Discernimiento espiritual comunitario Parte I

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Para hablar del discernimiento espiritual comunitario, es importante recordar que desde los orígenes mismos de la vocación de Ignacio de Loyola, la mediación del otro, en la búsqueda de la voluntad de Dios, ha sido una constante irremplazable. El discernimiento espiritual, tal como lo desarrolló Ignacio, no puede entenderse como una búsqueda aislada del individuo, aunque para ejercitarse en él, la persona tenga que recurrir a los movimientos de su interioridad; estos movimientos o mociones más íntimas no se pueden considerar, sin más, como manifestaciones de la voluntad de Dios, si no están confrontadas con un acompañante espiritual, con el superior respectivo, con la comunidad de la Iglesia. San Ignacio coloca en la persona del Vicario de Cristo en la tierra, la última instancia frente a la cual es necesario avalar las búsquedas y los hallazgos hechos en el ámbito más personal.

El cristiano, en cuanto individualidad y también en cuanto referido a una comunidad particular, hace parte de un todo más amplio que es el cuerpo vivo del Señor Resucitado en la historia; esto supone que no es autosuficiente en su existencia, sino que vive en cuanto se abre a una comunión más amplia con otros creyentes. De ahí, que consideremos no sólo posible, sino necesario, el hecho de que todo discernimiento se mantenga en una apertura, no solamente frente a Dios, como trascendencia absoluta, sino también frente a la comunidad, como mediación fundamental de la Revelación de Dios en la historia.

Esto daría un giro a la discusión, en el sentido de que no sólo tendríamos que hablar del discernimiento que practica una comunidad creyente, sino también de la dimensión comunitaria de todo discernimiento verdaderamente espiritual. La confrontación con los criterios de la «sancta madre Iglesia hierárquica» (EE 170,2) y en general, una vez aprobada la Compañía, la necesaria mediación del superior en el proceso de discernimiento de cada jesuita, supone una apertura a un universo más amplio que el de la pura individualidad o el de la relación inmediata con Dios.

El ejemplo más claro de esta necesidad de la mediación comunitaria en la búsqueda de la voluntad de Dios en las fuentes de la espiritualidad ignaciana, quedó recogido en el documento sobre la «Deliberatio Primorum Patrum», de 1539. Esta experiencia, vivida por el grupo de compañeros, poco antes de la fundación de la Compañía, nos revela claramente cómo vivieron un auténtico discernimiento espiritual comunitario.

Algunas de estas nuevas formas de vivir el discernimiento en común, fueron aplicadas en la práctica de gobierno de Ignacio como Superior General de la Compañía de Jesús y, por lo menos, señaladas en las Constituciones que él mismo fue redactando con la colaboración de sus hermanos. Las Constituciones dejan abiertos muchos espacios para la búsqueda de la voluntad de Dios en las circunstancias concretas de la vida de los jesuitas a lo largo de la historia. La fidelidad a este cuerpo legislativo de la Compañía pasa por la misma recreación de las normas teniendo en cuenta los tiempos, las personas y los lugares en los que se quieran aplicar. Consideramos, por tanto, que el discernimiento espiritual comunitario, tal como ha sido promovido y animado por los últimos gobiernos generales y por las últimas Congregaciones Generales, tienen plena consistencia dentro de la tradición ignaciana y jesuítica.

Han pasado los tiempos de las discusiones dolorosas sobre la legitimidad de la práctica del discernimiento espiritual comunitario. Los ánimos de muchos se han ido tranquilizando, y los defensores y enemigos de esta forma de proceder son menos intransigentes. Sin embargo, el peligro que se corre ahora, después del ir y venir del péndulo, es que todo este movimiento se detenga y termine por archivarse el problema, dejándolo de lado por imposible. Son tantas y tan complejas las exigencias de una práctica tan compleja como novedosa, que puede convertirse en un sueño inalcanzable para muchos.

La Congregación General 36ª. ha querido invitar a la Compañía de Jesús, en sus obras y comunidades, a realizar su misión hoy, contando con tres herramientas fundamentales: el discernimiento en común, la colaboración y el trabajo en red. Sin embargo, a la hora servirnos de estas herramientas, es necesario tener claro cuáles son sus requisitos y exigencias. Nos queremos referir en este artículo a las condiciones de un ejercicio comunitario del discrernimiento hoy, tanto en el ámbito propio de las comunidades de la Compañía de Jesús, como en sus obras e instituciones.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

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