La nueva Cueva de San Ignacio

Por Javier Melloni SJ

Cada generación tiene su manera de expresar la búsqueda de Dios y de venerar los lugares donde esta búsqueda se ha producido con profundidad y autenticidad.

Esto es lo que sucede en la Cueva de San Ignacio, en Manresa. Cuando Ignacio llegó hace casi quinientos años, era una cueva abierta sobre el río Cardoner, desde donde se divisaba la silueta de la montaña de Montserrat. De este modo se incorporaba a una tradición eremítica anterior, presente en la ciudad. El Peregrino eligió la roca desnuda, como desnuda fue su experiencia mística.

Con el paso de los siglos, las diversas generaciones han venerado este sitio incorporando elementos que eran significativos en su tiempo como retablos, estucos o mármoles, para preservar la sacralidad del lugar. La última modificación se realizó a principios del siglo XX, con la reforma del vestíbulo que precede a la cueva, de estilo modernista. Además de los vitrales, mosaicos y bajo relieves hechos por Martín Coronas SJ, destacan los dos espléndidos ángeles de bronce de Josep Llimona en el umbral de la Cueva. Uno representa la vía ascética y el otro la vía mística, es decir, el hacer y el dejarse hacer propios de toda práctica espiritual.

Próximos al quinto centenario del paso del Peregrino por la Cueva, la sensibilidad de nuestro tiempo nos lleva a acercarnos lo más posible a la desnudez del lugar que él conoció. Al recuperar la atmósfera de roca y piedra, ¿posibilitamos que todas las generaciones se encuentren en el punto de partida, respetando también la sedimentación de la tradición?

Se trata del mismo criterio que se tuvo con la reforma de la casa torre de Loyola en 1991, cuando se celebró el quinto centenario del nacimiento de Ignacio, así como con las habitaciones (le Camerette) donde vivió los últimos años de su vida en Roma.

La intervención ha sido largamente reflexionada y consultada, entre otros, con el P. General de la Compañía de Jesús; él mismo la apoyó explícitamente cuando pasó por Manresa en noviembre de 2008.

Tres son las actuaciones más relevantes que se han realizado estos últimos meses: en primer lugar, encontraremos la Cueva más cerca de su estado original puesto que se ha retirado el arrimadero de mármol de 1900 que cubría hasta ahora la parte inferior de la pared derecha, dejando a la vista la roca; en segundo lugar, se ha colocado una mampara de vidrio en la entrada del vestíbulo que nos lleva a la cueva para favorecer ya desde lejos un clima de recogimiento y de oración; en tercer lugar, se ha desplazado la ubicación actual de la pequeña tienda para liberar una zona donde ofrecer las explicaciones a los visitantes. Este espacio se ha enriquecido con diferentes elementos, tanto el arrimadero de mármol procedente de la Cueva, cuanto la puerta que desde 1625 que hasta comienzos del siglo XX protegía la entrada y que se abrió el pasado 31 de julio con motivo del inicio del Año Jubilar del Camino Ignaciano.

Con estas modestas modificaciones, la comunidad de Jesuitas de Manresa creemos que se favorece un contacto más directo con la experiencia que tuvo San Ignacio.

De hecho, esta cueva contiene dos características que reflejan la esencia de la espiritualidad ignaciana: es recogida y abierta al mismo tiempo, es decir, conjuga contemplación y acción, interioridad y apertura al mundo, fecundas tensiones que se conjugan en este espacio, que cada vez es más visitado por personas de todo el mundo que vienen aquí a inspirarse.

Jesuitas España

 

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