Luciano Esnaola SJ: Historias Gigantes – Un relato de campesinos a 2.000 sobre el nivel del mar
Luciano Esnaola SJ está cursando actualmente sus estudios de Filosofía y Humanidades en la ciudad de Córdoba, Argentina. Además, se le ha encargado acompañar el trabajo que la Fundación Manos Abiertas hace en ‘Los Gigantes’. ‘Lucho’ cuenta en primera persona la experiencia de cada subir hasta la escuelita y encontrarse con la gente que vive en sus alrededores.
Por Luciano Esnaola, S.J.
“Y es que acá hijo, estamos lejos y alto, ni siquiera las promesas de los políticos nos llegan…” relata entre mates y sonrisas Doña Ofelia, una campesina de unos 68 años que vive en el paraje “Los Gigantes” (Sierras Grandes de Córdoba), comunidad de unos trescientos campesinos, que trabajan a campo abierto, pastoreando animales y cultivando en aquellas zonas donde la montaña regala alguna pampa de altura. Gente que practica una economía de subsistencia familiar, que sabe del cuidado del entorno natural que lo rodea, de la escasez de recursos y del aprovechamiento de las horas de luz del día.
La escuela-albergue de montaña “Nuestra Señora del Valle”, obra a cargo de la fundación Manos Abiertas desde 2009, tiene como principal cometido el sostener el arraigo de las comunidades campesinas en la montaña. La escuela ofrece educación inicial, primaria y secundaria, a cincuenta familias acercando de este modo más y mejores oportunidades para los pobladores de las Sierras.
Una mirada agradecida
Volver de cada subida con los voluntarios de Manos Abiertas, es constatar que el silencio y la soledad, el trabajo duro y la fe en un Dios providente, la hospitalidad y el sueño esperanzado de una mejor calidad de vida, son moneda corriente entre los serranos. Uno puede ser testigo -agradecido- del modo en que estas personas van tejiendo esfuerzos por la gente que quieren, aún en las dificultades patentes que los rodean.
En el libro de los Ejercicios Espirituales, san Ignacio de Loyola nos invita a
“Mirar cómo Dios habita en las criaturas, en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando entender; y así en mí dándome ser, animando, sensando, y haciéndome entender; asimismo haciendo templo de mí siendo criado a la similitud y imagen de su divina majestad…” [EE 235]
Traigo esta cita de la llamada ‘Contemplación para alcanzar amor’, porque podría tomarse como el itinerario para la experiencia de recorrer esos caminos rurales. Son palabras que reflejan el movimiento espiritual interior, que se presentan como símbolo del asombro ante el hecho concreto de ser testigo de la vida de los campesinos que poco necesita para emerger y discurrir. Palabras de San Ignacio que habilitan mil preguntas por el modo de proceder de Dios entre esta gente y sus hábitos. Son palabras que intentan llevar a concepto aquellas experiencias de encuentro con los campesinos -y quizá- con el Misterio de lo inefable, de la vida oculta de un Jesús de Nazaret que asoma entre el pan casero y el mate con peperina.
De camino al encuentro
La aventura de subir a la escuela de Los Gigantes, tiene sabor a misión rural. Subir cada sábado, por el camino austero y de ripio que te lleva hasta la escuela, es ponerse una mochila que lleva lo básico, es prepararse para estar sin señal de teléfono todo el día, es sujetarse al mapa y el GPS para poder dar con las complicadas ubicaciones de los puestos en medio de las quebradas. Toda una misión que te desafía, que te regala un paisaje imponente, pero sobre todo, que te renueva en el encuentro gratuito con los campesinos, en sus historias sencillas y de trabajo duro.
Cuando llegamos a la escuela, desayunamos todos los voluntarios juntos -unos 58 jóvenes- y salimos al campo -en camionetas- a visitar a las familias de los chicos que durante la semana estudian y viven en la escuela-albergue. En cada una de las visitas, es fácil saberse acogido desde el primer momento (aunque no te conozcas con la familia). No hay ansiedades en el trato, se comparte la vida diaria, las alegrías y las luchas. Prestas el oído y también sos escuchado, te acercas en puntas de pie a la soledad de tu hermano que no puede, o le regalas una escucha atenta que te agradece como si le hubieses dado flor de consejo; te acerca a las personas, sin barreras, desde la gratuidad y dejando la esperanza de un nuevo encuentro.
Ojalá podamos regalarnos más momentos de quietud para poder asombrarnos de lo extraordinario en lo ordinario. Para poder vivir un poquito más con la premisa de cambiar la mirada juicio, por una mirada agradecida. Para abandonar la mirada que nos arroja números rojos por lo que nos falta, para abrirnos a la pregunta por el Misterio de una vida plena en el despojo material. Un vida gigante como la de Doña Ofelia que vive “lejos y alto”, aunque más cerca del Cielo.
Hermosa Experiencia de Vida, solo compartida por los que han tenido una experiencia similar o tienen el corazon tan cerca del CIELO».. como Doña Ofelia, bella mujer…que aunque viva «Alto»… encuentra la Felicidad en lo cotidiano y simple, enmarcado en semejante e imponente NATURALEZA.. HAY QUE CONTEMPLARLO EN SILENCIO…Y EN ESE SILENCIO…ANTE TANTA MAGNITUD DE LA LA PRESENCIA DE DIOS….DAR GRACIAS..