Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.
16. Camino hacia Dios: «El desborde»
Cuando una acción nuestra transforma algo de la realidad de los demás en su favor, dotándolos de un sentido aún mayor del que preveíamos, caemos en la cuenta de un misterioso desborde.
¿Qué es ese plus de sentido que percibimos como un caer en la cuenta de que hay algo más allá de nosotros mismos? ¿Cómo es que la manifestación de este “más” se hace tan clara a los sentidos compartidos por otros y nos llena de alegría? ¿Qué sostiene nuestro compromiso por continuar haciendo aquello que nos llena de un sentido no provocado, sino donado, regalado gratuitamente y sobreabundante? Nos estamos preguntando por el bien inmerecido, desproporcionado, que recibimos de lo que vivimos con pasión.
Así, cuando el hombre vio que se le da algo mucho más grande de lo que él dio con su accionar, y reconoce que nunca podría pagarlo o devolverlo por sus propios medios; y que, asimismo, desea con todo su ser seguir acrecentado esta experiencia que lo plenifica y lo abre a los demás con su trabajo; se transforma y se encuentra con la revelación gratuita, personal, impredecible, inaplazable, e inolvidable del Dios de Jesús.
Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.
15. Camino hacia Dios: «La música»
Dios se parece mucho a la música. Es Misterio que reúne los elementos dispersos de nuestra vida creando armonías siempre nuevas. Es Voz que susurra su bondad en el oído del ser humano al punto de dejarlo con ganas de bailar ante su presencia, como David.
Dios se asemeja a la música cuando, al estar con él, el tiempo parece suspendido y, sin embargo, en paralelo, se está tejiendo el ritmo de la historia personal. Esa historia que no puede encontrar sentido si no es en el cadencioso compás del Gran Compositor de melodías. Con esa melodía es que nuestra pequeñez se hace parte del lenguaje común en el que están todos los sonidos que hubo y habrá en el universo entero.
Por eso, es necesario encontrar el tono único con el que damos en la propia armonía en medio de la Creación y dejar que el espíritu de Dios nos impulse a interpretar esa canción que nos hace vibrar en la misma sintonía: ser imagen suya.
Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.
14. Camino hacia Dios: «El odio»
Nos estamos acostumbrando a ver el odio como un espectáculo más. Las mediaciones digitales y las manipulaciones ideológicas de turno nos van desvinculando de las verdaderas consecuencias del odio sobre las personas. Se nos va generando una sensibilidad profiláctica, aséptica y disminuida en su capacidad de vivir lo del otro con el otro. Vamos desconociendo la carne de quien sufre por el odio, y nos queda sólo su relato más o menos trágico. Tomamos distancia de los odiados.
¿Será que pensamos que allí donde hay odio no puede estar lo de Dios? Pero lo cierto es que sí está. ¿Dónde? Padeciéndolo. Ese es el misterio de Cristo: un hombre sin maldad que absorbió en su carne la maldad de quienes lo odiaban para liberarlos de ese cáncer mortal y devolverles con su presencia la certeza de que la salud es posible. Es más, sólo hay que desearla.
El Papa Francisco ha convocado una Asamblea Eclesial de América Latina y Caribe, que quiere ser una reunión de todo el pueblo de Dios latinoamericano y caribeño, bajo el tema: “Todos somos discípulos misioneros en salida”.
Esta Asamblea, inaugurada oficialmente el 24 de enero en la basílica de la Virgen de Guadalupe de México, culminará presencial y virtualmente, del 21 al 28 de noviembre de 2021 en la ciudad de México.
¿Qué novedad trae?
La novedad reside en que hasta ahora las asambleas nacionales y regionales de las Iglesias eran conferencias o asambleas de obispos y ahora esta será una Asamblea Eclesial, es decir, se reunirán no solo obispos, sino todos los participantes del pueblo de Dios: laicos y laicas, religiosos y religiosas, seminaristas, sacerdotes, obispos, cardenales y personas de buena voluntad.
Francisco desea que se no reúna una elite separada del santo pueblo fiel, pues todos cuantos hemos recibido el Espíritu en el bautismo, formamos parte de la comunidad cristiana, somos parte del Pueblo de Dios y el Pueblo de Dios es infalible en su fe, como afirma el Vaticano II (LG 12).
Como discípulos misioneros, reunidos sinodalmente en la 1ª Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, haremos memoria de lo acontecido en la V Conferencia General en Aparecida, y mirando contemplativamente nuestra realidad con sus desafíos, reavivaremos nuestro compromiso pastoral para que, en Jesucristo, nuestros pueblos tengan una vida plena en y por los nuevos caminos hacia el 2031+2033.
Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.
13. Camino hacia Dios: «La privación»
En la mayoría de las culturas religiosas existen momentos purgativos, de limpieza, de lavaje de aquello que es percibido como suciedad interior, como residual y que debe ser arrojado fuera. De ahí que surjan diversos rituales de purificación que ayudan a renovar los canales de encuentro con la divinidad entendida como luz, pureza, energía positiva, libertad. Y así conseguir la paz interior.
En el cristianismo el camino de la privación, del ayuno, de la abstinencia suman un elemento realmente enriquecedor. No nos privamos de algo para quedar más limpios y estar en paz solamente, no ayunamos para engrosar nuestra capacidad de resistir, no hacemos abstinencia para demostrar el poder de nuestra voluntad. Sería narcisista. Todo esto lo hacemos para encontrarnos con Cristo en los demás, en especial, con aquellos que hacen ayuno, abstinencia y son privados del alimento diario a causa de la injusticia. De esta manera, libres de lo accesorio y disponibles al sentido profundo, entramos en contacto con el otro desde la humanidad compartida y bendecida por Dios en el despojo de sabernos llamados a una existencia digna que debe llegar a ser percibida por todos sin excepción.
Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.
11. Camino hacia Dios: «Lo de abajo»
Nos acostumbramos a direccionar la vista al cielo cuando buscamos a Dios. Casi todas las tradiciones religiosas, así como un son antropológico, ven en lo alto, en lo inalcanzable, en lo “más allá”, el destello de lo divino. Tantas noches mirando los astros para comunicarnos con el misterio que nos sostiene. Tanto sol que nombra a Dios.
Sin embargo, el Dios de Jesús deja las alturas y baja. Abandona lo abstracto y se concreta. Olvida la sacralidad proyectada e instaura una que, por más humana, más divina de contacto con el amor. Resulta que en Cristo lo sensible se vuelve olfato de sabidurías. Vista aguda de lo oculto que da a luz. Gusto a mesa compartida entre pares. Oído para el grito de quienes, en su debilidad, buscan fortaleza. Tacto de una carne que se vuelve a Dios y nos lleva con él.
Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.
10. Camino hacia Dios: «La poesía»
Las palabras son manifestación del ser humano. Ellas lo dicen, lo cantan, lo expresan, lo soportan, lo fecundan, lo abren, lo crean, lo alimentan, lo relacionan… Cuando esas palabras logran una organización tal, aparece señalado con nitidez el misterio de lo que somos. Se hace visible a nuestros propios ojos el sentido inabarcable. Se oye el fondo de la partitura que nos sostiene entrelazados en esta humanidad terrible y hermosa. Se huele el aroma del tiempo que nos modela. Se toca la llaga que nos avisa el estar vivos.
Pero cuando podemos saborear las palabras y degustar sus matices, emerge la sabiduría que conduce a la fuente de toda posibilidad de existir. La gran poesía se hace carne y nos hace visibles a Dios entre todas las creaturas. De allí toda bendición, toda alabanza, toda expresión de asombro humano ante un Dios mezclado entre nosotros.
Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.
9. Camino hacia Dios: «Quienes dejaron la fe»
Las opciones que vemos nos envían mensajes. Muchas veces no sabemos las causas profundas de las decisiones de los demás, sin embargo, nos hacen preguntarnos por las nuestras. He aquí donde quienes abandonaron la fe en Dios, o en Jesús, o en la Iglesia, pueden estar dándonos una dirección para pensar. Reubicados en nuestra propia experiencia, en lo que vamos creyendo y en lo que los demás nos reflejan comienza a emerger dentro un contrapunto: ¿y tú? ¿qué?
Estamos, entonces, ante la posibilidad de indagar sobre nuestra fe. ¿Cómo hacerlo? En soledad, pero acompañada, con hondura pero sin obsesiones, responsables pero sin tragedia, anhelantes pero sin desesperación, en el “aquí y el ahora” de nuestra vida pero con memoria y deseo, con ciencia pero con paciencia de sabios ignorantes, volviendo a los orígenes pero sin nostalgias esclavizantes. Es decir, soportando la tensión que toda realidad compleja merece, evitando los portazos que nos cierran o los cachetazos que nos aíslan. Y aquello que osadamente llamamos Dios se encargará de darnos una respuesta generosa y vital.
Una propuesta secuencial de 16 caminos que podemos emprender desde lo cotidiano, para acercarnos cada día más a Dios.
8. Camino hacia Dios: «La seducción»
Técnica tan antigua como el hombre –por eso también de Dios-, la seducción ha sido reconocida en el mundo espiritual desde siempre. Y es que busca explicar por qué el corazón se inclina a unas cosas y a otras resignando el control y dejándose llevar. Puede que no siempre hacia el bien, he aquí el desafío de discernir cuáles sí y cuáles no.
Las seducciones de Dios son aquellas que se dan en los desiertos de nuestra vida. En los momentos donde nuestro espíritu se halla solitario y preguntón. En la soledad de nuestro monasterio interior, muchas veces, somos atraídos al recogimiento, al amor gratuito, al silencio cadencioso, a la ternura contemplativa. Allí acunamos nuestros “dialoguitos” con Dios y depositamos nuestros esfuerzos y debilidades. Allí recibimos la fortaleza.
Pero también, lejos del embrujo y el hechizo, el Dios de Jesús cautiva al inquietarnos con lo real. Como buen amante, nos inspira en el alma las preguntas que sirven de motor para vivir abiertos al misterio de su presencia en donde menos lo imaginamos. Por eso, somos paradójicamente seducidos tanto a gozar la vida como a entregarla, a vivir como a morir por los demás, a enriquecernos siendo pobres y a esperar detrás de cada cruz una resurrección.