Discernimiento, Danza de deseos
A lo largo del tiempo se han dado diferentes definiciones del discernimiento.
* Según la definición más simplista pareciera que discernir era disponer del número del teléfono celular de Dios para preguntarle en cada momento qué hacer. Evidentemente, Dios te respondería, “ya estás mayor; mira tú mismo qué debes hacer…”
* En ocasiones se ha formulado que el discernimiento sirve para “encontrar la voluntad de Dios”. Yo te diría que sí y no. Por una parte Dios no nos impone su voluntad, aunque sí tiene unos deseos fundamentales que nos los va concretando según nuestra capacidad. No es que Dios tenga siempre algo que indicarnos, Dios respeta la libertad que nos dio.
Cristo nos liberó, dice San Pablo, ¡para que fuéramos libres! Tanto así que si tú y yo no queremos, no entra en nuestro corazón ni en nuestra vida…
* Otras personas dirán que el discernimiento es el modo para saber elegir entre dos alternativas… Otra vez tengo que decirte que sí y no. No es sólo para elegir una cosa concreta. El discernimiento es tan vital que tengo que practicarlo toda mi vida.
El título de este artículo decía “danza de deseos”, ¿verdad? Hablar de baile y de deseos corrige falsas ideas que hemos podido tener del discernimiento.
El Discernimiento bien entendido, es un diálogo de deseos: los que tú tienes con los deseos de Dios. Eso sí, tus deseos profundos, aquellos que dicen quién eres tú en lo más profundo. Ese diálogo de deseos, esa danza de deseos, es para producir algo nuevo, algo que brota del corazón de Dios y de mi propio corazón y tendrá que ver siempre con el gran sueño de Dios: ¡que venga su Reino! Y su Reino tiene que ver además con el anhelo que tengo yo también –en mi propia conciencia, en mi manantial-; sueños de solidaridad, de buscar la felicidad de todos y sobre todo de los que más sufren. ¿Ves cómo discernir no puede ser algo impuesto en mi vida, que me oprima o que me la haga más difícil?
Discernir no será una imposición de Dios.
Discernir, eso sí, me va a exigir esculcar dentro de lo más profundo mío, esos anhelos más guardados y cotejarlos con los deseos de Dios y así, seguir caminando por la vida, en una tónica de discernimiento perenne; en un baile perenne, haciendo que se provoque el Reino.
¿Sabes por qué me agrada la imagen de la danza?, porque, además de que me gusta bailar, en la danza debe haber un acoplamiento perfecto entre la pareja para no tropezar. Cuanto más se acople la pareja, cuanto más se intuya los movimientos de la pareja, mejor sale el baile.
Es cierto que habrá momentos en los que tendré que decidir algo puntual o hacer una elección concreta y también para ello habré de usar el discernimiento.
Pero el discernimiento como tal es más grande que una elección específica.
Los grandes deseos de Dios se concretan, gracias a Jesús, en lo que significa Reino de Dios. Fíjate que es la palabra clave de todos los Evangelios, y por mucho tiempo, permaneció soterrada. Esto nos trajo muchas deformaciones a la Iglesia y al mundo.
Reino de Dos es una palabra técnica y hace alusión a un proyecto que tiene Dios –Madre y Padre- para con toda la humanidad. Es un proyecto de justicia solidaria, de tolerancia, de amor, de paz, de equilibrio ecológico, donde los más necesitados son los más beneficiados. Es un proyecto que incluye a todas las personas, que debe comenzar aquí en esta Tierra y que culminará un día en el seño de Dios. ¿No sientes que ahí están expresados muchos de tus anhelos?
Carlos Cabarrús, SJ
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