CG36: A sólo un Mes del Inicio

A un mes del inicio de la Congregación General 36, los jesuitas intensifican los preparativos para la gran cita de octubre.

Al mismo tiempo, se recuerda y recupera la vivencia de las Congregaciones Generales anteriores.

Te mostramos aquí un vídeo en que repasamos lo acontecido en la CG n° 35.

Reflexión del Evangelio, Domingo 21 de Agosto

Evangelio según San Lucas 13,22-30.

Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”. Él respondió: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’. Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’. Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”.

Reflexión del Evangelio – Por Franco Raspa SJ

No son pocas las veces que los evangelistas resaltan en las enseñanzas proféticas de Jesucristo, la temática de la “estrechez de la puerta”, lo “angosto del camino”, o lo “pequeño del ojo de la aguja”; por la que el hombre se haya invitado a pasar, para hallar la salvación.

En el evangelio de este domingo Jesús, en su camino a Jerusalén, se detiene ante la pregunta de una persona del pueblo que le dice, si es verdad que son pocos los que se salvan. Duda, que quizá nos asalta de alguna manera a muchos de nosotros.

Si bien Jesús, podría haber finalizado la conversación con un simple sí o un no, prefiere dejar que la respuesta provenga también del mismo hombre.

La respuesta del Señor, se realiza en un doble plano: comienza por poner un ejemplo cotidiano, que le permitirá ir a una profundidad mayor. Para ello, empieza por traer a escena la imagen de la “puerta estrecha”, cuadro muy familiar para los habitantes de Jerusalén. Ella, se hallaba oculta en el muro que cubría al templo, de modo que solo podían pasar por ella aquellos que la conociesen. Su estrechez, hacía no solo, que una persona a la vez pudiese atravesarla, sino también, que ésta debía pasar sin cargamentos.

Los evangelios nos relatan que esa “puerta estrecha”, es Jesucristo. Él mismo se sabe la puerta, por la cual podemos encontrarnos con Dios. El llamado que Jesús realiza, parece dirigirse a todos los hombres. Aquellos, dice el Señor, vendrán de los cuatro puntos cardinales a ocupar el lugar, que el Padre les tiene asignado en su Reino. Ya vienen en camino, uno por uno pasando por la puerta de Dios, Jesucristo; para reunirse en el gran banquete, que la divinidad nos tiene preparado.

No obstante, el Señor en su inmensa bondad respeta nuestra libertad de hijos e hijas de Dios. En la respuesta de cada uno de nosotros, al amor gratuito de Dios, se haya la posibilidad de abrazar esa salvación, a la que la entrañable misericordia de Dios nos invita.

El peligro más grande que amenaza dicha respuesta de amor, es el quedarnos encerrados en nuestro amor propio. Sin dejar un ápice de vida para el amor de Dios. La respuesta más maravillosa que podamos dar, a lo largo de toda nuestra vida, será ir reconociendo ese Amor más grande de Dios, en aquellos que el Señor ha puesto en nuestro camino. Y en ese dejarme afectar por Dios, ir vaciándome de mi en los demás. Abajamiento, que más que dejarnos solos, nos llenará del amor del que nos habla Jesucristo. Porque solo en la compañía del Señor, encontraremos quienes somos realmente. Amor que se dona y se abaja para los demás.

Dejemos que las palabras del Señor, nos hablen del movimiento del amor. Pongamos oído al susurro que surge en nuestro interior, y lancémonos a la experiencia amorosa del paso, a través de la “puerta estrecha” de Dios.

Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

14 años de la Hospedería San Alberto Hurtado

La Hospedería San Alberto Hurtado, a cargo de la Fundación Manos Abiertas Córdoba cumplió 14 años y lo celebró con mucha alegría y un gran espíritu de agradecimiento a todos los que son y han sido parte de ella.

La Hospedería es una casa que recibe a hombres en situación de calle y les da un lugar donde vivir y reinsertarse en la sociedad. A ellos se les llama cariñosamente ‘patroncitos’.

Los Patroncitos, el equipo directivo, los voluntarios de la Hospe y también muchos voluntarios de la familia de Manos Abiertas fueron protagonistas de una fiesta en la que se celebró una historia con mucho para agradecer, y mucho más, aún, por contar.

 

Emmanuel Sicre SJ: ¡Ay! si la educación sirviera…

Un cambio en el sistema educativo es una necesidad urgente que enfrenta la sociedad actual. Frente a este desafío se han generado (y se siguen generando) múltiples posiciones teóricas e instancias de debate a lo largo del mundo. Sin embargo, el modelo educativo tradicional sigue siendo un elemento que opera de manera muy fuerte sobre las personas que han pasado por él. ¿Qué es lo que se necesita, entonces, para llevar ese cambio adelante? ¿En qué consiste este cambio?

Por Emmanuel Sicre, SJ

“Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela.” George Bernard Shaw (1856 –1950)

La tristeza de educar

Cuando uno piensa en la educación actual siente un poco de tristeza. Es decir, desanima ver el desgano de tantos niños y jóvenes de asistir a clase, la desazón de los maestros agotados de controlar y soportar, la docencia como una salida laboral que desdibuja la vocación por educar, los liderazgos cuestionados sin piedad, las familias delegando en la escuela cada vez más sus responsabilidades naturales, el abandono de algunos Estados, los intereses de los gremios docentes que perdieron el rumbo, y la parsimonia del sistema educativo que no cumple su rol de transformación positiva de la sociedad.

Por lo general, hemos pensado que la educación es una tarea de la escuela o de la universidad, pero dada la desconexión que todos percibimos entre el mundo de la vida y dichas instituciones de formación, con facilidad solemos decir: «eso lo aprendí en la escuela de la vida». ¿Qué pasó aquí? ¿Acaso la escuela no forma desde y para la vida? ¿Acaso la universidad lanza sólo profesionales para el mundo del trabajo y nada más? ¿Qué hace una persona gastando 12 o 20 años de su vida en algo que no le sirve para ser parte activa de una sociedad más justa, más equitativa, más amplia, ni siquiera para conocerse y aceptarse un poco más a sí mismo y a los demás? ¿Para qué sirve educarse?

El posible engaño de lo privado

Por otro lado, hay quienes hacen la compleja distinción entre la educación pública y la privada creyendo que con esto logran darle la vuelta al tema de la decadencia del sistema de enseñanza-aprendizaje actual. De esta manera responden con buena intención, y sin el deseo de estigmatizar a nadie, a la lógica de que “si pago más, tendré una mejor educación”. Siendo optimistas hay que reconocer que, en algunos casos, se da y en verdad son una alternativa positiva a la pública dependiendo los contextos. Pero en su gran mayoría, quizá, lo único que se consiga es una mejor instrucción para el mundo profesional y competitivo, pero no mucho más. No existe, en realidad, una escuela privada que resista a la crisis del paradigma educativo dado que inunda todo el terreno cultural. La sociedad no recibe impactos positivos de modelos excluyentes e individualistas.

A decir verdad, toda educación es pública solo que la gestión de algunas asume una mayor o menor participación del Estado. En efecto, la escuela es un lugar de construcción de lo público y de lo social que no siempre ha provocado la conciencia sobre el cuidado de lo que es de todos. Por eso, la irresponsabilidad social en la que vivimos opaca tanto el concepto de Bien Común que lo lleva a un plano, en el mejor de los casos, solo discursivo. Aunque algunos intentos de hablar de ‘formación ciudadana’ nos permitan evitar un poco la carga política innegable de las instituciones, no logramos dar el salto de formar en conciencia de justicia, solidaridad y preocupación por la vida de cada uno y de todos.

En este sentido, el objetivo de las instituciones privadas «para los que pagan» no puede ser acompañar a «bienacidos solidarios» que cuando salen del sistema educativo recuerdan el Bien Común como un «tema» de la escuela y en la primera oportunidad eluden sus compromisos de justicia social, por ejemplo, evadiendo impuestos o malpagando a sus empleados. Ni a las de «los que no pagan» darles los sobrantes de la mesa de los sabios que ni pueden aprovechar porque los contextos de exclusión y violencia les roban las posibilidades. ¿No deberíamos formar bajo otro modo de comprender nuestro ser y hacer en el mundo?

Los contentos

Es cierto, valga notar, que muchos de los actores educativos están conformes con la escuela. Quizá porque les brinda una contención afectiva y social que no se encuentra a menudo en otros espacios. O porque su capacidad de adaptación al sistema no les impide aprovechar el porcentaje mínimo y desproporcionado de aprendizajes -un 20%, según algunos estudiosos- con el que salimos todos los que hemos pasado por las aulas durante años.

Sin embargo, en la búsqueda de una educación que sirva para algo se necesita construir otro tipo de sensibilidad sobre la función de la escuela y la universidad en lo personal y lo colectivo. Por ejemplo, ¿no deberíamos formarnos en el discernimiento de lo que ayuda y lo que no para vivir felices según nuestras búsquedas personales y sociales? Porque el panorama del modelo pedagógico heredado con el que convivimos corre el riesgo de marcar la hora de un país en el que nadie vive. Y si la educación no responde al contexto tanto local como global, es inútil. Se convierte en una torre de marfil. Además, la educación tiene que responder, una y otra vez, a la clásica pregunta de nuestros estudiantes: ¿Y eso para qué sirve?

¿El siglo XXI?

«No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar internamente de las cosas» San Ignacio.

La educación del siglo XXI no sería bueno que pasara de ser posindustrial (como la que tenemos) a tecnodigital (como la que parece irrumpir), debe ser una educación integral en el significado y alcance más amplio de la palabra. En efecto, “tendremos que ser más humanos que nunca –decían por ahí- porque los robots harán cosas que para nosotros serán imposibles.”

En este sentido, creer que el siglo XXI es de avanzada porque ha llegado a descubrimientos y técnicas nunca antes vistas, quizá sólo sea, además de un espejismo, la proyección de una porción de la sociedad que accede a la estos niveles y tiene el poder de divulgación.

Porque lo que se ve es que este tiempo es algo más complejo, más desigual, más violento en lo político, lo económico, lo tecnológico, lo comunicativo, y con un bienestar mal repartido. Por esto insisto con humildad en que si el sistema educativo que tenemos que construir no orienta sus esfuerzos hacia una mirada renovada del Bien de todos, fracasará otra vez al generar tecnócratas indiferentes y excluidos al acecho.

Un modelo pedagógico que reproduzca inconscientemente la meritocracia de los cumpliditos, el protagonismo despótico del docente-rey que ejerce la tortura pedagógica, el desprecio social y financiero por los educadores, la sobrevaloración de las ciencias duras en descrédito de las humanas, la uniformidad homogeneizante del pensamiento único, el cercenamiento de la dimensión espiritual de la vida, el elitismo de los mejores dentro del aula, la exclusión de los desnivelados, el estrés de la tarea pendiente, el horario de fábrica, el que hay que ir a la escuela ‘porque toca’ aunque se pierda el tiempo, la exigencia por la exigencia de los contenidos, la respuesta a preguntas que a nadie le interesan, la evaluación que juzga, condena y aplaza, la estigmatización del error y el fracaso, la violencia en los ritmos personales, la vagancia de los perdidos, y la astucia de los avivados, ¿de qué siglo XXI habla?

Experiencias de cambio

«La mayor señal del éxito de un profesor es poder decir: «Ahora los niños trabajan como si yo no existiera.» María Montessori (1870-1952)

Como varios sostienen, al modelo pedagógico posindustrial le ha llegado su hora. El reloj de la transformación educativa viene sonando su alarma desde hace tiempo en todo el mundo. Y reclama una hora renovada, fresca, atractiva, inspiradora, global, incluyente, que logre hacer de la convivencia humana feliz un proyecto vital de todo hombre porque lo descubre posible mientras crece como persona.

El modelo pedagógico que necesitamos nos exige responder lentamente al tiempo interior de cada estudiante y al del docente, al tiempo de la institución, al tiempo del barrio, al tiempo de los cambios sociales, al tiempo de las necesidades tanto del contexto inmediato de contingencia irrenunciable -como el de los empobrecidos ubicados en los bordes de las ciudades; como al tiempo de las zonas más desarrolladas del contexto global (nacional e internacional).

Esto es lo que algunas instituciones se van planteando, cada vez más, en algunas latitudes. Se trata de esos educadores que siempre la historia ha parido y que pretenden despertar y acompañar procesos de crecimiento, de búsqueda, de construcción personal y colectiva; y lo están logrando poco a poco.

En estas instituciones la innovación radica en que el centro del proceso de la enseñanza-aprendizaje pareciera ya no estar ni el docente ni el alumno -si bien es el foco del servicio-, sino en la comunidad toda (estudiantes, docentes, familias, contextos) en pos de una mirada dinámica sobre la sociedad que atienda al crecimiento de todos y de cada uno en su singularidad.

Desde reflexiones educativas como la de las inteligencias múltiples o la educación personalizada, entre otras, buscan atender a la mayor cantidad posible de dimensiones del ser humano en su formación, de manera tal manera que no se den cabezones indiferentes a su cuerpo, o completamente desconectados del mundo interior de sus emociones y de la realidad. Estos ámbitos quedan incorporados como parte activa, dado que conciben un aula colaborativa donde más de un docente trabaja en equipo con un grupo de estudiantes; que a su vez están resolviendo proyectos que los hagan pensar desde la interdisplinariedad de los saberes y desde las múltiples habilidades de cada uno. Para ello, en las aulas se reorganizaron sus opacos diseños rectilíneos “semicarcelarios” por otros más flexibles y adaptables. Pues se dieron cuenta de que un cambio así ayuda, estética y ambientalmente, a configurar el mundo, las relaciones y los espacios de otra manera, y a sentirse a gusto aprendiendo. Esto trajo aparejado también parte del bienestar que hizo disminuir los casos de conflictividad dentro del aula.

Uno de los principales desafíos fue transformar sus concepciones de mando al cuestionarse: ¿qué sucedería si el liderazgo fuera más distribuidamente comunicativo y menos secretista, si los problemas se abordaran con discreción desde varios niveles y dando posibilidad de discernimiento a la comunidad educativa? ¿Qué pasaría si cambiáramos la mirada desconfiada sobre las personas por una más arriesgada y alentadora? ¿No daría seres humanos más sanos, más creativos y lúcidamente autónomos? ¿Qué pasaría si la conducción de una institución fuera menos jerárquica y más horizontal reconociendo el valor innegable de la red de relaciones que la sostiene y fundamenta? Así es que crearon, por ejemplo, equipos de entre 6 y 7 docentes por nivel para todas las áreas del conocimiento y el aprendizaje, proponiendo la autonomía de trabajo que ellos mismos pretenden desarrollar en los estudiantes. Y cuando algo supera los conocimientos o destrezas del equipo de docentes, se recurre a especialistas, incluso dentro de las mismas familias (como abuelos, padres, o hermanos…) o actores sociales del barrio.

En efecto, se tomaron en serio la innovación cuando lograron convencerse de que en la comunidad educativa todos tienen algo que aprender y algo que compartir para el Bien de todos. Provocando así una mirada más dinámica de la realidad, menos fragmentaria o estratificada. Por eso el aporte y la integración de las familias al proceso de transformación fue vital. Si bien les exigió confianza, la clave estuvo en la preparación del terreno comunicando estratégicamente los desafíos y oportunidades.

La perseverancia en la formación de los docentes que encabezaron el cambio también es parte del nuevo paradigma educativo. El compromiso con las modalidades disruptivas de enseñanza-aprendizaje, no tiene que ver con un esnobismo vanguardista o el deseo de molestar al docente, sino con el contacto con su vocación de educador. Allí radica la fuerza del cambio. Sin este elemento no hay transformación posible, porque es el principio y fundamento desde el que se puede ser educador, es decir, una persona siempre aprendiendo y desaprendiendo para mejorar su servicio a la sociedad desde su llamado original.

El gran tema de la evaluación y los logros no queda por fuera. Se enriquece enormemente al diversificarse y complejizarse. Los maestros, en vez de estar calificando agotadoramente la reproducción memorística de contenidos que se esfuman luego del examen, o la destreza estandarizada de una acción no significativa para la persona; buscan con esfuerzo y creatividad, ayudar a sus estudiantes a ser conscientes de su propio aprendizaje del mundo. Al hacerles descubrir la importancia de los procesos, del gusto por saber lo que les inquieta, de la relación con el otro para aprender, de la imaginación como herramienta real, del sentido en la interconexión de los temas, de sus posibilidades para la vida concreta; los contenidos propios de las evaluaciones de Estado ‘entraron’ como agua en la esponja, porque no era un porque sí obligado. Para esto fue necesario que los docentes estuvieran dispuestos a aprender de los intereses curiosos de sus alumnos, perdiendo el miedo a ser evaluados como ellos evalúan con respuestas de preguntas que nadie hace.

Otra clave de la transformación educativa ha sido la consideración del tiempo en sentido amplio. Se dijeron: “como no podemos cambiar la escuela de golpe, pero hay que cambiarla sistémicamente, nos queda asumir el reto de ir por experiencias pilotos para calibrar el modelo que queremos y necesitamos”. Para ello se requirió de un tiempo prolongado de preparación del terreno para diseñar el modelo e ir de a poco formándose en algo que no conocían del todo y se va dando mientras andan. Al caminar con un paso en la zona de riesgo y otro en la de seguridad, van comprobando que el cambio funciona. Pero a condición de que se reconozca que el conflicto y el error deben abordarse desde una perspectiva de fecundidad que demuestre que el fracaso es no aprender de los errores, no evitarlos por miedo al cambio.

En este sentido orgánico y procesual del tiempo también comenzaron a reorganizar el esquema de horarios. En la búsqueda de armonizarse con los ritmos vitales, se abandonaron los horarios-mosaicos que hacían saltar de una actividad a otra sin conexión alguna, para pasar a darle su tiempo a ámbitos formativos muy necesarios. Por ejemplo, un momento para conectarse con el cuerpo, un momento para lo lúdico, otro para la meditación, otro para el trabajo cooperativo, otro para alimentarse, otro para descansar, otro para el acompañamiento personal, otro para las salidas, etc.

¿Cuál es la diferencia con el esquema tradicional? Que las actividades en el tiempo están diseñadas en función del área del conocimiento que la enseñanza aprendizaje concretas de los proyectos están buscando. Se evita la estandarización dando paso a la personalización del proceso. Es decir, se capitalizan para el objetivo deseado en el día, o la semana, o el mes, por eso se hace necesario el trabajo reflexivo del equipo docente que piense cómo alcanzar la meta deseada de manera orgánica. De esta forma, el conocimiento recupera su fuerza cuando la historia, la geografía, las lenguas, la matemática, la biología, la química, el arte, el trabajo colaborativo, el compromiso social, entre otros, van siendo parte de algo más grande que la materia aislada, para pasar a ser algo de la vida.

Soñar el cambio educativo

“Enseñar exige saber escuchar” Paulo Freire (1921-1997)

La educación para nuestro siglo quizá deba animarse a cambiar sus esquemas. No comprando franquicias de modelos hechos, sino trabajando para diseñar un modelo que inaugure un pacto educativo oportuno a cada realidad, pensando una nueva estrategia y abandonando lo que no sirve, sin olvidar lo mejor de las tradiciones educativas históricas, para no creernos los inventores del agua tibia. En definitiva, dar un paso en la zona de riesgo y otro en la de seguridad, de forma que nos mantenga siempre en la tensión de buscar el balance creativo en relación con el contexto desde el que somos cuestionados.

¿Qué pasaría si un estudiante llegara a su casa a contarle a su familia lo entusiasmado que está de aprender algo nuevo para su vida y de cómo en relación con sus compañeros puede descubrir su propia personalidad, sus gustos, sus deseos, sus anhelos, lo que le cuesta y desafía? ¿O si, a la vez que entiende la necesidad de gestionar sus emociones, lograra descubrir que es capaz de aportar algo que está discerniendo para mejorar la situación familiar y la de su barrio?

¿Qué sucedería si el docente, al vencer sus resistencias, descubriera que lo importante no es lo que sabe sino lo que testimonia en la sociedad, porque allí radica la posibilidad de ejercer su vocación de servicio, y el cómo será recordado por aquellos a quienes les entregó horas de su vida?

¿Qué pasaría si las familias se animaran a apostar más en la formación integral de sus hijos que en la escuela como fábrica de ‘preuniversitarios’? ¿O si apoyaran y se dejaran apoyar por la escuela cuando más lo necesitan para que se conviertan en parte del proceso y no en reclamantes espectadores?

¿No sería hermoso que la escuela estuviera abierta al contexto al que pertenece y en el vaivén de ir de adentro hacia afuera discerniera la posibilidad de aportar su granito de arena en la transformación necesaria de la sociedad?

Suena ideal, ¿no? Pues sí, pero si no nos atrevemos a soñar, nunca lograremos despegar, nunca podremos afrontar ni la transformación, ni el cambio, ni el conflicto que conlleva. Porque el deseo sostiene en las dificultades. ¿O acaso no nos cuesta soñar despiertos por miedo al fracaso de no conseguir la fantasía de la perfección y preferimos quedarnos al rescoldo inerte de ‘lo malo conocido’? Quizá sí, y con derecho. Pero no tenemos el mismo derecho a privar a las generaciones futuras de un modelo pedagógico eficaz y sincero con la realidad que nos toca vivir.

La viabilidad de dicho ideal o, mejor, de esta utópica esperanza queda seguramente opacada por miles de factores. No es una novedad. Los ministerios de educación y las políticas educativas de los Estados nacionales muchas veces van por un lado, los gremios por otro, y la vida en las instituciones por otro completamente distinto. A su vez, la realidad económica de la educación siempre queda relegada a intereses más inmediatos y efímeros, y en países envueltos en la voracidad de la corrupción, se da pie al banquete del desencanto donde se sientan más de un desilusionado dispuesto a criticar y no cambiar nada.

Sin embargo, hay una responsabilidad política, cívica y espiritual de quienes participamos del sistema educativo que llama a trabajar no en la innovación por la innovación misma, sino por el Bien de todos, y requiere de mártires concretos, soñadores imbatibles y almas dispuestas a luchar por una educación distinta y utópica para ser fieles a lo mejor de la humanidad cuando busca en sí misma el modo de dar respuesta a los desafíos irrenunciables que la historia le presenta.

 

Olimpiadas Acentúan Desigualdades en Río

Los grandes eventos internacionales no siempre son una buena noticia para las ciudades que tienen que acogerlas. Este es el caso de Río de Janeiro, donde los sucesivos megaeventos multiplican también los problemas que enfrenta esta. gigantesca urbe.

Por Mario Osava – IPS

El plan Olímpico agrava los desequilibrios y el descontento en Río, propios y extraños cuestionan las prioridades en la inversión, los desplazamientos forzados por las obras y la creciente inequidad.

Decenas de miles de familias se sienten excluidas del festival deportivo y de la ciudad. Son las víctimas de desplazamientos forzados por la construcción de vías de transporte e instalaciones para las Olimpíadas.

“Más de 77.000 personas perdieron sus casas desde 2009”, cuando Río fue elegida sede de los Juegos Olímpicos de este año, destacó Mario Campagnani, miembro del Comité Popular de la Copa y las Olimpíadas, como representante de la organización no gubernamental Justicia Global.

No todas esas personas fueron desplazadas por obras olímpicas, pero muchas comunidades pobres, como Villa Harmonia y Recreio II, si fueron totalmente desalojadas a causa de lo que “llamamos Juegos de la exclusión”, señaló a IPS.

Este es el cuarto gran evento deportivo que afecta la ciudad desde los Juegos Panamericanos de 2007. Después vinieron las Copas de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), la de las Confederaciones en 2013 y la Mundial en 2014, disputadas en varias ciudades, pero clausuradas en Río, la sede principal.

La mayoría de las familias fueron reasentadas en barrios lejanos del centro y de locales de trabajo, con infraestructura precaria, otras recibieron indemnizaciones insuficientes para rehacer sus vidas y algunos siquiera recibieron cualquier compensación por sus casas o negocios demolidos, según el Comité.

Cuatro vías de BTR (Bus de Tránsito Rápido), sumando más de 150 kilómetros, una línea de metro de 16 kilómetros y una reforma radical de la zona portuaria central, ahora denominada Puerto Maravilla, y algunos estadios fueron las principales obras impulsadas por las Olimpíadas.

Capital de Megaeventos

Río se convirtió en una de las capitales mundiales de los megaeventos, que son “una máquina de entretenimiento, una industria múltiple que generó un nuevo concepto de esparcimiento turístico, activo y no más contemplativo”, explicó Luiz Cesar Ribeiro, profesor de planificación urbana en la Universidad Federal de Río de Janeiro.

“Se trata de un sector complejo, que involucra en su preparación y realización a varios servicios, obras públicas, medios de comunicación y otros negocios, como la industria de material deportivo, además de la FIFA y el Comité Olímpico Internacional”, acotó en diálogo con IPS.

Río se adecua a esa actividad, “por ser una gran metrópoli, de paisaje natural maravilloso y un centro cultural atractivo, donde hasta la pobreza de las ‘favelas’ se convirtió en producto interesante”, destacó Ribeiro, que coordina el Observatorio de Metrópolis, una red de investigación.

Además esa inclinación por grandes espectáculos y sus negocios tiene un desarrollo endógeno. El carnaval local se convirtió en un negocio turístico y televisivo internacional. Además en 1950, Río fue el corazón de la Copa Mundial de Fútbol, cuando se construyó el Maracanã, el mayor estadio del mundo durante muchas décadas.

En los años 80 un empresario local creó el festival “Rock in Río”, que reunía multitudes, bandas y cantantes internacionales.

Pero los megaeventos cuestan mucho, exigen grandes inversiones en desmedro de servicios públicos, como salud y educación. “Solo ciudades ricas y sin problemas deberían acogerlos”, opinó el investigador.

“No es así porque la industria del entretenimiento prefiere ciudades como Río, con mecanismos de corrupción que facilitan sus negocios, lo que incluye a las de Rusia y Sudáfrica, o sino países o ciudades-empresas, como Qatar”, apuntó. Se trata de una actividad cuyos precios no se fijan por el mercado, sino por acuerdos, sin parámetros, observó.

Ahora, a Ribeiro le preocupa principalmente lo que vendrá después de las Olimpiadas. “Tendremos una fragilidad económica acentuada, una vuelta a los años 80, con crisis social, desempleo y más violencia”, previó.

Ello porque Río no dispone de una base industrial estructurada y es más vulnerable que otras ciudades a la crisis económica nacional. Acabarán los empleos generados por el megaevento en un momento en que el estado de Río de Janeiro está quebrado y en crisis de gobernabilidad.

Además el momento anterior, de relativa mejora económica y social, generó expectativas que se frustrarán luego de las Olimpíadas, con la población perdiendo ingresos y sufriendo el deterioro de servicios de salud, advirtió Ribeiro.

El gran avance en los transportes colectivos urbanos, anunciado como legado de los Juegos, no ocurrirá, porque se invirtió mucho en los BTR, de efectos limitados a sus circuitos, sin una política general de transporte de masa, que exigirían mejoras en los trenes suburbanos “en que no hubo ninguna inversión”, lamentó.

Batallones aeronáuticos del ejército participan en la Operación Pan de Azúcar, un morro emblemático de Río de Janeiro, durante los ensayos militares de preparación para participar en el operativo de seguridad durante los Juegos Olímpicos en la ciudad brasileña, en agosto.

Así se perdió la oportunidad de la Olimpíada para “crear otras centralidades para equilibrar la ciudad”, revitalizar el centro y “salir del modelo que amplia inversiones en áreas ricas, al contrario de lo que se hizo en Londres”, para los Juegos de 2012, concluyó Ribeiro.

La violencia en la ciudad está aumentando, según dijo Campagnani, del Comité Popular. Las muertes provocadas por la Policía Militar local alcanzaron 40 en mayo, 138 por ciento más que el mismo mes de 2015, y la mayoría de las víctimas es de jóvenes negros.

La sucesión de megaeventos fomenta una creciente militarización de la ciudad, con el ejército convocado a mantener la seguridad pública. Durante los Juegos, que se celebrarán entre el 5 y el 21 de agosto, actuarán 21.000 militares en Río y otros 20.000 en otras ciudades donde también habrá competencias, como partidos de fútbol.

Efecto zika

Los cerca de 10.500 atletas y 25.000 periodistas, además de la cifra mayor de turistas, arribarán a Rio en un momento desfavorable. Además de la crisis económica y política, Brasil sufre un brote del virus de zika, transmitido por el mosquito Aedes aegypti y factor de microcefalia en bebes de madres contagiadas, desde el año pasado.

Fuente: CPAL SJ

 

Ordenaciones Diaconales

Franco Raspa SJ y Matías Yunes SJ, recibirán la ordenación diaconal el sábado 17 de septiembre. La ceremonia se llevará a cabo en la Capilla del Colegio Máximo de San José, en San Miguel, Provincia de Buenos Aires.

Es una ocasión para celebrar con gran alegría con ellos y para dar gracias a Dios por sus vidas y por la vocación a la que han sido llamados.

Los encomendamos a cada uno a sus oraciones.

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CG36: Elección del Superior General

Se acerca la Congregación General, en la que los jesuitas elegirán a un nuevo Superior General para la Compañía de Jesús ¿En qué consiste este proceso? ¿Qué cláusulas o condiciones? ¿Quiénes participan? ¿Quiénes pueden ser elegidos? Enterate en esta nota…

A partir del próximo 2 de octubre, en Roma, 220 delegados, representantes de todos los jesuitas en el mundo, se reunirán en una Congregación General. Entre otras tareas, tendrán que nombrar un nuevo Superior General. El proceso para la elección y el mecanismo para llegar al nombramiento es largo y meticuloso; animado por el discernimiento y la oración; secreto y decidido por mayoría de votos.

Los Congregados, al iniciar la Congregación, aceptarán la renuncia del P. Adolfo Nicolás sj darán comienzo formalmente el proceso de elección de un nuevo Superior General. Compartirán el informe de ‘Estado de la Compañía’ que ya se habrá elaborado, con los desafíos y preocupaciones más urgentes para los Jesuitas de distintas regiones del mundo y, en clima de oración y silencio, tomarán tres días para deliberar personalmente su decisión.

Durante estos tres días de deliberación, todos los Congregados concertaran entrevistas personales entre ellos mismos, para contrastar opiniones, conferir criterios y consultarse por el perfil de quien o quienes consideran elegibles para el cargo. El espíritu fraterno y de confianza que se transmite en estos días, cimentará el discernimiento con el que, en privado y en oración con Dios, cada Elector resolverá su voto.

Podrán consultar acerca de cualquier jesuita, congregado o no, que consideren apto para el cargo. Sin embargo, nadie podrá responder por otro, ni promover candidaturas de terceros; así como tampoco fomentar o intentar influir en el voto del resto de los Electores: únicamente está indicado que se responda a las preguntas que se les hagan, según su parecer delante de Dios, acerca de los jesuitas sobre los que se les consulte. Las Constituciones expresamente castigan cualquier intento en este sentido.

El día de la elección, los Congregados se reúnen en el aula y, tras una hora de oración en común, cada uno emite su voto. Puede votarse y resultar electo, todo Jesuita profeso –es decir, que haya profesado los Últimos Votos de castidad, pobreza y obediencia, además del voto de expresa obediencia al Papa-. No se requiere que sea Elector –es decir, que haya sido elegido para participar de la Congregación General- pero no se ha dado el caso hasta el momento.

Al finalizar la elección, la tradición indica que el primero al que se comunica el resultado, fuera del Aula, es al Papa. Aunque no se requiere una confirmación por parte del Santo Padre, sí se aguarda su bendición para anunciar públicamente el nombre de quien resulte electo. Será toda una novedad que, en esta ocasión, la máxima autoridad de la Orden (la CG), aguarde la palabra de un jesuita no elector, para anunciar al sucesor de Ignacio en el gobierno ordinario de la Compañía.

El legado de Mandela: Misericordia y Política

Para todo el que ha escuchado alguna vez nombrar a Nelson Mandela, aunque no conozca mucho de su historia, sabe que es un personaje que destaca dentro de la historia mundial contemporánea debido a la lucha por la igualdad que ha llevado adelante y en modo en que lo ha hecho.

Ahora bien ¿Qué puede enseñarnos esta persona desde la Misericordia?

Por Carmen Márquez Beunza. Universidad Pontificia Comillas

Cuando en una ocasión el periodista John Carlin le preguntó al arzobispo sudafricano Desmond Tutu que definiera a su amigo Nelson Mandela con una palabra, no dudó un instante: «magnanimidad». En un tiempo tan necesitado de verdaderos dirigentes, Mandela se yergue como uno de los grandes referentes morales y políticos del siglo XX. El hombre que llevó a cabo el milagro sudafricano, que supo conducir magistralmente el tránsito pacífico del sistema del apartheid a un régimen democrático y multirracial, hizo del perdón y la misericordia su mejor arma política.

Su nombramiento como presidente de la nación en 1994 puso fin a uno de los regímenes políticos más injustos del planeta: el apartheid. Sudáfrica se libraba de la peor de sus pesadillas. Pero tenía por delante una difícil tarea: alumbrar una nueva nación reconciliada. Y contó para ello con el mejor guía posible.

Desde su liberación, Mandela dio muestras de una magnanimidad y una capacidad de perdón sin precedentes. Sorprendiendo a propios y extraños, a su salida de prisión realizó una serie de gestos de reconciliación que dejaron atónito al mundo, que incluyeron una visita a la viuda del Primer Ministro H. Verwoerd para tomar el té, la invitación a sus antiguos carceleros a su nombramiento presidencial, su encuentro con el juez que le había sentenciado a cadena perpetua, o la asistencia al culto de la Iglesia Reformada Holandesa, que durante décadas había suministrado soporte teológico al apartheid. A través de ellos mostró el poder redentor del perdón. Como afirma John Carlin, «acabó perdonando y redimiendo a sus antiguos enemigos».

Los veintisiete largos años pasados en prisión habían acrisolado el temperamento y la voluntad de aquel joven y prometedor abogado negro que, ante la ineficacia de la vía pacífica, se había decantado por la lucha armada. En aquella peculiar universidad en que se convirtió el penal de Robben Island, Mandela había aprendido algunas lecciones esenciales: que ser libre no es sólo desprenderse de las cadenas sino vivir de un modo que respete y aumente la libertad de los demás, que incluso los hombres más duros son capaces de cambiar si se consigue llegar a su corazón y que un dirigente debe siempre matizar la justicia con el perdón y la misericordia.

Desmond Tutu describe su trayecto del siguiente modo: «El tiempo que pasó en la cárcel fue necesario porque, cuando lo encarcelaron, estaba enfadado. No era un hombre de Estado, dispuesto a perdonar: era el comandante en jefe del brazo armado del partido, dispuesto a usar la violencia. Ese tiempo de cárcel fue absolutamente crucial. Claro está que el sufrimiento amarga a algunas personas, pero ennoblece a otras. La cárcel se convirtió en un crisol en el que se quemó y eliminó la escoria. (…) Esos veintisiete años le invistieron de autoridad para poder decirnos que intentásemos perdonar».

«Hay momentos en los que un líder debe adelantarse al rebaño, lanzarse en una nueva dirección confiando en que está guiando a su pueblo por el camino correcto», ha dejado escrito Mandela en su autobiografía. Y desde su primer día al frente del gobierno trazó nítidamente la dirección a seguir: el camino de la reconciliación. Ya en la prisión, inició las conversaciones con el gobierno, guiado por la firme convicción de que la reconciliación con el enemigo era posible.

Estaba convencido de que la solución definitiva requería de algún tipo de acuerdo negociado, que había llegado el momento de hablar. Y, por encima de todo, comprendía que el futuro pacífico de Sudáfrica dependía del perdón. Por ello se empeñó con ahínco en la difícil tarea de reconciliar a su pueblo. Trató de conjurar el miedo de la comunidad afrikáner, persuadiéndoles de que tenían un lugar en la nueva república democrática.

Y nada lo hizo tan elocuente como aquella imagen del nuevo presidente vistiendo los colores de los springboks, el equipo de rugby sudafricano, en el partido que los coronó como campeones del mundo. Creó la Comisión Verdad y Reconciliación, como un intento de avanzar hacia la reconciliación de la nación, de afrontar el duro legado del pasado y de caminar hacia la curación de la nación. «Nos ha ayudado a sobreponernos al pasado y a concentrarnos en el presente y en futuro», afirmó a su clausura, mostrándose satisfecho del trabajo realizado y convencido de que la reconciliación real sólo puede tener lugar sobre la base de la verdad.

«Los grandes líderes saben cuándo ha llegado el momento de perdonar», afirma la profesora de Harvard R. Kanter elogiando la conducta del líder sudafricano. Sin duda, Mandela lo sabía. Por eso trató por todos los medios de hacer de su país esa «nación del arcoíris» que un día soñara Desmond Tutu, proclamando con sus actos que solo «porque existe el perdón, el futuro es posible». Sin duda, ese fue su mejor y más valioso legado.

Entre Paréntesis

 

Espiritualidad y Acción Social

Este mes el Centro Virtual de Pedagogía Ignaciana recomienda el texto “Espiritualidad en la acción Social”, escrito por el jesuita español Darío Mollá, SJ en él, da cuenta (como él mismo explica) que “miles de religiosos y religiosas en todo el mundo están entregando día a día su vida en el servicio a los más pobres. Un servicio hecho en el nombre y al modo del Señor Jesús. Un servicio que es especialmente difícil y necesario en las circunstancias económicas y sociales por las que estamos atravesando. A todas ellas y ellos van dedicadas, con admiración y gratitud, estas reflexiones sobre la espiritualidad en la acción social, reflexiones que pretenden ser “ayuda” para su tarea cotidiana y para la vivencia interior de esa tarea”.

Te invitamos a leer el documento completo y conocer estas historias.

Fuente: CPAL SJ 

San Alberto Hurtado SJ

El 18 de Agosto celebramos el día de San Alberto Hurtado. Jesuita y abogado chileno que dedicó su misión y ministerio sacerdotal; y gastó su vida por los más pequeños y necesitados de su sociedad.

Su Vida

Alberto Hurtado Cruchaga nació en la ciudad Viña del Mar el 22 de enero de 1901l. Tras la muerte de su padre, se trasladó a Santiago a la edad de cuatro años. En 1909 ingresó al colegio San Ignacio dirigido por la Compañía de Jesús gracias a una beca. Inició su trabajo con los más pobres de la ciudad cuando entró a trabajar en el Patronato anexo a la Parroquia de Andacollo. Alberto trabajaba en la secretaría, la dirección de la biblioteca y la caja de ahorro de los alumnos de la escuela y del Centro Obrero.

Posteriormente, estudió Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Chile y trabajó en El Diario Ilustrado, un conservador periódico santiaguino. En 1919 ingresó al Partido Conservador. Su memoria para optar al título de abogado trato del “Trabajo a domicilio”, donde mostró la situación y malas condiciones en que efectuaban el trabajo a domicilio, las costureras. En 1923 se recibió de abogado.

Sin embargo, su vocación religiosa lo llevó a ingresar, el 14 de agosto de 1923, a la Compañía de Jesús. Su instrucción la inició en el Noviciado de los jesuitas en Chillán, luego recorrió Argentina, España y Bélgica. El 24 de agosto de 1933 fue ordenado sacerdote en la ciudad de Lovaina, Bélgica. Fue comisionado por el Ministerio de Educación a que estudiara en Bélgica y Alemania, donde recibió el doctorado en Pedagogía el 10 de octubre de 1935. Regresó a Chile en febrero de 1936.

A su retorno en Santiago, su trabajo se concentró en acercar la Iglesia a la juventud y a los más pobres. Trabajó como profesor en el Colegio San Ignacio. El 9 de octubre de 1938 puso la primera piedra del Noviciado y la Casa de Ejercicios de Marruecos, pueblo que en la actualidad lleva el nombre de Padre Hurtado en honor al sacerdote.

En 1941 fue nombrado asesor de la Acción Católica Juvenil de la Arquidiócesis de Santiago. El dinamismo y entusiasmo que le entregó a este grupo permitió que, en 3 años, fuese ampliado al resto del país y que sus integrantes aumentaran de 1.500 a 12.000 y sus centros, de 60 a 600. En 1943, el Padre Hurtado creó el «Servicio de Cristo Rey», una agrupación de jóvenes consagrados elegidos personalmente por el sacerdote. Este grupo de jóvenes católicos motivó gran controversia, que llevaron al Padre Hurtado a renunciar a la Acción Católica.

Luego de su participación en el mundo juvenil, se dedicó a ayudar a los más pobres. Así, comenzó una campaña, principalmente en el diario El Mercurio que llevó a la fundación del Hogar de Cristo. El 21 de diciembre de 1944 colocó la primera piedra de la construcción de la sede principal de la fundación, ubicada en la calle Bernal del Mercado, en la comuna de Estación Central.

Fundó, en junio de 1945, la «Acción Sindical y Económica Chilena» (ASICH). A pesar de las reticencias iniciales de la Conferencia Episcopal de que fuera utilizada como una trinchera del comunismo dentro de la Iglesia, fue reconocida por ésta en 1950. El 8 de octubre de 1947 fue recibido por el Papa Pío XII, a quién solicitó ayuda para preparar dirigentes obreros sindicalistas y patrones jóvenes en el pensamiento católico y la Doctrina social de la Iglesia.

Publicó en 1949 El Orden Social Cristiano en los documentos de la Jerarquía Católica y Sindicalismo, Historia, Teoría, Práctica. En octubre de 1951 fundó la revista Mensaje como una forma de difundir la doctrina social católica.

El 18 de agosto de 1952 falleció a causa de un cáncer de páncreas que había desarrollado durante los últimos años. Sin embargo, su muerte no implicó el fin de sus enseñanzas y mensajes. El Hogar de Cristo se volvió la institución de beneficencia más grande del país y se volvió un ícono para los jóvenes, pobres, ancianos y obreros. El Gobierno de Chile declaró el 18 de agosto como el «Día de la Solidaridad».

Beatificación

Tras la acreditación de un milagro, fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 16 de octubre de 1994 en la Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano. A la celebración asistieron miles de chilenos, encabezados por el Presidente de la República, Eduardo Frei, y los presidentes de ambas cámaras del poder Legislativo, Gabriel Valdés y Vicente Sotta, ambos ex alumnos del beato en el Colegio San Ignacio. El mismo Pontífice anunció durante 2004 que sería declarado Santo de la Iglesia Católica.

Canonización

Alberto Hurtado fue declarado santo de la Iglesia Católica, el 23 de octubre de 2005, por Benedicto XVI, en la primera celebración de este tipo realizada por el nuevo Pontífice. La ceremonia contó con la presencia de más de siete mil peregrinos chilenos de un total de quince mil ubicados en la Plaza de San Pedro. Además, diversas autoridades del país participaron de la ceremonia, siendo encabezados por el Presidente Ricardo Lagos Escobar. Al mismo tiempo, en Chile, miles de personas realizaron vigilias hasta altas horas de la madrugada en espera de la transmisión de la ceremonia de canonización.

Fuente: SantosPedia