¿De qué Dios hablar y… cómo?

El jesuita español Darío Mollá se formula estas preguntas en este tiempo de distanciamiento y nos propone una reflexión en dos momentos y una constatación. 

Inicialmente considera que el primer movimiento ha de ser el de callar, y callar mucho antes de decir una palabra. Es de la postura de que no tenemos derecho a hablar de Dios si antes no hemos hecho nuestro el silencio, las lágrimas, la impotencia, la rabia de tantas y tantas personas que viven el despojo en carne propia.

En segundo lugar, nos indica que es necesario asumir este como tiempo de tentación, como lo fue el tiempo de Israel en el desierto. Tentaciones (y pecados) en el ámbito de lo político, la economía, la actividad empresarial y laboral; tentaciones (y pecados) en el ámbito de la convivencia familiar y vecinal, en lo personal. Asumirlos y cada uno deberíamos reconocer los nuestros. Y en ese reconocernos pecadores hacernos más misericordiosos en nuestras actitudes y muy (mucho más) humildes en nuestras proclamas. 

Y entonces, no antes, podremos hablar de Dios. Y si no, mejor callar.

Pero ¿de qué Dios y cómo? Del Dios que “se esconde” en la pasión como dice San Ignacio. 

En palabras de Dietrich Bonhoeffer: “Dios clavado en la cruz permite que lo echen del mundo. Dios es impotente y débil en el mundo, y sólo así está Dios con nosotros y nos ayuda indica claramente que Cristo no nos ayuda por su omnipotencia, sino por su debilidad y sus sufrimientos”.

Sí. La fe se hace a veces muy oscura, la esperanza muy costosa y la caridad es el único lenguaje posible.

Fuente: bit.ly/3euAxKB 

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