Contemplaciones SJ – El Abrazo

Contemplación del reencuentro entre Jesús y su Madre, a quien San Ignacio presume que es la primera a quien se aparece.

EE.EE 299: La Resurrección de Cristo Nuestro Señor. Primera Aparición.

Primero: Se apareció a la Virgen María. Esto no aparece en la escrituras pero se da por supuesto al decir que se le apareció a tantos. (…)

Por Joaquín Cayetano Tabera SJ

Cae tras el monte de los olivos el sol de este sábado. Debería ser de Fiesta, pero es el más triste de la historia.

Ella, ya sin lágrimas en los ojos está sentada sola. Se ha quedado en esa casa prestada cerca del Templo. La misma en la que,  donde días atrás lo había visto a Él lavar los pies y predicar el Amor. Ahora, el dolor de una espada le atraviesa el corazón.

Su rostro transparenta el dolor que siente. Por su mente desfilan los recuerdos de su niño con su andar tan atípico. Lo recuerda trabajar serenamente cada pieza de madera.  Regresan a su mente las maravillas que había visto obrar a su Hijo, ya adulto. Sigue sin poder creer que Aquél que sólo de Amor y Vida hablaba le fue devuelto muerto. Que fue clavado en una Cruz como si se tratara de un delincuente. Vuelve a llorar

Su dolor es de esos dolores que carcomen por dentro. De esos dolores que no tienen sentido. Que no buscan ser comprendidos ni se intenta entender. Que tampoco se busca que dejen de doler. Porque se sabe que es imposible.

Así está Ella. Los últimos rayos del sol desaparecen dejando aquella pequeña habitación casi en penumbras. Las trompetas de los levitas suenan anunciando el fin del Sábado Santo. Comienzo un nuevo día.

Entre la oscuridad y el ruido de trompetas comienza a sentir que el dolor abandona su corazón. Su impávido rostros de días sin dormir va recuperando su color. La angustiante tristeza que parecía infinita va dando paso a una profunda Paz.

Entonces, aún consternada por el cambio de sus sentimientos, escucha que la llaman en un susurro.

“… Mamá…”

Sus ojos estallan en lágrimas. Se incorpora de inmediato. De su alma y de su boca sale un gemido que dice “mi Jesús”

De pronto parece que la habitación se ha llenado de luz. Una luz que solo su corazón puede percibir. Ahí está Él. Con agujeros en sus manos y en sus pies. Con sus ropas blancas como la nieve más blanca.

Ella lo abraza como quien se abraza a su única esperanza. Él la abraza como quien protege con Amor. “María, mamá, no temas” le dice. Besa su frente… y desaparece.

Ella queda nuevamente sola. Pero ahora es una soledad tan acompañada y llena de sentido, que la oscuridad de esa noche se aparta por su luz.  La luz que le da el saber y el sentir que la vida, para el mundo, recién comienza.

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