José, el hombre que ama y cree

Por Julio Villavicencio Sj

De San José podríamos abordarlo y rezar con su figura desde diferentes aspectos, todos importantes y relevantes para nuestra fe. Sin embargo me gustaría profundizar en dos aspectos que en estos momentos me parecen muy pertinentes y profundos.

Comencemos aclarando que en el Evangelio la figura de José no ahonda en muchos detalles. Es como que nos cuenta lo esencial y luego desaparece de escena. Por eso me gustaría que contemplemos a este José desde el amor y la fe. Dimensiones de su vida que se pueden observar en el Evangelio.

En primer lugar, el amor a María. Parece que José está amando a María con mucha seguridad. El puede dudar de ese hijo que María va a tener, de la versión de María, pero de lo que no podemos dudar es que este hombre ama a María. Tanto es así que prefiere huir y abandonar a María, antes que denunciarla por haber quedado embrazada sin que él fuera el padre. Ciertamente que este es un dato que podemos sacar de los Evangelios y contemplar en José. Esa travesía con su mujer, cargándola en un burro, cuidándola y sirviéndola en todo lo que él podía, todos estos esfuerzos hechos por este artesano semita eran inspirados por el amor. José era un hombre lleno de amor y que sabía amar.

En segundo lugar me gustaría profundizar en su fe. José es un hombre aparentemente sencillo. Amaba a María, pero en un primer momento no podía concebir en su cabeza la historia de María. Fue después de un sueño que José creyó en María. Entonces ahí tenemos una característica de José, creyó en sus sueños. José tuvo un sueño del Señor y creyó en él. Tanto creyó en este sueño, que toda su vida tomo un rumbo confinado en él. Ciertamente que José no sabía lo que iba a venir, cómo podría llevar a adelante esta aventura y cómo enfrentaría las dificultades de la vida que se le estaba presentando, pero José tuvo un sueño y creyó en él. Creyó en él por el gran amor que sentía. Inspirado por ese amor se animó a creer en su sueño, a creer en Dios y aventurarse a una vida nueva. La vida de la familia del Emmanuel, del Dios con nosotros.

En estos dos aspectos que hoy los invito a contemplar de José, creo que podemos sacar mucho provecho para nuestra vida espiritual y familiar. Tal vez pensar y rezar con nuestra propia vida a la luz de José, nos hace pensar en cómo está nuestra fe ¿Soy un hombre o una mujer de seños inspirados en el amor? ¿Creo en el amor para construir mi familia con Dios entre nosotros? ¿ Me animo a aventurarme en la construcción de la familia desde la fe en un mundo mejor, en un mundo donde Dios este con nosotros?

Hemos visto su estrella

Por Patricio Alemán, sj

Este domingo comenzamos un tiempo de espera y un camino de preparación para la Navidad. Se trata de un camino que nos conduce a recordar y celebrar el nacimiento del Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Y para acercarnos a ese momento, se me ocurre que podemos hacerlo del mismo modo que los Magos de Oriente: siguiendo una estrella (Mt. 2,2).

¿No parece una locura salir en medio de la noche a buscar algo/alguien que estuvimos esperando años, dejándonos guiar únicamente por una estrella? ¿Por qué no utilizar esos GPS que nos muestran el camino más corto, más rápido, más seguro, más cómodo? Precisamente, porque se trata de un camino y de una búsqueda entrelazada con la propia historia, y que nos exige paciencia e incertidumbre, resolver encrucijadas, retomar caminos.

En primer lugar, nos ponemos en camino dejándonos guiar por una estrella porque no sólo nos guía sino que, al mismo tiempo, nos mueve a ponernos en camino. Ella esconde y carga con nuestros deseos más profundos: amar y ser amados; con nuestras búsquedas más hondas que desde hace tiempo venimos llevando adelante con cierta timidez. Pero ahora es tiempo de lanzarnos en medio de la noche a caminar siguiendo esa luz. Porque hay algo que nos dice que es el momento que esperábamos; porque hay algo dentro de nosotros que ya no resiste a seguir escondiéndose. Hay un deseo esencial que nos empuja a “buscar y hallar” (EE 1) aquello que haga de nuestra existencia una vida plena.

En segundo lugar, esa estrella nos empuja y nos guía. Cada noche, sobre nosotros, brillan muchas estrellas que ya han desaparecido pero que igual seguimos viendo. De igual modo, nuestra historia está alumbrada por muchas personas que están lejos o ya no están con nosotros, pero que nos han mostrado y siguen mostrando el modo de lanzarnos a esta aventura de responder al llamado de ponernos en camino. Un llamado a encontrar y ser encontrados. Porque ellos nos enseñaron que hay “un lugar en el mundo para nosotros”, porque ellos nos enseñaron que nuestro caminar está lleno de encuentros y desencuentros, pero que hay uno, un encuentro, que nos transforma para siempre.

La estrella que guió a los Magos se detuvo sobre el Pesebre donde había nacido el Salvador, la Luz del mundo. Allí hallaron los que buscaban. Ahí también nosotros hallamos al que estamos buscando: al Dios-con-nosotros. Y al hallarlo a Él, nos encontramos con nosotros mismos. Se me revela mi verdad más profunda, sin títulos, sin máscaras, sin disfraces. Ese niño que está en el establo, nos revela nuestra propia fragilidad, nos revela que para Dios no hay realidad humana de la cual avergonzarse. Él quiere llegar, nacer, quedarse y alumbrar esas realidades que escondemos y que necesitan de su Luz, esas realidades pobres de nuestra existencia y que necesitan alimentarse de su Vida.

El encuentro con el recién nacido transforma nuestros caminos y búsquedas, les da un nuevo sentido y horizonte. Al igual que los Magos, no podemos regresar por el mismo camino sino que tenemos que intentar otros nuevos. Ya no nos guía una estrella, sino que dentro de nosotros se ha encendido una nueva luz. Se nos ha dado luz para alumbrar el mundo que nos rodea. Se nos ha dado una luz para alumbrar el camino que conduzca a otros al encuentro con el Dios de la historia.

Miedo a decidir

Definitivamente tengo verdadero pánico a decidir. Y creo que es algo bastante frecuente en nuestro mundo. No sé dónde lo notas tú… Hay gente que se bloquea durante horas con la maleta a medio hacer, incapaces de decidir qué dejan y qué se llevan de viaje. Otros sufren un colapso a la hora de comprar, con dos prendas en la mano a tres pasos del mostrador. Hay quien casi muere al elegir carrera y quien se replantea esa decisión cada vez que los exámenes aprietan un poco…

Yo experimento mi miedo a decidir casi a diario. Lo noto sobre todo cuando me coinciden varios planes y no quiero renunciar a ninguno de los dos. Me imagino en uno de los sitios, luego en el otro… ¡y los dos me parecen imprescindibles! A menudo me produce tal bloqueo que retraso al máximo la decisión, esperando que se hagan compatibles en el último momento o que alguien invente la máquina de la bilocación.

Da igual dónde lo notes exactamente, el miedo a decidir está ahí. El problema es que nos retrata en nuestro temor a renunciar. Porque decidir es básicamente eso: optar por una cosa y renunciar a otras. Y eso nos cuesta mucho. Hay una imagen que me ilumina especialmente en esto: la del árbol y el arbusto. Un arbusto no necesita una verdadera poda; las ramas crecen hacia cualquier lado, pequeñas y abundantes. Sin embargo para que crezca un buen árbol es necesario podar unas ramas y así otras recibirán la savia abundante. Unas ramas se cortan pero gracias a eso, hay otras que crecen fuertes, se robustecen y dan fruto. Tomar decisiones es algo parecido: supone podar y renunciar a cosas para dedicar tiempo y corazón a otras. Pero sólo así crecemos, sólo así damos fruto.

Carlos Gómez- Vírseda

Ser Jesuita.

 

Postgrado en Acompañamiento Psicoespiritual en Chile.

Únicos programas de esta naturaleza disponibles en Latinoamérica. El proceso de postulación se cierra el 15 de enero de 2016.

La Universidad Alberto Hurtado (UAH) de Santiago ha abierto el proceso de postulación para la sexta versión de sus programas de magíster y diplomado en acompañamiento psicoespiritual, orientados a entregar herramientas psicológicas y espirituales a agentes pastorales que acompañan diversas situaciones de vida (formación a la vida religiosa, acompañamiento de adolescentes en colegios, atención pastoral de enfermos y encarcelados, experiencias de retiros, etc.). Se trata de los únicos programas de esta naturaleza disponibles en Latinoamérica.

El proceso de postulación se cierra el 15 de enero de 2016.

Contacto: cvenegas@uahurtado.cl; www.uahurtado.cl (postgrados).

Como principal novedad, el magíster ha comenzado un trabajo colaborativo con el Centre for Child Protection de la Universidad Gregoriana de Roma. A través de éste, los alumnos de la UAH son parte de un curso online internacional destinado a prevenir el abuso de menores.

Jesuitas Chile

 

Reflexión del Evangelio, Domingo 23 de Noviembre

Por Matías Yunes SJ

El domingo de Cristo Rey nos encuentra en un fin de semana cargado por el debate sobre el poder. Es tiempo de decisión electoral en Argentina, y gracias a nuestro voto podemos otorgar el poder a un candidato para que (¡esperamos!) gobierne al país con honestidad y responsabilidad. Por otro lado, los recientes episodios de ataques terroristas en Europa han hecho poner sobre el tapete de las redes sociales un conflicto de intereses de diversas índoles, donde se hace difícil y complejo sostener cuál es el legítimo poder sobre la vida de otros, y a veces llegando a caer en la solución simplista de “buenos” contra “malos”. La crisis migratoria nos hace detener la mirada sobre las decisiones de aquellos que pueden ejercer el poder sobre políticas internacionales, pero que a su vez, mediante ellas lo ejercen sobre el destino de personas. ¿Quién tiene el verdadero poder? ¿Quién lo ejerce con mayor firmeza? Preguntas que siempre han acompañado a la humanidad y que hasta hoy son difíciles de responder sin una cuota de ambición, resentimiento o extremismo.

Hoy las lecturas nos muestran a Jesucristo revestido de gloria y de poder. Hoy celebramos que hay un Rey que nos gobierna cubierto de majestad. Tanto la primera como la segunda lectura nos hablan desde la apocalíptica, es decir desde la revelación. Daniel en su visión, es testigo de que a un “Hijo de hombre” le es otorgado el dominio, la gloria y el reino y que su reino será eterno. El Apocalipsis dice que ese “Hijo de hombre” es Jesucristo, el Resucitado, el Todopoderoso, Alfa y Omega, dueño del tiempo y de la eternidad, que gracias a su entrega en la Cruz nos ha hecho partícipes de su Reino.

Quizás estas lecturas contrastan con la imagen que nos presenta el Evangelio. Jesús ante Pilato es el cara a cara de dos reyes, pero que desde una primera mirada, podemos decir que uno está en clara situación de desventaja. Jesús no hace alarde de nada de lo que las lecturas anteriores nos decían. No ha hecho nada para merecer una realeza temporal. Al contrario, lo que hace que Cristo sea rey es algo que no se juzga desde los ojos terrenales. Su realeza proviene del don de su Resurrección. Una resurrección que no se da a sí mismo, sino que su Padre se la otorgó. A Jesús le fue dado el poder. No es algo que se apropió para sí como una virtud que tuviese que demostrar o hacer valer ante otros, sino que gracias a su entrega, su completa donación de vida en la cruz, se arriesgó y esperó. Al tercer día el Padre lo resucitó por la acción del Espíritu Santo.

Por eso reconocemos en Cristo el rey de la humildad, la coherencia de vida, la libertad y la verdad. Cuánto nos ayudaría hoy comprender que el poder es algo que recibimos como don. Un don que proviene de una vida entregada y desgastada por los demás. Comprender que ser “rey” es una dignidad que otros depositan sobre nuestros hombros, y que en nuestro tiempo se encuentra por el camino de la pobreza, la sencillez, la humildad y la paz.

Ante nuestro tiempo tenemos la capacidad de responder como verdaderos “reyes” dignos de nuestro ser cristiano. Sacerdotes, profetas y reyes fuimos ungidos en nuestro Bautismo. No pretendamos mostrar al mundo (o a nuestro Facebook) quién tiene el poder hoy en día, sino que vivamos coherentemente con la dignidad que nos ha sido otorgada. La de que en nuestra entrega cotidiana, en la búsqueda de la justicia, la verdad y la paz con humildad, esperamos ser resucitados por el Padre y compartir la realeza de Cristo para siempre.

Algunos puntos débiles y fuertes de la espiritualidad ignaciana en el camino de la conversión ecológica

Este artículo es de octubre a diciembre de 2015 número de la revista jesuita Manresa que se centra en la espiritualidad ignaciana y ecología y cómo éstos se reflejan en Laudato si’, la Encíclica papal sobre la ecología. Pueden tener acceso a la versión llena de este artículo en Ecojesuit.

La ecología, y con ella las cuestiones medioambientales, se ha convertido en un tema relevante para nuestro tiempo. El modelo de desarrollo económico basado en una fuerte industrialización y un fuerte consumismo, vertebran nuestra vida social. Este eje se sostiene sobre otros elementos importantes como son la innovación tecnológica; la publicidad; y la actividad financiera. Es indudable que vivimos momentos de bienestar desconocidos hasta ahora, y que este bienestar llega a una cantidad mayor de personas en todo el mundo.

Pero, y simplificando mucho el análisis, el precio que estamos pagando también es muy grande pues lo que parece cada vez más evidente es que será muy difícil sostener este modelo de desarrollo; sin olvidar que millones de personas siguen sin disfrutar las ventajas del mismo.

La crisis ecológica siguiendo el proceso de producción, nos habla del agotamiento de los recursos naturales. El petróleo, el gas o los minerales son recursos no renovables por lo que una vez extraídos ya no se pueden recuperar. Con los llamados recursos renovables la situación no es mucho mejor: la deforestación; la contaminación de los acuíferos y la pesca intensiva ha agotado pesquerías tradicionales. Los índices de contaminación atmosférica son una amenaza real y cotidiana para nuestra salud. Con todo, la biodiversidad es la gran perjudicada. Solo el sol parece escapar, por el momento, a nuestra actividad verdaderamente depredadora.

La respuesta cristiana, apuntada ya por San Juan Pablo II y declarada formalmente por el Papa Francisco, es la de “una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea” y esto además porque “ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana.” (Laudato si’, n.217)

El objetivo de este artículo es proponer algunas puntos fuertes, y otros no tanto, que se pueden identificar en la espiritualidad ignaciana cuando buscamos la conversión ecológica. Obviamente no son todos, y tampoco se pueden considerar exclusivos de la espiritualidad ignaciana, sino que comparten muchos aspectos de las dificultades de los cristianos en general.

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El individualismo y el riesgo de un antropocentrismo desmesurado

Evidentemente el individualismo no es fruto exclusivo de la espiritualidad ignaciana, pero no podemos obviar que la espiritualidad ignaciana sí puede reforzar actitudes de este tipo. Primero por su propio proceso, ya que es fundamentalmente una experiencia personal – ejercicios de oración mental – que van facilitando una experiencia espiritual que se construye en la interioridad del sujeto: discernimiento, juego de consolaciones y desolaciones… entre otros.

Sólo más adelante, esta experiencia interior se verá contrastada en la experiencia vital del individuo. Pero también aquí la espiritualidad ignaciana no genera primariamente grupo o comunidad, sino personas comprometidas que en un segundo tiempo se vinculan, se socializan. Podríamos decir que la espiritualidad ignaciana no es individualista pero desde luego sí se construye individualmente.

La lógica del tanto cuanto y la difícil relación con lo creado

El PyF? es una pieza clave en la espiritualidad ignaciana y, sin embargo, si se pierde el contexto transcendente en el que está formulado puede tener un sesgo antropocéntrico enorme: “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden a conseguir el fin para el que es creado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe privarse de ellas cuanto para ello le impiden.” (EE 23)

Lo que en principio es una admirable invitación a vivir con una sana distancia respecto a las cosas, y a no sentirse atrapado por ellas, puede deslizarnos a una zona más ambigua en la que no se reconoce estatuto propio a lo creado; y en la que el ser humano se convierte en medida de las cosas, pues todo estaría puesto delante de él para su servicio.

Necesitamos leer el PyF? en esa dimensión transcendente para superar un horizonte pragmático y utilitarista. Como dice el Papa Francisco: “Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo.” (Laudato si’, n.11)

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La dinámica de la encarnación: cómo Dios abraza al mundo

Hasta aquí hemos visto algunas de las posibles limitaciones en la espiritualidad ignaciana para este proceso de conversión ecológica. Vamos ahora a destacar algunos de los elementos que sí pueden, y mucho, ayudar en este camino de conversión.

En la contemplación de la encarnación (EE 101) se nos ofrece un modelo de tres tiempos para acercarnos al mundo creado: contemplar, compadecerse y comprometerse con el mundo.

Estamos describiendo una dinámica muy potente también para la conversión ecológica, pues evidentemente necesitamos cambiar nuestra mirada para descubrir valor allí donde ahora sólo vemos utilidad; necesitamos no sólo comprender la complejidad del mundo natural y de las complejas interacciones que lo mantienen en equilibrio (sistemas físicos y químicos), sino que debemos empatizar de tal modo con lo real – especialmente con lo frágil y sufriente – que seamos capaces de comprometernos de una forma responsable.

De la contemplación al compromiso ecológico

La segunda semana de los Ejercicios Espirituales es crucial para fraguar la dimensión apostólica de nuestra fe. Por eso también tiene que jugar un papel importante en esta conversión ecológica. Se trata de pasar de la admiración que provoca la acción fascinante del Dios creador al compromiso, y la radicalidad de vida, que se esperan del discípulo del Señor Jesús. No hay tal conversión si no implica una transformación de nuestros estilos de vida, de nuestras conductas personales.

La espiritualidad ignaciana se configura como una espiritualidad de elección y seguimiento. La contemplación de la vida de Jesucristo, nos ayuda a superar las dificultades que habíamos visto anteriormente. Frente al individualismo se trata ahora de incorporar la experiencia de un discipulado comunitario. Los riesgos medioambientales no son “otros riesgos” sino los “mismos riesgos” de una acción humana carente de horizonte ético. “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza,” dirá el Papa Francisco (Laudato si’, n. 139)

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La fuerza de la elección

Hasta ahora hemos visto dos aspectos de la espiritualidad ignaciana que pueden contribuir muy positivamente a la conversión ecológica: el anclaje de la experiencia espiritual en el agradecimiento a través de la contemplación del misterio de la encarnación; y la dinámica del seguimiento como forma de respuesta al amor primero de Dios.

El tercer y último elemento es la práctica del discernimiento, crucial por los numerosos riesgos que rodean el seguimiento del Señor (el miedo, los prejuicios, la ideologización, la parálisis o la crítica ignorante) especialmente cuando se trata de orientar nuestra conducta en sociedad.

El papel del discernimiento en esta conversión ecológica es muy importante porque como hemos indicado anteriormente, nuestra praxis tiene que ir acompañada de una evaluación serena aportada por los datos de la ciencia, por el conocimiento de acontecimientos y de sus actores, y por una búsqueda infatigable por descubrir a los más perjudicados y los que más sufren en este contexto. El discernimiento juega un papel crítico para evitar que podamos caer en posiciones voluntaristas o ingenuas, que poco tienen que ver con la libertad comprometida del seguidor de Jesús.

CPALSJ

Reflexión del Evangelio, domingo 15 de Noviembre

Por Gustavo Monzón SJ

En este domingo, la Iglesia nos invita a vivir el fin del año litúrgico. La semana próxima, celebraremos la fiesta de Cristo Rey y la otra semana iniciaremos el tiempo de Adviento preparándonos para la Navidad. Como podemos ver, el fin del año se asocia a la fiesta en la cual renovamos la esperanza. Este sentimiento, era lo que daba horizonte de vida a los primeros cristianos y desde ahí aguardaban la segunda llegada del Mesías.

Este horizonte escatológico, como paciente espera del final está presente en las lecturas de hoy. Para una cultura como la nuestra, que nos invita a vivir despreocupados por nuestra Tradición y nuestro futuro, que nos invita a consumir experiencias, adicciones, tener un fin es una mala palabra. Sin embargo, para los cristianos que aguardaban la pronta venida de Jesús, el fin era una forma de pararse ante la vida. Tener un fin, es algo que ordena, orienta, motiva, da sentido, como dice Arrupe “acaba por dejar huella en todo”, es decir es lo que nos permite vivir la tensión entre el presente que es nuestra responsabilidad y el futuro que es nuestra esperanza. Para nosotros, nuestro fin, esperanza, horizonte está en Cristo. Él es nuestro modelo de humano, en él vemos nuestros deseos y anhelos más profundos.

En el evangelio de este domingo, Marcos nos muestra a Jesús hablando de lo que va a pasar en el final de los tiempos. Estas palabras corresponden al “discurso escatológico”. En ellas, que siguen a los anuncios la Pasión en los cuales Jesús no endulza nada el camino que va a vivir Él y por ende todo discípulo cristiano, encontramos una invitación a la esperanza en las luchas que vivimos en el seguimiento. El vivir como cristianos, nos exige una lucha, nos exige cuidar la presencia y los signos de Dios en nuestro mundo. El vivir como cristianos nos invita a una paciente y esperanzada perseverancia, de manera de ir manifestando con nuestras obras y palabras la acción cariñosa de Dios para el Mundo.

De esto nos habla la profecía de Daniel. En ella vemos un llamado a la esperanza del justo que Dios se manifestará a su pueblo. Esta esperanza, es la certeza de que pase lo que pase Dios no nos abandona. Y eso para nosotros cristianos del siglo XXI, que vivimos una fe en la intemperie, desprotegido de toda estructura y cultura dominante, que estamos llamados a vivir en una profunda amistad con Jesucristo, es la certeza más grande que tenemos. Dios no se muda, no nos deja a pesar de que no lo veamos. Él ha querido quedarse con nosotros. Nos ha dejado a Cristo como motivo más grande de la esperanza. Cristo como nos dice San Pablo de ha ofrecido como sacrificio y nos libró de todos nuestros pecados. En Él fuimos salvados y es el principal motivo de esperanza.

Este domingo, terminamos el año litúrgico y nos preparamos a renovar la esperanza. Ante un mundo en el cual, como vimos en estos días parece triunfar el mal, el bien triunfa. El mal, la muerte no tienen la última palabra. Que aunque la rama parezca seca, nacen las yemas y se pone tierna y cobra la vida. En Cristo, tenemos lo mejor de Dios para nosotros. De esta forma, miremos al futuro que el Señor nos promete, confiando en que nuestro fin y horizonte es la esperanza de lo que vendrá para vivir el presente que se nos regala.

 

Pedagogía Ignaciana: Cura Personalis

Tradicionalmente hemos comprendido la cura personalis como una característica del acompañamiento espiritual, y en ocasiones minimizamos la fuerza que tiene como elemento constitutivo de la formación y educación jesuíticas. Esta afirmación nos lleva a revisar el significado de la cura personalis en los procesos académicos.

La cura personalis surge en el contexto de los Ejercicios Espirituales y se manifiesta en el acto humano de “dar” y de “recibir”, un acto de transmisión y por lo mismo de recepción. Se establece una relación directa entre el que da los Ejercicios y el que los recibe, de tal manera que al llevarlos al aula retomamos dos actores: el Maestro y el Estudiante.

Para continuar con el paralelo entre los Ejercicios Espirituales y los procesos de formación integral del Colegio, se entiende que todo ejercitante (estudiante) requiere de acompañamiento personalizado ya que es una manera adecuada de crecer internamente. Para desarrollarnos necesitamos ayuda, y rehusarla es condenarse al estancamiento y la derrota.

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Fuente: FLACSI

Opinión – Frontera de dolor

La inaceptable crisis humanitaria de la frontera es también una crisis estructural. Muestra la necesidad de crear una región fronteriza que controle dinámicas perversas y fortalezca la comunidad de los pueblos vecinos.

Por: Francisco de Roux

Llegué a Cúcuta, camino de Mérida, en la madrugada del cierre. En el puente fronterizo vi el tremendo desconcierto humano y la perplejidad económica. La frontera son hogares, comunidades, empresas legales y negocios ilegales de toda clase. Regresé a Bogotá para volar a Caracas, y hacer 700 kilómetros hasta los Andes por una autopista sin peajes, y tanqueando gasolina por 3 bolívares, equivalentes a medio centavo de dólar al cambio de la calle; mientras me preguntaba quién pagará ese costo que se acumula por millones de dólares cada día en Venezuela. En el camino vi las colas y la desolación de los comercios vacíos, con excepción de la frutas al borde de carretera en Valencia. Seguí luego, por las redes sociales, la agresión a colombianos expulsados y el drama de los que huían por temor.

Fui a Venezuela a la experiencia que, en silencio profundo, hacemos los jesuitas durante 8 días cada año, en Ejercicios Espirituales, para buscar que nuestras vidas se orienten desde el sentido más profundo que encontramos en Dios.

Desde ese mismo espíritu, la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Venezuela, en solidaridad con expulsados, denunció el trato inhumano y pidió perdón, como venezolanos, por la vulneración de la dignidad de familias pobres colombianas. Los obispos de Cúcuta y San Cristóbal se reunieron para proteger a los pobladores; y el Servicio de Jesuitas para Refugiados, con Acnur y otras ONG, ha apoyado y complementado acciones gubernamentales de Colombia.

Cerrar la frontera y expulsar indiscriminadamente es una acción violenta, que no soluciona los tremendos problemas que allí se dan. En un territorio que mezcla lo legítimo con todas las formas de contrabando, donde la presencia de guerrilla y paramilitares colombianos, más la Guardia Nacional corrupta, contribuye a una tormenta perfecta. Tormenta que no podía ser calmada por la OEA, a cuyos miembros Maduro ha estado disciplinando con amedrentamientos e insultos.

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Francisco de Roux

Nosotros estamos contentos por la demanda de nuestros productos en Ecuador ante la depreciación del peso; pero los venezolanos, que realmente quieren a los varios millones de colombianos que viven adentro, rechazan con toda razón que los productos escasos, subsidiados por su gobierno, sean revendidos a precios mucho mayores en la frontera con Colombia, por bachaqueros que, por supuesto, hacen mercado negro en toda Venezuela.

No dudo de la intención que dio origen al chavismo ante un pueblo que reclamaba justicia con la renta petrolera. Pero la creciente centralización de todo el poder en el caudillo, el culto a la palabra infalible de Chávez, la corrupción de funcionarios y administradores públicos, en gran parte militares; la hiperinflación y la devaluación acelerada, y los miles de asesinatos en los barrios pobres, que nada tiene que ver con paramilitares, son “cosecha de una mala siembra”, como escribe el jesuita Luis Ugalde. Venezuela tenía un camino en la economía social de mercado que propone el pensamiento social de la Iglesia; o podía fundarse en los teóricos del socialismo de mercado, muy distinto al socialismo de Estado; pero declaró enemigo al mercado, destruyó la iniciativa privada y desbarató los estímulos, los incentivos, la banca de desarrollo y la política fiscal que necesitaba para avanzar humanamente, y terminó por destruir la producción nacional y la moneda.

La inaceptable crisis humanitaria de la frontera es también una crisis estructural, muestra la necesidad de crear una región fronteriza, con suficiente autonomía e institucionalidad propia, articulada con las soberanías nacionales, que controle dinámicas perversas y fortalezca la comunidad de los pueblos vecinos. Hacerlo requiere acuerdos bilaterales estatales complejos, que tenemos que promover aunque tengamos herida el alma.

Fuente: CPAL SJ

 

Reflexión del Evangelio, Domingo 8 de Noviembre

Evangelio según San Marcos 12, 38 – 44.

Jesús enseñaba a la multitud: “Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad”.

Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.

Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.

Por Franco Raspa SJ

Quizá sean pocos los momentos de la vida, en los cuales todos los seres humanos nos encontremos ante momentos de real indigencia. El nacimiento y la muerte pueden ser buenos ejemplos de ello. En el evangelio de este domingo, Jesús nos invita a adentrarnos en la hondura del misterio del ser humano.

El evangelista Marcos comienza describiendo cómo Jesús le enseña a la multitud a poner cuidado ante aquellas actitudes, que nos alejan del Señor y nos encierran más en nosotros mismos. Al hablar acerca de cómo proceden los escribas, Jesús no pretende atacar a estas personas, sino desnudar ante los ojos de la multitud la miseria del pecado, que nos ubica muchas veces por encima de nuestros hermanos. Haciéndonos creer que somos superiores a los demás.

Pero el Señor da un paso más, deseando ir a la raíz misma del pecado en el hombre. Ante la limosna, como invitación a una entrega totalmente gratuita, Jesús observa el proceder de dos tipos de personas. Una de ellas es rica, la otra, es una viuda. Recordemos que en tiempos de Jesucristo, las viudas, los pobres y los huérfanos, eran las personas más indigentes del pueblo.

Jesús primero observa como los ricos daban en abundancia, realizando una entrega generosa. El Señor lejos de despreciar la abundancia que los ricos pudiesen poseer, lo que desea descubrirles, es de qué manera esa propiedad que han ido logrando a lo largo de su vida, los ha ido alejando más y más de su Señor. No porque no sean generosos en la limosna, sino porque el hombre rico se ha apropiado tanto de sus riquezas, que es incapaz de dar de sí. Da de lo que ha acumulado, pero no da de su indigencia. El lamento de Jesús por los que se abrazan a sus riquezas, es porque ellas le han robado al hombre el abrazo de su Señor.

Jesús mismo, detiene la escena ante la presencia de la viuda, ella se acerca al lugar de la entrega, y ante ella, el Señor hace torcer la mirada de sus discípulos, haciéndola que se clave en la mujer indigente. Es ella la portadora del ejemplo que Jesús desea transmitir a aquellos, que están dispuestos a seguirlo. La viuda, envuelta en la indigencia por la cual llegamos al mundo, totalmente desnuda de propiedades y afecciones, pobre de entre los pobres, saca de sí misma todo lo que posee para vivir y lo hace donación. Ante ella Jesús se detiene y contempla, porque la pobre viuda, esta donándose a sí misma. No le queda más propiedad que su propia vida. Sin embargo, confiada solo en Dios, la entrega.

Abramos nuestro corazón al llamado de Jesús, que nos invita a salir de aquellos afectos que nos aprisionan el alma. No permitamos que las riquezas nos impidan la entrega gratuita al Señor de la vida. Volvamos la mirada al Señor, y preguntémosle ¿Señor en quiénes quieres que fije la mirada?