Reflexión del Evangelio – Festividad de la Asunción de María

Evangelio según San Lucas 1,39-56.

Por Carlos Saráchaga (Inchalá)

El relato del evangelio de este día, como lo refleja Lucas en este texto, María con su vida, nos presenta todo un programa de vida.

La humildad y la sencillez de María, nos presenta un estilo de presencia cercano y acogedor; un estilo de relaciones auténticas, al interior de nuestras comunidades y de nuestras familias. Nos invita a vivir siendo auténticos, a estar disponibles, a través del diálogo fraterno, la reconciliación y la paz.

María del silencio, nos invita a un corazón que escucha, que se vacía de sí mismo, que se libra de apegos y afectos, dando así espacio y acogida a un Dios cercano y actuante, misericordioso y fiel.

Nos inspira a decir confiadamente: “aquí estoy”.

María nos contagia a “partir y sin demora”, para ser servidora de quien lo necesite. Sus actitudes nos muestran, un corazón libre y lleno del calor del Padre Dios, para ir al encuentro: “entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel”.

María proclama con júbilo la misericordia que Dios ha desplegado en beneficio de toda la humanidad a través de ella misma, a pesar de su pequeñez. “Mi alma canta la grandeza del Señor…”

Se han cumplido así, de manera insospechada, las promesas divinas en favor de los más pobres y humillados.

Proclamar la misericordia de Dios nos invita a comprometernos también nosotros, especialmente con los menos favorecidos.

Saber que cumple sus promesas nos revela el valor de la fidelidad. Y reconocernos instrumento del proyecto de salvación nos hace ser humildes y motiva nuestro júbilo, ser co-creadores con Dios, en la construcción de su Reino.

Ella se abrió a la acción del Espíritu y nos dio a Jesús, luz del mundo.

María estuvo en pie, junto a la cruz, viendo morir a su Hijo, en medio de la burla y la injusticia. Su presencia cercana y discreta entre los apóstoles, recibiendo juntos la luz y la fuerza del Espíritu para vencer el miedo y salir a anunciar, nos inspira para saber situarnos con fe ante los momentos de crisis, de oscuridad, de incomprensión, en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestra iglesia, en nuestra sociedad.

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