Política y bien común

“Ahora bien, Francisco señala que toda buena política supone un desafío porque el encargo que se le hace a un gobernante es sumamente delicado, cualquier desvío en su accionar se puede convertir en injusticia y puede sobrepasar los límites humanos.”

Por Dennis Mundaca, SJ 

El Papa Francisco, en su carta por el día mundial de la paz que se emitió el 01 de enero de este año, recalcó que la buena política está al servicio del bien común, la caridad y la misericordia. Esta propuesta de Francisco ha desafiado a más de uno de los gobiernos del mundo por su claridad, convicción e impulso ya que se refiere a la práctica de la política actual. La cantidad de casos de corrupción, si nos fijamos en Latinoamérica, por ejemplo, nos lleva a considerar que los gobernantes y su manera de gobernar adolecen de estas características básicas que menciona el Papa. En el Perú, la mayoría de personas conocemos los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García como claros ejemplos que evidencian el riesgo que se corre cuando un presidente no asume la política responsablemente, es decir, una política basada en el propio beneficio y no en el bien común. Es por ello que, en lo que sigue, me propongo indagar si la propuesta de Francisco supone un incentivo a la resolución de los problemas políticos actuales.

La política tal como la define Hannah Arendt supone la inclusión de toda la diversidad de indivíduos que comparten un espacio común. Ella dice que “la política nace en el Entre-los-hombres, por lo tanto completamente fuera de un solo hombre…, esta surge en el entre y se establece como relación” (2005, p. 46). Si bien se reconoce en la política a un gobernante como el garante para guiar a un país, no por ello el arte de gobernar es para sí mismo sino que tiene como deber propiciar relaciones sanas entre los ciudadanos. Sin el medio principal, el cual consiste en establecer buenas relaciones entre los ciudadanos, la política no tendría sustento en un territorio porque lo que la hace sostenible o lo que le da el sentido es, justamente, la capacidad de facilitar el cuidado y las relaciones entre los ciudadanos.

La política está al servicio del bien común y garantiza la paz, así lo ha sugerido el Papa Francisco en varias de sus encíclicas y en su carta por la paz del 1 de enero de este año. Se podría decir que Arendt sostiene lo mismo, por supuesto, no con las mismas palabras pero sí con el mismo sentido. Para ella “la misión y el fin de la política es asegurar la vida en el sentido más amplio. La política es quien hace posible al individuo perseguir en paz y tranquilidad sus fines, asegura a muchos el sustento y brinda un mínimo de felicidad” (2005, p. 67). Esta mirada de la política sostenida por Arendt respalda lo que dice Francisco a cerca de la buena política y su aplicación en el mundo actual.

Ahora bien, Francisco señala que toda buena política supone un desafío porque el encargo que se le hace a un gobernante es sumamente delicado, cualquier desvío en su accionar se puede convertir en injusticia y puede sobrepasar los límites humanos. El poder ejercido sobre ciudadanos y no simples sujetos, pone pues, en un punto desafiante al que gobierna y lo confronta con el reto de incluir a todos. Por lo tanto, junto con Francisco, consideramos que la buena política sería el buen acto de caridad si es que atiende a la diversidad de sujetos y trata de integrarlos eliminando los prejuicios.

Arendt también menciona los prejuicios que llevan consigo los gobernantes en la actividad política, algunos de ellos como el rechazo de puestos de gobierno a los jóvenes o la defensa de intereses de grupos pequeños en el poder son los alicientes que encaminan a la política a un rumbo inadecuado. Pues bien, si aplicamos estas acotaciones de la autora a lo mencionado por el Papa en su mensaje, nos encontramos con algunos términos parecidos y otros innovadores en la propuesta de este último. Francisco llama a los tipos de prejuicios señalados por Arendt “vicios en la política”, pero no solo los menciona sino que anuncia sus consecuencias negativas. El considera, por ejemplo, que el rechazo a los jóvenes en los asuntos políticos de un país termina ahogando a la juventud en la inactividad y la irresponsabilidad públicas.

Otro aspecto importante a resaltar en la propuesta de Francisco sobre la política es el carácter pacífico a la que debe estar abocada esta actividad. La política debe garantizar la paz. Ante tanta violencia de unos gobiernos hacia otros, o de gobernantes a los ciudadanos, tenemos que caminar en ese reto por el restablecimiento de la paz, justamente, a partir de las acciones pacíficas consensuadas en la política.

En conclusión, la Iglesia, de la mano de Francisco, ofrece hoy unos principios básicos para guiar la política. La misericordia, la verdad, la acogida y la paz son quizás las principales actitudes y principios con las que ha iniciado su pontificado el Papa y las que ha comunicado y quiere seguir comunicando al mundo y a los gobernantes. Más allá de las dificultades que tiene el Papa en la Iglesia para anunciar su mensaje, está marcando una ruta dentro de la institución así como también fuera de ella. Está adecuando el modo de hacer política a la perspectiva cristiana, que bien aplicada, podría generar grandes cambios positivos para esta sociedad.

Fuente: blog esejotas

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