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Viernes Santo – Propuesta de Oración

Es probablemente el relato del evangelio más difícil de leer y contemplar. Por lo que ocurre, claro, pero también por los sentimientos que despierta en nosotros.

Jesús es maltratado, humillado, abandonado, traicionado, burlado, condenado injustamente, insultado…

Él que había predicado sobre el amor, sobre la misericordia, sobre ser hermanos. Él que había curado y consolado a tanta gente. Él que se había detenido tantas veces frente a las necesidades de los demás.

Nace en nuestro corazón, porque es humano, la impotencia, la bronca, el deseo de gritar a todos lo equivocados que están, de saltar en medio de la gente a defender al Señor…

Sin embargo, el modo en que Jesús va atravesando cada una de estas escenas, es muy diferente. No hay en él gestos ni palabras de violencia o venganza. En su mirada no se vislumbra ningún sentimiento de venganza. Se deja conducir con mansedumbre. Disposición, silencio, entrega, fidelidad… son las cualidades que tiene el modo en que Jesús avanza a lo largo del camino de Cruz.

Es que él es ese padre misericordioso, que sale a abrazar al hijo que lo ha rechazado. Es el buen pastor que deja todo para buscar a la que lo ha abandonado. Es el juez justo, que levanta del suelo a los caídos y humillados.

Este modo de Jesús nos interpela en lo incomprensible de su amor y en la perfección de la coherencia con su mensaje. Pero también nos interpela en nuestra vida ; por una lado porque sabemos este modo es también el que tiene Jesús de perdonarnos y amarnos a cada uno; por otro, porque no podemos no preguntarnos cómo es nuestro modo de mirar, de actuar, de pensar, cuando las personas nos hacen mal.

Propuesta

Releo Juan 18, 1-19, 42. Camino al lado de Jesús. Presto atención a sus gestos, a sus sentimientos, a su mirada, a sus palabras. También miro a la diversidad de la multitud que me rodea. Qué hacen, que dicen, cómo se mueven, cómo es su mirada.

Presto atención a lo que esto genera en mí.

Algunas preguntas

¿Qué me genera este modo de comportarse de Jesús frente a quienes le hacen algún mal?

¿Cómo es mi modo de reaccionar cuando las personas me hacen algún mal?

¿Qué cosas puedo hacer para acercarme un poquito más al modo de Jesús?

¿A qué me siento invitado/a al contemplar el modo de proceder de Jesús a lo largo de su Pasión?

Renacer – Red Juvenil Ignaciana Mendoza

Desde Mendoza nos llega este testimonio de la vivencia de la pasada Semana Santa.

Agrelo siempre es volver a mirarnos y volver a mirarte, Señor.

Esta vez la invitación fue el animarnos a descubrir nuestra pasión, mirarlo a Él, y en su mirada descubrir su Pasión por nosotros, el secreto de Sus ojos.

El retiro de Semana Santa, al que llamamos “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, convocó a más de 60 personas que decidieron acompañar a Jesús en camino pascual, para encontrarse con Él en el silencio de la oración y dejarse mirar.

La propuesta fue como en El Secreto de tus ojos, poder descubrir a Jesús, encontrarlo en esos espacios, lugares, momentos que Lo apasionan… es ahí adonde nos espera, y donde lo esperamos, donde lo invitamos a quedarse y se vuelve anfitrión, y con pan y vino descubre nuestros ojos, nos da vuelta la estantería, desarma nuestros enrosques y quejas, y nos invita a mirar más allá del dolor del momento, haciéndonos parte de una historia mucho más grande. Jesús se mete en nuestra historia, la revoluciona y la simplifica, le da un sentido distinto a nuestro caminar. Descubrir en Sus ojos su pasión por nosotros, encontrarnos en Su mirada, y dejarnos mirar por Él, abrazar por Él, consolar por Él. Y desde ahí mirar a otros, regalarnos a otros, contagiar esta nueva forma de mirar…

Esta Semana Santa fue reencuentro de miradas, de abrazos, fueron mates compartidos, nuevo encuentro de esta comunidad mendocina en el caminar con Jesús.

Comunidad diversa que se deja consolar, perdonar y lavar los pies por Aquel que renueva nuestro andar.

Comunidad que se anima a ofrecer sus dolores en ese Via Crusis que los Peregrinos nos regalan, con tan maravillosa puesta en escena en los cerros de nuestra grutita de la Virgen de Lourdes.

Comunidad se silencia en Getsemani, contempla, sostiene la mirada y se deja sostener por Jesús

Comunidad que como Magdalena se deja mirar hondo por Jesús, lo deja entrar a su corazón, se deja cuestionar y abrazar por Él, y se enamora de Él.

Comunidad que renueva su luz con la luz del Resucitado, que no puede callarla, la canta con guitarras y cajones, la abraza en la paz… y sale a anunciarla, a gritarla, a regalarla. Que después de dejarse mirar y amar por este Jesús que cala hondo, se anima a mirar a los demás, se expone, se brinda.

“Levantemos nuestros corazones, demos gracias a nuestro Dios”

Gracias a cada uno de los que en esta Semana Santa se acercaron a Agrelo para dar una mano, para compartir las celebraciones; a los cocineros que tanto nos mimaron con exquisiteces, el agua pa´l mate, las pizzas; gracias a Charly por el sonido, a todos los grupos de la RJI Cuyo, por tanta preparación y sus magníficas actuaciones, a todo el Secretariado de la Casa de Ejercicios, por recibirnos, por acompañarnos en este andar, por abrazarnos.

Gracias al Padre Tomás por tanto. Por esta invitación tan clara en estos años compartidos a hacer comunidad, a acompañarnos unos a otros, a mirarnos, a conocernos, a sostenernos, a remarla juntos. Hoy cura querido como comunidad te enviamos a nuevas tierras, nueva misión, nuevos amigos, mates uruguayos… con la certeza de encontrarnos en cada fracción del pan.

Que Jesús Resucitado sea luz en nuestras miradas que nos permita iluminar, acariciar, consolar a otros.

 Red Juvenil Ignaciana Mendoza

Misión de Pascua – Santa Fe

Cuenta la historia que, cuando San Ignacio envía a San Francisco Javier a Oriente, le dice “Id, inflamad todas las cosas”. Muchos años después y en otra parte del mundo, un obispo chileno, que había conocido a San Alberto Hurtado, escribe sobre este: “su fuego era capaz de encender otros fuegos”… Y creo que de eso se trata, mucho más en Pascua: de ser fuego, de encender a otros, de inflamar todo con el fuego del amor de Dios.

Esta Semana Santa fue distinta y especial para las más de 80 personas que participamos (y por qué no, para las muchas que fueron visitadas) en la Misión de Pascua organizada por la Red Juvenil Ignaciana de Santa Fe del jueves 2 al domingo 5 de abril.

Nuestro destino fueron los barrios de Alto Verde, La Vuelta del Paraguayo y La Boca, donde la Compañía de Jesús hace casi 80 años, tiene encomendada la Parroquia Jesús Resucitado y tres capillas más: Ntra. Sra. de los Milagros, Santos Mártires Rioplatenses y San Alonso Rodríguez.

La propuesta era, acompañar a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección a través de la visita a las casas y a enfermos, realizando actividades para niños, participando de las celebraciones y vigilias, preparando Vía Crucis, y compartiendo con la comunidad de la parroquia y de las distintas capillas.

Al igual que San Francisco Javier, también fuimos enviados a una misión; a compartir nuestro fuego; a encender a otros; a trabajar en la construcción del Reino. Y queda la alegría del encuentro, de la escucha, del aliento, de saber que fueron muchos lo que ésta Semana Santa pudieron acercarse, de una manera u otra, al Dios de la vida que se entrega por cada uno para salvarnos y, de esta forma, la muerte no tiene la última palabra. Pero, también queda el compromiso de intentar parecerse cada día más a Cristo; entregarse en cuerpo, mente y alma al prójimo; hacer el esfuerzo de vivir amando, a cualquier precio y sin ningún tipo de condición; con compasión, con misericordia. En definitiva, el compromiso de amar y servir, en todo.

Eloy Frugoni

 

Semana Santa en Nuestra Señora de Itatí

El núcleo “Nuestra Señora de Itati” expresa su gusto y sentir en esta Semana Santa. La Semana Santa se vivió en Santa Brígida en Común – Unidad: comunidad.

Es detacable durante esta Semana Santa, la disponibilidad de los vecinos en el Domingo de Ramos cuando llevaron a bendecir sus Ramos y laureles ; asistieron a los diferentes espacios de Oración; participaron de las Misas , del lavatorio de pies y la última cena; siguieron el Vía Crucis que fue representado por las calles del barrio el Viernes Santo y, cerrando la semana, en la Misa de Resurrección.

Estas Celebraciones permitieron a la Comunidad confirmar con alegría la elección de seguir a este Jesús dio la vida por nosotros por Amor y con Amor, y está entre nosotros.

 

Vía Crucis con Fe y Alegría

En nuestro Centro Educativo FE y ALEGRIA en Resistencia (Chaco) la Semana Santa se vivió con mucha participación. Como en años anteriores, se realizó un Vía Crucis por las calles del barrio, organizado y dirigido por docentes y estudiantes del nivel secundario de Fe y Alegría. Cada estación fue representada en distintas casas de vecinos que ofrecieron el espacio para reflexionar sobre la Pasión de Cristo en sus pasos hacia la cruz. El objetivo fue llevar el mensaje de paz, amor y esperanza, y que la comunidad se encuentre unida y hermanada.

Los niños de primaria representaron la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en el Domingo de Ramos; un alumno entró montado a caballo a la escuela y todos sacudieron en alto sus ramos con alegría.

Finalmente, los más pequeños de nivel inicial, hicieron dibujos y actividades en torno al pan que Jesús compartió con sus discípulos en la última cena.

De esta manera se vivieron los principales momentos de la Semana Santa en comunidad, ofreciendo a cada fecha un significado distinto y promocionando una cultura del encuentro, como propone el Papa Francisco; comunicación cercana, sentir con el otro, salir de uno mismo para brindarse a los demás. Este fue el mensaje primordial.

 

Muerte ¿Dónde está tu aguijón?

“El primer preámbulo es la historia, que es aquí cómo después que Cristo expiró en la cruz y el cuerpo quedó separado del alma y con él siempre unida la Divinidad, su alma bienaventurada, igualmente unida a la Divinidad, descendió al lugar de los muertos…” (Ejercicios Espirituales, N° 219, a).

Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio tienen en este «preámbulo» como bisagra entre la Tercera y la Cuarta Semana, entre la Pasión y la Resurrección, una propuesta que podemos considerar específica para profundizar en ese misterio del Sábado Santo.

Jesús murió. San Ignacio nos invita a detenernos frente al Señor verdaderamente muerto y a apropiarnos de la «solidaridad» que este morir del Hijo de Dios en su humanidad contiene respecto a todo el género humano. El texto hace referencia a una verdadera muerte, ruptura de la unidad esencial del cuerpo y del alma. Dios habita incluso la muerte, se apropia de la muerte. El texto habla del cuerpo muerto «unido a la Divinidad» y de la bienaventurada alma, ahora separada de este cuerpo que la había sustentado, «igualmente unida a la divinidad». Es decir, la divinidad experimenta la des-integración de la muerte en Su muerte de Jesús. «Descendió al lugar de los muertos»: murió.

Es la culminación del despojo, del anonadamiento -hacerse nada- que el Dios Hijo inició cuando, en amor y obediencia al Padre y por la salvación de todos los hombres, había asumido la condición de creatura. El amor lo llevó a ese vaciamiento total de sí, hasta habitar el no-ser de la muerte.

En lo que me es personal, este misterio se me hizo relevante ante el cuerpo muerto de mi querido abuelo. Rígido, frío, descolorido y sobreviniéndole los demás accidentes propios de un cadáver en una sala velatoria… «Ni siquiera en este trance estamos solos, Tata, porque también este “dejar de existir” de la muerte fue habitado por el amor».

Es vertiginoso, hay una nada habitada donde la única palabra, todavía a la espera de la Resurrección, ya es el amor, el amor de aquél que lo ha asumido todo, incluso la muerte, por amor-obediencia al Padre, por amor a nosotros.

 Y el que nos ha acompañado hasta en la muerte, también nos acompaña en todos los anticipos de la muerte, en todos los absurdos que para muchos constituyan una “muerte en vida”. La palabra más sólida es su amor.

 Leonardo Amaro, SJ

 

Entrar Junto a Jesús a Jerusalén

El próximo Domingo comenzamos la Semana Santa, “Semana de Turismo”, “Semana de la cerveza” (para nuestro calendario secularizado en el Uruguay) y allí una vez más el Señor nos invita a acercarnos a Él con sencillez y abrir el corazón a las gracias que quiera regalarnos. El desafío será el de “acompañarlo”, estar cerca de Él y dejarnos “mirar” en su itinerario hacia la muerte y resurrección. En efecto, la “mirada del Señor” derrama misericordia en abundancia y puede limpiar nuestras miradas de tantas oscuridades que nos nublan el corazón y ensombrecen el rostro.

 Podemos sin embargo “desviar la mirada”, llenar nuestro corazón de consumo y superficialidad, embriagarnos de nuestro yo autosuficiente y perdernos la oportunidad de conversión que el Señor regala en su camino de cruz y resurrección. ¿Cómo deseamos vivir esta Semana Santa?

 El desafío para cada uno de nosotros será el de “entrar junto al Señor a Jerusalén”, allí se juega su suerte y los invito a pedir la gracia de saberlo acompañar en sus momentos de mayor soledad y abandono. El Señor entra a Jerusalén aclamado por el pueblo sencillo que reconoce en El a un profeta. En su corazón se entremezclan sentimientos (sabe que va camino al sufrimiento y el abandono, pero se alegra del gozo del pueblo sencillo).

 Al comenzar esta Semana Santa nos puede ayudar ubicarnos con la vista imaginativa nosotros a la puerta de Jerusalén, allí como los discípulos y la multitud, en la entrada del Señor a la ciudad para ir a la cruz y dejarnos preguntar por el Señor: ¿Venís conmigo? ¿Entrás conmigo en la Pasión?

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 “Cuando llegó el tiempo de su partida de este mundo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén” (Lc 9, 51-52). Es interesante porque en la versión griega para decir que “tomó la decisión” dice que Jesús endureció el rostro y se encaminó. Hay decisiones y pasos en la vida de todo hombre, y también de Cristo, que hay que darlos así, endureciendo el rostro, apretando las mandíbulas y “encarando”.

 Hasta ahora los discípulos venían siguiendo a un hombre fascinante, un hombre capaz de pronunciar palabras encantadoras de bondad, de misericordia, de humildad, de sanación. Ahora el seguimiento (si se mantienen en la decisión de hacerlo), va a tomar la forma del despojo. ¿Mi ser cristiano conoce el valor del despojo? ¿Deseo la gracia de seguir a Jesús aun cuando me visiten contradicciones o mi cristianismo pasa sólo por algunas prácticas que no arriban al corazón?

 En ese camino que va desde la puerta de la ciudad (Domingo de ramos) hasta el Gólgota (el viernes santo) y el sepulcro abierto (domingo de Resurrección) hay un lugar que el Señor se reserva para mí, hay un momento dentro de la pasión que es para mí y el desafío, si decido entrar con todo el corazón a la pasión, es encontrarlo. No entramos a la pasión con nuestra voluntad y por ser fuertes en el seguimiento, se trata de humildemente pedir la gracia de acompañar al Señor, de caminar tras de Él.

El Señor que mirándome me pregunta: ¿Cuál es la gracia que estoy necesitando recibir? Para algunos será el recuperar la paz interior, para otros retornar al camino de la alegría y la esperanza, otros necesitarán integrar una pérdida, muchos deberán liberar sus ojos para ver la realidad transfigurada, otros necesitarán recuperar la confianza en sí mismos y en Dios. Para cada uno Dios tiene una pedagogía especial y nos ama de manera individual, respetanto nuestra historia personal.

En esta línea el Cardenal Van Thuan (fallecido hace unos años, preso en Vietnam por el régimen comunista) nos invitaba a rezar: “Ven, Señor Jesús, busca a tu oveja extenuada. Ven Buen Pastor. Tu oveja ha andado errante mientras tú tardabas, mientras tú te entretenías por los montes. Deja tus noventa y nueve ovejas y ven a buscar ésta. Ven sin perros. Ven sin rudos asalariados. Ven sin el mercenario, que no sabe pasar por la puerta. Ven sin ayudante, sin intermediarios, que ya desde hace tiempo estoy esperando tu venida. Sé que estás a punto de llegar. Ven Señor Jesús. Búscame, rodéame, encuéntrame, levántame, llévame”.

 En la Semana Santa tendremos la posibilidad de sentarnos a la Mesa junto a los nuestros, compartir el pan y volver a realizar el memorial de nuestra salvación. Allí en la Ultima Cena se nos regala el Pan que nos da la vida en abundancia, se sella definitivamente una alianza de Amor y el Señor se nos dona hasta el extremo.

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 Tendremos la oportunidad de “dejarnos lavar los pies” por el Señor (símbolo por excelencia del abajamiento y la entrega). Ese Dios que se “abaja” por amor a nosotros y nos invita a vivir todas nuestras capacidades y poderes en la dinámica del servicio. Si nos animamos a “dejarnos curar las heridas” por el Señor podremos ser “sanadores heridos” que trabajen en el mundo por la fraternidad y la justicia.

 Van Der Meer en su diario “Nostalgia de Dios”, hablando de su conversión que fue un Viernes Santo frente a la cruz en Notredame dice: “El viernes santo, entre las doce del mediodía y las tres de la tarde encontré las respuestas a todas las grandes preguntas de mi vida”.

 Entrar de corazón a la Pasión, en esta entrada a Jerusalén, es ponerse así frente al Señor despojados, sin condiciones, sin protocolos ni maquillajes para encontrarnos ahí donde nos espera, para escuchar la palabra que tiene para cada uno de nosotros. Sabiendo que el Señor no nos defrauda, que no se deja ganar en generosidad.

 Caminemos por tanto tras el Señor que carga con nuestros pecados, levantémonos una y otra vez junto a El de nuestras caídas y animémonos a estar al pie de la cruz junto a María y algunas mujeres. Allí se nos regalará a nuestra Madre “Mujer ahí tienes a tu Hijo”, allí el Señor nos dirá que tiene “Sed” de cada uno de nosotros; allí el Señor dirá que “Todo está cumplido” y nos revelará qué sentido tiene en la vida el dolor y el sufrimiento humano. Los invito y me invito a “estar junto a Él”, saber recoger su cuerpo entregado y avizorar el sábado la esperanza de la resurrección. En efecto sólo quienes saben de acompañar el dolor del crucificado experimentarán la alegría y el gozo de la Resurrección.

 Deseemos por tanto vivir una Semana Santa en la cercanía del Señor, con profundidad y hondura, con silencio y contemplación. Ojalá que podamos sentir que este “dolor” de la entrega del Señor nos concierne y la alegría que emerge de la Pascua tiene poder para transformar nuestras vidas pequeñas en oasis de gozo y felicidad. Como cristianos tenemos el enorme desafío de testimoniar esta alegría a nuestro mundo, pero créanme que será imposible vivirla si antes no atravesamos el sendero estrecho de la pasión donde se nos redime de nuestras flaquezas.

 El Señor pone su mirada en tu historia y te pregunta: ¿Te animas a entrar junto a mí a Jerusalén? ¿Te animas a caminar conmigo por el camino de la Cruz? ¿Te animas a consolar a mis hermanos? Ojalá que podamos dejarnos mirar por el Señor y recibir la gracia que Él tiene reservada para cada uno de nosotros.

 Fabián Antúnez SJ

Los Mandados de Jesús

Jesús entra en Jerusalén “manso y montado en un asna y un burrito”. Les mandó decir a los dueños que se lo presten, que “los necesita y se los mandará de vuelta enseguida”.

 Es un pedido como los que hace la gente humilde: “prestame que necesito. Te lo devuelvo enseguida”. La palabra que usa es “aposteilo” – la misma que usa para sus “enviados”, los apóstoles: aquí es “les mando de vuelta el asna y el burrito”. Son “los mandados de Jesús”.

 Y se me ocurre que una cosa es esta de “los mandados”. Siempre me sorprende en el Hogar la disponibilidad que tiene la mayoría de los más pobres para hacer un mandado en el momento mismo en que les pido. Con otras personas me cuesta más, por ahí llamo a un colaborador y me dice “ya voy”, pero tarda un rato, porque está ocupado en otras cosas. Los pobres que ayudan también están ocupados, pero apenas les digo “podés venir un momento”, dejan todo y vienen “inmediatamente”, como dice Jesús. Es que no consideran “las cosas que están haciendo” como suyas. El jueves que había paro, al ir llegando al Hogar vimos que no había pasado el camión de la basura. Les pedí ahí nomás a los que estaban en la cola para el desayuno si me daban una mano para llevar las bolsas hasta uno de esos volquetes nuevos que están a una cuadra. Dos me siguieron antes de ver bien lo que había que hacer, ahí nomás se les sumaron otros tres y a dos que los vi hacerse los desentendidos, cuando volvíamos para una segunda tanda (porque era mucha basura), ya estaban viniendo con algunas bolsitas en la mano.

 Hace unos días también tuve una situación con esto de los mandados. Uno de los huéspedes se había enojado mucho porque decía que lo mandaban siempre a él a las tareas y a otros no y que lo habían tratado mal. Me esperaba porque “quería hablar con el director”. Lo escuché un rato y dejé que me contara todo y cuando terminó con sus quejas (que como yo hacía silencio repitió dos o tres veces) le pregunté: “Y ¿qué era lo que te mandaron?”. Puso cara de “qué tiene que ver” y dijo “a lavar los platos”. Yo puse todo el énfasis que pude y le dije ¡¿Lavar los platos?! En el Hogar lavar los platos es un honor!. Te cuento que el otro día tuve que reemplazar en la cocina a Favio que se tenía que ir al médico y no había otro y me tocó lavar una olla. No sabés lo contento que estuve lavando esa olla. Hacía como un año que no lavaba una. Varios me ofrecieron deje padre, pero yo la lavé con gusto… Yo iba hablando y de golpe lo miro y me doy cuenta de que le caía una lágrima. ¡Una lágrima! Una sola. Se la enjugó con la manga y me dijo: No padre, yo estuve mal. No fue que me forrearon. Yo fui mal, estaba con bronca. Ya está. Ya entendí.

 Hay otras personas que para que hagan una tarea que no les gusta mucho o que les pidieron de improviso uno les puede explicar horas y hasta años enteros por qué conviene que hagan algo y siempre hay un sí, pero… en el fondo me estás usando. Como soy de esas personas y muchas veces, cuando estoy entre pares, me fijo quién es el que me pide y si no le toca a otro, no tengo empacho en decir que en esto los pobres me enseñan (nos enseñan, si queremos aprender). Nos enseñan la pobreza de espíritu que tiene su termómetro en la rapidez y el gusto con que uno “hace los mandados”.

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 Me animaría a decir que así como el amor se nota en la alegría (tanto amo cuanto estoy alegre) y la humildad en las humillaciones (la medida de mi humildad la da la medida de las humillaciones que soy capaz de soportar sin hacer caras ni reclamos), así la pobreza de espíritu se nota en la prontitud para los mandados, especialmente esos imprevistos que me hace cualquiera en cualquier momento.

 En la oración del Huerto, todo el diálogo del Señor con el Padre es acerca de este tema: “No se haga lo que yo quiero sino lo que tú quieres”. “Si es posible, que pase y se aleje de mí este cáliz, pero si no puede pasar sin que yo lo beba que se haga tu voluntad”.

 Y así como él está atento a “los mandados del Padre” quiere que sus amigos estén atentos a los suyos: le encanta que le pregunten “donde quieres que te preparemos la cena de Pascua” y, cuando está rezando en el Huerto, les manda que lo acompañen, que le estén cerca, rezando a su lado. Les reprocha que no hayan podido velar una hora con él, en ese momento tan importante, el más importante de la historia. Sin embargo el reproche es de amigo y más por ellos mismos que por él, para que saquen enseñanza y no se pierdan las oportunidades grandes de mostrar su amor en pequeños mandados.

 El Cireneo puede ser ejemplo de estos “pobres” que pasan por allí y les encajan la cruz como mandado: lo forzaron, dice Mateo, a que llevara la cruz. En general son los pobres quienes se ven “forzados” a llevar la cruz. Otros sabemos zafar. La cuestión es que el Cireneo –más forzado o menos- quedó como ejemplo en esto de los mandados en los que, sin saberlo, estamos ayudando al mismo Jesús.

 También podemos reflexionar en los otros “mandatos”: los de los que le dicen al Señor: “Bájate de la cruz”. Esos no los obedece. Y eso que “hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

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 José de Arimatea siente el “mandato” interior de hacerse cargo del cuerpo del Señor y se anima a pedírselo a Pilato. María Magdalena y la otra María, “se quedaron allí sentadas enfrente al sepulcro”. Eran las más pobres de espíritu y por eso fueron las primeras mandadas por el Señor resucitado: “Vayan, anuncien a mis discípulos que vayan a Galilea, que allí me verán”.

 El ser apóstoles tiene que ver con esta “actitud existencial” de ser pobre de espíritu que se concreta en un estar pronto para los mandados. Eso es lo que hoy llamamos “voluntariado”: la gente que se ofrece para colaborar en lo que se le mande, en lo que haga falta. Es el sentido del voluntariado: así como el sentido social se ve en la capacidad para conmoverse y sentir lo que les pasa a los otros como propio, el sentido del voluntariado se ve en la prontitud para los mandados, lo que en el lenguaje de San Ignacio se llama “disponibilidad”.

La petición al Rey eterno que entra en Jerusalén será: “pedir gracia a nuestro Señor para que no sea sordo a su llamamiento, mas presto y diligente para cumplir su santísima voluntad” (EE 92).

Esta prontitud para los mandados Ignacio la ejemplificaba con “dejar la letra comenzada”. Cuando te pedían algo, si uno estaba escribiendo una carta, ser capaces de dejar no sólo la carta o la frase sino “la letra comenzada”.

 

Diego Fares sj

 

Novedades Papa Francisco

«Humillarse es, ante todo, el estilo de Dios»

En el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses: “Se humilló a sí mismo” (2, 8). La humillación de Jesús.

 Esta palabra nos desvela el estilo de Dios y, en consecuencia, el que debe ser del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.

Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades. Esto se aprecia bien leyendo la historia del Éxodo: ¡Qué humillación para el Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban dirigidas contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su Padre, que los había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino por el desierto hasta la tierra de la libertad.

 En esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús. Y sólo así será “santa” también para nosotros.

Veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo Pedro, la “roca” de los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre, soliviantada por los jefes, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo de la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de la gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de Dios.

 Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.

 Al recorrer hasta el final este camino, el Hijo de Dios tomó la “condición de siervo” (Flp 2, 7). En efecto, “humildad quiere decir también servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, “despojándose”, como dice la Escritura (v. 7). Esta – este vaciarse – es la humillación más grande.

 Hay otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito… Es la otra vía. El maligno se la propuso también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la rechazó sin dudarlo. Y, con él, sólo con su gracia, con su ayuda, también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de la mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.

 En esto, nos ayuda y nos conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad, un sin techo…

 Pensemos también en la humillación de los que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy – hay tantos – no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por su camino. Podemos hablar en verdad de “una nube de testigos”: los mártires de hoy (cf. Hb 12, 1).

Durante esta Semana Santa, pongámonos también nosotros en este camino de la humildad, con tanto amor a Él, a nuestro Señor y Salvador. El amor nos guiará y nos dará fuerza. Y, donde está él, estaremos también nosotros.

Francisco en su Homilía de Domingo de Ramos

 Fuente: Radio Vaticana