en favor de los pobres y los desvalidos; tenemos solucionadas algunas cuestiones de vida básica para tener tiempo y dedicación para entregarnos, de manera decidida, a los que nos necesitan, para entregar nuestra vida como alimento, como nuestro Maestro “nacido en suma pobreza y así al cabo de tantos trabajos , de hambre, de sed de calor de frío, de injurias y afrentas, , para morir en cruz, y todo esto por mí (EE. 116)”. Una vida mediocre es una estafa a Dios y a Su Pueblo. Por eso, es urgente convertirnos, dejar entrar al Señor más profundamente en nuestra vida para ser aquello que somos. Servidores, “esclavitos indignos” de Jesús pobre y vulnerable. 

El Adviento es tiempo de conversión, de volver a lo original que nos ofrece el Niño Dios nacido y envuelto en pañales. Que este Adviento nos encuentre en camino de conversión. Que sea tiempo de Esperanza y bendición. Pidamos que el Señor bendiga nuestros labios para que anunciemos su Buena Noticia a los pobres, que bendiga nuestras manos para abrirlas generosas al compartir cotidiano, que bendiga nuestros pies para caminar junto a los pasos vacilantes y cansados de los migrantes y los desplazados, que el Señor de la ternura bendiga nuestros corazones para que puedan latir al compás de los corazones destrozados por el dolor y la angustia, que el Señor bendiga nuestros oídos para que escuchemos –en medio del ruido y las palabras- el susurro tenue del Espíritu y el gemido silenciado de los descartados; que el Señor bendiga nuestros ojos para que seamos capaces de ver, como Jesús, las dos moneditas de la viuda en medio de un mundo que se obnubila por el dinero, la fama y el poder; que el Señor bendiga nuestras vidas para que, en esta Navidad, se hagan bendición para los pobres, los vulnerados y los hombres y mujeres de buena voluntad. 

Que Dios nos regale a todos un Profundo Adviento y una Santa Navidad. 

Fraternalmente. 

Rafael Velasco S.J. –  Provincial

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