II Encuentro de Confluencia
Por Sebastián Creusser
El II Encuentro de Confluencia (realizado el pasado 29 y 30 de Agosto en las instalaciones del Centro Manresa de la ciudad de Córdoba capital) significó la renovación de un espacio vital para el crecimiento y desarrollo vocacional de todo joven comprometido en su fe cristiana. En él participaron jóvenes de diferentes provincias, vinculados doblemente a la fe cristiana y la política a través de diferentes y respectivos ámbitos de participación local (partidaria, funcionarial, académica) y pastoral (apostólica, parroquial, espiritual). Enmarcado todo en el espíritu de diálogo, reflexión y sentir comunitario ignaciano, que favoreció una experiencia plena de sentido, crecimiento y motivación para la inquietud político-social cristiana de los participantes.
Las jornadas se extendieron desde el sábado 29 a la mañana hasta el domingo siguiente, también por la mañana, consistiendo en diferentes momentos y espacios de convivencia, trabajo y reflexión personal y grupal, junto a una experiencia comunitaria de servicio y misión. Desde el aporte de la perspectiva cristiana acerca de la política, realizada en un primer momento por Ángel Rossi sj, se incentivó a la profundización personal en oración, y luego comunitaria en grupo, sobre diferentes ejes vitales para el sentir y obrar en política: el diálogo, la escucha, la humildad, el compromiso, la comunidad, el liderazgo, entre otros.
Luego, por la tarde, fue el momento de escuchar y dialogar con distintos representantes de la práctica política, tanto partidaria como académica. Momento rico para compartir (desde la exposición e intercambio, sano y dialogado, de perspectivas diferentes) experiencias de vida, de fe y política, de las cuales nutrirse y crecer mutuamente.
Finalmente, se cerró el sábado con una experiencia de servicio a través de la cena junto a hombres en situación de calle albergados en la Hospedería Alberto Hurtado. Allí, todo sesgo abstracto o individualista acerca del interés personal político, se volvió necesariamente sobre sus ejes más fundamentales: la persona humana, y especialmente los más vulnerables. Si toda política ha de tener sentido, deberá estar esencialmente en la dedicación hacia los más perjudicados por la realidad tal como está y “el orden de las cosas” tal como se vive y desarrolla.
El cierre del Encuentro culminó con el trabajo personal y grupal, desde la exposición de Tomás Bradley sj acerca de las palabras del papa Francisco a los representantes de la sociedad civil de Paraguay, en ocasión de su reciente visita a Latinoamérica. Dicho momento fue aprovechado también para compartir las resonancias personales de ambas jornadas y del sentir respecto a las proyecciones futuras del espacio “Confluencia”.
Los días vividos en el II Encuentro de Confluencia han concluido, en lo personal, con un grandioso caudal de sentimientos de alegría, sanación y esperanzas. Alegría, por la convicción reafirmada de aquel deseo de transformar la sociedad desde el cambio de sus más dolorosas injusticias sociales y la “resistencia y combate” contra las estructuras y esquemas que robustecen e intensifican tales injusticias. Sanación, de las diferentes sensaciones de angustia y pesimismo que invaden y se instalan cuando lo único que se acostumbra a contemplar, ver, sentir y oír es lo “malo” y “vicioso” de la política. Y esperanzas, en las diferentes energías, motivaciones y fuegos interiores encendidos por el testimonio de los demás participantes, de que el amor en clave de servicio, escucha, diálogo y compromiso con los más perjudicados y vulnerables es lo que termina santificando la política como máxima “expresión de Caridad”.
Los desafíos son enormes. Las motivaciones también. Y en este sentido, acompañarnos en oración seguirá redundando en beneficios no solo para fortalecer este espacio de encuentro, sino la vocación misma de transformación social desde lo político. En donde la implicación y el compromiso del cristiano aspiren a más que la buena conciencia y la defensa mínima de determinados contenidos doctrinales. Sino que signifique también, como aquello a lo que nos invitaba San Alberto Hurtado sj, amar al pueblo “hasta no poder soportar sus desgracias”.
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