Nuestra Señora del Camino

La Madonna della Strada o Nuestra Señora del Camino, es la Patrona de la Compañía de Jesús y la primera ante la cual San Ignacio de Loyola y los otros fundadores de la Compañía oraban en Roma. Y también fue imagen de María que se honraba en la la primera Iglesia que tuvo a cargo la naciente Compañía de Jesús recién fundada.

Su día conmemorativo (24 de Mayo) ayuda a recordar a los jesuitas que son peregrinos, inspirándose en uno sus fundadores que eligió ser llamado “el Peregrino”.

Señora del Camino – Cristóbal Fones SJ

Señora del Camino,

muéstrame la vía

para llegar al Padre

al lado de tu hijo.

 

Señora del Camino,

en mi oración te pido

que no me dejes nunca;

me siento como un niño.

 

Dame tu luz para avanzar

y en la noche oscura guíame.

 

Hazme transparente

como fue tu vientre

para dar a luz la vida.

Ponme con tu hijo,

Señora del Camino.

 

 

Para Reflexionar en Tiempo de Pascua

No les resultaba fácil a los discípulos y discípulas expresar lo que estaban viviendo. De hecho, para hacerlo, los evangelistas acuden a toda clase de recursos narrativos y refieren esa experiencia de diferentes maneras. Sin embargo, el núcleo es siempre el mismo: Jesús vive y está de nuevo con ellos. Esto es lo decisivo, lo fundamental. Recuperan a Jesús lleno de vida.

Los discípulos se reencuentran con aquel que los había llamado y al que habían dejado solo. Ciertamente ya no será como antes, cuando estaban con él en Galilea. Tendrán que aprender a vivir de la fe. Tendrán que aprender a relacionarse con el Maestro de un modo completamente nuevo. Deberán llenarse de su Espíritu. Tendrán que recordar sus palabras y actualizar sus gestos.

Pero los anima el hecho de saber y sentir que Jesús está con ellos, y que la vida continúa.

Todos experimentan lo mismo: una paz honda y una alegría incontenible. Las fuentes evangélicas, tan sobrias siempre para hablar de sentimientos, lo subrayan una y otra vez: el resucitado despierta en ellos alegría y paz. Es tan central esta vivencia que se puede decir, sin exagerar, que de esta paz y de esta alegría nació la fuerza que impulsó a los seguidores de Jesús a querer transmitir su mensaje a otros.

Ahora bien, ¿con qué experiencias podemos contar nosotros para compartir la fe de los primeros cristianos?

¿Cómo alcanzar esa paz y esa alegría de las que ellos se sintieron inundados? ¿De qué manera podemos vivir la fe en la resurrección, sin reducirla a un mero convencimiento “en abstracto” y sin ninguna incidencia ni repercusión en lo concreto cotidiano? En definitiva, ¿qué significa creer en el Resucitado?

Creer en el Resucitado es comprender que el Evangelio es una invitación a vivir mejor. Es escuchar y comprender las palabras de Jesús como horizonte de sentido y camino de realización humana. Y es también dejarnos interpelar por esas palabras agudas y penetrantes del Maestro, que nos iluminan para no caer en la trampa de las numerosas “fuerzas de muerte” que se agitan alrededor de nosotros y que también operan en nuestro interior.

Creer en el Resucitado es experimentar que el mensaje de Jesús puede transformar nuestra existencia y dar más vida a todo lo bueno que hay en cada uno de nosotros; y puede liberarnos de todo aquello que nos ata y nos frena, que nos entristece y deprime, que nos inquieta y angustia, o que nos quita esperanza y ganas de vivir.

Creer en el Resucitado es trabajar por la vida y hacer todo lo posible por derrotar la muerte en cualquiera de sus manifestaciones. Es liberar las fuerzas de la vida y luchar contra todo lo que deshumaniza, degrada y aniquila a los seres humanos. Creer en el Resucitado es, en definitiva, mantener viva la esperanza de que otro mundo es posible; y desde ahí estar dispuestos a poner el hombro para hacer realidad en nosotros y en nuestro entorno la utopía de ese Reino de justicia, de paz y de una vida digna para todos que Jesús inauguró y con cuya causa se comprometió hasta la muerte.

Raúl Bradley SJ

 

‘Muéstranos al Padre’

«A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a Tomás: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto.» Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes ¿Y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre ¿Cómo dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi nombre, yo lo haré».

Jn 14, 6-14

Reflexión

Señor, ¿qué hay para que te manifiestes a nosotras y no al mundo?

Jesús parece no escuchar la pregunta de Judas Tadeo. No altera el hilo de su honda comunicación sobre el amor y la relación personal como condición para recibirlo. Es que en esta palabra suya está entrañada la respuesta que busca el discípulo.

Será una constante. Muchas veces sentiremos que el Señor no responde directamente a nuestras urgencias, pero encontraremos su respuesta meditando su palabra en la intimidad de nuestro corazón, en esa amalgama entre su palabra y su luz y nuestro compromiso-interpretación-decisión para actualizarla en nuestra vida concreta.

Señor, ¿por qué te manifestarás sólo a nosotros y no al mundo? Porque el que no me ama no puede recibirme. Descubrir mi presencia en el camino de la vida nunca será una imposición forzosa e inapelable. Solamente será posible en un contexto de fe y decisión por mí, de quien ya se ha puesto en camino tras mis huellas.

Eso sí, al mundo no lo abandono. Serán mis discípulos, esos que me acogen en su corazón y me traducen a sus vidas concretas, mi manifestación palpable para cada circunstancia, en cada momento de la historia.

 Leonardo Amaro Sj

El Momento de la Gracia

El momento de la gracia es el de “caer en cuenta de”. Es un instante de fronteras movedizas que uno no puede atrapar, sino que siente “es atrapado en la propia interioridad”. Es tomado desde lo profundo.

Cuando caemos en la cuenta de la gracia que nos habita percibimos un plus de nosotros mismos, algo no inventado por nuestra mente, no generado por lo que pudimos hacer ni ser, sino donado, dado desde adentro como un borbotón de agua fresca que nos nace.

El momento de la gracia es el asalto de la conciencia que nos avisa de la bendición de Dios que con su Espíritu está obrando incesante en nuestra vida.

¿Y qué hace el Espíritu en nuestro interior más íntimo?

Nos regenera, nos repara, nos justifica, nos salva, nos vivifica y desata, nos dota, nos consuela, nos eleva, nos ahonda, nos abre a más…

Por eso quien se abre al Espíritu que lo habita, comienza a mirar con amor al otro e intenta repararle sus grietas.

Pretende justificarlo desde su dignidad de hijo porque vio su dignidad.

Busca salvarlo a pesar de sus errores, como hace el Padre con él.

Quiere que sea vivificado e insuflado en la plenitud de la vida que siente surgir en sí mismo con libertad.

Lo ayuda a que descubra su inagotable ser lleno de posibilidades.

Intenta por varios medios consolarlo de sus sufrimientos.

Desde donde ha sido puesto por la acción de Dios, busca atraerlo hacia la cima del amor.

Quien se abre al Espíritu mira con “ojos de Reino” las honduras de la realidad y lo desea para el otro, por eso comunica.

Quien se abre al Espíritu indaga con cariño y firmeza por esa fisura interior que todos tenemos, en busca del manantial donde brota el agua y la sangre de la vida albergada en cada corazón…

 Emmanuel Sicre SJ

La difícil conversión a la alegría

“Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer” Lc 24,41 

Cuando uno ha pasado mucho tiempo tocándose la herida; cuando no ha dejado que siga su natural proceso de curación: DUELE, y lo peor de todo no deja de doler, con el agravante que ese dolor nos remite siempre al hecho traumático que lo ha generado; encerrándonos en un imperceptible círculo vicioso: el dolor genera reproche, el reproche genera recuerdo del hecho traumático y el hecho traumático nos actualiza el dolor.

Los discípulos todavía seguían con el dolor de la muerte de Jesús; seguían atormentándose con distintos reproches.

Cuando Jesús aparece trayéndoles la paz no le creen, piensan que es un fantasma.

Es sorprendente como los discípulos, de su miedo, de su incredulidad se convierten en creyentes de la resurrección.

Jesús no les hace ningún discurso, ni tampoco les cita las escrituras, sino que les hace mirar aquello que les esta produciendo dolor para que desde allí se dejen resucitar.

La conversión de los discípulos es de la tristeza a la alegría.

Esa alegría que trae Jesús, que se hace comida y organiza la fiesta de la vida.

Cuando pasamos mucho tiempo quejándonos de nuestras desgracias, cuando no paramos de auto-compadecernos, cuando somos las victimas y los incomprendidos de la historia, se nos hace difícil reconocer la alegría y la paz que irrumpe en medio de nuestras vidas.

Y cuando la alegría del resucitado entra en la vida, ella se hace misión.

Tu corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a los otros. Evangelii Gaudium 121

Raúl González

Programa de Liderazgo y Análisis Político

El Programa en Liderazgo y Análisis Político del CIAS ( Centro de Investigación y Acción Social– Jesuitas Argentina ) ya tiene sus primeros 30 alumnos.

Luego de un arduo proceso de selección, del que participaron más de 260 candidatos, el Comité de Selección eligió a un grupo de 30 participantes para la primera edición del Programa, que comenzó el siete de abril.

El Programa en Liderazgo y Análisis Político busca formar y movilizar una nueva generación de líderes políticos al servicio de la sociedad. Para ello, creamos una red dinámica de personas unidas por una profunda amistad cívica, más allá de toda ideología política, una vocación compartida por la política como herramienta de cambio y justicia social.

El Programa es una propuesta inédita que combina cursos teóricos para el dominio de capacidades analíticas y de diseño de políticas públicas, con talleres prácticos, estudio de casos, debates y simulaciones de escenario para que los estudiantes maximicen sus habilidades de liderazgo, negociación y generación de capital político.

Con el fin de brindar a los mejores estudiantes la oportunidad de realizar prácticas en el Poder Ejecutivo o en el Poder Legislativo; el CIAS ha firmado Convenios y colabora con las principales agrupaciones políticas. Además, El CIAS organiza un viaje de integración a Georgetown University, Washington D.C. para los alumnos más destacados del Programa. Mediante esta experiencia nuestros egresados podrán interactuar con políticos, funcionarios y académicos de reconocimiento internacional. El CIAS ha diseñado un sistema de Becas para ayudar a los estudiantes en forma proporcional a sus necesidades y méritos académicos. Todos los estudiantes recibieron becas desde el 50% al 100% del coto total del Programa. Con vocación universal el CIAS trabaja y dialoga, más allá de orientaciones personales, cultura y fe propia, con todas aquellas personas que entienden la política como servicio a los demás y especialmente a los más pobres.

La Responsabilidad

Leyendo lo que escribió el italiano Alejandro Pronsato sobre la responsabilidad, advierto que juega con esa palabra y dice que sufre terriblemente de soledad.

“He salido a buscar la palabra responsabilidad –escribe-. Por un lado, he oído a un criminal protestar: ‘No me siento culpable de nada, los otros eran los que decidían’.

También he tenido ocasión de oír a un político que no contestaba las gravísimas acusaciones contra él, justificarse descaradamente diciendo: ‘No entiendo de ninguna manera por qué tienen que extrañarse de estas cosas, todos hacían lo mismo’. Y hace tiempo también escuché declarar solemnemente a un hombre de Iglesia: ‘No tenemos que pedir perdón por nada’. O sea, me he dicho entonces, la situación es dramática. Y me he precipitado con evidente inquietud a buscar en una docena de diccionarios la palabra ‘responsabilidad’. Tenía miedo de que la palabra hubiera desaparecido, estuviera fuera de circulación, estuviera excomulgada.

Sin embargo, dando un suspiro de alivio, he podido comprobar que todavía existe, pero que está en un estado lastimoso. Está vieja, decrépita, con el rostro devastado por las arrugas; la piel marchita, signos evidentes de desnutrición y hasta de malos tratos en todo el cuerpo. Con un cierto olor a moho y vestida totalmente fuera de moda, de una manera casi ridícula”.

Con este modo irónico de expresarse, Pronsato, al jugar con la palabra responsabilidad, está remarcando la carencia de responsabilidad, o sea, la falta de costumbre de hacernos cargo de las cosas. Si buscamos en el diccionario la definición de “responsabilidad” encontramos la siguiente: “Condición de quien es responsable de algo”. Y si buscamos “responsable”, leeremos: “Aquel que debe dar cuenta de sus acciones y de las ajenas”. Es una palabra que viene del latín “responsare” es decir, responder.

En un mundo donde nadie quiere responder, donde todos preferimos hablar, denunciar, condenar, interpelar, protestar es como que hay muy pocos que quieren responder.

Por otro lado, la palabra “responder” tiene otra palabrita metida adentro que es “respondus”, que significa “peso”.

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Es decir, que la Responsabilidad puede ser un peso fastidioso, difícil; que es incómoda de llevar, y la gente quiere liberarse de la responsabilidad lo antes posible.

Es una palabra que todos aman, pero la aman en brazos de los otros. Diríamos así: Hay gente habilísima para descubrir, para desenmascarar responsabilidades, pero en los otros. Lo hacen –o lo hacemos- a veces por oficio, y encontramos en ello un gusto loco, pero rara vez decimos “fue culpa mía” o “yo también me siento responsable al menos en parte de las cosas que suceden”.

La responsabilidad suena a algo engorroso que complica las cosas; algo opresor, que pareciera no respetar la libertad de los individuos, su espontaneidad.

Pero, en realidad, es al revés. Un hombre es libre sólo si es plenamente responsable.

Podemos recordar dos testimonios lindos de lo que implica comprometerse, de lo que significa la “responsabilidad”. Una es de Pieter Van Der Meer De Walcheren, autor del libro Nostalgia de Dios, en el que escribió: “Me es imposible desterrar de mi atención los sufrimientos de la humanidad, todos los sufrimientos tanto corporales como espirituales; no quiero gozar de reposo mientras los pobres, los mendigos y los vagabundos amenazados por el hambre y por el frío están, ahora, durmiendo entre harapos en los túneles y escaleras del subte; solamente porque allí, en el aire enrarecido del subterráneo, se está más caliente”. Y agrega: “Esta miseria me concierne, soy también responsable de esta miseria”.

El otro testimonio es el que describe Antoine de Saint Exupéry en la experiencia de su amigo y colega aviador Henri Guillaumet, quien vivió en la cordillera de los Andes algo similar a lo que padecieron los rugbiers uruguayos cuyo avión se estrelló en esas cumbres.

Lo de Guillaumet ocurrió muchos años antes. Perdido por una tormenta, su avión aterrizó a los tumbos en la cordillera, pero él se salvó y tras caminar seis días, casi congelado, llegó hasta el lugar donde lo rescataron. Quedó internado en un hospital de Mendoza y luego en un hotel para restablecerse. Saint Exupéry lo fue a visitar, y nunca se olvidó de lo que su amigo le dijo acerca de la responsabilidad en medio del relato de su tremenda experiencia: “En la nieve se pierde todo instinto de conservación. Después de 2 o 3 días de marcha sólo se desea el sueño, es decir morir: `he hecho lo que he podido y ya no tengo esperanzas ´, me decía yo en aquellos momentos. ¿Por qué obstinarme en este martirio? Me bastaba cerrar los ojos para lograr la paz en el mundo, para borrar del mundo las rocas, los hielos y las nieves. Apenas cerrara mis pupilas no habría ni golpes ni caídas ni músculos desgarrados ni quemantes hielos, ni ese peso de la vida cuando se vuelve más pesada que un carro. Esto era lo que yo deseaba, pero a la vez me decía a mí mismo:

‘Si mi mujer cree que yo estoy vivo, me imagina caminando, los compañeros creen que yo camino también, todos tienen confianza en mí, por lo tanto, soy un canalla si no me pongo de pie y camino’.

Entonces, yo me ponía de pie y caminaba. Lo que salva es dar un paso más. Es siempre el mismo paso que se vuelve a dar. Lo que hice –se confesó Guillaumet con su amigo-, te lo juro, creo que ningún animal lo hubiera hecho”.

Saint Exupéry dice que su grandeza, la grandeza de Guillaumet, fue sentirse responsable.

Responsable de ser fiel a los compromisos con aquellos con quienes se había comprometido. Era responsable de él y de los que lo esperaban; tenía en sus manos las penas y las alegrías de ellos.

Hay que tener en cuenta que ellos, Guillaumet y Saint Exupéry, eran los encargados del correo del sur, por lo tanto, llevaban consigo muchas cartas. Guillaumet era responsable de lo que se construye de nuevo allá entre los vivos y en lo cual debe participar.

En definitiva, dice Saint Exupéry, lo que salvó a Guillaumet fue ser hombre. Eso significa ser responsable con las personas con las que estamos comprometidos, aquellas que llevamos colgadas del corazón.

Creo que es una imagen muy linda de lo que significa esta palabra desgastada. Por un lado la responsabilidad de aquellos que nos quieren y por otro, la responsabilidad de lo que es mi misión.

Hay que volver a reencontrarse con la responsabilidad y no suponer que es una carga pesada, sino que las personas responsables, no obsesivamente sino sanamente responsables, también son libres y sobretodo son confiables. Cuando no cumplimos, cuando no nos comprometemos, la gente comienza a alejarse, a no acercarse porque sabe que no le cumplimos, que le fallamos; entonces toman distancia y terminamos perdiendo nosotros mismos.

Responsabilidad es responder por aquello con lo que uno se ha comprometido, por aquello por lo que nos van a pedir cuentas la gente, nuestra conciencia y también Dios. Este es el desafío. Juan Pablo II decía una frase fuerte que siempre me pegaba.

Decía que un modo de poder ponderar la dignidad de una persona, en el sentido de una dignidad onda del corazón, es ver qué capacidad tiene de saber sostener los compromisos tomados. De hacernos cargo de las cosas.

Esta es una definición humana muy justa. Y tengamos en cuenta que, compromiso significa compartir una promesa, no es algo doloroso, es algo lindo, una promesa común, que la comparto con aquel con quien estoy codo a codo.

P. Ángel Rossi SJ

 Fuente: Periódico Encuentro

Y si nos detuviéramos ¿Qué pasaría?

Pasa que cuando uno se detiene o se asienta, todo lo que estaba en movimiento se agolpa en el interior buscando continuar el movimiento. En esto seguimos las leyes de la inercia física. La pregunta podría ser: ¿qué detiene el movimiento interior? ¿Qué sucede con lo que estaba en movimiento cuando nos aquietamos?

Cuando nos encontramos en el fragor del trabajo, de una relación o de una circunstancia que nos activa intensamente, todas nuestras fuerzas vitales trabajan al mismo tiempo en pos de lo que estamos viviendo. Incluso las violencias ejercidas o padecidas de nuestro actuar en el mundo se configuran como movimientos. Son golpes de estímulos a la sensibilidad, golpes de conciencia. Nuestro cuerpo que sabe del mundo más que nosotros mismos registra absolutamente todo lo que vivimos.

 El gran shock que padecemos en el aquietarnos es el del silencio. Cuando nos callamos, surgen de nosotros todas aquellas palabras, frases, imágenes, ideas, pensamientos, sentimientos por decir. En efecto, cuando dormimos los sueños configuran un mundo simbólico hilvanando muchos de estos materiales. Por eso es necesario de vez en cuando detenerse. Allí se fragua la vida feliz. Sólo el detenerse produce vidas felices. Detenerse de qué, si no hago nada, podrán decir algunos más sedentarios. Detenerse de lo que sea que viene sucediendo en nuestra vida. Detenerse y silenciarse para reconocernos, sentirnos sentir.

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Y una vez que se agolparon todos los movimientos en el ‘paragolpes’ de nuestra conciencia: comunicar. La única vía de escape para soportar la inercia en la detención es la de comunicarse.

 Primero, con uno mismo.

Relatarse a uno lo que se vive como hablando con alguien a quien deseamos. Porque la inteligencia narrativa ejerce una doble función de integración del acontecimiento que vivimos –y hasta el límite de anularlo- y de exaltación del acontecimiento, hasta el punto extremo en que el acontecimiento mismo engendra sentido. Tomar contacto de ese diálogo sincero con lo que nos sucede es casi la gran tarea a la que nos deberemos comprometer si deseamos una vida feliz.

 Segundo, comunicarse (como sea) con otro, es la otra fórmula de salir del solipsismo.

Sea como sea que se pueda decir. Aquí la creatividad tiene que ser fecunda. Cada palabra, gesto, dibujo, canción, silencio, mirada… será una curación. Sentirás el alivio de sentirte vivo sólo si comunicas lo que vives sea lo que sea que padeces, como sea que se pueda comunicar.

 Detenerse y contemplar el verbo. ¿Qué estoy haciendo? Y permanecer allí. Sereno, sin hacer más que sentir lo que sientes. Alabando la inmovilidad ante lo incambiable. Dejando ser lo que es. Que es lo más real, y sólo la realidad cura. Solo la aceptación agradece.

 Emmanuel Sicre Sj

Semana Santa en Nuestra Señora de Itatí

El núcleo “Nuestra Señora de Itati” expresa su gusto y sentir en esta Semana Santa. La Semana Santa se vivió en Santa Brígida en Común – Unidad: comunidad.

Es detacable durante esta Semana Santa, la disponibilidad de los vecinos en el Domingo de Ramos cuando llevaron a bendecir sus Ramos y laureles ; asistieron a los diferentes espacios de Oración; participaron de las Misas , del lavatorio de pies y la última cena; siguieron el Vía Crucis que fue representado por las calles del barrio el Viernes Santo y, cerrando la semana, en la Misa de Resurrección.

Estas Celebraciones permitieron a la Comunidad confirmar con alegría la elección de seguir a este Jesús dio la vida por nosotros por Amor y con Amor, y está entre nosotros.