Agua del costado de Cristo, lávame

Desde sus orígenes, el cristianismo apostó por la bondad de lo material. Mientras otras sectas contemporáneas a él veían con ojos negativos o sospechosos lo que tenía que ver con el cuerpo y con lo físico, los cristianos defendían: «¡la materia es buena!» ¿Cómo no va a serlo, si el mismo centro de nuestra vida, el Hijo de Dios, quiso asumir la condición física de los demás hombres?

El agua es un elemento básico para la vida de todos, porque somos fundamentalmente agua. Físicamente, el agua que salió del costado es el agua que se encuentra en la pleura, junto al corazón. Por eso, cuando en el Alma de Cristo expresamos nuestro deseo de que el agua del costado de Cristo nos lave, no lo hacemos como sádicos puestos debajo de la Cruz, como si quisiéramos mojarnos realmente con lo que cae de Su cuerpo. No es, por tanto, algo que queramos tocar y ver, y dejarnos mojar físicamente. Es el deseo de entrar en comunión con el corazón de Jesús en el momento más doloroso de su vida: su Pasión. Así nos hacemos conscientes de que su muerte nos ha traído la salvación; no sus sufrimientos, como si a más dolor se diese más salvación, sino su amor entregado y atravesado, hasta las últimas consecuencias.

De este modo, cuando pedimos que esa agua nos lave no hacemos sino actualizar lo que ya había dicho Dios por sus profetas: «derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará». Es el amor de Dios, que, con el costado abierto, sigue siendo fuente (nunca mejor dicho) de algo nuevo, renovador y purificador a la vez. Además, la Iglesia vio desde el principio en ese costado abierto el origen de los sacramentos: el Bautismo (por el agua) y la Eucaristía (referencia a la sangre). Ese costado abierto, por tanto, se convierte no sólo en herida desde la que recibir, sino en puerta por la que entrar al corazón de Dios.

Rodrigo Sanz Ocaña, sj

Fuente: pastoralsj.org

Sangre del costado de Cristo, embriágame

En la Bahía de Cádiz, mi tierra, existen los vinos «generosos». Estos vinos toman ese nombre porque pasan por una elaboración sofisticada, con grandes esfuerzos de tiempo para lograr sacarles lo mejor de sí. Pero si no se tiene cuidado pueden subir más de la cuenta.

Los amigos de Jesús fueron testigos de un mensaje exigente y embriagador. ¿Qué pensarían ellos en las bodas de Caná cuando vieron las tinajas de agua transformadas en vino bueno? De hecho, este gesto del maestro logró prolongar la fiesta. Sin duda la gente que se quedó hasta el final pudo probar el mejor vino. Y no sólo quedarían contentos, sino saciados de algo más. Quizá no todos entendieron de lo que se trataba. Hoy como ayer hay que acoger la generosidad de Dios para poder recibir la alegría verdadera.

Sin embargo, a veces podemos sentir que la tinaja de nuestra vida está vacía o llena de incertidumbres. En el mundo de hoy no es difícil caer en cierto pesimismo, ya sea por divisiones tontas que hacemos (que incluso nos llevan a guerras), ya sea por las dificultades que nos toca vivir. En estos momentos, levanta tu mirada hacia la cruz y verás que Jesús puede llenar tu vida de esperanza: porque ¡él no se desentiende de ti!

Sabemos que la Cuaresma nos invita a preparar la fiesta de la Pascua.

Por eso pongamos atención en las personas que están a nuestro alrededor y nos dicen: «haced lo que él os diga». Llenemos nuestras tinajas de agua fresca ahogando todo aquello que nos quita la paz. Y confiemos que Jesús es capaz de ‘embriagar’ de amor todo aquello que hagamos. Pues la espera de Dios trasformará el agua de nuestras vidas en un vino generoso.

Iñigo Merello, sj

Fuente: pastoralsj.org

Cuerpo de Cristo, sálvame

Muchas veces voy a misa solo por costumbre, por hábito o simplemente porque cumplo un rol dentro de ella, ya sea en el coro, en la liturgia o en la participación con la comunidad a la que pertenezco. Esta parte de la oración del Anima Christi nos propone entrar en la profundidad de lo que significa comulgar. Es una oración devota, medieval, con un lenguaje que probablemente no entiendo o me cuesta acoger.

«Cuerpo de Cristo, sálvame» parece una súplica o una «orden» a Dios. Quizá desde la desesperación. Quizá desde la necesidad de salvación, es decir, de Vida (con mayúsculas), esa que sólo Él nos puede dar. De Vida plena y verdadera.

Recibir el cuerpo de Cristo, recibir en mi interior la carne de Jesús, no es solamente cumplir con un rito. Comulgar significa reconocer la necesidad que tenemos de que Él transforme nuestra vida. Que Su cuerpo en mi cuerpo sea una fuente de salvación. Es reconocer el deseo de vivir aquello que decía Pablo «no soy yo quien vive sino es Cristo que vive en mí» (Gál 2, 20).

Ser consciente de esto convierte el acto en una verdadera transformación interior. Es verdad, no es que siempre caigamos en la cuenta y seguramente lleva un camino que recorrer. Por eso tanto ayuda vivir con sentido el momento final de agradecimiento en la liturgia de la misa, entre la comunión y la conclusión. Ese instante que ya sea con silencio o con cantos podamos dialogar íntimamente con Aquel que acaba de unirse también físicamente conmigo.

Luis Arranz, sj

pastoralsj.org

 

Reflexión: ¿Necesitamos a la comunidad?

El que hay mucha gente que deja de ir a misa, o que no lo considera algo importante es un hecho. A veces, esto desemboca en la vivencia de un cristianismo individual (o a la propia medida), otras tantas, acaba en un alejamiento de la Iglesia y de Dios.

Estas personas no terminan de encontrar al Dios vivo en medio de los ritos, ni en la oración común. Les resultan aburridos, no le ven el sentido, les parece que no aportan nada a su fe. Se quedan en lo externo de todo ello y no son capaces de adentrarse en sus entrañas. Todo un reto para la transmisión de la fe a la próxima generación de cristianos.

¿Es necesario lo comunitario o podemos prescindir de esta parte institucional en aras de una espiritualidad más «libre» y «personal»? Algunos parecen tener claro que ni los sacramentos ni la comunidad cristiana son el camino.

Por novedoso que nos parezca, en realidad esta es la experiencia de los seguidores de Jesús en los primeros momentos de la Pascua. El Evangelio nos presenta a unos discípulos que abandonan la comunidad, puesto que ésta no puede aportarles ya nada. Muerto Jesús, no tiene sentido seguir rezando unidos como él había les enseñado. Si es que quedaba algo de su modo de vivir, podría realizarse en casa, en la vida de siempre. No tenían necesidad los unos de los otros. Después de tantos disgustos, de tanto aguantar el carácter y las manías de los otros, estaba visto que más bien se bastaban a sí mismos.

Pero el Evangelio también nos muestra que el encuentro con el Resucitado produce un cambio en sus vidas. Todos ellos vuelven a la comunidad, que se recompone al poner a Cristo de nuevo en medio, al repetir los gestos con los que él se hace presente, al orar juntos. El Resucitado les hace pasar de la autosuficiencia herida a la necesidad del Otro y de los otros. Y así, la comunidad se recompone con él en el centro.

¿No nos pasará a nosotros algo parecido? ¿No estaremos viviendo a veces una comunidad demasiado preocupada por sus propias heridas y carencias, que se repliega sobre si misma en lugar de abrirse al Resucitado? ¿No estaremos demasiado centrados en nuestra individualidad y sentimiento? Quizá es momento de empezar a buscar de nuevo, o mejor aún, de volver a los sitios donde prometió estar y manifestarse, para dejarnos encontrar por él.

Dani Cuesta SJ

Fuente: pastoralsj.org

Alma de Cristo, santifícame…

En mitad del silencio de una capilla preguntándole al Señor qué me decía a mí esto de Alma de Cristo, santifícame, una notificación saltaba en mi celular. ¡Qué vértigo ser el primero! ¿Quién soy yo para hablar de santidad? Yo, que había dejado de mirar al sagrario para atender al mensaje que me esperaba al otro lado de la pantalla.

Sin duda, el estar delante del Señor era mucho más interesante que el wasap que estaba leyendo. Al ser consciente, guardé mi celular, volví a mirar al sagrario y repetí: Alma de Cristo, santifícame. ¡Lo que estaba haciendo era una petición! El centro de la ecuación no era yo. Por suerte, mi distracción me había colocado en mi lugar de hijo.

Al contemplar la vida de Jesús nos desconcierta su modo de actuar con los demás. ¿Por qué eligió a Judas como uno de los doce si sabía que le iba a traicionar? El padre Arrupe decía: «el ideal de nuestro modo de proceder es el modo de proceder Tuyo». Es decir, que esta santidad a la que soy llamado sólo cobra sentido en la Santidad de Cristo. Pero, ¿acaso soy capaz de vivir como Tú lo haces?

En la lucha insaciable por la perfección y el vivir controlando las circunstancias acabo descubriendo que la santidad no son méritos a conquistar. Más bien, el fruto de una amistad y abandono en Él, que va dando forma a mi identidad como Pedro. No el que lucha por ser un don nadie, sino el que realmente quiere parecerse a Jesús de Nazaret.

De repente el vértigo se desvanece. Frente a un mundo que me invita a hacerme a mí mismo, Jesús me propone la santidad: el ser hecho por Otro, por el Alma de Cristo. ¡Qué tranquilidad!

Pedro González Fernández

Fuente: pastoralsj.org

P. Rafael Velasco SJ: Saludo de Semana Santa

A TODA LA PROVINCIA

La Semana Santa se nos ofrece como un tiempo de Gracia. Es tiempo para salir de nosotros mismos, para aprender la entrega generosa y humilde de Jesús que “renunciando al gozo que se le ofrecía soportó la ignominia…” (Heb 12,2). Tiempo particular para aprender a sentir con Él y vivir el sacramento de la Entrega (Eucaristía) y del Servicio (Lavatorio de los pies).

Por lo general, en Semana Santa tratamos de acompañar al Pueblo de Dios en sus celebraciones. Por eso es un buen tiempo para descentrarnos, para dejar de lado nuestras pequeñeces cotidianas y salir de nosotros, salir de los propios dolores, de las propias miserias, y tratar de ponernos en el lugar de otros que sufren y se acercan a las celebraciones de Semana Santa -con sus cruces a cuestas- en busca de esa comunión con el Cristo sufriente, y de experimentar algo de la Luz del Resucitado. Se suele acercar mucha gente que carga con vidas duras, biografías pesadas, rutinas desesperantes… Ojalá tengamos tiempo para la escucha sentida, para predicar la Palabra, para celebrar con esas personas la muerte y la Vida del Hijo de Dios.

Que en esta Semana Santa, cada uno particularmente, y todos como cuerpo apostólico de compañeros de Jesús, aprendamos a morir un poco -a lo que Él quiera- para resucitar a Su Amor que se manifiesta en el servicio humilde y cariñoso a las personas que nos son encomendadas.

Que tengamos una buena Semana Santa y una Feliz Pascua.
Dios los bendiga.

Fraternalmente,

Rafael Velasco SJ – Provincial

10 años de Francisco: “Padre Jorge”

Compartimos una nueva reflexión personal tomada de la serie testimonial publicada por la Curia General con ocasión de los 10 años de pontificado del Papa Francisco.

Padre Renzo De Luca SJ, es un jesuita argentino que actualmente es el Provincial de Japón. Al inicio de su vida en la Compañía de Jesús, Jorge Bergoglio era su superior. Su testimonio es la reflexión de hoy sobre los 10 años del Papado de Francisco.

Conocí por primera vez a nuestro Papa Francisco cuando entré a la Sociedad en Argentina. Durante mis casi 3 años allí, el “Padre Jorge” fue mi Rector y vivíamos en la misma casa. Desde el principio, todos quedamos asombrados con su creatividad y su forma multifacética de liderar. Podía dar una conferencia, cocinar para todos nosotros o, de repente, organizar un equipo de rescate cuando una emergencia golpeaba el vecindario. Recuerdo su buen sentido del humor y su ingenioso uso de la ironía para transmitir las lecciones y máximas que quería que aprendiéramos.

Aunque no era el Provincial en ese momento, fue quien más me animó a ser misionero en Japón. Lo recuerdo diciéndonos que en su generación no se les dio la oportunidad de ser misioneros y entonces, ya que tuvimos esta oportunidad, debemos verla como un regalo del Señor. Me alegro de haber seguido ese consejo.

A pesar de su apretada agenda, siempre se mantuvo en contacto y nos animó en nuestra misión. Nos sorprendió bastante cuando se convirtió en obispo y posteriormente en Papa Francisco. Cuando visitó Japón, tuve el privilegio de compartir un tiempo con él, y siento que todavía tiene el mismo espíritu de enseñanza que tenía hace 40 años. Su forma de hablar sigue siendo informal y amigable, por lo que es tan fácil hablar con él como con un amigo o familiar. Oro para que el Señor lo siga bendiciendo y guiando.

Fuente: jesuits.global/es

10 años de Francisco: Compasión y ternura

La Curia General en Roma ha presentado una serie de reflexiones personales con motivo de la celebración del décimo aniversario de pontificado del Papa Francisco. Compartimos aquí un testimonio que destaca la compasión y la ternura como el modo primero de Francisco.

Por Padre Martin Ngo SJ, miembro de la Provincia Oeste de los Estados Unidos

Al estrechar la mano del Papa Francisco, lo que más me sorprende es su ternura en acción.

Rebobinar.

Era el verano de 2019 y estaba haciendo una pasantía en la oficina de comunicaciones de la Curia Jesuita en Roma. Una tarde, se corrió la voz de que habría una visita papal discreta. No hace falta decir que nada papal es discreto. Avance rápido, mi jefe jesuita para el verano y yo estamos armados con cámaras réflex digitales esperando que nuestro hermano jesuita convertido en líder mundial de la Iglesia llegue al punto de encuentro de la comunidad para cubrir una visita de dos horas. Ya estoy a punto de sudar balas. Llega el Papa Francisco, sale del coche de seguridad, chasquido, chasquido, chasquido, chasquido, pero luego nos detenemos. El Santo Padre nos mira directamente. Él está caminando hacia nosotros. Miro a mi supervisor jesuita como, «¿Qué hacemos?» a lo que la respuesta natural fue: “ Salúdalo.” Jajaja. Con una mirada amable y una cálida sonrisa a juego con su apretón de manos, saludó a todos los presentes. Reconoce a todos con ternura. Esto proviene de un núcleo de profunda compasión por los demás y el mundo en que vivimos.

Un hombre dedicado al cuidado de la creación, sirviendo a los marginados y vulnerables, el Papa Francisco se ha pronunciado en contra de la injusticia ecológica, la pobreza, la desigualdad y la discriminación, y ha instado a las personas a dejar de lado sus diferencias y trabajar juntas por el bien común. Claro, como muchos, tengo fuertes sentimientos sobre el entorno actual que rodea ciertos temas en nuestra Iglesia: el papel de las mujeres en la Iglesia, la acogida de las comunidades LGBTQ. Aún así, vivo con la esperanza del compromiso continuo de nuestro líder con el diálogo y la reconciliación, por imperfecta que sea nuestra Iglesia.

Gracias Papa Francisco por sostener el estandarte de Cristo en la forma en que has sido llamado. Continuaremos orando por ti tal como nos pediste en tu primer día de trabajo detrás de un balcón sobre la Plaza de San Pedro.

Lee más testimonios aquí www.jesuits.global/es

La experiencia del Mes Arrupe como tiempo de gracia

El Mes Arrupe, experiencia que dispone para el final de los estudios de teología, se celebró entre mediados de diciembre y enero pasados en el Centro Loyola de El Salvador.

A las propuestas formativas, acompañadas entre otros por Luis Valdez Castellanos sj (MEX), Miguel Martins sj (BRA), y Uriel Salas sj (COL), los participantes tuvieron ocasión de visitar los lugares de los mártires de la UCA, Rutilio Grande y Mons. Oscar Romero.

Cristian Marín, -quien junto con Agustín Borba y Ernesto Miguens, participó de las propuestas de formación, espiritualidad, talleres y Ejercicios Espirituales, nos comenta su experiencia.

El Mes Arrupe comenzó el 18 de diciembre de 2022, ese día fue denominado «Messi» Arrupe (como lo llamó un compañero uruguayo) con un momento grande de alegría en que los argentinos nos sentimos acompañados por los compañeros de otros países que apenas comenzábamos a conocer.

Más allá de este comienzo auspicioso, todo el Mes Arrupe se caracterizó, desde mi perspectiva, por ser un tiempo de reencuentro con compañeros de generación con quienes actualizamos sentires espirituales y de los otros.

El Mes fue también, encontrar y conocer compañeros de otras provincias que desandan el mismo camino de búsqueda por cumplir la voluntad del Señor en esta «mínima compañía». Escuchar sus experiencias, sus luchas, su visión de Iglesia y de la Compañía y, sobre todo, escuchar cómo el Espíritu del Resucitado va obrando en ellos siempre es fuente para el propio espíritu.

Por último, en todo lo charlado, estudiado, rezado, compartido, el Mes Arrupe fue tiempo del Encuentro (con mayúscula) con el Señor que nos anima a continuar y que pone en nuestros corazones el deseo de ser buenos sacerdotes (este fue el sentir de todos los que participamos). También, el deseo de compartir el sacerdocio común con el Pueblo de Dios colaborando con el servicio nuestro futuro ministerio, acompañando, buscando contagiar lo que vamos viviendo en nuestra experiencia de vínculo con el Señor.

Verdaderamente agradecido por esta experiencia que propone la Compañía en mi formación.

El Mes Arrupe ha sido pues un tiempo de alegría, de encuentros, reencuentros y, sobre todo, de Encuentro con el «sumo capitán y Señor nuestro».

Mons. Jacinto Vera será beato

Mediante un mensaje oficial, los obispos de Uruguay comunicaron que el papa Francisco aprobó un milagro obtenido por la intercesión del Venerable Mons. Jacinto Vera, primer obispo uruguayo, lo que habilita su próxima beatificación.

«Misionero y apóstol de la ciudad y la campaña, recorrió tres veces todo el país. Socorrió a los heridos de las guerras civiles y encabezó misiones de paz. Padre de los pobres, amigo de sus sacerdotes, fue promotor del compromiso de los cristianos laicos en la vida de la sociedad de la época. Promovió la educación y la prensa católica. Fundó el seminario para la formación de los sacerdotes. Promovió la llegada de numerosas congregaciones religiosas a nuestras tierras, para servir a nuestra gente (vascos, salesianos, salesianas, dominicas, vicentinas, capuchinos, jesuitas, entre otros).» 

El milagro

El milagro reconocido por el papa Francisco es la curación rápida, duradera y completa de una niña de 14 años ocurrida el 8 de octubre de 1936. La niña se llamaba María del Carmen Artagaveytia Usher, hija del Dr. Mario Artagaveytia, reconocido médico cirujano, y de Renée Usher. Después de una operación de apendicitis sufrió una infección que se fue agravando hasta llegar a una situación desesperada. Los mejores médicos de la época la atendieron, recordemos que no existía aún la penicilina. La niña sufría fuertes dolores.

Un tío, Rafael Algorta Camusso, le lleva una estampa con una reliquia del siervo de Dios Jacinto Vera y le pide a la niña que se la aplique a la herida y que tanto ella como su familia recen con toda confianza por la intercesión del siervo de Dios. Esa misma noche cesan los dolores, se acaba la fiebre y a la mañana siguiente la niña se sentía completamente bien. La curación fue rápida y completa, científicamente inexplicable, comprobada por su padre y por el médico que la atendía el Dr. García Lagos. María del Carmen Artagaveytia vivió hasta los 89 años, falleciendo en 2010.

Conoce más aquí: icm.org.uy