El bilbaíno Patxi Álvarez, secretario de Ecología en Roma en la Compañía de Jesús, repasa la ‘encíclica verde’ del Papa y advierte que «ya hay 25 millones de personas desplazadas» por el calentamiento global.
JOSÉ MARI REVIRIEGO
Patxi Álvarez de los Mozos (Bilbao, 1967) conoce los problemas generados por el calentamiento global, especialmente acusados en los entornos rurales y en las comunidades indígenas, tras visitar numerosos países del Sur en calidad de secretario de Justicia Social y Ecología en la Compañía de Jesús. Afincado en Roma desde 2011 tras diez años de trabajo en Alboan, Álvarez repasa la revolucionaria encíclica ‘Laudato si’ que acaba de difundir el Papa Francisco en un intento por marcar los peligros que sufre el medio ambiente y por corregir los desequilibrios. El jesuita bilbaíno avala las críticas lanzadas por Jorge Bergoglio contra el capitalismo salvaje y el comportamiento «depredador» de las multinacionales con los recursos naturales. «El deterioro medioambiental tendrá ganadores y perdedores. El cambio climático perjudicará más a los pobres», advierte en esta entrevista.
– En uno de sus mensajes más contundentes, el Papa asegura que «la Tierra es un inmenso depósito de porquería». ¿Hemos roto la convivencia con nuestro medio ambiente?
– Sí, creo que ha sido así. Hay una lucha contra la naturaleza, una explotación desde hace mucho tiempo. Este proceso es muy notable en los dos últimos siglos, pero sufre un acelerón a partir de los años cincuenta. Ha sido progresivo. La conciencia sobre el deterioro surge en la década de los sesenta y setenta. La urgencia, a partir de los noventa. Con la cumbre de Río.
– ¿Es entonces cuando se notan los primeros síntomas del cambio climático, del calentamiento global?
– Así es. Incluso antes de eso ya no llegaba información de que se estaba produciendo el cambio climático. De hecho, la preocupación por el medio ambiente en la Iglesia surge en 1971, con Pablo VI. Lo menciona la encíclica del Papa Francisco. Hay una lucha contra la naturaleza intentando beneficiarnos de ella a toda costa. Y hemos faltado a la convivencia, al cuidado de la casa común.
– Usted conoce muchos países del Sur. ¿Cuáles serían los síntomas más alarmantes que ha percibido del cambio climático, tanto en las personas como en el entorno?
– Allá donde he ido, las personas me han dicho: ‘el clima ya no es el que era’. Se está produciendo un cambio. A mí me toca visitar muchas comunidades rurales, y, en ocasiones, comunidades indígenas. Haciendo de testigo, me dicen que ha cambiado el calendario para el crecimiento de las cosechas o que los patrones climáticos se han alterado.
-¿Ha llegado a asesorar al Papa en la elaboración de la ‘encíclica verde’?
– Es una encíclica del Papa Francisco. Lleva su sello de muchas maneras. En cualquier caso, él ya ha dicho que han participado decenas de personas. Ha mencionado al Pontificio Consejo de Justicia y Paz e Integridad de la Creación, donde está el cardenal Turkson. En mi caso, yo no lo puedo revelar. Digamos que hay una cercanía con las preocupaciones y las tareas que a mí me encargan en este momento.
– El manifiesto de Jorge Bergoglio es muy claro sobre el origen del desastre: «El calentamiento obedece a la gran concentración de gases de efecto invernadero emitidos sobre todo a causa de la actividad humana». El Papa denuncia el cambio climático frente a los llamados negacionistas y las grandes corporaciones que hacen oídos sordos a las voces de alarma para no perder producción.
– El Papa Francisco menciona y subraya el consenso científico mayoritario que afirma que ese calentamiento del clima se está produciendo y que tiene en su base, fundamentalmente, causas humanas. Recoge una afirmación de la comunidad científica suficientemente avalada hoy en día.
– Sin embargo, en Estados Unidos, uno de los países más contaminantes junto a China, no existe esa sensibilidad que reclama el Papa para preservar el planeta. La mitad de la población estadounidense no le concede mucha importancia, según las últimas encuestas -incluso una buena parte de la población católica descarta su gravedad para el medio ambiente-. El propio candidato republicano Jeb Bush, que, quién sabe, podría ser el próximo presidente de EE UU, declara sin tapujos que no cree en el cambio climático y emplaza al Papa a no meterse en terrenos políticos. Y eso, pese a que Obama abandera el entorchado ecologista para reducir las emisiones a la atmósfera.
– La sociedad norteamericana está profundamente dividida en torno a muchas cuestiones y ésta es una de ellas. Posiblemente, porque hay un modelo de desarrollo concreto que promueve este cambio climático por medio de la emisión de gases de efecto invernadero. Muchos sectores no están dispuestos a renunciar a ese modelo. El Papa habla de los problemas de la humanidad hoy en día. Por eso aborda la ecología y la vida. No sólo es una ‘encíclica verde’. Habla de la ecología integral; de los seres humanos y de nuestra convivencia con la naturaleza y la creación.
– En ese manifiesto se censura la voracidad de los países ricos y las multinacionales, capaces de poner en peligro el equilibrio medioambiental. ¿Ha recibido presiones el Papa por parte de los poderes políticos o económicos?
– No tengo constancia de ello. Yo lo que he visto es una oposición organizada para negar la credibilidad de las afirmaciones. Hace escasas semanas se pudo constatar en el Vaticano con motivo de una reunión sobre el cambio climático. Hay algunas fundaciones dedicadas a esto. Una que estuvo en el Vaticano presentando su protesta era la fundación Heartland (un think-tank liberal norteamericano que agrupa a científicos escépticos). Sobre esta fundación habla la periodista Naomi Klein (activista canadiense muy influyente en el movimiento antiglobalización). Klein ha hecho un esfuerzo por dar a conocer algunos de los intereses económicos que están detrás de la postura negacionista del cambio climático.
– Una de sus funciones al frente del secretariado de Justicia Social y Ecología es la atención a las grandes migraciones de población y a los refugiados. Aunque los conflictos bélicos están en el origen de muchos de esos desplazamientos, ¿las sequías y las pérdidas de cosechas pueden agravar el problema?
– Efectivamente. Una de las afirmaciones fuertes de la encíclica es que hay una conexión directa entre el deterioro medioambiental y el impacto sobre las poblaciones más pobres. Es decir, el deterioro va a tener ganadores y perdedores. No va a afectar del mismo modo a las poblaciones del mundo. En este momento, se calcula que hay 25 millones de personas desplazadas por cuestiones climáticas. Ya existe un número muy grande. Está calculado sobre un total de 60 millones de refugiados y desplazados internos en el mundo. Es la cuota más alta desde la Segunda Guerra Mundial.
– «La tierra de los pobres del Sur es rica, pero el acceso a la propiedad de los recursos les está prohibido», escribe el Papa. ¿Hay forma de atajar esas desigualdades?
– Los más perjudicados serán los pobres. Son los descartables que dice el Papa. Nosotros estamos adquiriendo una deuda con la naturaleza que no vamos a poder pagar. Se la dejaremos a las nuevas generaciones.
– La gestión de los recursos naturales es clave en la búsqueda de ese equilibrio. Usted comenta que las explotaciones mineras, factor de crecimiento de muchos países de Sudamérica, se han convertido en un peligro para el medio ambiente y para sus poblaciones.
– Es un gravísimo problema. La minería está produciendo contaminación, desplazamientos de personas por la expropiación de tierras y muchos conflictos en el reparto de las ganancias. No es un problema exclusivo de América Latina. Se está produciendo también en Indonesia, Filipinas, Canadá, Australia, EE UU y una buena parte de los países de África. Allí donde el régimen político es más débil, como puede ser el caso del Congo, los confictos son mucho mayores y las luchas muy grandes.
– Subraya además la importancia del derecho a la educación -hay 60 millones de niños que no tienen acceso a la escuela-. ¿Es la base para poder progresar con respeto al medio ambiente?
– Es un gran reto, uno de los objetivos del milenio. El reto era que 600 millones niños fueran a la escuela primaria en 2015. No se ha logrado, aunque vamos mejorando. El reto es la calidad de la educación, cuántos años pueden ir a la escuela y cuáles son sus aprendizajes. La sociedad globalizada va a ser muy competitiva y eso necesita de educación.
– ¿Estamos preparados para afrontar el cambio en los hábitos de consumo que se plantea en la encíclica?
– … Uff. Yo creo que nos va a resultar muy difícil. Es necesario. Vivimos en la abundancia y nos cuesta creernos eso de que vivir con menos nos permitirá vivir mejor. Es un enorme reto para todos nosotros, individualmente. Empezar a valorar otras cosas que no tienen que ver con lo tangible, con lo material: las relaciones humanas, el arte, la belleza, el contacto con la naturaleza, la amistad.
– En la encíclica se plantea una severa disminución de la producción de energías basadas en combustibles fósiles -petróleo, gas y carbón-. Son el motor que hoy mueve el mundo, pero a la vez los más contaminantes. ¿Es un toque de atención a las grandes petroleras de EE UU e, incluso, a los magnates musulmanes del Golfo Pérsico?
– Es posible que vaya por ahí. Están señaladas con el dedo las grandes compañías petrolíferas que están en manos de países occidentales. Debemos cambiar nuestra tecnología y avanzar hacia las energías renovables, energías alternativas. Pero hay muchos intereses económicos en contra.
– La búsqueda de esos combustibles más limpios no siempre es fácil. EE UU importa maíz de México para la elaboración de etanol como biocombustible, en sustitución de los derivados del petróleo. Sin embargo, ha terminado por disparar los precios de ese cereal para los mexicanos, que tienen en las tortitas de maíz su base alimentaria.
– Es muy controvertido el uso de biocombustibles. Lo más adecuado sería seguir progresando en tecnologías limpias a partir del sol, el viento y las mareas. Y luego mejorar el almacenamiento de las energías renovables.
– Pese a que el panorama parece a veces catastrófico, hay señales para la esperanza. Según Greenpeace, el gigante juguetero Mattel ha renunciado a productos papeleros procedentes de empresas ligadas a la deforestación. Multinacionales del calzado y la ropa como Adidas, Nike, Puma y H&M se han comprometido a eliminar los vertidos a ríos en sus instalaciones en China. Y Nestlé, productora del kit kat, ha dejado de comprar aceite de palma a proveedores que destruyen selvas tropicales en Indonesia. Al final, la presión ejercida por el ecologismo y el trabajo de concienciación realizado por personas como usted da sus frutos, ¿no?
– Cuando uno mira a las grandes cifras, puedes correr el riesgo de llevarte las manos a la cabeza. Pero están sucediendo muchas cosas positivas. Hay más conciencia en la juventud, más educación, más interés en responder a estos problemas y mayores esfuerzos por parte de las empresas, de gobiernos locales… En Estados Unidos, también. Podemos conseguir proteger y cuidar mejor de la Tierra. El mensaje debe ser de esperanza comprometida.
– Por su experiencia en medios rurales y en comunidades indígenas, ¿recuerda algún ejemplo de superación que le haya conmovido especialmente?
– En Perú hay mucha minería. Recuerdo una ciudad que se llama La Oroya, profundamente contaminada por una empresa norteamericana de explotación de oro. Pues ellos, con su esfuerzo, han conseguido paralizar durante un tiempo la producción y condicionar su actividad a que cambiase sus prácticas para que no fueran tan contaminantes.
– Sorprende en la encíclica su carácter reivindicativo, de crítica al capitalismo salvaje y al comportamiento «depredador» de las grandes corporaciones.
– Uno de sus mensajes básicos es que necesitamos vivir de una manera nueva. Necesitamos apoyarnos en un nuevo paradigma. Debemos entender nuestra vida ligada al entorno, a toda la realidad viva. ¡Qué difícil es proteger aquello que uno no agradece! Así no podemos continuar.
Fuente: www.elcorreo.com