Dios se revela en la sencillez de la cotidianeidad

Reflexión por Diego Pereira Ríos

Llega fin de año y cada uno de nosotros intentando terminar etapas, cerrar círculos, hacer conclusiones que nos animen a creer que hemos logrado avanzar como humanidad. De cara a Dios, examinamos nuestra manera de actuar para buscar responder si estamos o no colaborando con el reino. En un año movido en todos los niveles de la vida humana, si bien la pandemia del Covid-19 amenaza con reaparecer, en medio de una guerra entre Ucrania y Rusia, el mundial de fútbol de Qatar es lo que en estos días acapara la atención mundial. Pareciera que el ser humano necesita crear todo el tiempo acontecimientos espectaculares para vivir.

Esto mismo sucedía desde la época del Pueblo de Israel. Los profetas del Antiguo Testamento, cada vez que hablaban de la llegada del Mesías liberador, lo hacían describiendo situaciones inusuales mediante eventos espectaculares. Son varios los profetas que hablan de Dios como alguien que se manifestará rompiendo la habitual cotidianeidad del ser humano. Incluso Juan el Bautista, cuando se refería a la llegada del Hijo de Dios, decía que mientras él bautizaba con agua, el Mesías lo haría con fuego. Desde entonces hasta hoy, existe en el ser humano la idea de que Dios se revela solamente de forma majestuosa o sensacional, olvidando que Dios se revela en lo secreto, en lo cotidiano.

Hay en ello un secreto divino: Dios está siempre con nosotros, a nuestro alrededor, manifestándose de mil maneras distintas pero, sobre todo, en el silencio, en la calma, en lo escondido del mundo. Mientras nosotros seguimos distrayéndonos con el hipnotismo esclavizante de las pantallas digitales, Dios vuelve a nacer cada día en cada vida que llega al mundo, en cada ser vivo que encuentra en este mundo un lugar para crecer. Y esto lo podemos meditar en este tiempo de Adviento, donde el Dios de la historia nos convoca a reunirnos en torno a un simple pesebre para esperanzarnos en la nueva vida. En esa pobreza revelada en el pesebre, en la sencillez de la vida de personas simples y comunes, la presencia de Dios puede sorprendernos y traernos una gran sorpresa.

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