La Contabilidad Imposible de la Pobreza

¿Cómo es la vida de quienes tienen menos de lo que necesitan para vivir?

Por Gaby Jorquera

Una de las cosas que más nos cuesta imaginar a la clase media, con vidas medias y salarios medios, es cómo se las arreglan para vivir quienes perciben un tercio o un cuarto de lo que ganamos. Si nosotros llegamos más o menos justos a fin de mes ¿Cómo hace una familia de dos padres y dos hijos para mantenerse mensualmente con, por ejemplo, los 426 euros de subsidio de desempleo que se recibe cuando el paro se acaba? Es lo que llamo la contabilidad imposible de la pobreza: sobrevivir con muchos más deberes que haberes.

Es una contabilidad imposible porque no hay manera de cuadrar el dinero que entra con los gastos que hay que afrontar ¿Cómo se puede vivir así? Equilibrándose como quien atraviesa una cuerda floja. Planificando cada compra como si estuvieras desactivando una bomba. Una madre de tres hijos en paro me contaba que se dedica a recorrer los cuatro supermercados de su barrio con la lista de la compra para comparar precios. Si algo de lo que necesita está 20 céntimos más barato en un lugar, ahí lo compra. Hace la compra en cuantos sitios sea necesario y cada céntimo de ahorro es un pequeño triunfo.

Se dejan de pagar algunas cosas, por ejemplo, algunas facturas de la vivienda que sabes que podrán esperar un par de meses sin que se produzca un corte en el suministro. Se solicitan las ayudas de alimentos, de ropa, de lo que sea. Se cena en casa de los padres o familiares cada vez que pueden, porque es una comida que se ahorra.

Hay muchas renuncias, casi nunca se puede comprar aquello que se quiere, o lo que se necesita, sino lo que se puede. Para los adultos es más fácil. Pero los niños tienen menos elementos con los cuáles procesar la escasez. Saben que no pueden merendar en una cafetería, ni ir al cine, ni a una hamburguesería como hacen otros niños y niñas. Por supuesto disfrutan de ir a jugar al parque, de los mimos de sus padres, del cariño de sus profesores y amistades, pero también hay cosas que les gustaría hacer -ir a un parque de atracciones, a una excursión del cole, usar una tablet- cosas normales para otros y que les están vedadas.

Sus padres sufren porque querrían poder darles más. Tener hijos es querer cuidarlos, protegerlos y darles lo mejor que se pueda. Que lo mejor que se pueda no sea suficiente, es algo que causa un profundo dolor. Para quienes lidian con la pobreza severa la relación con sus hijos tiene una tensión particular. Hay que decirles tantas veces que no y es tan difícil de explicar el porqué. Un padre me contaba que después de 6 años difíciles, en los que habían hecho esfuerzos ímprobos para que sus hijos no se dieran cuenta de los problemas económicos con los que estaban lidiando, finalmente volvió a encontrar un trabajo (nada para tirar cohetes: 900 euros al mes para mantener a 5 personas). Cuando les contó, sus hijos lloraron de alegría. Y los padres lloraron también, porque se dieron cuenta hasta qué punto no los habían podido proteger de esa realidad.

Cuando vives con tan poco dinero, cualquier pequeño evento se transforma en el catalizador de una tragedia. En el ejemplo anterior, primero fue el paro, después, una lesión por una caída de muy lenta recuperación, y finalmente el desahucio de la vivienda que ya no podían pagar.

En otros casos, una enfermedad. Una mujer me contaba que le habían diagnosticado diabetes, y a su hija mayor sobrepeso. Les dieron una dieta a ambas y le soltó la carcajada al médico. No tenía manera de asumir el coste de esa alimentación. El médico la regañó por no entender lo importante que era seguir las indicaciones. Cómo le explica ella al médico que rebaja la leche de los niños con agua y maicena porque no tiene otra manera de que le alcance para darles de desayunar. En el supermercado, le dio un ataque de llanto mirando el precio de los aguacates, una de las recomendaciones de la dieta.

No son una excepción. Esta realidad la viven el 14% de los hogares con niños, niñas y adolescentes a su cargo, que están en pobreza severa, es decir, que reciben menos del 40% de la mediana de ingresos –la clase media recibe entre el 75% y el 200%-. Es decir, estas personas no sólo son pobres, sino muy pobres.

La pobreza severa afecta en mucha mayor medida a las familias con niños y niñas, duplicando la tasa en hogares que no tienen menores a cargo. Así es cómo viven más de un millón trescientos mil niños, niñas y adolescentes en España. Estas son las dificultades con las que lidian sus padres, que además escuchan de manera cotidiana que no se esfuerzan lo suficiente, o que en España no hay pobreza. Estas son las personas que lidian con esta contabilidad imposible en la que la vida digna está fuera del horizonte.

Fuente: Entre Paréntesis

 

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