‘Gran Misión’ en la Parroquia Patriarca San José

Por Santiago Suárez-Delgado, Sj y Emanuel Nehuén Vega, SJ

Movidos por el deseo de salir al encuentro de las familias de nuestros barrios (y con ellas compartir la fe y la vida) las distintas comunidades que conforman la Parroquia Patriarca San José llevaron a cabo la segunda edición de “La Gran Misión”.

Del 20 al 23 de julio, jóvenes y adultos de nuestra Comunidad Parroquial, misionaron los barrios correspondientes a las comunidades de Santos Mártires, San Alonso Rodríguez y Patriarca San José (20 y 21 de julio) y las comunidades de Virgen Niña, San Francisco Javier y Pedro Claver (22 y 23 de julio).

La misión se encuadró en el marco de una gran actividad misionera que se viene desarrollando desde hace dos años, con misiones en todo el territorio parroquial. Este sabernos ‘en misión constante’ -horizonte de nuestras actividades pastorales- se va afianzando cada vez más como parte de nuestra identidad parroquial y nuestro modo de ser ‘Parroquia Jesuita’. El salir al encuentro de los más humildes y socorrerlos en sus necesidades; el llevar la Palabra de Dios como fuente de consuelo y esperanza; el crear espacios de encuentro con Dios y de encuentro fraterno entre nosotros -para sabernos ‘comunidad’ parroquial- vienen constituyendo los trazos centrales de nuestro trabajo apostólico. Trazos que con el tiempo irán pintando, con la ayuda de Dios, la imagen de Parroquia que queremos ser.

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Este año la organización estuvo a cargo de los jóvenes de las comunidades que con esmero y entusiasmo pusieron todo de sí para salir a predicar el Evangelio a sus propios vecinos… “¡La misión nos espera acá, en nuestro barrio y con nuestra gente!” Esta era la idea que los alentó y los acompañó en las reuniones preparativas.

Hemos celebrado misas en las calles con algunos bautismos y confirmaciones incluidas. Acontecimientos que conformaron un signo expreso de una Iglesia vital, acogedora y en salida.

La misión finalizó el sábado 23 con una procesión que partió de la capilla San Francisco Javier rumbo a Santos Mártires Rioplatenses. En el camino de la procesión los jóvenes hicieron lío, contagiando la alegría de la fe a las familias de nuestros barrios. Llegados a Santos Mártires, y en torno a un fogón, tuvimos un ratito de animación y oración, en donde encomendamos a las familias que visitamos, el trabajo hecho y el que aún queda por hacer. La noche nos encontró entre chacareras y zambas, agradecidos a Dios por tanto bien dado y recibido.

 

El Modelo de Liderazgo Político propuesto por el CIAS

En función de su experiencia con el liderazgo político en la Argentina actual, Daiana Fernández, se pregunta si tiene sentido la pregunta por el liderazgo político en un país donde la práctica política aparece cíclicamente asociada a la corrupción.

Por Diana Fernández

Liderazgo político: ¿hay modo de rescatar lo específico de esa idea en tiempos decoaches, talleres de liderazgo empresarial, asesoramiento comunicacional, seminarios para líderes organizacionales, preguntas por el liderazgo emprendedor o incluso por el liderazgo emocional? ¿Cómo pensar al líder político en el incierto territorio de la Argentina actual? Aún más (y especialmente en una semana marcada por la detención del ex secretario de Obras Públicas, José Francisco López): ¿tiene sentido la pregunta por el liderazgo político en un país donde la práctica política aparece cíclicamente asociada a la corrupción?

Rodrigo Zarazaga, sacerdote jesuita, autor de ‘La pobreza de un país rico. Dilemas de los proyectos de nación, de Mitre a Perón’ (Siglo XXI), doctor en Ciencia Política por la Universidad de Berkeley y post-doctorado en la University of Notre Dame, no solamente piensa que sí, sino que también defiende la promoción de espacios de formación en liderazgo específicamente político. Y considera que uno de los factores decisivos de esa formación tiene que ver con un concepto frecuentemente citado con pudor o suspicacia: la vocación de poder.

«Cualquier transformación de la realidad tiene que ver con el poder», asegura. Conocedor de los aspectos más devastadores de la desigualdad (su tesis de doctorado se basó en largos años de trabajo en barrios carenciados del conurbano bonaerense), insiste: «Con las ONG, las fundaciones, estamos siempre parando el viento con la mano. Si querés una transformación, tenés que incidir en el Estado. Eso supone poder».

La articulación entre teoría y práctica parece ser un continuo en la vida de Zarazaga. Quizás por eso actualmente está al frente de la Escuela de Liderazgo Político que, en el marco del CIAS (Centro de Investigación y Acción Social), atraviesa su segundo año de vida. «Queremos alumnos ambiciosos -remarca-. Alumnos dispuestos a manejar recursos. Junto a la formación teórica, buscamos que no pierdan el norte, que es el contacto con la realidad, con el país sumergido en la pobreza.» Zarazaga no tiene pruritos en defender el «realismo político», al que entiende como algo «que implica valores, pero desde una ética situada. No la ética de los boy scouts». Y la duda, otra vez: ¿cómo plantearse formar líderes políticos frente a una ciudadanía que, tanto en nuestro país como a nivel global, se siente cada vez más distante de aquellos que dicen ser sus representantes? «Hay un reclamo de la sociedad ante una política que sirve sólo a la política», reconoce Zarazaga. Pero insiste: «Igual, la solución sólo puede venir de la política».

Voces nuevas

Mariana Bardisa tenía 16 años cuando la crisis de 2001 violentó al país. Oriunda de Concepción del Uruguay, recuerda esas jornadas de furia como un hito fundacional: el momento en que se dijo que haría lo que fuera para que toda esa desolación no volviera ocurrir. La cercanía al peronismo fue un indicio; la militancia en el FPV, el camino por el que optó y en el que persiste actualmente.

A su modo, Mariana representa una de las paradojas que marcan esta época. El ingreso, durante la última década, de un importante número de jóvenes a una actividad política que reivindican y sostienen desde diversos modos de militancia. Y en paralelo la persistencia, en otros sectores sociales, de cierto desencanto y hasta una franca desconfianza -¿ecos difusos de aquel «Que se vayan todos»?- frente a la política tradicional.

«Me considero una militante», asegura Mariana, y cuenta que se acercó a la Escuela de Liderazgo en busca de «herramientas para la formación de un cuadro político». Algo similar les ocurre a sus compañeros de cursada: jóvenes que en promedio rondan los 28 años, por lo general egresados de licenciaturas o posgrados, con diversas adhesiones partidarias y, en el caso de muchos de ellos, con actividad en la política, tanto en la militancia como en la gestión pública.

Los responsables de la escuela destacan dos datos que quizás estén indicando algún movimiento en el ámbito de las juventudes políticas: por un lado, la respuesta favorable ante la oferta de lugares de formación. A la hora de las inscripciones, este año se encontraron con la demanda de 460 postulantes para un espacio concebido para 30 vacantes. Por el otro, aunque conscientes de que el de las aulas es un ámbito pequeño y en cierto punto protegido, no dejan de sorprenderse ante la casi desaparición de la polarización en esos estudiantes básicamente veinteañeros y treinteañeros, provenientes de algunas de las principales fuerzas políticas del país. «Desde acá, la brecha es un mito», asegura Jorge Monge, director ejecutivo de la institución.

«Logramos espacios de debate verdadero», se entusiasma por su parte Ignacio Devitt, alumno de la escuela y funcionario del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación. Una actitud que comparten sus compañeros de cursada Juan Manuel López, abogado y asesor de Elisa Carrió en la Cámara de Diputados, y Gabriel Mraida, funcionario del Ministerio de Seguridad que no sólo rescata la cultura del diálogo sino también la posibilidad de reconocer los aciertos del otro: «Es necesario tener gestiones eficaces; implementar políticas públicas de modo eficiente y no apenas guiadas por criterios electoralistas-se explaya-. También es importante aceptar las políticas públicas que funcionaron en la gestión anterior».

Pensar un país

Construir poder desde el consenso, articular redes, modernizar el Estado, incorporar el mediano y largo plazo al diseño de políticas: en estos puntos, consideran los jóvenes estudiantes de liderazgo, existe la posibilidad de lograr un diálogo distinto en el campo de la política. Respecto de la disyuntiva «lógica de la política/ gobierno de los CEO» -otra de las dicotomías que circularon durante el último tiempo-, lanzan su fórmula: confluencia del gesto político con el rigor técnico. «Yo prefiero al político formado al político a secas o al técnico a secas», asegura Juan Manuel López.

A la hora de definir lo que para ellos significa el liderazgo político, hablan tanto de capacidad de interpretar e interpelar a la sociedad como de representar a las minorías y mayorías, trabajar en el equilibrio de intereses, saber «plantarse» y distanciarse de las presiones mediáticas, pensar en el largo plazo. Zarazaga, por su parte, no duda en definir los que, a su criterio, serían los principales desafíos que tendría que enfrentar cualquier líder político en la Argentina de hoy: «Conciernen a lo básico que hace a un modelo de país -explica-. Es decir: definir qué le vamos a vender al mundo, qué de nuestra producción vamos a proteger del mundo y cómo vamos a incorporar a la población que hoy permanece en la informalidad económica». Devitt apunta: «La Argentina es la eterna potencialidad. Hay que salir de la falta de planificación, pensar proyectos a mediano plazo».

En el caso de Claudia Cabrera, otra de las alumnas de la Escuela de Liderazgo, la reivindicación de la política tuvo su proceso. Proveniente de una familia de origen paraguayo, Claudia vivió en la Villa 31. Allí encontró, no en la acción política sino en el trabajo social, la primera vía para comprometerse con la vida de su comunidad. «En la villa siempre vi que eran los vecinos los que hacían algo, no los políticos -dice-. La gente se acerca a la política para sobrevivir, pero no está la idea de liderar.»

Claudia obtuvo una beca que le permitió estudiar Periodismo en la Universidad Católica Argentina. Convertida en la primera universitaria de su familia, quiso seguir estudiando. Otra beca le permitió llegar a la Escuela de Liderazgo. «Quería formarme. Me interesó profundizar en estos temas porque uno no puede opinar de cosas que desconoce», relata. Valores y privilegio de lo colectivo: por allí pasan sus prioridades al pensar en el liderazgo político. Y una aspiración: «Que nadie tenga que dar una dirección falsa para que lo acepten. Porque eso hacen hoy quienes viven en una villa».

Fuente: CPAL Social

 

La Política según Francisco

La actividad política, frecuentemente asociada a la corrupción y medidas de gobierno injustas, parece ser un ámbito de nuestra sociedad del que los católicos quedamos afuera. Sin embargo, el actual Pontífice ha insistido en la importancia de que podamos empezar a comprometernos también con esta actividad. “Francisco es el primer interesado en que los cristianos se comprometan en la tarea política”, explica Ernesto Cavassa SJ.

Por Ernesto Cavassa, SJ

La contienda electoral ha puesto a la política en el centro del escenario nacional durante todo este primer semestre del año. Las diferentes opciones presentadas en ambas rondas han sido motivo de fuerte debate no solo en los medios de comunicación, en la vida universitaria o en los foros públicos, sino también en la calle, en el entorno familiar, entre amigos. La política ha sido la gran protagonista de este momento del país.

Precisamente por ello, cinco universidades limeñas han convocado a sus estudiantes a elaborar ensayos respondiendo al tema: “Francisco, política y solidaridad”. El 29 de junio pasado –San Pedro y San Pablo, fiesta en la que se recuerda el papel del Papa en la Iglesia– fue el último plazo para entregarlos. Han pasado 60 ensayos para la revisión del jurado.

Francisco es el primer interesado en que los cristianos–particularmente los jóvenes–se comprometan en la tarea política. “Ninguno de nosotros puede decir: yo no tengo nada que ver, son ellos quienes gobiernan. No; yo soy responsable de su gobierno y debo hacer lo mejor de mi parte para que ellos gobiernen bien, participando en la política como pueda. La política, dice la doctrina social de la Iglesia, es una de las formas más altas de la caridad, porque es servir al bien común. Y yo no puedo lavarme las manos: cada uno de nosotros debe hacer algo” (Santa Marta, 16 de setiembre del 2013).

Viendo nuestros noticieros cada día, es difícil imaginar la política como “una de las formas más altas de la caridad”. Sin embargo, para Francisco –como para sus antecesores– lo es. ¿La razón? La política –en su sentido más propio– se preocupa del “bien común”, anteponiéndolo a los intereses particulares. La novedad de Francisco es el punto de vista desde el que plantea el “bien común”; este es el indefenso, el vulnerable, el débil. Por ello, se va a las periferias de Europa (las islas de Lampedusa y Lesbos) para increparle al continente su falta de solidaridad con los desplazados africanos, sirios e iraquíes. Sin preguntarles si son o no católicos, lo que le importa al Papa es su situación: forzados a salir de su patria, viven en condiciones infrahumanas. Por ello, en su Evangelii gaudium (2013) expresa: “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!”.

A Francisco le duele la vida de los pobres y reclama para ellos las tres ‘t’: tierra, techo y trabajo. En sus discursos en el campo de Kangemi, uno de los barrios más pobres de Nairobi (Kenia), o en el segundo encuentro mundial de movimientos populares en Santa Cruz (Bolivia). Para el Papa, estos “son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra”. En su discurso ante la ONU, el 25 de setiembre del año pasado, el Papa vincula el bien común –que deben buscar los representantes de los estados “dejando de lado intereses sectoriales”– con la defensa de los más pobres: “La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente”, dice.

Finalmente, para Francisco la política es diálogo. En su encuentro con la clase dirigente de Brasil, les recuerda: “Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta siempre es la misma: diálogo, diálogo, diálogo… Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social, que es la que favorece el diálogo… Hoy, o se apuesta por el diálogo, o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos perdemos, todos perdemos. Por aquí va el camino fecundo”.

No está de más recordarlo ahora que iniciamos una nueva administración gubernamental.

Fuente: El Comercio

Asunción de la Virgen María

Es un dogma de fe que María Santísima fue llevada al cielo en cuerpo y alma. Lo celebramos el 15 de agosto

¿Por qué la fiesta?

La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos.

Este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado.

También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes.

La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento.

María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza.

María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios.

Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos.

Un poco de historia

El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950.

La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida.

Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.

Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes.

María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también.

María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo.

Fuente: Catholic.Net

Es Inútil Defender a Francisco

Además de popular, el Papa Francisco es, no pocas veces, polémico. Entonces, surgen voces a favor y en contra. Tiene seguidores que lo adoran y opositores que lo defenestran. ¿Qué hacer cuando esto ocurre? Aquí tenemos la perspectiva del jesuita argentino Emmanuel Sicre.

Por Emmanuel Sicre,SJ

Desde que comenzaron los primeros ataques al Papa minutos después de su elección, el 13 de marzo de 2013, han surgido inevitablemente voces a favor y en contra. La radicalidad de su persona provoca en mucha gente, tanto alrededor del mundo como de modo especial en su país, que a medida que uno se acerca a él no se puede quedar indiferente. Esto se ve tanto dentro del redil eclesial como fuera. Todos sabemos que se trata de un hombre amplio al que le caben tantas interpretaciones como miradas haya. Quizá esto se deba a que su modo de ser goza de una paradójica realidad: mientras menos, más.

Sea como sea, amigos y enemigos se quedan prendados de sus gestos, palabras y acciones de tal manera que pareciera que todo necesita una explicación lógica que satisfaga sus marcos de comprensión. Para unos y para otros el problema es comprar el paquete del odio y del amor ciegos que evidentemente llevan al fanatismo. Y Francisco es una persona, ni más ni menos. Una persona que, al hacer lo que cree que debe hacer, convoca en torno a sí comentarios de todo tipo por el lugar que ocupa dentro de la sociedad mundial. A decir verdad, lo que delata el Papa es el lente interior con el que lo miramos a él, y -en definitiva- miramos la vida. Es decir, quien mira a Francisco con fanatismo, padece una estrechez de mirada que le hace ver una sola versión de la vida. Es lo que se llama, aunque suene un poco fuerte, una perversión (per versus). La culpa no es del puerco sino de quien le da de comer, dice el refrán. Porque ninguna situación de nuestra existencia puede ni debe ser comprendida en su univocidad, en su única versión de los hechos. La realidad es muy compleja y rica como para querer atraparla, por eso necesitamos una mirada más realista, más humilde, menos arrogante y más perseverante en la búsqueda del sentido que calme la sed de comprender.

En línea con esto, creo que es inútil defender a Francisco. Él no necesita defensores. Habla y hace por sí mismo. Y aquí aplica aquello que él tanto valora de que el tiempo es superior al espacio. Lo que él está haciendo no actúa en lo inmediato de la superficialidad a la que la prensa nos acostumbra, sino su modo de pensar y ejercer el poder-servicio está pensado a largo plazo, en lo profundo. Por eso, quien quiere sacar en limpio ahora todo lo que está pasando con esta personalidad, cae en la tentación de querer explicar sin paciencia. Debemos conformarnos con tramos de sentido que se hilvanan en una historia más amplia, por eso no tenemos derecho a concluir con tanta facilidad pintando todo de un solo color, sin matices.

Esto es lo que les pasa tanto a los que lo atacan como a los que lo defienden. Lo que demuestra que en sociedades tan polarizadas como las que vivimos ha resurgido en nuestro momento histórico un viejo método retórico: la apologética. Es decir, el discurso en defensa de algo o de alguien. Este método tan antiguo como actual florece utilizado por los corazones dolidos, naturalmente, ante el ataque de aquel a quien quieren y representa, además, parte de su modo de ver la vida. Y sentirse atacado en las propias convicciones molesta y llama a reaccionar sin demora.

Pero la actitud apologética solo sirve en el momento de la batalla, no cala hondo, no va más allá, es como espantar moscas. Quien mira a Francisco con los anteojos del odio no cambia con buenos argumentos en su contra, porque el tema no es solo racional, sino afectivo. Y en esto, permítanme decirlo, ni el Buen Dios puede trocar la afectividad del hombre cerrado. Quien ve así y no deja grieta por la que entrar, hay que respetarlo con tenacidad y sacrificio porque tiene su derecho a vivir así. (Otra cosa es que sea un violento serial).

Creo que la actitud apologética en nada ayuda a aclarar, no devela la verdad del sentido, sólo calma los bordes de la comprensión y nos entretiene jugando el juego de los medios de comunicación que invitan a la opinología barata a cada instante. Quien quiere realmente saber algo busca con el corazón abierto y pregunta sabiamente lo que su conciencia le presenta. Quien defiende, sólo está defendiéndose, y si bien tiene todo el derecho del mundo de hacerlo y vivir así, debe ser consciente de que sus energías pueden agotarse y hay una alta probabilidad de convertirse en su contrincante.

Convendría más bien, quizá, no lo sé del todo, una actitud más a lo Jesús, que lejos de defenderse ante su condena, dejó que el error del violento -y quien le quitara sólo una parte de la vida (la muerte)-, se convirtiera en una fuente inagotable de una Vida más fecunda, más grande y más fundamental.

 

Capillas en el Ámbito Universitario

La cuestión de las figuras y lugares religiosos en ámbitos públicos o privados seculares es una cuestión que ha generado polémica. A la luz de la experiencia en España y otros países europeos y anglosajones, el jesuita español Daniel Izuquiza, reflexiona sobre el tema en el siguiente artículo.

Por Daniel Izuquiza SJ

Lo primero es reconocer que, aunque en España nos resulte extraño y a muchas voces laicistas les moleste, las mejores universidades del mundo ofrecen servicios religiosos dentro del campus. Esto es un hecho bastante universal. No voy a fijarme en las universidades privadas, del tipo Harvard o el MIT en Cambridge, Massachusetts o Princeton en New Jersey (que, ¡oh, casualidad!, tienen una fundación cristiana y, evidentemente, ofrecen servicio religioso). Me fijo, más bien, en las universidades públicas. De entre las mejores del mundo, selecciono unas pocas, con criterios de variedad geográfica y cultural. En Estados Unidos, tenemos, por ejemplo, la Universidad de California en Los Angeles (la famosa UCLA) o la Universidad de Wisconsin en Madison. Ambas tienen capillas y espacios religiosos dentro del campus, y ofrecen una amplia gama de actividades religiosas.

Vamos con Europa. De entre las universidades inglesas me fijo en la de Cambridge, con su parroquia anglicana universitaria. La Universidad de Heildelberg es una de las más antiguas y prestigiosas de Alemania. Tiene ocho grupos religiosos organizados, incluyendo, por ejemplo, el Centro Católico Universitario o el grupo musulmán. Vamos con Paris que, por supuesto, representa la tradición laica y republicana como modelo de Estado y, en concreto, en el terreno educativo. Pues también aquí encontramos una presencia tan significativa como la Capilla de la Sorbona. A modo de curiosidad, recuerdo que hay un único español como rector de una universidad pública en Estados Unidos, concretamente Ángel Cabrera en la Universidad George Masson de Virginia. Y, vaya por Dios, también en esa universidad hay servicio religioso dentro del campus.

Primera conclusión provisional: mirando la realidad del mundo, no parece que haya problema en la presencia de capillas y servicios religiosos en la universidad pública. Tampoco parece que ello dificulte la calidad universitaria. No hay oposición entre la creencia religiosa y el desarrollo científico. No hay intromisión de un campo en el otro. No se coarta ninguna libertad, más bien al contrario. A quienes identifican religión con oscurantismo y piensan que si hay religión en la universidad, ésta será un espacio pueblerino, les recomiendo que comparen su propia universidad con Harvard, MIT, Berkeley, Heildelberg o Cambridge antes de seguir hablando.

Vamos, pues, con el segundo punto: la presencia de capillas católicas en la universidad española. Porque aquí el asunto es algo diferente. Se trata de capillas confesionales de una única religión. Esto puede tener una explicación histórica más o menos convincente, aunque, muy probablemente, el pluralismo actual requiera cambios y adaptación. Adviértase, sin embargo, que el asunto no empieza con el nacional-catolicismo franquista, sino que viene de más atrás, cuando a partir del siglo XIX se decidió dejar la teología fuera de la universidad civil. Cualificados observadores han señalado el empobrecimiento que este hecho ha supuesto, tanto para la Iglesia como para la Universidad españolas.

Los tímidos intentos realizados (como algunos cursos de verano en la Complutense o en la Menéndez Pelayo o la cátedra de Teología en la Universidad Civil de Granada) son todavía frágiles, limitados y, en ocasiones, vistos con sospecha. Hay que decir, por otro lado, que el número de capillas en las universidades madrileñas supone una situación excepcional, incluso dentro de la realidad española, pues de las 33 capillas universitarias, 16 se encuentran entre la Complutense, Politécnica, Autónoma y Rey Juan Carlos de Madrid.

La segunda conclusión provisional sería ésta: no parece imprescindible que haya capillas católicas en la universidad pública. Quizá no sea necesario que haya una capilla en cada facultad. Y, muy probablemente, no es la mejor idea que solo haya servicio religioso católico. Además, es bueno distinguir entre el servicio religioso a la comunidad universitaria y el estudio científico de la religión, que no puede ceñirse a la teología pero que tampoco puede obviarla.

A partir de estas dos conclusiones, puedo ya formular mi propuesta final. Es posible y, en mi opinión es positivo, que haya espacios religiosos en la universidad. En un tiempo en el que la universidad corre el riesgo de quedar dominada por los intereses mercantiles (sobra la filosofía y sobra también la teología), es necesario incorporar saberes como la teología, que va más allá del pragmatismo, y dimensiones de la vida que evitan el pensamiento único, reivindican la mirada utópica, superan la tecnocracia y alimentan las visiones holísticas. A todo ello contribuye la dimensión espiritual de la vida, que debe entrar en diálogo fecundo con la ciencia universitaria. En parte, además, porque numerosos investigadores, docentes y alumnos universitarios son también creyentes y tienen una dimensión espiritual. No conviene escindir la vida en compartimentos estancos.

Otra cosa es si esos espacios deben ser confesionales, interconfesionales o no-confesionales (probablemente necesitemos de todo). Es claro que deben impulsar el diálogo y el debate crítico. Creo que puede haber cesión de espacios públicos para usos religiosos, como para otras muchas actividades estudiantiles que van más allá de lo estrictamente académico: así como en resto de la sociedad, cuanto más plural sea la vida universitaria, más rica será. Por supuesto, una cuestión diferente se refiera a si debe haber capellanes de una determinada confesión y, en tal caso, quién los paga. Pero nada de eso debe bloquear la deliberación de un tema profundo y relevante. No vaya a ser que al final tiremos al niño con el agua sucia. Que, por miedo al fantasma de un nacional-catolicismo hoy inexistente o residual (agua sucia), perdamos la legítima y emancipadora contribución de las religiones al mundo universitario (el niño).

Fuente: Huffintong Post

SJR: La educación no puede esperar

Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), que trabaja en algunos países de América Latina, participó de la Cumbre Humanitaria Mundial de Estambul. Allí presentó un informe sobre la importancia de la educación para quienes se han visto desplazados de su lugar de origen por cuestiones de emergencia.

El Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) se congratuló por el compromiso de la comunidad internacional con la educación expresado en la Cumbre Humanitaria Mundial de Estambul. El fondo “La educación no puede esperar” sigue los pasos de la Iniciativa Global de Educación del SJR impulsada en diciembre pasado.

Desde su fundación en 1980, el SJR ha puesto especial cuidado en garantizar que los más vulnerables tengan acceso a la educación, independientemente de sus circunstancias. Trabajando ya sea en las más recientes situaciones de emergencia, como Siria, ya sea en situaciones de desplazamiento prolongado como las del Chad, Etiopía y Kenia, el SJR está en condiciones de ofrecer una visión bien fundamentada y rigurosa en cuanto a la prestación de programas educativos eficientes y de calidad para los desplazados forzosos.

El SJR puso en marcha la campaña Mercy in Motion 2016, en diciembre de 2015. Durante 35 años, el SJR se ha centrado en la educación como un medio para construir la paz y fomentar el desarrollo de sociedades más resilientes y cohesionadas. Los fondos recaudados por la campaña Mercy in Motion ayudan a implementar la Iniciativa Global de Educación del SJR, que tiene como objetivo una expansión sostenida de los programas de educativos formales e informales: desde la escuela primaria hasta la universidad, pasando por la formación profesional y la preparación del profesorado.

Educación en situaciones de emergencia

En el informe ‘Ofreciendo esperanza, invirtiendo en el futuro: la educación en situaciones de emergencia y crisis prolongadas’  , el SJR reafirma que la educación es una intervención que salva las vidas de niñas, niños y adolescentes que se han visto desplazados por la fuerza de sus hogares. Durante décadas, en las situaciones de emergencia en las que muchas agencias proporcionaron ayuda humanitaria básica, el SJR ha estado sobre el terreno organizando actividades educativas y recreativas para curar traumas, promover la dignidad humana, y desarrollar habilidades.

Hoy, más de 75 millones de niñas, niños y jóvenes han visto interrumpida o destruida su educación por situaciones de emergencia y crisis prolongadas. Los ataques a las escuelas, las guerras, los desastres naturales y la mayor crisis de refugiados desde la II Guerra Mundial han aumentado la necesidad de brindar educación en situaciones de emergencia.

“La educación no puede esperar’ es un importante paso adelante para ayudar a garantizar que los más vulnerables y marginados tengan acceso a la educación”, dijo el director internacional del Servicio Jesuita a Refugiados, P. Thomas H. Smolich SJ, en Estambul. “El SJR sabe que la educación siempre forma parte de cualquier situación de emergencia”.

La educación ofrece a los refugiados que pueden reasentarse las herramientas para contribuir a sus nuevas comunidades e integrarse plenamente en ellas; y a aquellos que pueden volver a sus hogares, reconstruir sus propios países.

Fuente: CPAL Social

 

San Ignacio vuelve a pedir limosna en Santa María del Mar

El 31 de Julio en la Capilla de San Ignacio de Loyola, en Barcelona, han colocado una escultura de Ignacio pidiendo limosna y que ha sido ubicada, justamente, en el lugar donde él solía hacerlo…

Por Eloi Aran. Arquitecto y teólogo.

El domingo 31 de julio se inauguró la nueva Capilla de San Ignacio de Loyola en la Basílica de Santa María del Mar, en Barcelona, coincidiendo con la festividad del santo. La intervención, impulsada por la Compañía de Jesús, ha sido realizada por el despacho T113-Taller de arquitectura conjuntamente con Josep Maria Riera, arquitecto del Arzobispado de Barcelona, y cuenta con la pieza escultórica del santo realizada por Lau Feliu.

El actual espacio de la capilla contaba con una placa en uno de los peldaños de acceso donde se recogía la inscripción “AquíSant-Ignasi-1sentado pedía limosna San Ignacio de Loyola”, haciendo referencia a los dos años (1524-1526) durante los cuales San Ignacio estuvo realizando los estudios de gramática con el maestro Ardévol (Autobiografía núms. 54-55). Prácticamente este es el único espacio que queda de la Barcelona Ignaciana, pues la casa donde se alojaba fue derruida por la construcción de la actual Calle Princesa, y el lugar de estudio fue derruido para hacer la actual Plaza del Ángel en el s. XIX.

La idea del proyecto se ha basado en transformar un espacio meramente informativo en un espacio mistagógico que, a su vez, sea un final de recorrido del Camino Ignaciano. Por ello se ha procedido a una intervención minimalista y significativa; limpiar la capilla y “bajar el santo” para que toque con los pies en el suelo a partir de una nueva escultura que mira hacia el altar e invita a rezar a su lado al peregrino de hoy en el nuevo banco corrido sobre el que asienta. Para ayudar a tal efecto se han dispuesto dos elementos devocionales en las pequeñas oquedades existentes en el muro: una talla de madera de la Virgen de Aránzazu y una reproducción del medallón de la Creu del Tort de Manresa, dos lugares de oración del santo. Completa la intervención un atril de madera que incorpora la información a través de un documental visual situado en las proximidades de la capilla y un pequeño altar móvil, también de madera, caracterizado por la insignia de la Compañía de Jesús.

Referente a la nueva estatua de San Ignacio, ha sido realizada en bronce y pesa unos 200 kg. San Ignacio, vestido de peregrino, se encuentra sentado con una mano vacía y parcialmente extendida hacia el visitante, recordando al estudiante que pedía limosna; mientras que en la otra, como corresponde a la representación de un santo fundador de una orden religiosa, lleva el libro de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Los pies están descalzos para sugerir la sacralidad del espacio y la contingencia humana. Toda la figura toma una forma ahuecada para indicar el hombre que se vacía de sí mismo para acoger el misterio que se celebra en el altar principal de la Basílica de Santa María del Mar.

Fuente: Entre Paréntesis

Dónde Encontrarse Hoy con Jesús

Un texto que enumera e invita a reflexionar sobre los ‘lugares’ y actitudes que son hoy punto de encuentro con Jesús.

Por Pedro Trigo SJ

Después de resucitar, Jesús de Nazaret sigue llamando discípulos para compartir su vida y proseguir su misión. También a nosotros nos llamó. Pero la situación es distinta. Como dijo el ángel a las mujeres, “Jesús no está aquí” (Mc 16,6), no está en este mundo. La diferencia entre la resurrección de Jesús y las demás que él obró estriba en que las otras consistieron en una vuelta de la persona a esta vida. Por eso los resucitados volvieron a morir.

En cambio, Jesús fue resuci- tado por su Padre a una vida nueva: vive humanamente la misma vida divina en el seno de la comunidad divina. De ahí, la súplica ardiente de las primeras comunidades: “ven, Señor Jesús”. Los cristianos nos sabemos dirigidos al encuentro con Jesús, por eso no tenemos aquí morada permanente. Entonces ¿cómo estar con él, si él no está aquí?

Hay que reconocer que a los cristianos no se los forma para que vivan su cristianismo en la comunidad cristiana, para que se hagan cristianos en ella ayudándose unos a otros. Pero, si está abierta a los pobres, la comunidad cristiana está capacitada para abrirse con todo el ser y recibir a Jesús.

Por eso se imponen estas preguntas: ¿quién está hoy con Jesús? ¿Cómo se está hoy con Jesús? Éstas son las preguntas de quienes quieren estar siempre con él para ser así auténticos enviados suyos.

Los sacramentos de Jesús son cuatro y van en orden porque cada uno es puerta para el siguiente

Primer sacramento de Jesús

El primero se da independientemente del conocimiento que se tenga de la persona histórica de Jesús de Nazaret y por eso todos tienen acceso a él. Está expresado en el mensaje de Jesús a través de la representación del juicio final, que trae Mt 25. Lo que se haga o deje de hacer a los pobres (hambrientos, sedientos, gente sin ropa, enferma, encarcelada o inmigrante) se hace o deja de hacer a él. De eso depende la suerte eterna.

Así pues a la pregunta de quién está hoy con Jesús, la primera respuesta, una respuesta absoluta, es: quien ayuda a los pobres. Por tanto también se puede decir que quien hoy no ayuda a los pobres, no está con Jesús. Esto se aplica tanto a creyentes como a no creyentes, o a creyentes de cualquier religión; se aplica universalmente. (…)

Hay, sin embargo, una diferencia respecto del tiempo de Jesús: es la movilidad social basada en el desarrollo de los medios productivos. En tiempo de Jesús un pobre muy frecuentemente lo era durante toda su vida y debía ser ayudado siempre. Por eso la importancia de la limosna. Sin embargo hoy, sin descartar de ningún modo este tipo de ayuda, la ayuda más decisiva es la capacitación inicial y laboral y proporcionar empleo y seguridad social. Luchar por todo eso es de modo eminente ayudar a los pobres ya que es posibilitarlos que dejen de serlo.

Segundo sacramento de Jesús

El segundo sacramento es el de la comunidad cristiana: donde dos o tres se reúnen en su nombre, Jesús está en medio de ellos (Mt 18,20). En medio no es un lugar, por ejemplo, el centro. Recordemos que no está aquí. En medio es en lo que los media. Él está entre nosotros. Si entre nosotros no hay nada, porque cada uno estamos al lado del otro, pero sin ningún lazo que nos una, no hay comunidad, no está Cristo. Pero tampoco está en cualquier lazo. Si los lazos son cerrados, si no están abiertos estructuralmente a los pobres, no hay comunidad cristiana sino comunidad de carne y sangre, espíritu de cuerpo. Podremos entendernos muy bien y estar muy a gusto entre nosotros, pero entre nosotros no está Jesús.

(…) Así pues, a la pregunta de quién está hoy con Jesús, la segunda respuesta es: quien vive en una comunidad cristiana, es decir, en esas relaciones mutuas, abiertas estructuralmente a los pobres.

Hay que hacer notar que en su nombre no se refiere sólo a los cristianos. Nombre en la Biblia alude a la realidad de la persona que es llamada así. Por tanto reunirse en nombre de Cristo es convocarse para proseguir su misión, que es hacer de este mundo el mundo fraterno de las hijas e hijos de Dios. Jesús está entre los que se unen para luchar solidariamente por la justicia, por la inclusión de los pobres y los diferentes, para conseguir que haya más vida y que sea más humana. Así pues, Jesús está entre quienes prosiguen su misión con su mismo Espíritu.

Tercer sacramento de Jesús

El tercer sacramento es el de la palabra de Dios, sobre todo los evangelios, que son su corazón, cuando se la escucha discipularmente, es decir, abriéndose de corazón a ella para que dirija la propia vida. La Biblia no es Palabra de Dios cuando se la estudia o cuando se la lee para que confirme decisiones tomadas. No lo es porque la relación es de un sujeto a un contenido. Pero cuando la comunidad se abre con sinceridad, porque no quiere oír lo que la halaga o la confirma sino lo que su Maestro tenga a bien decirle, entonces es Jesús el que se hace presente en la Palabra. Lo es porque la relación es de sujeto a sujeto: del Maestro y Señor, a los discípulos.

Como la palabra pertenece a otra época y cultura, exige una mediación. Por eso la lectura tiene dos momentos: en el primero la comunidad o el discípulo se trasladan a Palestina y al tiempo en que sucedieron los acontecimientos y los contempla amorosamente, empapándose por connaturalidad de la mentalidad, de las actitudes, del modo de relacionarse de Jesús. Esto requiere de mediaciones para contemplar realmente la escena, para que sea ella la que se vaya abriendo y dando de sí y no la comunidad la que se proyecte en lo leído. Después regresa adonde está reunida y se pregunta qué le ha querido decir el Señor.

Así pues, a la pregunta de quién está hoy con Jesús, la tercera respuesta es: el que escucha la Palabra, sobre todo los evangelios, como discípulo, contemplándola para dirigir con ella su vida y para que ella le dirija cada día su misión. (…)

Cuarto sacramento de Jesús

El cuarto sacramento es el de la Cena del Señor. Jesús se nos entrega en el pan y el vino como verdadero alimento para que, recibiéndolo y viviendo de él, podamos hacer nosotros lo mismo, es decir, para que podamos entregar a los demás esa vida que él nos dio. Comulgando así, tiene pleno sentido celebrar la Cena del Señor, celebrar su vida entregada y entregada la noche en que lo iban a entregar a la muerte, entrega amorosa de sí venciendo del odio de los jefes que lo iban a matar, de la traición de un discípulo, de la negación de otro, del abandono de todos.

Así pues, a la pregunta de quién está hoy con Jesús, la cuarta respuesta es: quien lo recibe en la Cena del Señor, abriendo todo su corazón para que Jesús tome posesión de todo su ser y lo capacite para hacer él lo mismo: para entregarse a los demás como su Maestro; más precisamente, para entregar a los demás esa vida recibida de él.

La comunidad cristiana estructuralmente abierta a los pobres, que se lleva mutuamente en su fe, en su amor fraterno y en su vida cristiana, que se reúne para que la Palabra, sobre todo los evangelios, lea sus vidas y marque su misión, está máximamente capacitada para abrirse con todo el ser y recibir a Jesús en el pan y el vino y dar a los demás esa vida de Cristo recibida, haciendo lo mismo que él en su nombre.

No es ocioso, sin embargo, preguntarse si celebramos la Cena del Señor en este sentido preciso o un acto de culto, un sacrificio ritual como lo hacían las religiones contemporáneas a Jesús, como lo hacía concretamente el judaísmo hasta la destrucción del templo, como lo hacían en Indoamérica tanto las religiones campesinas como las religiones imperiales. Parecería que para la mayoría la Eucaristía no es la Cena del Señor sino un rito que celebra el cura, a petición de interesados, para que interceda por ellos o más todavía por sus familiares difuntos, o para que dé gracias por algún acontecimiento.

¿Por qué la llamamos la Cena del Señor? Porque la hacemos por encargo suyo y para hacer memoria de él, porque nos convoca su Espíritu y sobre todo porque en ella él se hace presente y se nos entrega como alimento para que, viviendo de él, hagamos nosotros lo mismo: prosigamos su historia y su misión. Al comulgar todos de él, al vivir todos de la misma vida, nos hacemos cuerpo del Señor, parte unos de otros, verdaderos hermanos en Cristo y nos comprometemos a expandir esa fraternidad universal.

Para comprobar si realmente celebramos la Cena del Señor habría que preguntarnos por sus frutos, porque, como dice Pablo a los corintios, se pueden poner los signos sin celebrar la Cena del Señor. ¿Es suficientemente visible que vamos viviendo progresivamente la vida de Cristo y que por eso cada día vivimos un poco más entregando esa nuestra vida a los demás, desde el privilegio de los pobres y acogiendo a los tenidos como pecadores?

Teología Hoy

La misericordia en San Francisco de Asís

La experiencia de la misericordia en el proceso de conversión y la opción de vida que hizo un hombre tan conocido y admirado: San Francisco de Asís.

Por Mikel Hernansanz, OFM

Otoño de 1226. Asís. Francisco es trasladado a su ciudad natal desde Siena, donde ya los médicos de la época apenas han podido hacer nada por él. Prácticamente ciego a consecuencia del sol ardiente que sufrió en Damieta, cuando trató de reconciliar al sultán de Egipto con las huestes cristianas. Apenas unos pocos días antes de su muerte, pidió a un hermano que escribiera los trazos gruesos de una vida que comenzaba a apagarse, como si quisiera acudir más ligero al encuentro con su Señor, tan deseado por él. Aquel escrito, biografía y testamento, comienza precisamente así:

“El Señor me dio de esta manera a mí, hermano Francisco, la gracia de comenzar a hacer penitencia: Cuando estaba todavía en pecados, me parecía extremadamente amargo ver leprosos; pero el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de ellos, lo que me parecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después esperé un poco y dije adiós al mundo que había vivido hasta entonces”.

Francisco de Asís no conquista la misericordia, más bien se encuentra con ella, la recibe, “es conducido” hacia ella. Su camino no iba en esa dirección. Es verdad que momentos como el que Francisco recoge en este texto no se improvisan. Atrás queda una búsqueda ardiente por parte de un hombre al que se le han caído todos los sueños. Ni logró ser un gran caballero, ni triunfó como hijo de comerciante en Asís, ni gozó de una salud de hierro. La misericordia brota en Francisco en una situación de rompimiento. Derrotado en la batalla de Perusa, enfermo, encarcelado, comienza un camino que va “de insatisfacción en insatisfacción”, de “búsqueda en búsqueda”. En este mismo relato recuerda Francisco el desconcierto de aquellos tiempos: “Y nadie me revelaba qué tenía que hacer”hasta que la misericordia de Dios se coló por las grietas de su fragilidad vital.

Dos hechos se van a convertir en las luces que alumbrarán toda su vida: el encuentro con el Cristo de la pequeña ermita de san Damián y este otro encuentro que acabamos de referir, con el leproso. Variaciones sobre un mismo tema: la misericordia recibida y la misericordia practicada.

En el encuentro con el Crucificado de san Damián (1205), Francisco comienza a abismarse de la misericordia inabarcable que Dios ha tenido con sus criaturas. Un Dios que se encarna en Belén y que va a la cruz por nosotros es algo que a Francisco le pasma y que, durante toda su vida, no dejó de sorprenderle hasta dejarle sin palabras. Y este asombro incontenible será el origen de todos sus poemas, de sus cantos de alabanza, de su hermanamiento con toda la naturaleza, de su tarea de reconstruir iglesias, de reparar la Iglesia, de su pobreza amada. Cruzará dos palos en forma de violín para cantar semejante derroche de misericordia. Quizá fue esta luz la que permaneció encendida en los momentos en los que las cosas se le pusieron muy negras en su vida y en la vida de los hermanos. Que, ciertamente, los hubo.

El otro encuentro, el del leproso, sucedió ese mismo año. Y fue la chispa que prendió todo el combustible que su larga búsqueda iba almacenando en su interior. Francisco habla de un “antes” y un “después”. Aunque todo fuera asentándose poco a poco. Habla de que lo “amargo” de antes se le volvió ahora “dulzura del alma y del cuerpo”. Y en medio, un Dios que le fue condiciendo hacia aquel beso que Francisco dio a un leproso anónimo, en las afueras de Asís. ¡Aquel beso! La misericordia recibida se le tornó en misericordia practicada, concreta, encarnada.

Francisco recuerda muy bien aquel beso. Porque marcó el arranque de lo nuevo en su vida. “Practiqué misericordia” recuerda. La misericordia cambió sus sentidos (lo amargo se hizo dulce), cambió sus valores (animando a sus hermanos a “gozarse, cuando conviven con personas socialmente viles y despreciables, con pobres y débiles y enfermos y leprosos y los mendigos del camino”), cambio su modo y lugar de vida (“no sólo acudió a ayudarles sino que comenzó a morar entre ellos”). Descubrió bajo los harapos del leproso a una persona tan frágil como él, tan “bienamada” como él. Descubrió bajo su fragilidad la debilidad que Dios siente por sus hijos vulnerables. Descubrió la misericordia y, desde entonces, su deseo no fue otro que tratar de acogerla, agradecerla, cantarla y ponerla en práctica.

Fuente: Entre Paréntesis