Propuesta para llevar adelante un Discernimiento Apostólico en Común

El Discernimiento Apostólico en Común (DAC) es una propuesta metodológica que está inspirada en la experiencia que San Ignacio de Loyola vivió con sus primeros compañeros a la hora de decidir la fundación de la Compañía de Jesús.

Por P. Hermann Rodríguez Osorio, SJ

Introducción

El Discernimiento Apostólico en Común (DAC) es una propuesta metodológica que está inspirada en la experiencia que San Ignacio de Loyola vivió con sus primeros compañeros a la hora de decidir la fundación de la Compañía de Jesús. Se trata de un proceso espiritual para buscar lo que más nos conduce al fin para el cual hemos sido creados, o dicho de manera más conocida, para buscar y hallar, la voluntad de Dios con respecto a la misión que Dios nos está invitando a cumplir, tanto a nivel personal, como a nivel comunitario.

Vivimos un momento particular a nivel eclesial y congregacional que hace necesaria la participación del mayor número de hermanas en la búsqueda de la voluntad de Dios respecto a nuestras presencias apostólicas y sobre las opciones comunes que debemos hacer a nivel apostólico, para ser obedientes a los ‘signos de los tiempos’ a través de los cuales el Señor nos va comunicando su proyecto de salvación.

Nuestro/a fundador/a, a través de su propia experiencia espiritual, supo leer los signos de su tiempo y hacer las opciones correspondientes, para estar en sintonía con la voluntad de Dios. Hoy es nuestro deber hacer una lectura orante de estos signos y aprender a ponernos en sintonía con Dios, al estilo de Jesús: “(…) el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace” (Juan 5, 19-20). Para descubrir lo que Dios quiere, tenemos que comenzar por desarrollar una mirada contemplativa de la realidad personal, comunitaria, institucional, para descubrir lo que Dios está haciendo y, por tanto, lo que descubrimos que es la mejor forma de colaborar con esta acción creadora y salvífica de Dios en medio de nuestra realidad.

Presupuestos

Antes de comenzar este proceso, es necesario que todas las hermanas tengan presente lo que podríamos llamar, los ‘presupuestos’ de cualquier Discernimiento Apostólico en Común:

Ambiente explícito de fe: Un proceso de DAC no es una metodología para llegar a decisiones más acertadas según nuestros criterios, sino se trata de buscar juntos la voluntad de Dios. Esto tiene que estar suficientemente claro y explícito desde el principio para todas. Por otra parte, es necesario haber asumido que Dios se ha revelado en los acontecimientos de la historia y que sigue revelándose hoy a los hombres a través de la vida. Esto significa que vamos a contemplar nuestro camino con ojos de fe y que vamos a reconocer en las razones y mociones de las demás hermanas, una palabra de Dios que pide ser escuchada y tenida en cuenta.

Unidad en el fin, diversidad en los medios: Para hacer posible una búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios sobre un grupo en una circunstancia determinada, es fundamental partir de un acuerdo inicial en torno al fin último del grupo; de la misma manera que los Ejercicios Espirituales comienzan por el Principio y Fundamento, a partir del cual se debe hacer todo el proceso de búsqueda de la voluntad de Dios sobre la persona que los hace, el DAC debe partir de un acuerdo básico sobre el fin para el cual ha sido creada la comunidad; y no sólo el fin que los miembros descubren a nivel práctico e inmediato, sino el fin último que perciben que Dios persigue al reunirlos alrededor de una misión específica. Solamente desde esta base común es posible llegar a establecer una búsqueda comunitaria en la cual habrá, evidentemente, diferentes opiniones y pareceres en cuanto a los medios que se deben escoger para alcanzar este fin.

Oración: antes, durante y después: El DAC no es un proceso que sustituya la búsqueda personal y el esfuerzo que cada una de las hermanas debe hacer por encontrar lo que Dios quiere para sí mismo y para el grupo; exige una labor ardua a nivel personal, que incluye la oración, la meditación y aún el ayuno y el sacrificio. En este sentido, el DAC aparece más bien como un complemento necesario de la labor personal y no una sustitución de una práctica por otra, como puede haberse entendido en algunos momentos, en los que el acento comunitario hizo desaparecer toda exigencia personal.

Libertad interior: Cada una de las hermanas que participan del DAC, debe haber alcanzado un nivel suficiente de libertad interior para buscar lo que Dios le pide y para poder expresarlo comunitariamente. Este presupuesto corresponde a la indiferencia que Ignacio pide a la persona que quiere hacer una elección en el contexto de los EE. Lo que se busca no es sacar adelante un parecer particular, sino la voluntad de Dios. Los medios concretos que se escojan para alcanzar este fin último, deben tener el mismo peso.

Suficiente información: El DAC no está basado en una comunicación mágica de Dios al grupo que busca, sino que supone la mediación de la búsqueda personal y colectiva. Por esto, es importante que las hermanas que participan en el proceso, cuenten con la información suficiente de la problemática que se está tratando para tomar posición ante las alternativas. Puede recurrirse, en caso necesario, a la ayuda de un perito para lograr el nivel necesario de información.

La decisión final corresponde al superior competente: Desde el comienzo debe quedarle claro a cada una de las hermanas, quién es la persona o la comunidad competente para tomar la decisión final y cómo se va a tomar esta decisión… de manera consensual, de manera deliberativa, de manera consultiva, etc. Esto varía de acuerdo con la materia de la decisión y con el tipo de comunidad que está haciendo el proceso de discernimiento. Este presupuesto es importante tenerlo muy claro desde el comienzo, para que al final no haya ‘desengaños’ o conclusiones sorpresivas. Saber esto desde el comienzo, ayuda a ganar libertad interior a los miembros de la comunidad que se implica en este proceso. Confiamos que el superior competente no está movido por intereses distintos a los del grupo y que también está buscando fundamentalmente la voluntad de Dios.

La comunidad entera participa de la búsqueda de esta voluntad, pero tiene claro que el superior competente será el que asuma el servicio de la autoridad en el momento en que ésta se requiera. Hay que tener en cuenta cuál es el superior capaz de asumir responsablemente una determinada decisión; por eso, no se puede comenzar un discernimiento sobre un asunto que corresponde al provincial, sin que se tenga previamente su aprobación y se cuente con su participación; del mismo modo que no puede un provincial promover un discernimiento que requiera de la decisión del Superior General, sin contar con él; o un Capítulo General, o el mismo Superior General, tampoco podría comenzar un discernimiento en el que la decisión final no sea de su competencia, como sería el caso de una decisión que deba tomar el Papa.

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Fuente: Jesuitas Latinoamérica

 

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