Un lugar para los que se quedaron sin lugar – Venezolanos en Regina

Desde hace algunos meses la comunidad jesuita de Regina Martyrum, en el barrio Congreso,  decidió abrir un espacio para recibir a los migrantes venezolanos que llegaban a la ciudad de Buenos Aires buscando una nueva oportunidad para ellos y para sus familias. En busca de un nuevo hogar algunos escapan -literalmente- del régimen político; otros, agobiados también por el clima social, la situación de la economía y la falta de estabilidad, van tras la paz que anhelan para sus hijos. El novicio jesuita Marcos Maguna, que estuvo colaborando en esta comunidad, nos cuenta sobre esta iniciativa.

El viaje que los trajo hasta Buenos Aires, sea por aire juntando sus ahorros, recurriendo a amigos, vendiendo sus cosas; sea por tierra, haciendo mil transbordos, viajando muchos días, pasando por distintos países, significó experiencias muy diversas para todos. Hasta tuvieron que elegir qué cosas de su historia cargar consigo, cuánto de su vida conservar en una valija que no pagara sobrepeso. No sólo kilómetros tuvieron que atravesar hasta llegar.

La primera dificultad: la vivienda

“En Buenos Aires, el tema de vivienda es un poco difícil” –cuentan entre sí los miembros del grupo. Un poco por el costo, un poco por la zona que más oportunidades les brinde para ubicarse, moverse. Y sobre todo, porque un alquiler cien por ciento legal es casi imposible por las exigencias: recibo de sueldo, depósito, garante… – “alguien que viene de afuera no se lo puede costear a los inicios ¿cómo va a tener un recibo de sueldo alguien si va llegando recién?” –se preguntan.

Quien tiene suerte, puede conseguir un monoambiente amoblado, otros se sienten afortunados alquilando una habitación en un apartamento, ya que cuenta con lo necesario para las primeras semanas. “Nos compartimos mucha información para que así, los que vayan llegando no pasen la desesperación que otros sufrimos –confiesa una madre que reside aquí con su familia- sobre todo por la angustia de no saber dónde ir y tener que optar por alquileres temporarios que son más caros”

Un cambio radical de vida

La suerte, una vez instalados, suele ser dispar. Los empleos –habitualmente temporarios- son más inestables, informales –“en negro”- y no siempre fáciles de encontrar. “Parece que depende más de recomendaciones y de tener amigos que de capacidad y de las ganas de trabajar” –se lamenta una madre sola con su pequeño niño. Por otro lado, la escolarización de su hijo no presentó inconvenientes “gracias a que había venido con documentación y todo en regla”.

“Aunque sea es mediodía –no de escolaridad completa-, pero algo se complica porque en nuestro caso precisamos de dos trabajos como para cubrir nuestras necesidades”.

Si toca limpiar casas, se limpian casas

David y su esposa, aunque con títulos universitarios –en proceso de validación- sienten que, a pesar de las dificultades iniciales, podrán encontrar alternativas y oportunidades. Así como ellos, para la mayoría la opción de los empleos temporarios en casas de familia es la que han podido encontrar para defenderse mientras tanto.

El reto que sienten más importante, mientras se resuelven los papeles, es el de ir cumpliendo sus sueños paso a paso “Ya el hecho de ver que pudimos comprar una sartencita y unos cuchillos y unos tenedores es como decir: “mira, ya tenemos unos bienes, ya compramos algo que es de los dos”. Ya eso es una bendición para nosotros”- afirma  la esposa de David.

Un anhelo de esperanza

En el espacio que se les ofrece, de lunes a viernes, en Regina pueden usar internet para armar su currículum y buscar empleo, al igual quelas redes sociales para estar conectados con sus seres queridos. También se los recibe los domingos. Son ellos los que ya llevan el grupo porque están muy bien organizados. Hay distintas comisiones que se encargan de armar una cena para compartir comidas típicas. Lo principal es el compartir entre ellos.

La comunidad jesuita se ha organizado para proveerles en muchos casos de ropa de abrigo. Ellos llegan de un clima muy cálido y a los que les ha tocado el invierno argentino la han pasado un poco mal. Así que la comunidad les ha provisto también de esto: frazadas, buzos, zapatos, zapatillas. Gracias a Dios, la generosidad de la comunidad de Regina, de los laicos, ha estado muy presente. Han estado muy atentos y colaborado muchísimo.

Lo que sorprende es que ellos también se han integrado rápidamente a la comunidad, tanto al participar en las celebraciones eucarísticas como para celebrar sus propias fiestas. Nos acompaña en el salón en el que compartimos una imagen de Nuestra Señora de Coromoto, que es patrona de Venezuela. Se han incorporado a la vida más cotidiana de la Iglesia y colaboran en algunos servicios sociales, en actividades en favor del Hogar de San José. Están atentos.

La comunidad venezolana se sostiene a sí misma gracias a los testimonios. Los que ya están instalados le dan fuerza a los que recién llegan. En un grupo de Whatsapp mandan distintas entrevistas de trabajo que consiguen y que a lo mejor a esa persona no le sirve, pero piensa en los otros, y eso es también un gesto muy lindo.

 

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