Oración para Oír y Escuchar Mejor

Una oración para pedirle a Dios la gracia de tener un oído atento a la voz de Dios, a los demás y a nosotros mismos.

Por Emmanuel Sicre SJ

Padre Bueno, que oíste el clamor de tu pueblo,

purifica mi sentido de oír,

despéjalo de los ruidos externos

para oír los internos.

 

Vos, que en tu Hijo escuchaste,

los gritos del endemoniado,

la voz de los discípulos,

el murmullo de los fariseos,

el grito de los enfermos,

el bullicio del mundo,

acerca tu oído a nosotros hoy…

 

Que por tu Espíritu aprenda

primero a oír

y después a escuchar.

 

Enséñame, Jesús, a descubrir el mundo

a través de los sonidos,

para que encuentre

el génesis de su naturaleza

y así,

oiga “tu voz que se pasea por el jardín”

de tu Creación.

 

Ayúdame, Señor, a aplicar mi oído en tu corazón

para que en el silencio del desierto

oiga y escuche,

como Moisés ante la zarza ardiente,

lo que no es dicho

sino en mi pobre corazón.

 

Fuente: Pequeñeces.blogspot

Rodríguez Olaizola S.J.: “En tus Batallas, Dios Está de Tu parte”

Entrevista que la Oficina de Comunicaciones de la CPAL hizo al Jesuita español José María Rodríguez Olaizola en ocasión de su vista a Latinoamérica. Rodríguez Olaizola estuvo en varios compartiendo la conferencia “Bailar con la Soledad”.

 En su visita a Lima, tuvo la oportunidad de presentar su conferencia: “Bailar con la soledad”. ¿De qué trata este tema?

Cuando hablo de “Bailar con la Soledad”, es de alguna manera reflexionar sobre la soledad contemporánea que curiosamente se vive de maneras diferentes, se vive en distintos contextos, distintas culturas, distintos países. Esta charla me la piden siempre, porque es algo que afecta también a gente de distintas edades. Y cuando hablo de Bailar con la Soledad es un poco como decir que a la soledad no hay que tenerle miedo, es parte de todas las vidas y tenemos que ser capaces de encontrar algunas claves para que no nos venza cuando llegue. Y a eso le llamo bailar con ella. En ese sentido, lo que hago es encontrar algunas de esas claves en el evangelio y proponerlas, ir tocando cosas de la vida contemporánea que hacen que la vida esté más incomunicada, que la gente esté más aislada; y al mismo tiempo encontrar pistas en el evangelio para que esa vivencia no sea hiriente.

Más dolorosa debe ser, aún, la soledad de los migrantes. ¿Qué puede decirles sobre “bailar” con ella, y que les dice a las comunidades que los reciben?

Hay una soledad que tiene que ver con la distancia de los seres queridos, de las raíces; y allí es muy importante recordarle a la gente, asegurarle y ayudarle a entender, que aunque estemos distantes de nuestros seres queridos, siguen siendo parte de nuestra vida. Es verdad que la distancia a veces puede doler, pero no es que los hayamos perdido, ni los hayamos dejado atrás; sino que están de otra manera. En ese sentido a veces hay más soledad en ese sentimiento de distancia, que cuando te paras y piensas, pero mis seres queridos siguen pensando en mí en cada momento, como yo en ellos; y aunque estamos distantes y no podamos hablar debe haber una parte de ti que te diga: “sabes… no has renunciado a tus raíces, solo que ahora estas volando en otra dirección. Eso es importante saberlo: que aunque sea a distancia mi gente sigue estando allí.”

Con respecto a la acogida. Lo que necesitamos es dedicarnos tiempo, porque tenemos una sociedad donde todo va tan rápido, tan acelerado, con una agenda tan llena, con comunicaciones inmediatas, planas o a veces superficiales que no hay tiempo para escuchar la historia del otro y allí es cuando uno dice: ¿qué puedo ofrecer yo a la gente que viene buscando? Lo primero sería no hacer diagnósticos fáciles ni gratuitos: escuchar su historia, cada historia; porque seguro una persona necesita de una cosa y otra de otra; y a la final cada uno necesita algo particular.

¿Y qué puede decir de esa soledad de los migrantes que dejan de lado la compañía de Dios?

Ese es un tema que desarrollo… el silencio de Dios. Para la gente uno de los motivos de soledad, es ¿por qué no nos habla más claro Dios?, y dónde está, ¿por qué no nos acompaña? Entonces, uno de los temas que voy reflexionando e intento compartir es que a veces hemos exigido demasiado sentir a Dios, cuando a veces la vida es mucho más que sentimiento. Efectivamente, muchos dicen: es que yo no siento a Dios; entonces ya no lo necesito mi vida, entonces lo voy eliminando. Tenemos que recuperar la capacidad de saber que Dios está allí, que es distinto, porque a Dios no siempre lo sientes, pero siempre lo sabes presente. Aunque tengas tus dudas.

Esa consciencia de decir: “yo sé que Dios está de mi parte”, con todas las dudas, con todas las preguntas e inseguridades que no se excluyen; o: “sé que en mi traslado, en mi cambio, en mi búsqueda, en mi soledad Dios no está enfrente sino que está de mi lado”… eso lo cambia todo. Entonces, los espacios de celebración son un recordatorio de una presencia real y no se convierten en la presión de decir: “es que yo no debo tener suficiente fe porque la estoy pasando muy mal”, o “si yo me fiase de Dios no la estaría pasando tan mal”. ¡Eso no es real, es falso! Porque puedes tener toda la fe del mundo y sin embargo estar pasándola muy mal. Entonces allí, en lugar de vivir a Dios como un aliado o como un apoyo o como alguien que está de tu parte, se le piensa como una carga más, al final la gente termina cerrando también esa puerta. La clave es ayudar a la gente a entender que en sus batallas Dios está de tu parte, sean las que sean.

 Usted también vino a acompañar los Ejercicios Espirituales en Lima. ¿Cuál es la importancia de esta experiencia para los colaboradores laicos?

Decir que todos los colaboradores “deben” hacer la experiencia de los EE es como demasiado exigente; pero yo creo que la espiritualidad ignaciana es una fortaleza muy grande que tenemos. Creo que la Compañía tiene el deber de ofrecerlos porque es nuestra mayor herramienta, personal, colectiva, eclesial; esta experiencia ciertamente ayuda a la gente a construirse de una manera muy sólida por dentro, a enlazar de una manera diferente con el mundo, a descubrir a Dios de una manera distinta. Más que decir “los laicos tienen el deber de hacer ejercicios” lo que yo sí diría es que jesuitas tenemos el deber de facilitar que los ejercicios estén disponibles para todos aquellos con quienes colaboramos.

 ¿Cómo ve el trabajo de los Jesuitas en Latinoamérica?

Entiendo que no es lo mismo la situación de México que la situación de Venezuela, o la del Perú o Chile. Todo lo que veo es que son compañeros de Jesús que tienen muy claramente un pie en el mundo y en la realidad concreta – en la realidad social más atravesada y más herida, y el otro pie fuertemente arraigado en una espiritualidad ignaciana y una manera muy propia –latinoamericana- de acercarse al evangelio. Este es, probablemente, el mayor reto que se va a encontrar la Compañía pensando en el contexto español: allá la secularización es muchísimo mayor que aquí; allá la gente le ha dado la espalda a la iglesia y la fe se ha perdido o desdibujado en muchos contextos y de muchas maneras. Por eso yo diría que aquí todavía se está a tiempo de que no suceda lo mismo: precisamente si somos capaces de mantener esa doble dimensión social – humana y creyente; la fe tiene que transformar la realidad. Ese, es un gran reto para mí en la Compañía y creo que es lo que se está haciendo aquí: el trabajo con los migrantes, que me parece que se está haciendo un trabajo muy sólido a lo largo de todo el continente; el trabajo por la atención a la educación con la larguísima tradición de Fe y Alegría, entre otros, conjugan bien lo social con la fe. En ese sentido la Compañía tiene un reto y una oportunidad fascinantes.

Fuente: CPAL SJ

F. de Roux SJ. Ética, Paz y Reconciliación en Colombia

Francisco de Roux, S.J., en este artículo de opinión, está convencido de que el camino corto para recuperar la base ética de la dignidad perdida es llamar a las víctimas.

Por Francisco de Roux, S.J.

El centro del desafío somos nosotros mismos. Porque la ruptura nuestra, como sujetos morales, está en la base de la corrupción que destruyó la credibilidad en la justicia y de distintas maneras está por todas partes en el Estado, las empresas, los medios de comunicación, la educación, las organizaciones populares, el Ejército y, por supuesto, los partidos políticos, los grupos armados ilegales, la comunidad católica y las demás iglesias.

En mi sentir, sigue válida la tesis de que Colombia se precipitó en un vacío ético cuando, por el proceso natural de secularización y globalización, la moral católica dejó de ser la norma general para determinar el bien y el mal en los comportamientos privados y públicos, y nos encontramos con que no habíamos hecho la tarea de construir una moral civil, válida para todos los ciudadanos, vigente en la sociedad, respetuosa de creencias y filosofías.

Con el vacío moral vino la destrucción brutal de la vida humana porque los cimientos de la convivencia estaban rotos. Primero, los años de la Violencia, con 300.000 asesinatos de campesinos. Luego, los homicidios cotidianos, que llegaron a más de 30.000 por año, y el narcotráfico y la guerra política degradada, con 8 millones de víctimas.

Este golpe salvaje marcó definitivamente lo que somos con dolores y miedos profundos. Y de la misma barbarie surgieron las interpretaciones excluyentes sobre la tragedia, manejadas por intereses políticos y económicos, que nos han polarizado hasta el destrozo del sentido de ‘nosotros’, que nos hace tan difícil reconstruirnos.

Por eso, destruido el valor de la vida, no es extraño que destruyéramos los valores de la justicia, la honradez, la verdad, la compasión, la lealtad, la solidaridad, la paz. Y que, polarizados en interpretaciones sobre la brutalidad de la violencia, nos confundamos en odios y señalamientos y sigamos postergando la construcción de la moral ciudadana y pública, mientras la confianza colectiva se desploma.

Mi sentir es que el final de la guerra es la oportunidad para cimentar en la dignidad humana la moral pública que convierta los valores formulados en la Constitución del 91 en hábitos sociales, empresariales, institucionales y políticos. Esta es la dignidad presente en la conciencia personal, que reclama consistencia con la grandeza humana. Que solo se tienen cuando nadie está excluido de ella. Que, fuera de Dios, no debemos a nadie. Que da origen al Estado como la institución que creamos los ciudadanos para garantizar a todas y todos por igual las condiciones de la misma dignidad.

El aprendizaje de las virtudes que surgen de la dignidad humana parte de la familia y la escuela, y la Iglesia tiene allí un papel único. Pero, como no tenemos tiempo de esperar a la educación de los niños, el camino corto para recuperar la base ética de la dignidad perdida es llamar a las víctimas de todos los lados, sin hacer caso a las interpretaciones que nos polarizan.

Y que las víctimas hablen ante sus victimarios. No solo las víctimas de la guerra, sino también los niños con hambre, ante los que les robaron los auxilios alimentarios; las familias con muertos, ante los que se robaron la salud; los campesinos despojados, ante los que les robaron la tierra; los encarcelados injustamente, ante los falsos testigos pagados, etc. Para que los magistrados y políticos y empresarios corruptos entiendan que ellos asesinaron en ellos mismos su propia dignidad y la vulneraron en todos nosotros.

Entonces será posible que empecemos desde allí la apuesta civil y espiritual de rescatarnos como seres humanos.

Por Jesuitas Colombia

 

Por una Migración Humanizada

Entrevista al Padre Agnaldo Pereira Oliveira SJ, para el boletín informativo “En Compañía” de la Provincia del Brasil; nuevo coordinador de la Subregión Sur de la Red Jesuitas con Migrantes (RJM) de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y El Caribe (CPAL), y a su vez articulador Nacional del Servicio Jesuita a Migrantes y Refugiados (SJMR).

¿Cómo usted conoció a la Compañía de Jesús?

Conocí a la Compañía de Jesús en el año 1992, cuando nuestra parroquia se encontraba sin párroco y recibimos ayuda de varios sacerdotes jesuitas de Salvador, de la ciudad de Santana y Capim Grosso (BA). Así fue como conocí mejor esta familia religiosa.

¿Cómo se dio la decisión de ser sacerdote?

Me identifico mucho con la historia vocacional de Papa Francisco, cuando cuenta que su vocación comenzó en una experiencia en el sacramento de la reconciliación, pues también fue allí donde sentí que era el momento oportuno de hablar sobre algo que estaba dejando en mí el corazón inquieto y aún no había encontrado la forma ni la persona oportuna para establecer ese diálogo. En el fondo, se trataba de comenzar a dar una respuesta al proyecto que él, desde hace mucho tiempo, había puesto en mi corazón y me venía seduciendo, como el profeta Jeremías: «Tú me seducir, Señor, y yo me dejé seducir. Tú me has vuelto demasiado fuerte para mí, tú me has vencido «(Jr 20,7).

¿Qué experiencias le han marcado más en la formación jesuita? ¿Y por qué?

En 1996, salí de casa para vivir en Salvador y hacer un primer ensayo, de este modo. Proyectando, compartiendo la vida y la vocación con otros jóvenes que, igualmente, estaban inquietos en sus proyectos de vida. Fue una experiencia inolvidable. Fue uno año confirmador de que mi vocación pasaba por ahí, que en esa Compañía había lugar para ponerme como uno seguidor de Jesús, así como fue Ignacio y muchos otros compañeros, aunque reconociéndome pecador. Su gracia jamás faltó en mi vida, incluso cuando en el primer año de Noviciado, tuve que integrar, en ese llamado, la partida de mi padre y también de mi abuelo materno, entre otros momentos no menos dolorosos a lo largo de la formación. Por lo que se refiere a la experiencia, de la peregrinación en el Noviciado fue, para mí, más fuerte que los Ejercicios Espiritual de 30 días. En estos 11 días de caminando, en ningún momento Él ha dejado de ser Padre, Providente y Compañero de caminar, viviendo junto con nosotros todos los encuentros que tuvimos al largo de ese tiempo. Me han marcado mucho, también, los breves tiempos de pastoral que he tenido al de los estudios: seguimiento de comunidades eclesiales, apostolado de la oración, pastoral vocacional, pastoral del Pueblo de la Calle, ONG Solidaridad con los seropositivos … Además, continúa resonando, en mí y en mi nueva misión, la experiencia de la Tercera prueba, en 2013, cuando viví un mes con los migrantes en Saltillo, en la frontera de México con Estados Unidos, donde cientos de centroamericanos se arriesgan en busca de una mejor condición de vida. Experiencia que coincidió con la lectura de la Exhortación Evangelista Gaudium, del Papa Francisco, que, al mencionar los desafíos en la dimensión social de la nueva evangelización, deja salir de su corazón pastor la preocupación por los migrantes. Al terminar la Tercera Probación en México, continué en Madrid (España), donde hice la maestría en Teología Moral y pastoral e inicié la Maestría en Migración Internacional.

Recientemente, usted ha sido destinado para ser el articulador nacional del SJMR y coordinador de la subregión de la CPAL. ¿Cómo está siendo ese trabajo?

En diciembre de 2016, recibí del provincial, el padre Juan Renato Eidt, la misión de articular el Servicio Jesuita a Migrantes (SJMR) en la Provincia de Brasil. En marzo de 2017, regresé a Brasil. He estado atento a la actual situación del flujo migratorio en Boa Vista (RR), con la entrada de los venezolanos. Dentro de nuestras condiciones, tenemos que, junto a otros, buscar dar una respuesta en la acogida, la protección, promoción e integración de nuestros hermanos en nuestro país. En junio, en Chile, después de la reunión de la Región Sur de nuestra Red Jesuitas con Migrantes , fui destinado, por el presidente de la CPAL, a coordinar, por tres años, esa región. Se trata de buscar y estrechar los lazos  y vínculos entre las provincias de Perú, Bolivia, Chile, Paraguay, Argentina – Uruguay y Brasil. Tengo el privilegio de  poder convivir y aprender mucho de los compañeros que están hace  más tiempo en este servicio  brindado a los migrantes y refugiados.

En esta nueva misión, ¿cuáles son los principales desafíos?

Los retos son varios, como la necesidad de sensibilizar a la sociedad civil y contribuir con el Estado a dar una respuesta verdaderamente humana al sufrimiento de las personas, que se ven obligadas a desplazarse de sus países. Gobierno y sociedad civil -resaltando el fundamental papel de la Iglesia en la articulación de una gran red solidaria con los migrantes y refugiados aquí en Brasil- necesitan trabajar juntos para evitar los efectos negativos de la migración forzada, como la acción de coyotes, tráfico humano, xenofobia, abusos laborales y de todo tipo. Y también, cómo multiplicar los caminos jurídicos para la migración, de manera que se pueda garantizar una migración segura y humanizada. Tal vez, el mayor desafío es conseguir colocar al ser humano y sus derechos fundamentales en el centro de las políticas migratorias de cada país, desplazando el énfasis en los muros, en las fronteras y en las diferencias culturales. Otro desafío es atraer a otros socios y conseguir recursos para la empresa, pues ninguna institución sola será capaz de dar una respuesta completa a esa crisis migratoria mundial, que estamos acompañando desde el inicio de este siglo. Hay que apostar siempre por una acción colectiva, hecha por medio de muchas manos.

Debido a la actual inestabilidad política de Venezuela, muchos venezolanos están migrando a otros los países. ¿Cómo el Servicio Jesuita a los Migrantes y Refugiados está trabajando con este tema?

Los dos retos citados anteriormente se hacen aún más presentes frente a la realidad actual de Venezuela y el gran flujo de migrantes venezolanos que ya están esparcidos por todo el continente y también por Europa. Hoy, en las ciudades de Pacaraima y Boa Vista (RR), tenemos miles de ellos, incluso un buen grupo de indígenas venezolanos de la etnia Warao. A través de una acción colectiva formada a principios de año, como SJMR Brasil, estamos enviando voluntarios y brindando nuestra colaboración a través de nuestra residencia en Boa Vista. El próximo año esperamos que nuestra colaboración sea mayor.

Fuente: CPAL SJ

Arturo Sosa, SJ sobre la Situación en Venezuela

Desde Roma, el actual Superior General de los jesuitas, Arturo Sosa, nacido en Venezuela, ha expresado su postura respecto de la situación que se vive en su país natal. Desde allí, se ha manifestado en consonancia con la posición adoptada por los obispos, jesuitas y demás religiosos y religiosas venezolanos.

El general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, SJ., respaldo la postura de la Iglesia venezolana en contra de la Constituyente, y subrayó que los obispos «asumen posiciones comunes muy valientes».

El jesuita, nacido en Caracas, respaldó la posición del Episcopado, la Compañía de Jesús y otros religiosos en el país, que han clamado por los ciudadanos «que sufren y carecen de las condiciones básicas» para vivir, y llamó al diálogo.

«Me gustaría unirme a las voces, las intenciones y las posiciones que han tomado los obispos venezolanos, que están muy unidos entre sí como Conferencia Episcopal como los jesuitas de Venezuela y otros hombres y mujeres religiosas del país», afirmó Arturo Sosa.

«La gente en este momento están sufriendo porque carecen de las condiciones básicas para la vida, ya que no tiene comida o seguridad en la vida de cada uno; no hay medicinas o una escuela de calidad que funcione, no encuentran lo que es parte de una vida común», objetó el padre Sosa.

«Es necesario compartir el dolor de las personas como una manera de hacer de la política un instrumento real para resolver el problema de la población, los servicios esenciales, y no convertirse en una lucha por el poder o por los privilegios que el poder puede dar a este u otro grupo«, remarcó.

«Por lo tanto, es necesario mantener un auténtico diálogo. Un diálogo que reconozca por primera vez el sufrimiento de las personas y también las diferentes posiciones en esa situación de crisis, es necesario que podamos obtener a través de un negociación honesta y sincera, un programa de unidad nacional que le permite dar prioridad a la resolución de los problemas a causa de la cual millones de venezolanos están sufriendo hoy en día la violencia», amplió Sosa.

Y llamó a los políticos de ese país a «ser personas, personas capaces de hablar y llegar a acuerdos para el beneficio de todos».

Fuente: Religión Digital

Laudato Si. Tecnología + Avaricia = Desastre (3 de 4)

La relación entre tecnología y el concepto de progreso imperante. Un análisis a la luz de la Encíclica Laudato Si.

Por Thomas Reese

Francisco comienza su examinación de la tecnología reconociendo en el Capítulo 3 de su Encíclica que nosotros somos los beneficiarios de dos siglos de avances tecnológicos. “La tecnología ha remediado innumerables males que solían dañar y limitar a los seres humanos,” escribe. Sin embargo, señala que el poder que viene de la tecnología puede ser utilizado por aquellos con conocimiento y recursos económicos para dominar a la humanidad y al mundo entero.

“Necesitamos pensar en las bombas nucleares que fueron lanzadas a mitad del siglo veinte,” explica, “o la matriz de tecnología que han empleado el Nazismo, el Comunismo y otros regímenes totalitarios para matar millones de personas, por no hablar del creciente arsenal de armas mortífero disponible para la guerra moderna”.

Citando a Romano Guardini, señala que hay una tendencia de creer que cada incremento en poder significa “un incremento del ‘progreso’ en sí mismo” pero en realidad “el hombre contemporáneo no ha sido entrenado para utilizar el poder bien.” el Papa Francisco explica que “nuestro inmenso desarrollo tecnológico no ha estado acompañado por un desarrollo en responsabilidad, valores humanos y conciencia”.

Francisco es especialmente crítico de un paradigma tecnocrático indiferenciado y unidimensional donde el mundo (incluyendo a los seres humanos y los objetos materiales) es visto como algo sin forma, completamente abierto a la manipulación. El objetivo es extraer todo lo posible de las cosas mientras la realidad es ignorada.

Esto lleva a economistas, financieros, y expertos en tecnología a aceptar la idea de un crecimiento ilimitado “basado en la mentira de que hay un suministro infinito de los bienes de la tierra, y esto lleva al planeta a que sea exprimido hasta secarlo más allá de cualquier límite”.

En resumen, Francisco no piensa que los productos tecnológicos sean neutrales. Más bien, “ellos crean un marco que termina condicionando los estilos de vida y moldea las posibilidades sociales junto a los lineamientos dictados por el interés de ciertos grupos poderosos”.

El Papa guarda sus palabras más fuertes para los intereses económicos que “aceptan cada avance en tecnología con el fin de lucro, sin preocuparse por su impacto potencialmente negativo en los seres humanos.”

En Laudato Si, esta es la causa de nuestra crisis económica y medioambiental actual. Lo que se necesita es una visión más amplia donde “la tecnología está dirigida principalmente a la resolución de los problemas concretos de las personas, verdaderamente ayudándolos a vivir con más dignidad y menos sufrimiento.” La tecnología debe servir a la humanidad, no al mercado.

“Nadie está sugiriendo un retorno a la Era de Piedra”, afirma, “pero necesitamos ir más despacio y ver la realidad de una manera diferente, apropiarnos del progreso positivo y sostenible que ha sido realizado, sino también recuperar los valores y los grandes objetivos barridos por nuestros delirios de grandeza sin límites”.

“Una vez que el ser humano se declare independiente de la realidad y se comporte con absoluto dominio, los fundamentos mismos de nuestra vida comienza a desmoronarse,” Francisco cree. En lugar de ser un cooperador con Dios en la obra de la creación, citando a Juan Pablo II, dice, “el hombre se coloca a sí mismo en el lugar de Dios y con ello termina provocando una rebelión de la parte de la naturaleza”.

Para Francisco, “la actual crisis ecológica es una señal pequeña de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad.” La humanidad “no puede presumir de sanar nuestra relación con la naturaleza y el medio ambiente sin curar todas las relaciones humanas fundamentales” incluyendo nuestras relaciones con otros y con Dios.

En los últimos Capítulos del Laudato Si’ él expondrá su respuesta a la crisis medio ambiental, pero incluso en el Capítulo 3, nos muestra su apoyo a una economía que favorece a la diversidad productiva y a los pequeños productores.

Sin embargo, el Papa reconoce que los pequeños agricultores y productores están amenazados por las economías de escala y por la dificultad que ellos enfrentan en la vinculación con los mercados regionales y globales porque la infraestructura de ventas y de transporte está orientada a los grandes negocios.

Pide el apoyo a los gobiernos para tales productores pequeños. “Para garantizar la libertad económica de la que todos puedan beneficiarse de manera efectiva”. Encuentra a los llamados por “la libertad económica” ser falsos cuando “las condiciones reales real le impiden a muchas personas acceso real a la misma”.

Las palabras de Francisco acerca de la dominación tecnológica, del enfoque unilateral sobre los beneficios, y sobre el relativismo práctico son proféticas y desafiantes. Ellas van en contra de muchas presuposiciones culturales estadounidenses. El Papa Francisco no cree que la tecnología y el mercado suministrarán mágicamente la solución a los asuntos sociales y ambientales, en lugar de ser parte del problema.

Por otro lado, cree que la tecnología puede y debe ser utilizada para mejorar la suerte de la humanidad y que los empresarios están llamados a una vocación noble, que está en servicio del bien común.

Fuente: Teología Hoy

 

El Negocio de Explotar a las Personas

Sobre el negocio de la Trata Ilegal de Personas en Argentina.

Por Sabrina Kenis.

La Trata de Personas es un delito que, en la última década, se ubica entre las dos mayores formas ilícitas de carácter lucrativo junto con el tráfico de drogas a nivel mundial. Las estadísticas muestran que el 49% son mujeres, el 18% hombres, el 21% niñas/adolescentes y el 12 % niños/adolescentes, según surge de los informes publicados por Naciones Unidas.

De esta manera, las mujeres y las niñas suelen ser explotadas, preferentemente, con la finalidad de matrimonios forzados y esclavitud sexual; mientras que los hombres y los niños suelen serlo mediante el trabajo forzado en el sector minero, rural, textil, como soldados y/o esclavos.

Hoy existen nuevas modalidades que son detectadas a nivel mundial y comienzan a presentar un crecimiento desmesurado, como la explotación con la finalidad de obtener niñas mulas, pornografía infantil, matrimonio forzado o adopción ilegal.

Lamentablemente, nuestro país no resulta ajeno a esta realidad. De hecho se ha consolidado como país de origen, tránsito y destino de la trata de personas, tanto en su dimensión interna como trasnacional; esto significa que con el transcurso del tiempo se consolida como Estado permeable a la presencia de redes de trata de personas.

Argentina se encuentra dentro del 85% de los países que ha criminalizado el delito, lo que demuestra esfuerzos significativos en la lucha contra la trata de personas, en particular a partir de la federalización del mismo. Sin embargo, es unánime el reclamo de organismos supranacionales en relación al escaso índice de sentencias condenatorias, el cual se mantiene muy bajo, sin dejar de mencionar que las víctimas no siempre reciben la protección y los servicios que los países están obligados a proporcionarles.

La recomendación de Naciones Unidas es clara. Existe una necesidad concreta de invertir más recursos para identificar y asistir a las víctimas, así como en mejorar las acciones del sistema de justicia penal para detectar, investigar y procesar judicialmente con éxito los distintos casos.

En el mismo sentido, son las conclusiones arribadas en el “V Congreso Latinoamericano sobre Trata y Tráfico de Personas y Tráfico” organizado por la Pontificia Universidad Católica de Perú y la Organización Observa La Trata y Capital Humano Social Alternativo (CHS) que tuvo lugar a mediados de junio en Lima.

Las reflexiones a las que se arribaron intentan contribuir y fortalecer las agendas nacionales e internacionales, y debieran ser tomadas en cuenta por los diferentes actores en las orbitas nacional como provinciales.

Cualquier política pública que pretenda luchar contra este terrible flagelo requiere de una real dimensión que equipare las medidas tendientes a la represión del delito -mirada jurídica-, y las destinadas a la asistencia -mirada sociológica, con especial enfoque en los Derechos Humanos-.

La voluntad política no es suficiente. Son muchos los obstáculos que se interponen. La falta de presupuesto, las dificultades para su atención y asistencia; que se agravan por la falta de sensibilización y conocimiento por parte de los diferentes responsables de aplicar las políticas públicas. La complicidad de los funcionarios políticos, autoridades del Estado y policiales, con el sujeto activo del delito; la falta de mecanismos de información, concientización, y sensibilización; la inaplicabilidad de protocolos y modelos de actuación con los operadores de justicia y del Ministerio Público Fiscal, y las instituciones de asistencia a las víctimas.

La corrupción e impunidad. La falta de información, o su existencia de manera poco rigurosa y base de datos poco confiables y sin actualizar, agravadas por no existir parámetros uniformes dentro del régimen federal, que no permiten identificar de manera cuantitativa la incidencia del delito y el acceso a la justicia.

Si bien se advierten notables avances en el diseño e implementación de los instrumentos jurídicos y las acciones del Estado, resultan insuficientes ya que no se concretan o materializan en programas reales para la restitución y ejercicio pleno de los derechos de las víctimas de trata de personas.

Fortalecer el diálogo y propender a una articulación regional, nacional y provinciales como herramienta de trabajo operativo es una acción impostergable y pendiente en Argentina para combatir esta violación extrema de los derechos humanos. Es momento de combatir la indiferencia.

Prensa UCC

 

Ante la Violencia

La Facultad de Filosofía y Humanidades de la U. Católica de Córdoba (UCC) organizó unas Jornadas Intedisciplinarias bajo el título de “Violencias”, con el objetivo de reflexionar sobre las diferentes dinámicas violentas que vemos a diario y experimentamos en nuestras vidas.

Por Pablo Rivarola

Nuestra Facultad de Filosofía y Humanidades organizó las XV Jornadas Interdisciplinarias y VI Jornadas de Psicología. La decisión de nombrarla bajo la sola palabra “Violencias” no es una elección inocente o ingenua, por el contrario, debemos comprenderlo desde la complejidad a la que tal palabra nos convoca.

Es fundamental que todos los tipos de violencias sean puestos de manifiesto y que logremos identificar aquellas conductas que indefectiblemente son violentas, porque las hemos naturalizado y en muchas oportunidades son aceptadas sin consideraciones negativas. ¿O es que acaso los espectadores de los programas televisivos, rechazan las permanentes respuestas agresivas que unos y otros allí se profieren? ¿Y las burlas que se realizan en las redes sociales, que son compartidas casi sin mediar un momento de reflexión sobre sus consecuencias? Consecuencias que muchas veces son mortales en el caso de los niños y adolescentes al ver el rechazo que la comunidad virtual hace de ellos.

Lo que debemos tener presente no es solamente aquello que puede ser judicializado en el marco de las violencias sino, ser capaces de reconocer individualmente cuál es nuestro nivel de tolerancia hacia el otro, aquellas respuestas que tenemos ante las diferentes personas con quienes interactuamos, aún nuestros seres más próximos. En diciembre de 2013 vivimos en Córdoba una de las experiencias de mayor extrañamiento hacia los demás que pudimos concebir, sentir la desprotección ante todo, la ausencia de todo orden, pero lo peor fue reconocer aquello de lo que es capaz nuestro semejante y lo que el miedo puede producir en el “buen vecino”. Nos preguntamos: ¿Hubo un aprendizaje de aquello? Porque es central detenernos y reflexionar sobre cada acontecimiento violento, tener la posibilidad de conocer y comprendernos como sociedad. De nada sirven las estadísticas sino gestionamos aquellos factores que las favorecen.

En estos últimos meses, en el desarrollo de un estudio sobre el desistimiento delictivo, he tenido la posibilidad de realizar entrevistas en profundidad con jóvenes que habían cometido delitos y no volvieron a reincidir. Podría decir que en la gran mayoría de ellas/os había un factor común que se repetía y que había sido el generador del cambio: sentir la confianza de alguien. Y este sentir se trata de un sentir pleno, no del apoyo condicional, sino el poder reconocer verdaderamente que hay alguien para quienes realmente importan. Hace unos días pude escuchar al Dr. Nasio, reconocido psicoanalista argentino radicado en Francia, que hablaba justamente de ello. Decía que el secreto en el tratamiento era el poder “conmoverse” con el paciente, sentir con el otro. Es precisamente los mismo que las/los jóvenes estaban rescatando en relación a sus propias vidas, alguien estaba allí para reconocerlos y acompañarlos.

Considero que este tipo de jornadas destinadas a profesionales de la salud mental, es el espacio propicio para preguntarnos por nosotros mismos, y por aquello que podemos hacer por los demás desde cada lugar que ocupamos, como así también comprometernos realmente con aquellos que nos requieren.

Fuente: Prensa UCC

Los Atentados de Cataluña y la Religión

Análisis sobre los atentados en Barcelona

Por Raúl González Fabre

Los atentados asesinos de Barcelona y Cambrils tienen que ver con la religión. Son una blasfemia, como lo es siempre matar en nombre de Dios. Pero una blasfemia es un hecho religioso; no pertenece, pongamos por caso, al terreno de la agricultura sostenible.

Estrategia política y motivación religiosa

Por otra parte, los atentados terroristas forman parte de una estrategia política. Suele tratarse de una estrategia relativamente simple. El terrorista causa gran daño económico y luto personal con dos objetivos:

obligar a la población a tomar posición con o contra su causa, esperando que muchos lo tomen sólidamente a favor, impresionados por que esa causa parezca lo bastante valiosa para matar y eventualmente morir por ella;

forzar a un enemigo militar y políticamente más fuerte a negociar sus términos.

En los atentados yihadistas en Europa y Estados Unidos, es difícil reconocer la estrategia política, a no ser que se dirija solo a la población musulmana local y/o tenga objetivos políticos solo respecto a los países musulmanes (donde han realizado masacres con gran frecuencia).

La posibilidad de que poblaciones nacidas modernas acepten su versión particularmente cerrada de culturas rurales del Medio y Lejano Oriente, es nula. Para empezar, nuestras amigas y compañeras no se dejarían, ni nos dejarían a nosotros. Y tampoco tienen sentido estratégico para forzar ninguna negociación con Occidente, porque precisamente este yihadismo es maximalista: no pretende negociar nada, sino meramente imponer.

De hecho, bien podría ocurrir que la estrategia política de fondo del yihadismo sea nihilista: no ganar voluntades ni forzar negociaciones, sino acabar con un mundo en que no hay sitio para su proyecto. De eso en Europa ya tuvimos hace un siglo el avatar del terrorismo anarquista, que no parece haber llevado al anarquismo sino más bien a lo contrario: Estado y propiedad privada hasta en la sopa.

El yihadismo consiste pues en una cierta combinación de estrategia política con motivación religiosa. Como la estrategia política resulta difícil de entender (o quizás simplemente no exista), es lógico que nos quedemos solo con la motivación religiosa. Esa al menos sí podemos identificarla.

Matar por el Poder

Matar por el poder es un gran pecado. Si se hace en nombre de Dios, constituye además una blasfemia. Prácticamente todas las grandes religiones, o grupos relevantes dentro de ellas, han sostenido en distintos tiempos una conexión teológica entre experiencia religiosa y poder político, que les han llevado a cometer esa blasfemia. No accidentalmente, sino porque en vez de infundir la lógica contemplativa de lo divino en el manejo del poder, han llevado la lógica eventualmente violenta del poder a la imposición de creencias y estructuras religiosas.

En Occidente, después de las guerras europeas de religión de los ss. XVI y XVII, se consiguió básicamente separar religión de poder político. Quedó la tarea de civilizar al poder político limitando su uso de la violencia, en la cual hemos hecho avances pero todavía tenemos mucho camino pendiente. Al menos, ya no ocurre que los agentes políticos occidentales maten en nombre de Dios.

Desafío Teológico

La separación entre experiencia religiosa y poder político es más fácil teológicamente cuando ya estaban separados en el origen de la religión, o sea, cuando los primeros líderes de la religión no tenían roles ni pretensiones políticas. Claramente así ocurrió con Jesús y con Buda. La separación teológica resulta más difícil cuando, como ocurre en el Islam y en otros casos, los fundadores de la respectiva religión eran también líderes políticos.

Pero más difícil no significa imposible: la mayor parte de los musulmanes tanto en los países donde son mayoría como donde son minoría, actúan de hecho como si la religión solo constituyera una inspiración para la política, sin pretensión teológica de establecer teocracias, ni blasfemias de matar en nombre de Dios.

Evidentemente, para evitar esto último, ayudaría deslegitimar teológicamente la teocracia, y eso todavía no está bien hecho en todo el Islam.

Criminalizar poblaciones

Pero las personas no deben ser juzgadas por su teología sino por sus prácticas. Los terroristas son los terroristas en concreto, y sus cómplices son quienes les ayudan a realizar actos asesinos. No tiene sentido criminalizar a poblaciones que no comparten su estrategia política ni consideran que su religión sea un motivo para matar. Exactamente por la misma razón que en su momento no tenía sentido criminalizar a los independentistas vascos porque ETA matara, si ellos mismos ni mataban, ni apoyaban a los asesinos, ni hubieran estado nunca dispuestos a hacerlo, porque eran personas decentes.

Criminalizar a una población por su teología, por el contrario, juega en el primer punto de la estrategia política terrorista, porque el injustamente criminalizado se siente tratado como enemigo. Es más fácil entonces que tome partido con el otro bando. En España conseguimos evitarlo después de los atentados de 2004, y queremos volver a conseguirlo después de los de ayer.

Musulmanes y occidentales

Ello tiene mayor relevancia por el riesgo de que la estrategia política detrás de los atentados en Europa tenga que ver con las luchas por el poder en algunos países musulmanes; básicamente la única forma en que tendrían sentido y engancharían con los numerosos atentados yihadistas en el mundo musulmán.

Si me presentan a un señor protestante de Badajoz, no supongo que él o su iglesia tengan una posición sobre la política exterior de Holanda. Es necesario, y probablemente ocurrirá aquí en pocas generaciones como sucede entre los muchos musulmanes negros de Estados Unidos, que ser musulmán español no suponga alguna afiliación indirecta con las políticas exteriores de Arabia, Marruecos, Irán o Turquía, o con grupos subversivos contra los respectivos regímenes. Difícil, pero tampoco imposible. Sería otra manera de desligar religión de poder político en el sentido más fuerte de su ejercicio.

El camino de nuevo es la mayor integración, no la segregación o la exclusión de las poblaciones musulmanas en Europa. Segregación y exclusión facilitan la construcción y el traspaso generacional de identidades basadas fundamentalmente en la religión. Con ello hacen a los jóvenes más vulnerables a quienes usan las motivaciones religiosas dentro de estrategias políticas, eventualmente también de estrategias asesinas.

Estamos en guerra

Finalmente, los atentados nos muestran un hecho obvio: estamos inmersos en una guerra global, de la cual no vamos a salir meramente retirando tropas de aquí o allá. Tampoco mandando más tropas o bombardeando algún poblado remoto. Es cosa más compleja.

Esta guerra forma parte de la globalización (‘part and parcel’ se diría en inglés). La globalización establece nuevas reglas de juego que además son continuamente cambiantes, por razón del acelerado avance tecnológico. En ese panorama fluido, cada persona y cada pueblo debe buscar su lugar, un lugar donde pueda vivir decentemente él mismo y convivir con los demás. La guerra yihadista pertenece a esa dinámica, como otras guerras antes. Enseña trágicamente que el problema del mundo no está resuelto. No justifica la respuesta yihadista; muestra solo que la pregunta sigue sangrantemente abierta.

Resolver ese problema es en primer lugar responsabilidad de cada cual, no puede hacerse por entero desde afuera. Esto no tiene sustituto: el gran desafío del terrorismo yihadista es para el Islam en general, y para los pueblos musulmanes en particular. Y el terrorismo yihadista en Europa constituye primero un desafío para los musulmanes que viven en Europa. Se necesita su acción positiva frente a él, porque no se trata de un no-Islam sino de una blasfemia contra el Islam.

Pero en segundo lugar, no podemos desentendernos del problema de la globalización para los demás. No es solo que el cristianismo no nos dejaría (todos somos hijos de Dios por igual) sino que además resulta fácticamente imposible en un mundo globalizado (caracterizado por lo que ya hace cincuenta años Paulo VI llamaba ‘la interdependencia‘). La idea de que nosotros podemos resolver nuestro problema y que los demás se apañen como puedan, es a la vez inmoral y estúpida.0

Siendo cierto que la responsabilidad primera es de quienes no han hallado un lugar decente en la globalización, y también que los demás no podemos desentendernos, nuestro rol obvio es ayudarles a resolver ese problema. Las poblaciones en dificultades deben experimentar en la práctica que pueden contar con nosotros para encontrar respuestas a sus desafíos pendientes, que son también desafíos pendientes nuestros. Contar con nuestras personas, nuestras organizaciones y nuestros gobiernos.

Al final, estar al lado de las poblaciones en problemas para encontrar su lugar para contribuir hoy a la gran aventura humana, no supone justificar indirectamente el terrorismo yihadista, sino precisamente lo contrario: luchar contra él. Es mostrar con la práctica de la fe que se ocupa del otro, hasta qué punto matar por motivaciones religiosas constituye una blasfemia.

Y eso no quita que estemos en guerra: no dejamos de llorar a los asesinados y heridos en cada atentado, ni de apoyar a las fuerzas de seguridad que persiguen a los criminales, ni de pedir a las policías que intenten evitar próximos atentados.

Una guerra necesita valor para no dejarse llevar por el miedo, ni hacia la cesión ni hacia la injusticia, aunque los asesinados sean civiles que hubiéramos podido ser nosotros o nuestros amigos. Pero se trata de una guerra en que los enemigos son los terroristas y sus cómplices, no los musulmanes.

Fuente: Entre Paréntesis

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 10 de Septiembre

Evangelio según San Mateo 18, 15-20

Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”.

Reflexión del Evangelio – Por Gustavo Monzón SJ 

Jesús elige gente para su misión y los motiva para formar una comunidad. Esta grupo se basa, como nos recuerda Pablo, en el deber del amor mutuo. Esto es una deuda que le hace sentido en la constitución del grupo, y nos lleva una responsabilidad de cuidarnos unos a otros. La realidad de amarnos unos a otros, es muy difícil, en la medida que los seres humanos, heridos con el pecado original, no hacemos el bien que deseamos y hacemos el mal que no queremos. Por esta realidad, es que en el interior de la comunidad se necesita la necesidad de corrección ante los desvíos que cometemos en nuestro caminar cristiano. Eso lo sabe Jesús desde los inicios, y, en el evangelio que la liturgia de la Iglesia nos invita a rezar, reconoce, por una parte, la posibilidad de que existan conflictos al interior de la comunidad, por la otra, un modo de corregirlos y de seguir adelante.

 Es importante notar que este pasaje, se ubica en una sección del evangelio de Mateo en donde se prepara a los discípulos para que reconozcan que el ser Mesías de Jesús, pasa por la entrega y el abandono en la cruz. Este modo de salvación, lleva al Señor a presentar las actitudes que tiene que haber al interior de la comunidad: cuidarse de la grandeza, evitar el escándalo, atender a los pequeños y como actuar frente a los errores de los hermanos.

 Para Jesús, el corregir al hermano no tiene como intención el castigo, sino que se convierta y su vida se inserte en la Alianza, recuperando la relación amorosa entre Dios y su pueblo, como nos recuerda el profeta Ezequiel. Con la dinámica de corrección fraterna que Jesús confía a la comunidad, al punto de atar en el cielo lo que quede atado en la tierra, Dios quiere la salvación de todos. La corrección fraterna, no es un ejercicio para ser un “superapóstol inmaculado” sino una invitación a reconocerse discípulo que va en camino junto con otros en el seguimiento del Señor.

 En un contexto de individualismo y “sálvese quien pueda”, la invitación de Jesús es que confiemos que no estamos solos, que veamos en la comunidad un regalo para el camino de fidelidad a aquel que nos llamo y nos anima en a seguir adelante.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe