Iniciativa Contra la Trata de Personas
La semana pasada una multitud de personas, en su mayoría mujeres, se manifestó a lo largo de todo Argentina en contra de los femicidios que han sufrido en reiteradas ocasiones y a los que se ve como última consecuencia de una cultura machista que pone a las mujeres como objetos en situación de inferioridad. El texto que compartimos a continuación narra una iniciativa para luchar contra la trata de personas, delito del que muchas mujeres son víctimas.
Por José Luis Pinilla
No hay mujer que no resulte sospechosa de mala conducta. Según los boleros, son todas ingratas. Según los tangos, son todas putas (menos mamá). Confirmaciones del derecho de propiedad: el macho propietario comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la hembra. (…) Vuela torcida la humanidad, pájaro de un ala sola (Fragmento de Patas arriba. La escuela del mundo al revés, por Eduardo Galeano).
El vuelo torcido de la humanidad según la metáfora de Galeano, cuando solo lo dirige el ala masculina, nos conduce al desastre. Y el vuelo de la humanidad cae en picado, o se mantiene inestable siempre… hasta que la dignidad de la mujer quede restablecida por completo. Machismo y racismo van de la misma mano sosteniendo el ineficaz aleteo masculino. Mientras la mujer, – mejor con la pata quebrada y en casa- nacida para fabricar hijos, desvestir borrachos, vestir santos, o vender su cuerpo, ha sido condenada muchas veces a los suburbios de la historia (eclesiástica y mundana) donde no anida el sagrado pájaro de la dignidad y la libertad.
El drama de la trata de personas, en concreto con fines de explotación sexual, es una de esas “periferias” a las que se refiere el papa Francisco. Este drama se hizo “católico” el 8 de febrero pasado, en una Jornada Eclesial mundial bajo el lema “Enciende una luz contra la trata”. La invitación eclesial conjunta en España animaba a recorrer un camino que fuera “desde la conciencia a la oración, de la oración a la solidaridad, y de la solidaridad a la acción concertada, hasta que la esclavitud y la trata desaparezcan” (Cardenal Peter Turkson. Pontificio Consejo Justicia y Paz) .
Reivindicar la justicia ante este drama es vincularla en defensa de la dignidad humana –en este caso las personas traficadas con fines de explotación sexual– con otros dos pilares básicos: el bien común y la solidaridad fundada en la justicia social, hoy tan necesitada de globalización efectiva (¿qué pasa, por Dios, con las 250 niñas, secuestradas por el grupo terrorista y loco Boko Haram?).
Una vez más nos hallamos ante un problema de injusticia social internacional e inequidad que nos plantea debates muy profundos que no son objeto directo de este artículo (por ejemplo, la prostitución como trabajo y el consentimiento, o la invisibilidad del cliente, o la prostitución como efecto de la emigración irregular, etc…). Pero sí se puede afirmar que la violencia estructural ejercida a nivel global reproduce unos mecanismos de subordinación, dependencia y explotación sumamente provechosos para la trata. El alarmante aumento de la trata de seres humanos con fines de explotación sexual es uno de los problemas políticos, sociales y económicos urgentes vinculados al proceso de globalización. Una cuestión de justicia internacional impostergable.
La dignidad es el valor inalienable de la persona humana, que tiene valor y no precio, que no puede ser objeto de transacción. Aunque no negamos que el utilitarismo es un valor importante de nuestra cultura, pero este es válido cuando hablamos de objetos e instrumentos, nunca de personas. Porque supone una falta de reconocimiento de la valía intrínseca, y no circunstancial, del otro. El utilitarismo está presente en el olvido de los ancianos, en la falta de preocupación por tantas familias o niños en riesgo de exclusión o en los flujos migratorios cuando solo se ven desde el punto de vista laboral. Y lo está de forma muy visible en la relación con el fenómeno de la trata de personas con fines de explotación sexual.
Es un ultraje vergonzoso a la dignidad humana y una grave violación de los derechos humanos fundamentales. “La esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes, así como las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables”, son “oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador” (Gaudium et spes, 27).
Ante ello no basta una moral “sentimentaloide” que reacciona hipócritamente ante las portadas de medios que denuncian la prostitución mientras se enriquecen con ella junto a otros muchos grupos y entidades públicas y privadas corrompidas. Esta no suscita más que un comentario soez o avergonzado, ante estos males del prójimo (de la “prójima” normalmente) que apenas obligan. Pero la solidaridad en la visión ética cristiana no es opcional sino obligante. No sólo una solidaridad de “huracán”, de “colecta urgente”, de estímulo inmediato. Hay que superar el inmediatismo. Hay que cambiar la perspectiva y descubrir que este don de la solidaridad hacia estas víctimas es un reto que tendremos que profundizar. Y caminar más hacia el descubrimiento de que lo importante no es sólo cómo paliar los efectos del desastre, sino hacer a las gentes menos vulnerables que sobrevivan hoy con dignidad. De ahí la necesidad de acudir cada vez más a la educación en red para sensibilizarnos ante este fenómeno (ver video)
“Estamos dormidas— dice una obrera del barrio Casavalle de Montevideo —Algún príncipe te besa y te duerme. Cuando te despertás, el príncipe te aporrea”… dice Galeano, en el fragmento citado. “O te vende”, decimos nosotros, en entreParéntesis.
Fuente: Entre Paréntesis
Imagen: La Vanguardia España
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