Una Iglesia que vive en el pueblo: Pedro Casaldáliga

Esta semana se cumplieron dos años del fallecimiento del P. Pedro Casaldáliga sj, para esta ocasión y en memoria de su vida, traemos un artículo del año 2020 que lo describe en su persona y su misión.

Con el impulso profético del Papa Francisco para ‘una Iglesia en salida’, la figura y el modelo de un obispo singular, Pere Casaldàliga, adquiere un relieve especialmente significativo. Experimentó y vivió la Iglesia del pueblo por el que dio su vida y por el que luchó hasta el fin; al que amó en sus gentes humildes y marginadas, en medio de la naturaleza explotada por terratenientes que denunció con coraje y valentía y defendió ecológicamente. Nada ni nadie le hizo desfallecer en su lucha liberadora desde el evangelio por aquella región y por todos los pobres del mundo.

Destinado a San Félix de Araguaia (Mato Grosso, Amazonia), un extenso territorio, de ríos, selvas y bosques, fue luego su primer obispo, entregado en cuerpo y alma a los marginados, defensor de sus derechos y costumbres, de su tierra robada, ‘voz de los sin voz’. Se unió a la lucha liberadora como teólogo de la liberación, de la que fue uno de sus mejores exponentes con su acción y reflexión y cuya teología aprendió en la entrega diaria y arriesgada al servicio de sus gentes más humildes y explotadas, indefensos posseiros, sin servicios básicos, sometidos a la violencia de los terratenientes, que expulsaban, invadían y devastaban, para sus intereses y beneficio, los territorios indígenas, su selva, su riqueza, asesinando y torturando, aterrorizando, a quienes se resistían, con todo tipo de medios y muchas veces apoyados por la política estatal. Ahí aprendió Pere Casaldàliga lo que significan y exigían ser cristiano y hacerse una Iglesia fiel a las ‘causas del Reino’ de Jesús, que sale de sus templos e instalaciones para anunciar la liberación, luchar, rezar y vivir con el pueblo que sufre y clama.

Desde su opción liberadora soñó en una «Iglesia vestida solamente de evangelio y sandalias… desnuda de certezas» que amara sin límites, en una entrega total. Su casa no tenía puerta ni ventana que se cerraran, igual que la de la mayoría de los habitantes de esas tierras. Por eso sus símbolos episcopales fueron el sombrero de paja sertanejo, en vez de mitra; un remo, sustituyendo al báculo; como anillo episcopal un anillo de tucum (pequeño coco de la región), una sencilla cruz pectoral de madera.

Obispo de los pobres, pobre con los pobres, luchador por todas sus causas y por la dignidad de los más humildes, su espíritu liberador se alza hoy con renovado impulso por la defensa de la Amazonía.

Fuente: religiondigital.org

 

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