10 claves para pensar la feminización de la pobreza

Por Gaby Jorquera

Uno de los factores que tradicionalmente se han asociado a la pobreza es el hecho de ser mujer. La pobreza afecta de manera distinta a hombres y mujeres, más extensamente (a mayor cantidad de mujeres que de hombres) y más intensamente. En las trayectorias vitales de hombres y mujeres se observan riesgos diferentes, que acaban perjudicando de manera más intensa a las mujeres, víctimas de las relaciones de desigualdad al interior del hogar.

1. Las estadísticas no reflejan adecuadamente la pobreza de las mujeres. El principal problema es la forma de cálculo de la pobreza, que se basa en la renta del hogar, y por tanto diluye la aportación diferencial de cada uno de los miembros, el llamado “efecto hogar”. Si una mujer vive en un hogar no pobre puede que, medida por sus propias rentas, sí lo sea.

2. ¿Y qué más da, si vive en un hogar no pobre? Como dice Amartya Sen, vivir en la pobreza significa carecer de libertad para elegir las opciones de desarrollo personal: estudiar y qué estudiar, trabajar o no, en qué trabajar, cuántas horas, etc. Las mujeres que dependen de la rentas de otros son menos libres para tomar decisiones sobre su vida.

3. Se está recuperando la tradicional brecha de género tanto en términos de desempleo como de pobreza. En los primeros años de la crisis, se había registrado una bajada relativa de la pobreza en mujeres, en buena medida por la evolución de las tasas de paro de ambos sexos. El empleo masculino sufrió proporcionalmente un descenso mayor que las tasas de empleo femeninas, esto generó una “igualdad a la baja”, reequilibrando la incidencia de pobreza en ambos sexos – no por la mejora de la situación de las mujeres, sino por el empeoramiento de la situación de los hombres-. A partir del año 2012, esta situación retoma el comportamiento inicial, y la tasa de desempleo y pobreza de las mujeres comienza a crecer a un ritmo mayor que la masculina.

4. A mayor nivel de formación, menor riesgo de pobreza. Quienes tienen estudios superiores tienen un riesgo de pobreza más bajo, y esto es un buena noticia, porque las mujeres de menos de 55 años están, hoy, más formadas los hombres, y esto quiere decir que en el futuro iremos viendo, muy probablemente, menores tasas de pobreza en las mujeres.

5. Pero es oro todo lo que reluce. La brecha salarial entre hombres y mujeres en España ronda el 17%, es decir, los hombres reciben un 17% más en general. ¿Qué es la brecha salarial? Pues que si analizamos el salario de hombres y mujeres a igual nivel educativo, igual experiencia, en el mismo sector, en la misma posición en la estructura, etc., un hombre gana, inexplicablemente, un 17% más.

6. Pero no sólo por las brechas ganan más salario los hombres. Mujeres y hombres tienden a trabajar en diferentes tipos de ocupaciones y suelen concentrarse en diferentes sectores de actividad. Por otro lado, dentro del mismo sector y/o de la misma empresa, las mujeres desempeñan ocupaciones más bajas y peor remuneración.

7. Las mujeres tienen una mayor presencia en el sector de servicios y cuidados, que se caracteriza por ser un tipo de empleo precario, con mayores tasas de temporalidad y parcialidad no deseada, con bajos salarios y un bajo nivel de protección en general.

8. El tiempo es dinero. Y las mujeres dedican más tiempo a actividades no remuneradas que los varones. Según se deduce de la Encuestas de Empleo del Tiempo, las mujeres dedican menos tiempo que los hombres a todas las categorías de actividades, con la única excepción de aquellas que tienen que ver con el cuidado del hogar y de la familia: una media de 4 horas y 7 minutos, mientras que los hombres destinan 1 hora y 54 minutos. Las mujeres disponen, por el contrario, de casi una hora menos de tiempo libre al día que los hombres.

9. El tiempo dedicado a labores de cuidado no sólo se observa durante el día, sino también a lo largo del ciclo vital. La proporción entre madres y padres de los permisos y prestaciones de maternidad de los que han sido beneficiarios no ha sufrido prácticamente variaciones desde 2006 a 2013: los percibidos por la madre son más del noventa y ocho por ciento en todos los años considerados y los percibidos por el padre no llegan al dos por ciento.

10. La mayor vulnerabilidad de las mujeres afecta a la sociedad en su conjunto. La pérdida de talento que genera la desigualdad en la que viven las mujeres no sólo disminuye las posibilidades de desarrollo de las propias mujeres, sino que priva a la sociedad del aporte que estas pudieran hacer si contaran con la plenitud de oportunidades con las que cuentan los varones. La pobreza femenina es un asunto que nos compete a todos. Y todas.

Fuente: EntreParéntesis

 

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