Pese a la fuerte oposición, el Papa se empeña en transformar la Iglesia

Francisco busca hacer de la Iglesia una institución inclusiva, nombra cardenales y obispos afines a sus ideas, descentraliza el poder de Roma y lo distribuye con obispos del mundo. Y está dispuesto a trabajar ante los desafíos globales en conjunto con otras creencias

Un legado en construcción

El Papa Francisco y su esfuerzo a favor de la apertura —hacia inmigrantes, musulmanes y personas LGTIBQ+— quizás ya no tenga influencia en un escenario global donde populistas y la extrema derecha dominan la conversación. Pero es otra historia adentro de la Iglesia. El 5 de octubre, el Papa Francisco nombró 13 cardenales que reflejan sus prioridades pastorales en una variedad de temas, como migración, crisis climática, la inclusión de católicos LGTIBQ+, diálogo interreligioso y alejar de Roma el poder de la Iglesia para llevarlo a obispos en África, Asia y Sudamérica.

Los nombramientos fueron trascendentales para Francisco, quien llegó a un momento crítico de influencia para moldear la Iglesia futura a su imagen. Con esa acción, el Papa ha nombrado ahora a más de la mitad de los votantes dentro del Colegio Cardenalicio, donde se necesita una mayoría de dos tercios de los menores de 80 años para elegir un sucesor. “Mientra más dure, más cardenales habrá en el espíritu del Papa Francisco”, dijo el cardenal Jean-Claude Hollerich, de Luxemburgo, uno de los que fueron elevados a cardenal.

A estas alturas, Francisco ha dejado sumamente clara su agenda. A diferencia de sus predecesores, quienes tomaron medidas contra la disensión y ascendían a obispos y cardenales que enfatizaban su lealtad a la doctrina eclesiástica, Francisco quiere una Iglesia inclusiva que vuelva a dar la bienvenida a católicos que se sintieron geográfica, pastoral e ideológicamente distanciados. Esa misión le ha ganado la enemistad de los conservadores de la Iglesia, quienes sienten que diluye las enseñanzas de la Iglesia a cambio de un acogimiento barato.

El Papa Francisco cumplirá 83 años en diciembre y, en vista de su edad, desde el inicio de su papado hace seis años ha abordado el papel con cierto apremio, reconociendo a menudo su propia mortalidad. Aunque en una era de política populista su voz no parece tener la misma influencia que alguna vez tuvo en el mundo, su efecto dentro de la Iglesia podría ser duradero.

Al nombrar cardenales y más de mil obispos, Francisco reconstituye una Iglesia a su imagen. Es una que descentraliza el poder de Roma y lo distribuye a obispos de todo el mundo, y que está dispuesta a trabajar ante los desafíos del mundo en conjunto con otras fes, y con ateos. De forma más concreta, ha transformado el Colegio Cardenalicio, para hacerlo menos blanco, menos italiano y menos representativo de la curia romana, la burocracia que rige la Iglesia.

En lugar de eso, ha vuelto la mirada a las franquicias más nuevas de la Iglesia. La ha hecho más latinoamericana, asiática y africana. Los nuevos designados entre los cardenales incluían a prelados de Marruecos, Indonesia, Guatemala y la República Democrática del Congo. Y de forma reveladora para un Pontífice que tiene una relación tensa con opositores conservadores en Estados Unidos, volvió a pasar por alto a las escuelas tradicionales de Estados Unidos que producen miembros para el Colegio Cardenalicio, sobre todo aquellas ocupadas por conservadores.

El arzobispo Charles Chaput de Filadelfia, un critico vehemente del papa Francisco, llegó a la edad de jubilación de 75 años en septiembre sin convertirse en cardenal. Los conservadores en la poderosa Iglesia estadounidense han dicho que el énfasis de Francisco en la apertura pastoral erosiona la doctrina de la fe. El Papa Francisco los ha alejado del poder, ha ignorado sus quejas y en su mayoría desestimado sus amenazas de separarse. “Rezo para que no haya cismas”, dijo el mes pasado. “Pero no tengo miedo”.

Hollerich, de 61 años y jesuita, igual que el Papa Francisco, es uno de los opositores más vehementes de la Iglesia al nacionalismo. Ha dicho que Francisco estaba evidentemente en contra de los esfuerzos tradicionalistas por restablecer una sociedad católica separada del mundo. Los intentos de sus opositores para aminorar la marcha de Francisco, dijo, resultarían contraproducentes. “Mientras más sea atacado, más libre se vuelve”, aseguró Hollerich.

El reverendo Michael Czerny, de 73 años, un jesuita canadiense de origen checo a quien Francisco convirtió en cardenal este mes, es un colaborador cercano del Papa. Czerny dijo que el resultado de un Colegio Cardenalicio moldeado por Francisco era la disposición para abordar temas difíciles “en una forma, en un estilo, en un espíritu” consistente con el Concilio Vaticano II. La trascendental reunión de los obispos del mundo en los 60 incitó una apertura en la Iglesia. Reexaminó cuestiones como la liturgia y el celibato sacerdotal, que no es una cuestión de doctrina sino una tradición de la Iglesia que se remonta a hace casi mil años. 

Sin embargo, esa apertura suscitó una reacción negativa de conservadores que ha durado casi medio siglo. El cardenal Matteo Zuppi de Boloña, de 64 años, es el único cardenal italiano nuevo en un Colegio Cardenalicio que alguna vez estuvo dominado por Italia. Su tío abuelo fue un cardenal que alguna vez fue considerado candidato para ser Papa, pero Zuppi se asemeja a Francisco, al dedicar gran parte de su tiempo a los pobres. Zuppi dijo que los nuevos cardenales del Papa mostraban que Francisco quería una Iglesia “misionera” que “no se cierre en sí misma”. Los nuevos cardenales, dijo, ayudarán a la Iglesia a vivir “en nuestro presente”.

Francisco, el primer Papa sudamericano en la historia, consistentemente ha buscado elevar a cardenales en el sur global. “El Papa quiere dar su prioridad a las periferias”, dijo el obispo Fabien Raharilamboniaina, de Madagascar. “Porque este es el futuro de la Iglesia”. La reciente visita del Papa a África ha generado menos interés que sus viajes anteriores. Zuppi dijo que Francisco quizás tenía menos efecto en el escenario global. “Desafortunadamente, el Papa es con frecuencia menos escuchado” en el mundo laico, dijo. “Esto es un problema”. Sin embargo, argumentó que su influencia podría ser a largo plazo, más que inmediata.

Algunos analistas sugirieron que el Papa Francisco cambiaría lo más posible en la Iglesia mientras ocupara el puesto, en vista de que, independientemente de cuántos cardenales nombre, no había garantía de que el siguiente Papa siga sus pasos. Algunos de los nuevos cardenales provienen de una cultura africana y asiática mucho más conservadora. No es automático que un Colegio Cardenalicio conservador elija a un Papa conservador o viceversa”, dijo Sandro Magister, experto veterano en el Vaticano. “Francisco fue elegido por cardenales que fueron nombrados por dos conservadores como Juan Pablo II y Benedicto XVI”.

Incluso Czerny coincidió. La persona que es elegida por el último cónclave elige a las personas que probablemente van a ser la mayoría de los electores en el siguiente”, dijo. “Esto ha sucedido durante 2 mil años y no todos los Papas resultan ser iguales, como lo hemos notado”.

Fuente: Valoresreligiosos.com.ar

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