Comisión Teológica CPAL: La Sinodalidad desde América Latina

Del lunes 25 al viernes 29 de julio del 2022, los miembros de la Comisión Teológica de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina (CPAL) realizaron su reunión anual. Esta se llevó a cabo en la casa de las Hermanas Carmelitas Teresas de San José, en Bogotá.

La Comisión Teológica de la CPAL busca favorecer entre sus miembros el debate crítico teológico, desde la realidad histórica y eclesial latinoamericana de los excluidos y las víctimas para contribuir a la misión de la Compañía de Jesús, hoy. Con ello se pretende teologizar sinodalmente, como muy bien señala la Comisión Teológica Internacional, al afirmar que el ministerio de los teólogos es personal, comunitario, colegial y sinodal. En efecto, la “sinodalidad eclesial compromete también a los teólogos a hacer teología en forma sinodal, promoviendo entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y la variedad de las instancias y de los aportes” (SVMI 75)[1].

Ecos o resonancias de la reunión – Por Hugo Gudiel SJ, Coordinador de la Comisión Teológica de la CPAL.

A continuación, presentaré algunos ecos o resonancias de la reunión; ciertamente tienen un tono personal, aunque toman en cuenta afirmaciones de las resonancias de los otros miembros. Ante todo, hay que comenzar destacando que el trasfondo de nuestra reflexión ha sido fundamental: la situación de la realidad colombiana presentada en modo amplio y exhaustivo por Martha Lucía Márquez R., directora del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP). El trasfondo de la realidad nacional colombiana en el contexto mundial ha sido clave para el teologizar juntos. Y es que es importante y necesario “construir colectivamente conocimiento teológico entre pares” (Luis Felipe Navarrete, Ecografía).

El punto de partida en la discusión sobre la sinodalidad es el modo humano de ser siendo, como bien indica Pedro Trigo. Ese punto de partida sobre la sinodalidad básica “ha servido como un excelente comienzo y ‘encuadre’ de toda la reflexión” teológica (J.M. Cantó, Ecografía). Y esto solo se logra caminando juntos, pues el camino sinodal se realiza con otros, sabiendo que Jesús es nuestro camino, que él nos atrae libremente. En definitiva, se trata de “irse haciendo humano, teniendo presente que humano, humano, lo que se dice humano es Jesús de Nazaret” (Trigo, Ecografía). Por eso hemos de “caminar juntos hacia la fraternidad de las hijas e hijos de Dios por el camino que es Jesús de Nazaret” (Trigo). Así es como nos vamos haciendo cristianos.

Ahora bien, caminar juntos y humanamente como pueblo de Dios en la construcción del Reino, solo se puede en una perspectiva escatológica. Pero esta ha de ser entendida desde los últimos, los descartados y las víctimas de la historia. Ellos son los que han de marcar la dinámica de la sinodalidad. Lo escatológico es la relación de hijos en el Hijo desde los últimos. Solo desde ellos se puede ser hermano, pues los pobres son el lugar de la universalidad. Sinodalidad y Escatología tienen una íntima relación, como indicaba Hugo Gudiel.

En este caminar juntos, que es constitutivo del Pueblo de Dios, la acción del Espíritu es central. De hecho, “ponernos en camino ha significado dejarnos llevar por el amor, dejarnos transformar por el Espíritu, hacer posible que en nosotros se revele la acción del Espíritu” (Víctor Martínez, Ecografía). Ciertamente se trata del Espíritu del Hijo y del Padre, pues es fundamental entenderlo en contexto trinitario. Sin vida en el Espíritu la sinodalidad es imposible e irrealizable. El Espíritu es el compañero fiel en el discernimiento del camino.

La Iglesia sinodal, pues, está inspirada por el Espíritu y es aquí donde se alimentan los ministerios. Éstos han de ser entendidos como un “servicio específico” (Trigo), como una vocación determinada en el Pueblo de Dios. Entre ellos José Sánchez destacaba en su ponencia, cuatro ministerios: el ministerio del “despertar espiritual”, el ministerio bíblico, el ministerio del discernimiento y el ministerio del “salto cualitativo”. El autor concluye afirmando que se ofrecen “estos cuatro ministerios como una manera de contribuir a que los creyentes en camino trabajen en esperanza activa, creativa, proactiva”.

La Eucaristía es el alimento para el camino sinodal, por eso hemos de caminar y comer juntos, en camino con Jesús. Comer con es “la esencia del cristianismo”, citaba José María Cantó. Las comidas de Jesús eran comidas de inclusión, misericordia y solidaridad.

En este contexto vale la pena recordar la pregunta de Lucio Gera, citada por José Ma. Cantó en su trabajo, “‘¿es auténtico celebrar la Eucaristía en América Latina?’. Y enumeraba las situaciones de injusticia, de violencia, de desigualdad comunes en nuestras tierras. Hasta llegar a preguntarse: ‘¿no debería este Continente ser puesto en ‘entredicho’ y, cerradas las puertas de las Iglesias, vaciados sus altares, ser él conminado a realizar primero la ‘realidad’ del sacramento, para que, recién luego, sin mentira pudiera ser celebrado el sacramento de esa realidad?”. La pregunta, hecha hace más de 50 años, sigue más vigente que nunca” (p. 15).

Se trata de una pregunta radical a la que el mismo teólogo argentino responde afirmando “que sí, es auténtico, y esto por dos razones”. La primera “porque la Eucaristía es signo en el tiempo de una realidad que está más allá, llamando a la unidad, pero no unidad consumada. ‘Es viático, pan de ruta; la Eucaristía presupone que el hombre desfallece; presupone también que todo un Continente desfallece’”. Y la segunda “porque la Eucaristía también Palabra, que como Palabra de Dios examina y obliga. ‘Ella examina, escruta los corazones’” (p. 16).

Por tanto, ser cristiano es una modulación de ser humano. El punto de partida en la sinodalidad es lo humano: es lo que de hecho aparece en las cuatro Conferencias Episcopales Latinoamericanas. Sólo en Cristo se revela la verdadera grandeza del hombre. La fraternidad se ha realizado en Jesús. La fe es, ante todo y, sobre todo, humana y sólo después es religiosa y cristiana.

  • Conclusión

Para terminar, recordemos con José Sánchez que, “en este camino sinodal, todos somos actores. Todos damos y recibimos, enseñamos y aprendemos, siendo conscientes del papel de las autoridades, que han de ser primero hermanas antes que dirigentes” (Ecografía).

En definitiva, hay que caminar juntos hacia la fraternidad de los hijos e hijas de Dios, por el camino que es Jesús de Nazaret en la construcción del Reinado de su Padre. Y se camina en perspectiva escatológica desde los últimos de la historia, tomando conciencia que la sinodalidad nace del Espíritu del Padre y del Hijo. En ese caminar la Eucaristía se nos da como alimento y viático para el camino, porque se puede caminar y comer juntos. La Iglesia sinodal, pues, está inspirada por el Espíritu y es aquí donde se alimentan los ministerios.

Fuente: jesuitas.lat

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