Vidas con Contenido

Pocas veces nos regalamos tiempo para reflexionar sobre el sentido último de nuestras vidas, lo que queremos de ellas, con quiénes queremos compartirla… Este texto nos propone hacer una alto para ir hacia el interior a buscar la respuesta a estas preguntas.

Por Javier Rojas SJ

Tal vez ya te has tomado un tiempo para reflexionar estas preguntas: ¿Para qué vivo?; ¿Cuál es mi destino?; ¿Qué me está sucediendo?; ¿Qué es lo que quiero?; ¿Con quién o quiénes quiero compartir mi vida? Y si lo hiciste con seriedad te habrás dado cuenta que no son fáciles de responder, o al menos, no se pueden responder sin pensarlas con detenimiento. Darse un tiempo para uno mismo, pero no para enredarse en pensamientos añejos y llenos de nostalgia, es una verdadera inversión de vida. Pocas veces nos “regalamos” tiempo para calibrar el corazón, limpiar el alma y purificar el espíritu. Quizás la falta de tiempo para estar con uno mismo y profundizar en temas tan importantes como la propia vida, el principio y fundamento de la propia existencia, sea una de las mayores pobrezas que sacude a la humanidad. ¿Puedo pretender que otra persona me dedique un poco de su tiempo, si yo no destino un momento a estar conmigo mismo?

Cuando podemos destinar-nos tiempo para atender a cuestiones que hacen al mundo interior, como es aprender a conocer y distinguir nuestros pensamientos y sentimientos, adquirir la destreza del discernimiento espiritual, ganamos mucho en capacidad para elegir lo que realmente me hace sentir pleno. La asertividad depende mucho del conocimiento que hemos adquirido de nosotros mismos, y de la manera que tenemos de relacionarnos con el entorno en el que vivimos. Desarrollar sinceridad con nosotros mismos, buscar la verdad, sentir que la propia vida tiene sentido y valor, nos llena de energía y creatividad.

Ahora bien, ¿Por qué cuesta tanto invertir tiempo en uno mismo? Seguramente hay muchas respuestas para dar, pero una de las causas de la falta de disposición para trabajar en la propia vida interior se debe a que se está viviendo uno de los peores dramas del alma: el hastío. ¿Qué es el hastío? Encontrarás mejores definiciones en diccionarios o libros especializados sobre el tema, pero en pocas palabras es la amargura del alma, producida por el vacío o la sobreabundancia. En definitiva, el hastío es lo que padecen las personas que carecen de contenido en sus vidas. ¡Cuántas personas sufren este flagelo “globalizado”, y van por la vida arrastrando la existencia, sin profundidad, y con el alma encallada en la superficialidad! ¿Cómo podrían sentir la plenitud en sus vidas si nunca han zarpado hacia la profundidad del propio ser, para descubrir el Tesoro escondido en su corazón? Tienen sus sueños amarrados en el puerto de la nostalgia, esperando que alguien los libere.

La plenitud es lo que experimente el espíritu que ha buceado en la profundidad del ser y ha descubierto la diferencia entre lo esencial y lo superfluo. Para disfrutar verdaderamente de la vida, se necesita de éste espíritu. Se requiere de hondura de alma, es decir, capacidad para poner freno al ansia de tener y de poder, que con tanta facilidad pulveriza la existencia. Se necesita de un espíritu entrenado para discernir qué es lo mejor para mí. Para ello es fundamental dedicar tiempo para meditar y descubrir las respuestas en nuestro interior.

Fuente: Click to Pray

Fuente Imagen: Click to Pray

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