En camino sinodal desde Roma

Por María Luisa Berzosa González FI

Hace unas semanas, como sabemos, el Papa Francisco abrió la puerta del aula sinodal, no solamente a los obispos, para la asamblea de octubre próximo, sino también a mujeres y laicos del pueblo de Dios.

Mi valoración sobre este paso es muy positiva. Muy sorprendente, lo esperaba en algún momento sin tener idea de cuándo sería, pero ahora me ha llenado de alegría. Considero que Francisco va haciendo cambios paso a paso para ayudar a que la iglesia vaya siendo enteramente sinodal en su ser y en su actuar.

Por una parte, lo entiendo en coherencia con el proceso sinodal que estamos viviendo, es un Sínodo con elementos nuevos respecto de los anteriores y más inmediatos, y esta novedad radica entre otros elementos, en una invitación universal al Pueblo de Dios. Incluidas personas creyentes e increyentes.

Por tanto, la posibilidad de participar en la asamblea sinodal y de tener voz y voto, mujeres y laicos, es congruente, cómo digo, con el Sínodo de la Sinodalidad. Porque el discernimiento, la escucha, el encuentro, la reconciliación, no puede hacerse prescindiendo de una gran parte de la comunidad eclesial. Se hace más real la participación, comunión y misión, ejes centrales del Sínodo.

Creo que es un paso histórico que implica un cambio fuerte respecto a cómo estábamos viviendo nuestro ser eclesial, manteniendo quizá un poco en el olvido lo que ya el Concilio Vaticano II nos dejó como herencia eclesial.

Sí. Es una nueva puerta abierta que abrirá otras más, si caminamos a la escucha del Espíritu que habla también en los gritos, susurros y silencios de nuestro mundo y que nos dará la creatividad necesaria para encontrar las respuestas oportunas.

Por tanto, el cambio es dinámico, no estático. Confío en que sigan abriéndose más puertas y ventanas con nuevo aire para nuestra iglesia y para el mundo a cuyo servicio está.

¡Me gusta decir que la Sinodalidad ha venido para quedarse… y me lo creo!

Imagino que a algunos obispos, como a otras personas, pueden no agradarles ciertos cambios, sabemos que hay resistencias más activas o más pasivas, pero la vida se impone y ésta exige cambios, es dinámica y por otra parte siempre será más rico el diálogo plural como es la iglesia, y no solamente que una parte decida todo.

Agradezco a Francisco su firme decisión de acompañar el Sínodo con sus consecuencias. También soy consciente de que esa actitud es un compromiso fuerte para quienes nos sentimos parte activa de la iglesia, en seguir colaborando para que la puerta siga cada vez más abierta. Para que en nuestros entornos, amplios o reducidos, sigamos con actitud de apertura, de acogida, de inclusión.

Es urgente y necesario dejar de hablar de periferias, de márgenes, para que todos y todas podamos estar en el centro y, para ello, urge nuestra conversión personal y pastoral.

¡Muchas gracias, Hermano Francisco!

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