Reflexión del Evangelio – Domingo 24 de Marzo

Evangelio según San Lucas 13, 1-9

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?’. Pero él respondió: ‘Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás’”.

Reflexión del Evangelio – Por Oscar Freites SJ 

El evangelio de este domingo comienza con el comentario de dos hechos trágicos, que al parecer habían suscitado diversas valoraciones en tiempos de Jesús. Pues, ante las tragedias surgen muchas preguntas, y también numerosos juicios. Podemos imaginar a aquellas personas comentando: ¿Por qué les habrá sucedido eso?, ¿qué mal habrán hecho para merecer tales desgracias?, ¿por qué Dios los castigó de tal manera?, ¿qué pecados habrán cometido para merecer tamaño castigo? Desencarnados juicios de espectadores que apuran conclusiones y distorsionan realidades.

Debemos comprender que, por aquellos tiempos era muy común vincular las tragedias, las enfermedades y los sufrimientos con represalias divinas a causa del pecado personal o del pecado de algún antepasado. Jesús, enseguida capta la intencionalidad que se esconde detrás de estos comentarios: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?” Mas aún, ¿Creen ustedes que Dios ha permitido estas desgracias para castigar los pecados de esta gente?… “Les aseguro que no.”

Por ello, en este tercer domingo de Cuaresma Jesús viene a asegurarnos que así no es Dios, que así no funciona la dinámica de su Amor y que así no es camino de su Reino.

El Dios de Jesús, es el Dios de las segundas oportunidades, el Dios de la relación personal, el Dios que sabe trabajar la tierra. Pero a este Dios solamente lo podemos comprender si abandonamos aquella posición de espectadores, para convertirnos en protagonista dentro de su relación de Amor. Lo mismo sucede con la realidad del pecado, sólo comprenderemos su dinámica si nos reconocemos pecadores, y lo dejamos de contemplar como una realidad abstracta que acontece en mí y fuera mí. De allí, la insistente invitación a la conversión de este domingo. Por dos veces se nos dice: “Si ustedes no se convierten”. Si ustedes no comienzan a vivir bajo la dinámica del Reino; si ustedes no comienzan a existir en Cristo, por Cristo y para Cristo. Porque de eso de trata la conversióncomenzar a experimentar que me puedo relacionar con Dios tal como Jesús se relaciona con Él. Comenzar a sentirme tan hijo de Dios como Jesús es Hijo. Comenzar a experimentar que Dios está tan presente en mi vida como está presente en la vida de Jesús. Comenzar a vivir como pecadores perdonados.

Pero quizás ya llevo muchas cuaresmas buscando experimentar este tipo de relación con Dios, y todavía no ha pasado nada. Quizás “hace tres años que vengo buscando” y no pasa nada. Quizás ya me he desanidado tanto que quiero cortar de raíz esta relación, para que no siga ocupando un importante espacio de mi vida. Pero en este domingo el Evangelio nos dice: para no la cortes; date una cuaresma más, un año más, para remover la tierra, para abonar el vínculo.

Deja que en este tiempo de Cuaresma Jesús venga a remover tu tierra, venga a podar tus ramas, venga a abonar tu vínculo con Dios. Déjate remover profundamente por ese Dios que es amor y per-DON. Deja que en esta Cuaresma Dios venga a relacionarse tan íntimamente contigo, al punto tal que tus relaciones, tus proyectos, tus retos y tus esperanzas se conviertan en sus relaciones, sus proyectos, sus retos y sus esperanzas. Más aún para que surealidad llegue a convertirse en tu realidad.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Discernimiento Espiritual Comunitario Parte V: Otros requisitos

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema.

 Por Hermann Rodríguez SJ 

Es importante que se tenga claro, desde el comienzo, a qué tipo de reunión se va, si se trata de una comunicación mutua para crear las condiciones necesarias para la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios, o si es una consulta o un proceso de discernimiento en común. Esta condición coincidiría con la actitud que recomienda san Ignacio en la segunda adición de la segunda semana de EE (Cfr. EE 74) y que recoge también en la tercera semana (Cfr. EE 206) y en la primera manera de orar:

“antes de entrar en la oración repose un poco el spíritu asentándose o paseándose, como mejor le parescerá, considerando a dónde voy y a qué; y esta misma adición se hará al principio de todos modos de orar” (EE 239).

En esta misma línea, no sólo hay que tener claro con anterioridad el tipo de reunión, a dónde se va, sino también es importante fijar muy bien el tema y los límites, más o menos amplios de la búsqueda comunitaria, y a qué. Todos los participantes deben contar además con información suficiente sobre el asunto que se va a tratar. Esto supone que antes de la reunión, o durante el mismo proceso, se debe hacer un análisis cuidadoso de la situación que se está estudiando, teniendo en cuenta todos los factores que influyen en ella. Con personas no informadas, es imposible hacer discernimiento.

Por otra parte, es importante que el tema o el problema sobre el cual se quiere discernir comunitariamente se haya podido formular muy bien en una pregunta. Ésta debe ser precisa, no amplia, ni vaga. En muchos casos se puede tratar de una disyuntiva simple: o esto, o aquello. Es normal que una pregunta lleve a otra, pero habrá que tratarlas en orden, e irlas respondiendo una a una, dentro del proceso de búsqueda.

Debe ser una pregunta que todos entiendan; habrá que asegurarse que todos la han entendido efectivamente y no suponerlo, pues muchas veces se entienden distintas cosas con las mismas palabras; esto no sólo ayudará a concretar la pregunta sino también a motivar el interés de todos.

Por último, la pregunta debe ser propia de un discernimiento espiritual, es decir, que no sea sobre temas o problemas ya definidos y que no son competencia de una comunidad determinada, como sería el caso de una pregunta sobre la conveniencia de cambiar algo sustantivo del Instituto, del ámbito teológico, o de la disciplina religiosa propia de una Orden. Lo que se pregunta debe estar dentro de los límites de la competencia del Superior competente, que puede ser un sujeto particular o un sujeto colectivo que puede llegar a una decisión final a través de una mayoría derminada por la misma comunidad al comenzar el proceso. También, deben excluirse discusiones de orden puramente ideológico.

Otra condición fundamental en este proceso de discernimiento comunitario es el tiempo. Hay que dar tiempo para que cada participante pueda completar sus informaciones debidamente, y para orar y encomendar ante Dios, en su oración, el problema que se está discerniendo. A veces, el tiempo debe ser indefinido, en la medida en que la comunidad sabe cuándo comienza, pero no cuándo va a estar maduro el proceso para que el superior competente tome la decisión. Este factor tiene relación con lo que san Ignacio señala en la anotación 4ª. sobre el tiempo que toman cada una de las cuatro semanas de los EE:

«Porque como acaece que en la primera semana unos son más tardos para hallar lo que buscan, es a saber, contrición, dolor, lágrimas por sus pecados; asimismo como unos sean más diligentes que otros, y más agitados o probados de diversos espíritus; requiérese algunas veces acortar la semana, y otras veces alargarla, y así en todas las otras semanas siguientes, buscando las cosas según la materia subiecta” (EE 4).

Este criterio debe guiar también la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios en el discernimiento espiritual comunitario; no hay tiempos fijos y predeterminados para alcanzar una gracia; hay que estar abiertos y trabajar diligentemente, pero saber esperar el don que sólo Dios puede ofrecer. También se habla de distintos tiempos en las anotaciones 19 y 20 (EE 19 y 20). Estas anotaciones, traducidas al proceso comunitario, sugieren formas distintas de trabajar, ya sea con una dedicación plena, al que es más desembarazado y que en todo lo possible desea aprovechar… (EE 20), en medio de la vida ordinaria, al que estuviere embarazado en cosas públicas o negocios… (EE 19) o en etapas sucesivas de momentos intensos.

Dentro de la lista de condiciones habrá que añadir también la presencia del superior competente y de alguien que conduzca el proceso en calidad de animador espiritual, permitiendo que cada uno haga sus aportaciones con respeto y dando el verdadero sentido espiritual a la reunión. Esta segunda función podrá ser cumplida por el superior, pero no necesariamente se deben identificar estos servicios. Dentro de las funciones propias del superior, estará el tomar la decisión final, una vez la comunidad haya vivido el proceso de búsqueda comunitaria. También ayudará a crecer en comunicación, creando el ambiente comunitario propicio para la sinceridad y la fraternidad necesaria, que ya hemos señalado más arriba. Unido a lo anterior, es función propia del superior mantener la comunión entre los miembros de toda la comunidad, de éstos con las otras comunidades de la Compañía y con la Iglesia en general.

Sobre las funciones del animador espiritual podríamos señalar, en primer lugar, el observar el proceso espiritual de la comunidad y el de cada uno de los miembros, en la medida en que influyen en el de la comunidad. Ayudará también a clarificar dicho proceso en los momentos de confusión y oscuridad, o en los momentos de euforia y consolación. Para esto puede comentar, en un momento determinado, las reglas de discernimiento ignacianas, de acuerdo a la situación que vive el grupo.

Aquí también se establece un paralelo claro entre el proceso de discernimiento comunitario y los EE. No se puede hacer discernimiento espiritual, ya sea personal o comunitario, sin la confrontación y el acompañamiento de alguien versado en las cosas del Espíritu, que sirva de referencia a la persona o a la comunidad que se empeña en esta clase de ejercicios espirituales. Por ejemplo, si no aparecen diversas mociones, el animador deberá preguntar a la comunidad sobre los ejercicios personales y grupales que están haciendo (Cfr. EE 6); si la comunidad está desolada o tentada o viviendo un momento de mucha consolación, el animador orientará el camino para continuar la búsqueda (Cfr. EE 7, 12, 13 y 14); el animador ayudará a diagnosticar el momento espiritual que vive la comunidad y le ofrecerá la ayuda que necesite (Cfr. EE 9 y 10); en los momentos en los que la comunidad se va acercando a una toma de posición, el animador, o acompañante espiritual del proceso de discernimiento espiritual comunitario, no debe mover a la comunidad hacia ninguna de las opciones, ni inclinarse con su opinión hacia un lado u otro, “mas estando en medio como un peso, dexe inmediate obrar al Criador con la criatura y a la criatura con su Criador y Señor” (EE 15).

El animador espiritual debe pedir a todos los miembros de la comunidad que manifiesten con libertad y claridad, ante los demás, las “varias agitaciones y pensamientos que los varios spíritus” (EE 17) les traen; este será el material más importante de la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios. Pero hay que tener muy presente, también, que el animador no debe “pedir ni saber los propios pensamientos ni pecados” (Ibíd.) de cada uno, ni puede pedir que se manifiesten en el seno de la comunidad. En otros términos, la expresión de la interioridad de cada uno de los participantes no es necesaria para el discernimiento comunitario, ni mucho menos la manifestación del pecado personal.

 Fuente: Jesuitas Latinoamérica 

Discernimiento Espiritual Comunitario Parte IV: Condiciones comunitarias

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Generalmente, las comunidades que se proponen hacer un discernimiento comunitario se interesan por las condiciones que hacen posible este ejercicio espiritual. Se busca aclarar primero la posibilidad teórica de esta práctica y los pasos concretos de un método lo más claro y definido posible. Sin embargo, la mayor dificultad no está en los aspectos teóricos, ni aún en los aspectos prácticos, estrictamente hablando; el mayor problema está en las deficiencias de la vida de comunidad. El estilo de vida de las comunidades debe favorecer la comunicación y la creación de un sujeto comunitario. Es en esta dinámica, capaz de crear un nosotros, y no en la simple yuxtaposición de los miembros, donde se debe buscar la voluntad de Dios.

Esta construcción del sujeto comunitario, ocupa el primer lugar en el camino del discernimiento compartido; se trata de crear una auténtica comunión entre los miembros del grupo; comunión que supone, tanto el momento de la unidad alrededor de un mismo objetivo o fin, como el momento del reconocimiento de las diferencias:

“La Comunidad que desea discernir debe estar unida de antemano por una vocación común, y tener la convicción de que todos los miembros adhieren a la línea de pensamiento o acción desde la que se desea iniciar el discernimiento. Este acuerdo no implica presuponer al inicio cuál será el resultado final del proceso. Sino que las diversas tensiones que operan dentro de la comunidad  pueden resolverse mediante una solución en la que convergen el dinamismo religioso y la creatividad apostólica. El acuerdo básico (del que no hay que apresurarse a creer que ha sido alcanzado) presupone que el objeto de discernimiento ha sido elegido, que la comunidad está determinada a abrirse a lo que sea que Dios quiera comunicar, directamente o a través de otros, es decir, deseando aceptar cualquier cosa manifestada en sí misma dentro de la comunidad y por la  comunidad como algo que viene del Señor.”

No podemos suponer, demasiado pronto, la existencia de esta condición previa en una comunidad. Añade aquí Dumeige algunas señales que permiten reconocer esta comunión básica: cuando el objeto del discernimiento ha sido ya escogido; cuando la comunidad está dispuesta a abrirse a lo que Dios quiera manifestarles directamente, o a través de los demás miembros, y a reconocer en ello la voluntad del Señor. Otros comentaristas del discernimiento comunitario también insisten en esta condición inicial[21]. Este principio cumple, en el discernimiento espiritual comunitario, la función que cumple el Principio y Fundamento en los EE. Es el centro desde el cual brota la vida y el sentido de toda la búsqueda de la voluntad de Dios. Si este principio no está bien colocado y definido, será imposible intentar una búsqueda común de la voluntad de Dios.

La experiencia de comunión alrededor del fin último que orienta la búsqueda de la comunidad, deberá crear condiciones de comunicación suficientes para iniciar el proceso. Se requiere un clima de confianza recíproca que, evidentemente, no se puede improvisar ni mucho menos imponer. Este clima de comunicación mutua está hecho de factores imponderables, de disposiciones de ánimo y de buena voluntad:

“El clima ideal para el Discernimiento en común es el de la amistad sincera, y tal amistad tampoco puede alcanzarse de la noche a la mañana. El recreo en común, en el caso de las comunidades religiosas, la participación en los descansos extraordinarios, la asistencia a ciertos actos de comunidad no obligatorios, la renuncia parcial a los propios planes, el sacrificio del tiempo programado individualmente, en una palabra todo lo que signifique preferir las personas a las obras, los intereses comunitarios a los particulares, forma parte de las precondiciones del Discernimiento en común».

Estas disposiciones son formas exquisitas de caridad que no siempre encuentran una expresión verbal, pero que sí se perciben en el ambiente y son capaces de crear las condiciones necesarias de una comunicación profunda entre los miembros de una comunidad. El silencio y la palabra son dos elementos indispensables en el proceso de la comunicación:

“En el interior del diálogo el hecho de callarse es tan significativo como el hecho de hablar. Por esta causa los evangelios señalan con toda claridad la diferencia entre el silencio que está siempre lleno de sentido y el mutismo –es decir, el hecho de ser mudo– que carece de todo significado».

De este modo, es fundamental tener en cuenta, en el diálogo y la comunicación al interior de una comunidad, no sólo las palabras y opiniones que se expresan verbalmente, sino también los silencios que son, a su manera, una palabra que hay que saber escuchar e interpretar.

Como lo habíamos mencionado más arriba, la comunión supone, también, el momento del reconocimiento de las diferencias existentes entre los miembros de la comunidad. Querer borrar la tensión que existe entre lo diferente es querer matar a la misma comunidad. Esta tensión, evidentemente, en niveles soportables, es la que mantiene vivo el cuerpo y le permite buscar una solución a sus problemas. La psicología reconoce que es precisamente la angustia del enfermo la que le puede llevar a su curación. Esto es, precisamente, lo que hace el discernimiento espiritual comunitario: no deja a la comunidad en la quietud y en el letargo estéril, sino que la mueve, la angustia, la inquieta por dentro, y la dispone en una actitud de búsqueda para que encuentre salidas a sus problemas y pueda crecer.

En este sentido, cada uno de los miembros del grupo debe sentirse reconocido en su vocación particular. Sólo así, la decisión final incluirá a todos y cada uno de los miembros, creando una comunión que no pasa por encima de la vocación de ninguno:

«(…) hay que cerciorarse de que se dan las condiciones necesarias para que sea reconocida por el grupo la vocación de cada uno. Cada uno es llamado por su nombre, según lo que él es y según la gracia que se le da, a participar en la realización de ese plan universal de Dios. Así pues, aunque se trata de tomar una decisión comunitaria, tal decisión en ningún caso deberá ir contra la vocación personal de cada uno. ¿Qué se debe hacer para que cada uno se reconozca a sí mismo en la decisión común? Hay una respuesta teórica a esta pregunta: que desde el comienzo mismo se reconozca a cada cual por lo que es en la comunidad y que la comunidad se considere responsable de cada uno de sus miembros».

Lo que Dhôtel llama decisión comunitaria, no debe entenderse en principio, como un acuerdo al que se llega finalmente por mayoría de votos. El discernimiento espiritual comunitario, lo hemos repetido suficientemente, no desconoce el papel del Superior competente que debe tomar la última decisión, sí teniendo en cuenta el camino recorrido, pero con la independencia y responsabilidad propia de su servicio de autoridad. De modo que la aceptación, desde un comienzo, de esta forma concreta de llegar a la definición del discernimiento en común, deberá hacer parte de las condiciones que requiere la comunidad que se ejercita en la búsqueda de la voluntad de Dios. La comunidad debe dar un cheque en blanco al Espíritu Santo antes de comenzar el discernimiento y confiar en la honestidad del que desempeña el servicio de la autoridad, comprometiéndose de antemano con cualquier cosa que llegue a decidirse.

Resumiendo las condiciones comunitarias, podíamos decir que tendría que haber unidad en el fin y diversidad en los medios; unidad en lo que el grupo busca en último término y diversidad en los medios que consideran los que más y mejor los van conduciendo a alcanzar ese fin. Sin lo primero, se haría imposible un camino de comunicación y de acuerdo en los términos; sin lo segundo, no habría, propiamente hablando, necesidad de un discernimiento, pues habría consenso en la forma de solucionar un problema o una pregunta dada.

 Fuente: Jesuitas Latinoamérica 

Reflexión del Evangelio – Domingo 17 de Marzo

Evangelio según San Lucas 9, 28-36

 Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.

Por Fabio Solti SJ

 En este segundo domingo de cuaresma (tiempo de volcar la vista al Señor), la liturgia nos propone meditar la Transfiguración.

 Jesús pide a sus amigos que lo acompañen al monte. Él ya tiene determinado el “para que”: Jesús se transfigura en oración y hace parte de esa trasfiguración a sus amigos que lo acompañan también “para rezar”.

 Durante la oración, nos dice el evangelio, el rostro de Jesús cambia y sus vestiduras brillan, lo que nos habla de la manifestación de su condición divina.

 Aparecen luego dos personajes: Moisés es representativo de la Ley, la Torá del Antiguo Testamento, que regía la vida del pueblo judío y Elías es representativo de los profetas en general. Podemos decir entonces que la manifestación de esos dos personajes, hablando con Jesús, nos dice respecto a cómo toda la Antigua Alianza ahora mira hacia Jesús. Así, la antigua alianza, converge en Nueva Alianza: La nueva y definitiva alianza que nos propone con Jesús, Dios Padre.

 En su oración Jesús acepta la misión del Padre, acepta ir a Jerusalén, con la certeza de lo que ahí va a ocurrirle, pero con la confianza en que adhiriendo a la voluntad del Padre la Humanidad estará salvada. Jesús no se evade en la oración.

 La verdadera oración consiste en intentar buscar y hallar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Rezar es incluir a la realidad en la “conversa” que tenemos con Dios en intimidad para asumirla con más responsabilidad. Es decir que, transfigurados en la oración, podemos también transfigurar la realidad, confiando siempre en el amor fiel e inagotable del Señor.

 Por otro lado, tenemos las imágenes de los apóstoles pidiendo a Jesús quedarse en esa “comodidad”. Esta sería una actitud errónea con la cual podemos entender una “oración”: evadirse de la realidad en la búsqueda de un momento intimista para encontrar una especie de paz pasajera o “comodidad” pasajera. Es muy interesante, que cuando los apóstoles piden quedarse “cómodos” aparece la voz del Padre que los invita a “escuchar” a Jesús.

 Es escuchando a Jesús, en intimidad, que vamos a poder mudar la realidad de pecado que encontramos en nuestra habitualidad. Es mirando a Jesús, nueva alianza, que vamos a poder responder con determinación a la invitación de continuar con su trabajo: denunciar las injusticias y anunciar y construir un mundo de equidad.

 Nosotros también podemos subir con Jesús a la “montaña de la oración”, para “CON ÉL” transfigurarnos y bajar para ser Iglesia que evangeliza anunciando su Palabra y poniéndola en práctica.

 Que este tiempo de cuaresma sea propicio para eso: volver a Jesús y dejar su marca.

 ¡Volemos alto!

 ¡Así sea!

Fuente: Red Juvenil Ignaciana 

Discernimiento Espiritual Comunitario Parte III: Condiciones personales

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Cada uno de los miembros de una comunidad, o grupo, que pretenda embarcarse en la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios, a través de un proceso de discernimiento espiritual comunitario, debe vivir una auténtica experiencia de Dios; sentir a Dios como su Creador y Salvador, aquí y ahora. Sentir a Dios trabajando en su interior y en la realidad que lo rodea. Esta experiencia de Dios, que crea y salva en un mismo movimiento, debe llevar a los miembros de la comunidad que discierne, a una expresión y comunicación de la propia experiencia. El discernimiento espiritual no puede prescindir de este impulso divino, que lleva a las personas a salir de sí mismas, para trascenderse en el otro y encontrar, en este camino de vaciamiento que Dios escogió para revelarse a los hombres, la voluntad salvífica de Dios para cada uno en particular y para la comunidad en su conjunto.

Por otra parte, es necesario que estén superadas, o no existan, posiciones adquiridas y fijadas. El que se acerca al discernimiento compartido tiene que esforzarse por lograr una indiferencia auténticamente ignaciana, que le permita colocarse ante las alternativas de la búsqueda con una verdadera disponibilidad confiada en la novedad permanente de la Palabra de Dios, que se va manifestando a los hombres en cada paso del camino. Sin embargo, no es indispensable que todos hayan ya logrado una indiferencia plena:

«Pero no es necesario que todos los componentes del grupo la tenga ya conseguida desde el principio. Cada cual puede tener sus preferencias, y tendrá ocasión de manifestarlas. En la deliberación, la indiferencia consiste en aceptar que las preferencias personales se sometan a la decisión final. El método mismo del discernimiento comunitario, según vaya desarrollándose, colocará a cada uno de los componentes del grupo y al grupo entero en la actitud de indiferencia».

La indiferencia supone la disposición sincera de acoger la decisión final del superior competente, como la manifestación clara de la voluntad de Dios. Poco a poco, se irá alcanzando esta actitud tan necesaria para cualquier búsqueda, ya sea personal o comunitaria. Puede hablarse, también, de una actitud de pobreza y apertura confiada ante lo que Dios quiere manifestar a través del proceso comunitario. Discernir es ver, y cuanto más despejado esté el cristal de nuestros lentes, de la plata, más claramente podremos descubrir, detrás de él, la realidad de los demás y de Dios; cuanto más oscurecido por la plata esté nuestro cristal, más nos veremos a nosotros mismos, como sucede con un espejo.

Es necesario, también, que los que participan del discernimiento comunitario hayan experimentado en sí mismos los Ejercicios Espirituales ignacianos y, en este sentido, tengan el hábito de la reflexión, la oración, la contemplación, la meditación. Los EE, vividos en profundidad, deben haber alcanzado en cada uno, una capacidad de hacer discernimientos y elecciones personales, que sólo busquen lo que más y mejor los conduzca hacia el fin para el cual han sido creados, sin dejar que los afectos desordenados los desvíen del camino correcto. De hecho, el modelo orientador de todo discernimiento, hecho individualmente o en común, son, para quienes siguen la espiritualidad ignaciana, los EE. Los EE suponen una serie de condiciones que deben cumplir los individuos; es sabido cómo san Ignacio se negaba a dar los EE completos a quienes no consideraba suficientemente preparados para ellos. No se trata de excluir de la participación a ciertas personas o a ciertas comunidades, sino de saber prepararlas y disponerlas para que la experiencia produzca los frutos deseados.

Muy seguramente, quien haya vivido los EE ignacianos con un acompañamiento cualificado, también habrá reconocido la necesidad de la mediación de otro, y de los otros, para encontrar lo que debe hacer en cada momento de su historia. Habrá experimentado la incapacidad para hallar solo la voluntad de Dios en su vida. Habrá reconocido que a través de la experiencia espiritual de los demás, se nos manifiesta la voluntad de Dios:

«Habrá verdadero discernimiento espiritual comunitario si se produce un proceso en el que se quiere llegar a poder interpretar honradamente como voluntad de Dios una de las alternativas que se ofrecen en opciones que impone la vida; si luego se trabaja teniendo en cuenta que Dios se hace presente a través de persuasiones, sentimientos y reflexiones razonables en uno mismo o en otros para uno y en diversas personas para un grupo; pero teniendo en cuenta que Dios se hace presente en libertad y, por tanto, en tiempos y situaciones contingentes, no de forma intemporal y deducible; y también que Dios se hace presente suscitando libertad; por tanto, dando señales de sí que requieren atención e interpretación; de forma que solamente se le puede encontrar escuchando y atendiendo a lo que en la comunidad ocurre y a la forma como ella lo vive, tratando de interpretarlo con ella sin ilusiones iluministas».

Podríamos enumerar otras condiciones que se desprenden de lo que san Ignacio propone para la experiencia de los EE, pero aplicándolas en este caso para la disposición personal de los que se acercan a la experiencia del discernimiento espiritual comunitario. Es necesario llegar a él “con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su sanctísima voluntad” (EE 5). Es importante también, que todos los miembros de la comunidad estén familiarizados con “las reglas de la 1ª. y 2ª. Semana, que son para conoscer varios spíritus” (EE 8), puesto que, normalmente, habrá momentos de consolación y desolación que es fundamental saber interpretar desde la perspectiva ignaciana.

Conviene, también, que los que se van a embarcar en un discernimiento comunitario estén atentos a sus propias motivaciones y a buscar sólo lo que Dios nuestro Señor les vaya señalando, sin apegarse a sus preferencias, “de manera que la causa de desear o tener una cosa o otra, sea sólo el servicio, honra y gloria de la su divina majestad” (EE 16). De este modo, resulta también conveniente que las persona tengan una recta inteligencia del Reino y del seguimiento de Jesús (Banderas), suficiente libertad interior (Binarios) y un auténtico desasimiento de sí (Tres maneras de humildad).

Fuente: Jesuitas Latinoámerica

 

Discernimiento Espiritual Comunitario Parte II: Requisitos y condiciones

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la segunda parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema.

Por Hermann Rodríguez SJ

Las condiciones que suelen proponerse para la realización de un discernimiento, que se pueda llamar comunitario desbordan, la mayoría de las veces, las posibilidades de las comunidades reales que se acercan a esta práctica. En otros casos, sencillamente, se prescinde de todo método y de cualquier condición previa, y se llama discernimiento a cualquier tipo de reunión en la que se busque un acuerdo comunitario sobre algún problema. Sin embargo, no hay que llegar a ninguno de los extremos: No hay que presentar unas exigencias tan desproporcionadas que hagan del discernimiento espiritual comunitario una utopía, en su sentido más estricto; ni tampoco podemos llamar discernimiento espiritual comunitario a toda forma de comunicación colectiva, sin tener en cuenta un mínimo de condiciones que son indispensables. Es fundamental partir de la situación propia de la comunidad, e ir dando los pasos posibles dentro de esta situación dada:

“Como, en la práctica, las condiciones ideales nunca se darán plenamente, lo mismo que acaece en otros campos, habrá que considerar en cada caso, si es posible dentro de los límites convenientes, comenzar un camino pedagógico grupal, que conduce a perfeccionar a los miembros del grupo o comunidad, humana y espiritualmente, cada vez más; o si se ha de renunciar por el momento hasta que las condiciones pedagógicas de sus miembros hayan alcanzado, al menos, los niveles mínimos recomendables para que la reunión sea fructuosa».

Por esta razón, el camino que proponemos se mueve entre el extremo de una lista estricta de condiciones, que debe ser satisfecha perfectamente antes de hacer cualquier intento en esta dirección, y la ausencia total de método, en la que se pretende avanzar sin orientación ni norte. Proponemos un proceso de crecimiento progresivo en las disposiciones, tanto interiores como comunitarias, para ir haciendo posible la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios a través de un discernimiento. Lo cierto es que el discernimiento espiritual comunitario, en alguna de sus formas, no puede perderse:

“Lo practiquemos o no con metodología ignaciana, este Discernimiento, aparte de pertenecer al patrimonio común de la Iglesia, sigue hoy exigido, tanto y más que en las décadas pasadas, por la necesidad ineludible de comunicación que experimenta el hombre de hoy y porque el trabajo en equipo es forma inevitable de muchos apostolados modernos».

Por tanto, teniendo en cuenta que se trata de condiciones ideales, que no se darán con frecuencia, habrá que estar dispuesto a caminar en esta dirección, sin imposiciones ni camisas de fuerza, pero sí, generando los espacios y el ambiente necesario para que florezca, en medio de las comunidades, una búsqueda sincera y colectiva de la voluntad de Dios, en el aquí y ahora de nuestra historia. Así lo ha vivido la Iglesia desde sus orígenes:

«Ni viváis solitarios, replegados sobre vosotros mismos, como si ya estuviérais justificados, sino reuniéndoos en un mismo lugar inquirid juntos lo que a todos en común conviene» (Carta de Bernabé, IV, 10)»[6].

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

Discernimiento espiritual comunitario Parte I

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Para hablar del discernimiento espiritual comunitario, es importante recordar que desde los orígenes mismos de la vocación de Ignacio de Loyola, la mediación del otro, en la búsqueda de la voluntad de Dios, ha sido una constante irremplazable. El discernimiento espiritual, tal como lo desarrolló Ignacio, no puede entenderse como una búsqueda aislada del individuo, aunque para ejercitarse en él, la persona tenga que recurrir a los movimientos de su interioridad; estos movimientos o mociones más íntimas no se pueden considerar, sin más, como manifestaciones de la voluntad de Dios, si no están confrontadas con un acompañante espiritual, con el superior respectivo, con la comunidad de la Iglesia. San Ignacio coloca en la persona del Vicario de Cristo en la tierra, la última instancia frente a la cual es necesario avalar las búsquedas y los hallazgos hechos en el ámbito más personal.

El cristiano, en cuanto individualidad y también en cuanto referido a una comunidad particular, hace parte de un todo más amplio que es el cuerpo vivo del Señor Resucitado en la historia; esto supone que no es autosuficiente en su existencia, sino que vive en cuanto se abre a una comunión más amplia con otros creyentes. De ahí, que consideremos no sólo posible, sino necesario, el hecho de que todo discernimiento se mantenga en una apertura, no solamente frente a Dios, como trascendencia absoluta, sino también frente a la comunidad, como mediación fundamental de la Revelación de Dios en la historia.

Esto daría un giro a la discusión, en el sentido de que no sólo tendríamos que hablar del discernimiento que practica una comunidad creyente, sino también de la dimensión comunitaria de todo discernimiento verdaderamente espiritual. La confrontación con los criterios de la «sancta madre Iglesia hierárquica» (EE 170,2) y en general, una vez aprobada la Compañía, la necesaria mediación del superior en el proceso de discernimiento de cada jesuita, supone una apertura a un universo más amplio que el de la pura individualidad o el de la relación inmediata con Dios.

El ejemplo más claro de esta necesidad de la mediación comunitaria en la búsqueda de la voluntad de Dios en las fuentes de la espiritualidad ignaciana, quedó recogido en el documento sobre la «Deliberatio Primorum Patrum», de 1539. Esta experiencia, vivida por el grupo de compañeros, poco antes de la fundación de la Compañía, nos revela claramente cómo vivieron un auténtico discernimiento espiritual comunitario.

Algunas de estas nuevas formas de vivir el discernimiento en común, fueron aplicadas en la práctica de gobierno de Ignacio como Superior General de la Compañía de Jesús y, por lo menos, señaladas en las Constituciones que él mismo fue redactando con la colaboración de sus hermanos. Las Constituciones dejan abiertos muchos espacios para la búsqueda de la voluntad de Dios en las circunstancias concretas de la vida de los jesuitas a lo largo de la historia. La fidelidad a este cuerpo legislativo de la Compañía pasa por la misma recreación de las normas teniendo en cuenta los tiempos, las personas y los lugares en los que se quieran aplicar. Consideramos, por tanto, que el discernimiento espiritual comunitario, tal como ha sido promovido y animado por los últimos gobiernos generales y por las últimas Congregaciones Generales, tienen plena consistencia dentro de la tradición ignaciana y jesuítica.

Han pasado los tiempos de las discusiones dolorosas sobre la legitimidad de la práctica del discernimiento espiritual comunitario. Los ánimos de muchos se han ido tranquilizando, y los defensores y enemigos de esta forma de proceder son menos intransigentes. Sin embargo, el peligro que se corre ahora, después del ir y venir del péndulo, es que todo este movimiento se detenga y termine por archivarse el problema, dejándolo de lado por imposible. Son tantas y tan complejas las exigencias de una práctica tan compleja como novedosa, que puede convertirse en un sueño inalcanzable para muchos.

La Congregación General 36ª. ha querido invitar a la Compañía de Jesús, en sus obras y comunidades, a realizar su misión hoy, contando con tres herramientas fundamentales: el discernimiento en común, la colaboración y el trabajo en red. Sin embargo, a la hora servirnos de estas herramientas, es necesario tener claro cuáles son sus requisitos y exigencias. Nos queremos referir en este artículo a las condiciones de un ejercicio comunitario del discrernimiento hoy, tanto en el ámbito propio de las comunidades de la Compañía de Jesús, como en sus obras e instituciones.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

Elige tu bandera

«Dejen la amargura, el resentimiento, el reclamo para quienes han renunciado a soñar y a creer que es no posible vivir siendo auténticos de verdad. Cuiden, defiendan, aférrense a ese fuego divino que son las ganas de vivir.»

Por Javier Rojas SJ 

«Hubo tiempos en que a los jóvenes se les tentaba con la revolución», con ser protagonista del cambio y de la innovación. Hoy, muy por el contrario, se los tienta con la mediocridad, con las pantallas del celular, y con el paco. Se los seduce con la apatía y la morfina. Se los incita a sobrevivir en lugar de alentarlos a crecer y desplegar lo maravilloso que cada uno es. Se les miente diciendo que no van a cambiar nada y con ello quieren enfrascar lo más maravilloso que tienen: el entusiasmo. La mayor conspiración tramada contra ustedes es seducirlos con la vulgaridad y la desesperanza.

 Es imprescindible que ustedes jóvenes defiendan lo mejor que tienen: el entusiasmo, la creatividad y la frescura de una vida que está desplegando. Dejen la amargura, el resentimiento, el reclamo para quienes han renunciado a soñar y a creer que es no posible vivir siendo auténticos de verdad. Cuiden, defiendan, aférrense a ese fuego divino que son las ganas de vivir. No la malgasten su energía en buscar brillar a los ojos de una civilización que ya no cree en que los grandes soñadores. No se suiciden sin haber nacido, sin haber sentido la sangre en sus venas ni haber sido conscientes de lo que son capaces de hacer si lograr desplegar el potencial que llevan en ustedes.

 Debes elegir tu bandera, tener claro tu horizonte y tomar el timón de tu vida con seriedad, responsabilidad y audacia. Quien ha estado enamorado alguna vez, quien se ha apasionado por algo en alguna ocasión o quien ha soñado con grandes utopías sabe lo que significa vivir. No estudies para aprobar, no leas para retener, no te sientes frente a tus apuntes pensando que solamente es una materia más que debes aprobar, sino que, por el contrario, hazlo porque estás ahí alimentando tu entusiasmo, porque estás dando contenido a lo que te apasiona, porque estás valorando lo que te enamora y, sobre todo, porque estás dando riendas y libertad a tus sueños.

 Queridos estudiantes superen la apatía, la vulgaridad y la mediocridad. Hagan que ese fuego divino se les note en la mirada. Tengan una mirada amplia y superadora de la realidad, no sean rastreros. Que se les note la juventud en la mirada positiva y esperanzadora sobre la realidad.

 Estudiar es darle un buen tren de aterrizaje a tus sueños. Si la pasión te hace volar, el contenido de lo que lees, la reflexión que haces sobre ello y las nuevas ideas le darán tren de aterrizaje a tus sueños.

 Cualquier buen maestro o profesor lo primero que debe enseñarte y transmitirte es que tú eres el responsable de tu alma, el único que puede dar alas a tu espíritu, y disciplina a tu voluntad.

 Por último, me gustaría decirles queridos jóvenes estudiantes que tropezar, fracasar, errar o equivocarse es parte del oficio; tener un fracaso es algo inevitable. Recuerden que ningún buen capitán se forjó en aguas tranquilas. Lo único malo es cuando los tropiezos te acobardan, los fracasos te hacen perder la esperanza o los errores te espantan los sueños.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana 

Fabián Antúnez SJ sobre la Preferencia Apostólica Universal n° 1

PAU n° 1: Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento.  

Fabián Antúnez SJ es el actual director del Centro de Espiritualidad Manresa, en Montevideo Uruguay. Además de ofrecer distintas tandas de Ejercicios Espirituales a lo largo del año, Manresa tiene propuestas variadas y diversas que permiten acompañar a quienes desean conocer y profundizar la espiritualidad ignaciana desde distintos aspectos de la vida cotidiana.

Por Fabián Antúnez SJ

 Esta preferencia de ir a las fuentes de nuestra Espiritualidad, de profundizar en la experiencia espiritual de Ignacio de Loyola constituye un motivo de consolación espiritual a nivel personal y en nuestra comunidad jesuítica, pues sentimos que la Compañía Universal está llamada a continuar compartiendo con otros su herencia más preciada. En la multitud de tareas que realizamos los jesuitas resulta fundamental el encontrar criterios que nos ayuden a un mejor precisar nuestra misión. En esta línea el ver plasmados los Ejercicios Espirituales y el Discernimiento Espiritual como un norte claro en nuestro modo de proceder futuro suscita en mí el deseo de profundizar el vínculo con Ignacio y cuidar el tesoro de los Ejercicios Espirituales.

A nivel personal siento el desafío de hacer de puente entre nuestras fuentes y el tiempo actual. Para esto siento que debo continuar profundizando de manera activa en la oración, lectura, reflexión y praxis de nuestra Espiritualidad. Considero que en los tiempos que vivimos de tanta incertidumbre a nivel de los valores, con tan pocas certezas en la toma de decisión y en el ejercicio de la libertad los Ejercicios Espirituales nos brindan las claves interiores para una mejor configuración de la conciencia personal y para tomar mejores decisiones que den respuesta a los deseos profundos del corazón.

En el Centro de Espiritualidad Manresa (en Montevideo), al ver plasmada como preferencia su labor cotidiana en el campo de la Espiritualidad, se experimentó el desafío de seguir buscando maneras creativas de poder llevar a cada vez a más personas,  las riquezas de los Ejercicios Espirituales. En esta línea, sentimos la confirmación de seguir ofreciendo nuestras tandas de ocho días (que se realizan en siete momentos distintos del año) y buscar profundizar en la experiencia introductoria a los Ejercicios (que la ofrecemos una vez al año).

Sentimos asimismo la confirmación de nuestras propuestas de Ejercicios en la vida diaria (que buscan acercar la oración ignaciana a nuestra vida cotidiana) y los talleres específicos que buscan acercar a laicos, religiosos y sacerdotes el discernimiento espiritual como una herramienta idónea para una mejor toma de decisiones en la vida.

Experimentamos con alegría y paz interior que vamos caminando en la dirección correcta de aquello que tenemos que potenciar y sentimos la interpelación de darlo a conocer a cada vez más personas. Para esto resulta imprescindible el avanzar en la comunicación y difusión de nuestras propuestas, logrando asimismo una personalización de las mismas como camino de crecimiento para los distintos procesos individuales de crecimiento.

La labor en la Provincia

En la Provincia los Ejercicios Espirituales y el desarrollo de la Espiritualidad constituía ya una prioridad importante. Prueba de esto son las ofertas que en diversos lugares de la misma se ofrecían como caminos de ahondamiento en la dinámica de la oración personal ignaciana.

Una labor importante que hemos comenzado a realizar recientemente consiste en la socialización de la información y el poder unificar la misma, para ofrecer de manera más integrada lo que venimos realizando en los Centros de Espiritualidad, Casas de Ejercicios, Parroquias y Templos de cara al fomento y difusión de nuestra Espiritualidad.

Considero que tenemos el desafío de seguir compartiendo recursos, reflexión y socializar con otros las experiencias exitosas en el área de la Espiritualidad. El poder avanzar en estas líneas nos permitirá ofrecer un mejor servicio y brindar una imagen de cuerpo que estamos llamados a plasmar.

Algunas mociones para avanzar sería: el potenciar un equipo que pudiese brindar los Ejercicios Espirituales en lugares con menores recursos pastorales, el poder compartir con otros los talleres- propuestas exitosas, el generar fondos de ayuda económica para que todos puedan acercarse a la experiencia de los Ejercicios Espirituales.

Desafíos

Con respecto a los desafíos o novedades, considero que como Centro de Espiritualidad deberíamos seguir avanzando en nuestras propuestas para convertirlas en ofertas cada vez más atractivas, que puedan suscitar el deseo de acercarse a experimentarlas. Mejorar la comunicación y difusión de las mismas parece fundamental.

Hemos buscado acercar diversas áreas de la vida como el trabajo, la familia, la comunicación, el noviazgo a nuestras fuentes con propuestas renovadas que intentan dar una respuesta desde la Espiritualidad Ignaciana a dichas zonas de nuestra existencia. Tenemos el desafío de seguir integrando otras dimensiones de la existencia en diálogo con nuestra espiritualidad, consideramos que esto constituye un desafío de primer orden.

Por último siento que tenemos el desafío de adaptación para que los Ejercicios Espirituales  puedan ser experimentados por personas más alejadas o carentes de formación en el área de la espiritualidad. Potenciar asimismo que los “más pobres” puedan acercarse a nuestra Espiritualidad constituye también un desafío de primer orden. En esto considero que debemos profundizar en la reflexión y el socializar experiencias exitosas para que todos podamos vernos enriquecidos con las mismas.

Intención de Oración del Papa – Marzo 2019

Compartimos el video con la intención de oración del Papa Francisco para el tercer mes de 2019, que es el ‘reconocimiento de los derechos de las comunidades cristianas’.

«Quizás nos cueste creerlo, pero hoy hay más mártires que en los primeros siglos.

Son perseguidos porque a esta sociedad, le dicen la verdad y anuncian a Jesucristo.

 Esto sucede especialmente allí donde la libertad religiosa todavía no está garantizada.

 Pero también en países que en la teoría y en los papeles tutelan la libertad y los derechos humanos.

 Recemos para que las comunidades cristianas, en especial aquellas que son perseguidas, sientan la cercanía de Cristo y tengan sus derechos reconocidos.»