¿Por qué el Padre Hurtado es un modelo de santidad en la Iglesia?

«El enfrentamiento que sostuvo el Padre Hurtado con distintos grupos del catolicismo chileno, con algunas autoridades políticas y eclesiásticas, fue la consecuencia de su seguimiento arduo y fiel de Jesús. «

Por Andrés Soto Alvarez SJ

¿Por qué el Padre Hurtado es un modelo de santidad en la Iglesia? Desde mi punto de vista, esta pregunta tiene una sola respuesta, que se ve manifestada en las distintas dimensiones de su vida. Es la desmesura en el seguimiento de Cristo. La palabra desmesura identifica bien las tensiones que aparecen en su biografía, este exceso de vitalidad en su mundo interior es la llama inextinguible que encendió Jesús cuando lo hizo consciente del crudo dolor de los más pobres, cuando le mostró que Dios mismo estaba con autenticidad radical en el rostro de los marginados.

Más aún, una consecuencia de este fuego sin medida que le había regalado Jesús, es quizá un aspecto poco conocido de Hurtado; con gran probabilidad el aspecto incómodo, ese que preferimos dejar de lado. Me refiero a su audacia para hacer frente al catolicismo vivido desde convencionalismos. No podemos olvidar que Alberto vivió en un contexto eclesial anterior al Concilio Vaticano II, en donde algunas fórmulas eclesiales no se ajustaban a los signos de los tiempos ni tampoco al enfoque dedicado por nuestros hermanos más pobres que veía tan presente en el Evangelio. El enfrentamiento que sostuvo el Padre Hurtado con distintos grupos del catolicismo chileno, con algunas autoridades políticas y eclesiásticas, fue la consecuencia de su seguimiento arduo y fiel de Jesús. Cuando escribió el polémico libro “¿Es Chile un país católico?” remeció la conciencia de muchos que pensaban en la religión como una suma de prácticas piadosas. Tuvo una sensibilidad única que le permitió estar cerca de la miseria, de toda clase de injusticias sociales, de la mala educación de jóvenes vulnerables, de las condiciones indignas de viviendas y de las pésimas condiciones laborales del pueblo.

Todo esto me dice que la valentía de cuestionar el modo clásico en cómo vivimos la religión y si este modo es realmente cercano al Evangelio es la dimensión de su vida que me parece más atractiva y ejemplar para el tiempo en que vivimos hoy. ¡Vivamos la desmesura del Evangelio!

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