Pedirle a Dios
A veces nos da reparo pedir a Dios en nuestra oración porque nos da la impresión que estamos siendo egoístas pidiendo solo para nosotros o porque pensamos que Dios ya sabe lo que necesitamos y no hace falta pedir. Pero en la espiritualidad ignaciana la petición es la brújula que marca el rumbo que buscamos en nuestra oración, nos recuerda el «a dónde voy a y a qué voy».
Al pedir nos situamos ante Dios con reverencia, con humildad. Somos conscientes de que no lo tenemos todo en la vida y que nos hacen faltan muchas cosas. Reconocemos que somos limitados y que cometemos fallos por lo que necesitamos la ayuda de Dios para seguir creciendo. Reconocemos que queremos aquello que pedimos, que lo queremos con toda nuestra alma, que lo necesitamos y que nosotros solos no podemos conseguirlo.
Al pedir también estamos afirmando que sabemos quién puede darnos aquello que necesitamos. Pidiendo afirmamos con confianza que solo Dios puede darnos aquello que nuestra alma ansía. Que tenemos fe en el Dios de la vida, en el Señor de nuestra vida.
Confía, alaba, abájate, ten fe, pide… y se te dará.
Fuente: espiritualidadignaciana.org
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!