Experiencias de Noviciado: inserción en otras comunidades I

Desde Montevideo, los novicios de segundo año comparten con nosotros sobre su experiencia comunitaria de este último tiempo.

Desde el 25 de junio, tres novicios de segundo año, Diego Aguilar, Guillermo Jauregui y Carlos Núñez, estamos realizando la experiencia de comunidad en la Parroquia Na. Sra. de Fátima, en el Cerro de Montevideo.

Esta experiencia está siendo un tiempo privilegiado para conocer más hondamente la misión de nuestros compañeros, el modo de vida de una comunidad apostólica y para acercarnos a la realidad de los hermanos más necesitados, dado el contexto del barrio en el que está inserta la comunidad. En ese sentido, estamos colaborando en diferentes frentes pastorales. Por un lado, participamos de las actividades de la parroquia, impulsando la conformación del MEJ, acompañando al movimiento Scout y fortaleciendo el apoyo al cercano asentamiento “El caño”. Por otra parte, también estamos dando una mano al centro “La Esperanza” de Fe y Alegría, donde colaboramos en el apoyo escolar y en espacios de reflexión con adolescentes, entre otras tareas que el centro requiere.

Así como nos dejamos afectar por estas realidades, el encuentro  con las diferentes personas -y sobre todo con Dios, presente en todas las cosas-, también está siendo muy significativo poder contemplar la tarea nuestros compañeros. Yolo, en su rol de superior, marcando los ritmos de la comunidad, preocupándose por el bienestar de todos e invitándonos a familiarizarnos más con el modo de proceder de la Compañía. Rubén como párroco, en su modo de pastorear y generar vínculos y puentes entre distintas realidades; familias y voluntarios del colegio, laicos de la parroquia, y personas del barrio en situaciones vulnerables, que se acentuaron en este tiempo de pandemia. Nacho, en su tarea de ministro, atento a las necesidades de la casa y a los detalles que hacen a la convivencia más amena y cercana.

Continuamos agradecidos y animados por tanto bien recibido en esta experiencia de conocimiento mutuo que nos regala la Compañía. Nos encomendamos a sus oraciones, para que el Señor siga configurando nuestros deseos de seguirle, buscando y hallando su voluntad.

Tercera Probación: testimonios en clave de agradecimiento

El pasado 31 de julio, el grupo de Jesuitas que se encontraba en Cochabamba, Bolivia, culminó con la etapa de la Tercera Probación. La experiencia comenzó a principios del mes de Febrero, y durante seis meses transitaron este último periodo de formación como jesuitas, en el que se busca revivir el carisma fundacional de la Compañía de Jesús y del camino recorrido en ella como hermanos o como sacerdotes. A modo de cierre y agradecimiento, cada uno de ellos comparte brevemente con nosotros lo que ha significado esta experiencia de la Tercera Probación. Así lo introduce Emmanuel Sicre, SJ de la Provincia Argentino Uruguaya:

«En el día de San Ignacio terminamos, después de seis meses, nuestra Tercera Probación en Cochabamba. Estamos realmente agradecidos por lo vivido en este tiempo tan especial para nosotros y para todo el mundo dada la situación que la pandemia. Les queremos compartir unos breves testimonios de lo que ha significado esta experiencia y agradecerles a quienes nos han acompañado con su oración, cercanía y afecto. Que todo lo que el Buen Dios hizo por nosotros sea fecundo para el servicio a su Pueblo. Bendiciones. «

  • Enrique, SJ. México. 

“Para mí la Tercera Probación fue alegría por experimentarme perdonado, amado y enviado en Compañía al servicio de la fe y la justicia”.

  • Edilberto, SJ. Brasil 

“Para mí la Tercera Probación fue la oportunidad de reconocer mis limitaciones, gustar la gracia y generosidad de Dios para conmigo y de reconocer mis dones, para responder a su llamado a seguirlo”.

  • Rodrigo, SJ. Uruguay

“Para mí la Tercera Probación fue una invitación de Dios para acoger amorosamente mi vida y abrazar su invitación a consagrarla a los pobres junto a Jesús y al cuerpo de la Compañía.”

  • Agustín, SJ. Argentina. Instructor. 

“Para mí la Tercera Probación significó seguir a Jesús en la incertidumbre de lo provisional”.

  • Giuseppe, SJ. Italia. 

“Para mí la Tercera Probación fue la profunda experiencia de vivir una renovada intimidad con el Señor, que me llama a estar con él y me envía a hombres y mujeres para consolarlos, reconciliarlos y compartir mi vida con los más vulnerables.”

  • Òscar, SJ. España. 

“Para mí, la Tercera Probación ha supuesto mayor realismo en mi amor al Señor, en su Compañía, para construir su Reino, en comunidad y con humildad, ayudando a crecer a aquellos que más lo necesitan.”

  • José, SJ. México. 

“Para mí la Tercera Probación fue un espacio de conversión, de volver a intimar con Dios, con la comunidad, con la misión de transformar lo inhóspito en paz.”

  • Deyvi, SJ. Perú. 

“Para mí la Tercera Probación ha sido un tiempo de volver a lo fundamental de la vocación jesuita: la pasión por Dios, por el mundo y en particular por los que más sufren. También ha sido un tiempo para reafirmar el valor que tiene la amistad entre nosotros los jesuitas.”

  • Emmanuel, SJ. Argentina. 

“La Tercera Probación ha sido una oportunidad privilegiada para tomar contacto con el amor desbordante de Quien me ha llamado -aún con toda mi fragilidad y quizá por ella- a servir y donarme por el Reino en comunidad.”

  • Marcos, SJ. Brasil 

«Para mí la Tercera Probación significó “bajar a la casa del Alfarero” (Jr 18,2) para dejarme moldear al modo de Jesús, de la Compañía y de su misión de reconciliación y justicia.»

 

 

 

 

 

 

La comunidad jesuita en Beirut

La comunidad jesuita universitaria en Beirut ha sufrido algunos daños materiales y ningún jesuita está afectado de gravedad, a pesar de la cercanía de esta con el epicentro de la explosión que se produjo en dependencias portuarias en el día de ayer.

Compartimos la traducción del mensaje enviado por un compañero de la comunidad:

“Hola a todos. Gracias por su interés y sus oraciones. Estamos todos bien en Beirut. Algunos rasguños menores. Nada serio. Sin embargo, los daños más importantes los sufrimos en nuestras dos residencias, edificios universitarios y escuelas. Serán evaluados en los próximos días. La primera tarea es limpiar todas las ventanas y puertas rotas, hacer los edificios seguros de un eventual pillaje y de la toma de inventario. La ciudad está en un estado terrible. Nunca he sido testigo de una explosión como esta.”

El Líbano integra la Provincia jesuita de Próximo Oriente y Magreb, junto con Argelia, Egipto, Irak, Jordania, Marruecos, Siria, Tierra Santa y Turquía. La Compañía allí dirige obras educativas -desde educación inicial hasta universitaria-, dirige un centro de espiritualidad y Casa de EE. Además de acompañamiento espiritual y a comunidades CVX, el Servicio Jesuita a Migrantes asiste a trabajadores migrantes. En Beirut también la Compañía tiene una casa editorial que ofrece publicaciones en idioma árabe.

La Universidad St. Joseph’s de esta capital –situada a tan sólo 2000 mts del epicentro de la explosión- es donde el recordado P. Kolvenbach SJ residiera antes y después de sus años como Superior General.

Desde la Provincia Argentino Uruguaya, acompañamos y rezamos por toda la comunidad, por las víctimas y el consuelo de sus familiares.

CVX: La espiritualidad ignaciana en la vida de los laicos

En ocasión de la fiesta de San Ignacio, Manuel Martínez, laico uruguayo y secretario ejecutivo de las Comunidades de Vida Cristiana (CVX), cuenta cómo se vive el carisma y la espiritualidad de San Ignacio de Loyola en las comunidades de laicos presentes en todo el mundo.

CVX: ¿Qué es?

«La Comunidad de Vida Cristiana (CVX) es una asociación internacional de cristianos laicos reconocida por la Iglesia Católica. Esto significa que quienes pertenecemos a la CVX nos reunimos en pequeños grupos para compartir la fe, la vida, la misión, discernir, acompañarnos y celebrar juntos. Estamos presente en cerca de 80 países de los 5 continentes. Cada comunidad nacional presente en un país es parte de un solo Cuerpo Apostólico, de una sola Comunidad Mundial.

Nuestro propósito es llegar a ser cristianos comprometidos, dando testimonio en la Iglesia y en la sociedad de los valores humanos y evangélicos esenciales para la dignidad de la persona, el bienestar de la familia y la integridad de la creación.»

Los pilares que identifican a la comunidad

«La pertenencia a un solo cuerpo, que es quien tiene la identidad y que está formado por personas muy diversas, con modos de entender y compartir muy distintos. Pero hay tres pilares, tres dimensiones que forman parte de nuestro tronco común: la espiritualidad ignaciana; la vida comunitaria; y la misión: una misión que reconocemos es la de Cristo encomendada a la Iglesia y que, desde CVX, junto con otros nos encontramos en el camino de la colaboración.»

Lo que une a la CVX con la espiritualidad ignaciana

«El vínculo de la CVX con la espiritualidad ignaciana viene desde los primeros tiempos de Ignacio de Loyola. Él, junto con sus primeros compañeros, fueron creando grupos de laicos, en donde se ponía la persona de Jesús en el centro y reflejaban un claro sentido apostólico. Esas primeras fueron el antecedente de lo que se conocía como Congregaciones Marianas, que, a su vez, en 1967, dan paso al nacimiento de la CVX porque se entendió que así se podría responder más fielmente a los desafíos de nuestra Iglesia en el mundo, después del Concilio Vaticano II.

Es decir, entonces, los Ejercicios Espirituales, que son reconocidos como la fuente específica e instrumento característico de nuestra espiritualidad son parte esencial en la vida de la CVX. De esta experiencia de encuentro con el Señor, por medio de los Ejercicios nace todo y sostiene la dimensión comunitaria y la misión.»

Caminar con San Ignacio 

«San Ignacio es un santo que encarna una experiencia de vida, que es muy humana, que es muy de todos nosotros. El camino recorrido por Ignacio yo creo que interiormente podemos vivirlo todos nosotros de alguna manera u otra, con distintos acentos, pero podemos reflejarnos en su vida. ¿Quién no tuvo experiencia de fracaso o de sueños frustrados? Como fue la herida que sufrió san Ignacio en Pamplona y que tuvo dos efectos: derrumbó los planes que como militar tenía para su vida, y por otra parte, le abrió nuevos caminos que permitieron el encuentro con Dios.

Podemos pensar en este tiempo del Covid-19 y ver cuántos planes previstos al inicio del 2020 han quedado frustrados, han quedado truncados. Y bueno, de alguna manera es volver a preguntarnos “Señor, ¿qué quieres? ¿A dónde quieres llevarnos? Que muchas veces no es un lugar físico, sino algo más interior ir a lo profundo.

Y lo que hacemos en CVX es esto, que esta dimensión espiritual, que es personal, nosotros la compartimos en comunidad, y la compartimos porque estamos convencidos de que es un espacio de crecimiento, que es un espacio de confrontación, un espacio para la corrección fraterna, y porque cuando lo hacemos, aunque muchas veces es trabajoso esto de construir una comunidad, la vida que se comparte se ensancha. Hay una frase muy linda que dice: “comunidad es pensar en el otro, es pensar en lo mejor para el otro, y es pensar juntos en lo mejor de nosotros, para todos los otros”. Un juego de palabras ahí, pero lo que hace también estos conectarnos con nuestra tercera dimensión, que es la misión.»

Una misión sin limites

«Podemos explicar nuestra vida en clave de misión y de servicio. En nuestros documentos se dice que el campo de misionero de la CVX no tiene límites, lo que quiere decir que para los laicos presentes en el mundo nuestra vida es misión ahí donde estemos: con nuestra familia, nuestro trabajo, en la parroquia que estemos. Allí donde estemos, de alguna manera, tenemos que hacer presente a Cristo. Queremos llevar la presencia de Cristo.

La unión con Cristo nos lleva a la unión con la Iglesia, en la que Cristo continúa aquí y ahora su misión salvadora. Haciéndonos sensi­bles a los signos de los tiempos y a las mo­ciones del Espíritu Santo, seremos más capaces de encon­trar a Cristo en todos los hombres y en todas las situacio­nes.»

El discernimiento espiritual en la Asamblea General de 2018

«En 2018 nosotros tuvimos nuestra última asamblea general y ahí renovamos esto, y volvimos a poner en el centro el tema del discernimiento en común, como algo que está en el centro de nuestra misión, que le da unidad al propósito, que alguna manera unifica identidad y Misión. Y eso es básicamente preguntarnos cómo contribuir, del mejor modo posible, a construir un mundo más humano, más digno, más justo.

Hoy estamos llamados a profundizar y compartir esto con otros. Animar a preguntarnos allí donde estamos (en nuestra familia, apostolado, trabajo, comunidad) como contribuir del mejor modo posible a construir un mundo más humano, más digno, más justo. Y mucho más, la experiencia del discernimiento en común es importante, luego del Covid.19. Ahí, la CVX siente que tenemos una responsabilidad. La práctica del discernimiento personal y en común para construir algo nuevo.

Terminaría con esto: vivimos en un tiempo de sobreabundancia de información, de muchísima noticia, bombardeados por muchos lados. Yo creo que, para mí, en este tiempo es bastante significativa la frase de Ignacio “No el mucho saber arte satisface el alma sino el sentir y gustar de las cosas internamente”, es decir, ser profundos allí donde estamos, no querer abarcar todo, si no poder llevar profundidad ahí donde nos toca estar.»

 

Fuente: www.vaticannews.va

Papa Francisco: la trata, una plaga que vulnera la dignidad humana

El pasado 27 de julio, la Conferencia Episcopal Argentina convocó a un conversatorio virtual en torno al Día Mundial contra la trata de personas. Para acompañar la jornada, el Papa Francisco envió un mensaje de aliento y apoyo a las iniciativas que acompañan a las victimas de la trata.

“El tiempo actual está tristemente marcado por una perspectiva utilitarista, que ve al prójimo según criterios de conveniencia y de provecho personal, truncando así el camino hacia la realización de su humanidad, en conformidad con la unicidad y el carácter irrepetible de cada uno”, se lee en el mensaje pontificio.

Erradicar la plaga de la trata

“En medio de esta dramática y persistente situación de mercantilización que es la trata de personas, en sus múltiples formas – continúa el texto – el Santo Padre los anima en su compromiso por la erradicación total de esta plaga. Asimismo, los alienta en su empeño para que sigan trabajando en el rescate de los supervivientes y colaboren decididamente en la construcción de sendas que conduzcan al bien común y la realización plena de la vida humana”. El mensaje concluye con la Bendición Apostólica y la invocación a Nuestra Señora de Luján, Patrona de Argentina.

«Juntos contra la Trata»

El conversatorio virtual titulado “Juntos contra la Trata” se desarrolló el pasado 27 de julio a través de la plataforma Zoom y fue seguido por más de 600 personas. El encuentro contó con la participación de especialistas de organizaciones sociales, religiosas, funcionarios judiciales, del poder ejecutivo y legislativo. Al cierre, el Ing. Emilio Inzaurraga, presidente de la Comisión Nacional de Justicia y Paz, compartió el mensaje del Papa Francisco.

“Este tiempo de pandemia y de aislamiento social obligatorio – informan los organizadores del evento – no impidió realizar una actividad para este día. Por un lado, la oportunidad de conectar con más personas, de diversos lugares, y por el otro la necesidad de concientizar sobre este tema ya que las circunstancias actuales, que lamentablemente dejarán mayor vulnerabilidad, favorecen el aumento de la explotación de personas».

Fuente: www.vaticannews.va

Arturo Sosa SJ: «Estamos llamados a cuidar el presente y el futuro de la humanidad»

El P. General del los jesuitas, Arturo Sosa SJ, reflexiona en torno al rol de la Vida Religiosa en tiempos de pandemia. «La vida religiosa no es necesidad sino gracia, signo gratuito del cuidado del Señor por este mundo en el que habitamos y del que somos coresponsables.»

Por Arturo Sosa, SJ

La pandemia ha mostrado con crudeza la fragilidad de unas estructuras sociales mundiales que descuidan a los seres humanos. Relaciones sociales no solo injustas sino productoras de injusticia y desigualdad en muchas dimensiones de la vida. Descuido que también ha causado un preocupante deterioro del medio ambiente. Sus consecuencias pondrán más claro aún aquellas áreas en las que es necesario producir cambios profundos para promover la participación libre de todos y todas en las decisiones políticas, disminuir la enorme brecha de la pobreza y la desigualdad, ofrecer educación de calidad junto a oportunidades de trabajo creativo a los jóvenes, además de tomarse en serio la restauración del equilibrio ecológico.

A la Vida Religiosa se le abre una oportunidad de volver a sus fuentes carismáticas y recuperar el testimonio profético de una vida animada por el amor de Dios y de entrega servicio de los más vulnerables. La vida religiosa no es necesidad sino gracia, signo gratuito del cuidado del Señor por este mundo en el que habitamos y del que somos coresponsables.

El Covid-19 ha significado una aceleración del cambio de época que vivimos desde hace décadas sin mucha conciencia de la profundidad de la transformación de la vida humana y sin haberle dado la suficiente importancia a los desafíos que la nueva época representa para el anuncio de la Buena Noticia. A la vida religiosa se le abre una oportunidad de anunciar la necesidad y la posibilidad de reaccionar como la única humanidad que somos sin distinción de culturas o religiones.

Desde lo que somos, estamos llamados a cuidar el presente y el futuro de la humanidad, acompañando a los jóvenes, aprendiendo de ellos, renovando el sentido de nuestra vida y misión como personas consagradas. Un cuidado que tiene como prioridad la vida de los descartados, multiplicados exponencialmente en esta pandemia.

La Vida Religiosa está llamada en este momento al cuidado de su experiencia de Dios, que le permite ser receptora y trasmisora de los dones o carismas del Espíritu Santo a la Iglesia y a la humanidad. La Vida Religiosa ha aprendido durante la pandemia cómo el cuidado de los otros y el cuidado de uno mismo está relacionado. Cuidar la vida espiritual es la condición para que nosotros podamos cuidar de los otros y del planeta al modo propio de nuestra vocación carismática.

No podemos suponer que la pandemia ha sido superada. Con ella y sus consecuencias, cuya complejidad aún desconocemos, tendremos que lidiar por un largo tiempo. Como Vida Religiosa tenemos el desafío de discernir dónde nos conduce el Espíritu Santo para ser agentes de las transformaciones profundas que necesita el mundo contribuyendo a la misión de fermento de la historia de la Iglesia de la que formamos parte. Queremos una Vida Religiosa conducida por el Espíritu Santo al servicio de los más necesitados plenamente integrada al cuerpo de la Iglesia de Jesucristo.

 

Fuente: www.vidanuevadigital.com

Un antiguo nuevo modo de vida

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de agosto.

Rafael Velasco, SJ – Provincial de Argentina y Uruguay

Cuando los apóstoles son liberados de una de sus primeras prisiones, el mensajero de parte de Dios les dice: “Vayan y anuncien todo lo que se refiere a este nuevo modo de vida.” (Hch. 5, 20) Para la primera comunidad, el cristianismo era eso: un nuevo modo de vida. Este se ilustra así: “Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.” (Hch. 2, 42 – 47) Más allá de la idealización, la convicción apostólica era que el evangelio se transmitía por la predicación, pero lo que convencía era el testimonio del estilo de vida. Esta es la base misma del Cristianismo sin toda la hojarasca del tiempo, los dogmas, los cánones, las liturgias y los planes pastorales…

La CG 36 retoma esta intuición al hablar de Vida y Misión; no ya de identidad y misión. Y en el decreto 1 después de describir el mundo con sus luces y sombras y señalar nuestra misión de reconciliación y justicia, lo primero que hace es hablar de la necesidad de “una comunidad de discernimiento con horizontes abiertos”. No habla primero de lo que hay que hacer, de obras apostólicas (de eso hablará más adelante). Habla de comunidad, de vida en común, de un modo de vida. Comunidades encarnadas en cercanía real con los pobres, discerniendo la misión, y testimoniando el amor de Dios siendo por eso ella misma misión. La Misión va estrechamente unida a “este nuevo modo de vida”

Tal vez, en este proceso de revisión del PAC y la preparación del PAC2, debamos reflexionar sobre esto un poco más. Las comunidades jesuitas están llamadas a ser “hogares para el Reino” (D1, 13), y las obras apostólicas deberían ser comunidades de vida y discernimiento para anunciar el Reino. Este proceso se da además, en tiempos de pandemia que ponen en cuestión la “antigua normalidad” es decir el antiguo modo de vida. Solemos repetir esto mirando hacia afuera –este orden mundial injusto e inequitativo-, pero también deberíamos decírnoslo a nosotros: nuestra antigua normalidad comunitaria y apostólica ¿no debería ser replanteada también? 

En estos tiempos de aislamiento los jesuitas hemos revalorizado la vida comunitaria. Sería bueno profundizar ¿qué hemos aprendido? Y ¿quiénes han sido nuestros maestros? Particularmente creo que deberíamos mirar una vez más a nuestros maestros principales: los pobres. En estos meses he visto a gente muy pobre compartir lo poco que tenían en ollas populares, en comedores barriales, en merenderos. Gente mayor arriesgando su vida para cocinar para que pudieran comer otras familias, pequeños almaceneros dando de su propia mercadería para que las familias más pobres del barrio comieran, mujeres madres que a pesar de pasar necesidad decían: “padre la caja con alimentos que me va a dar a mí désela a la de aquella familia que tiene cuatro niños y no tienen nada”. Resuena el “nuevo modo de vida”

¿Qué dice este “nuevo modo de vida” a nuestras redes apostólicas en las que colaboramos laicas, laicos y jesuitas? Creo que deberían ser más comunidades de discernimiento que estructuras de planificación y más que una agenda deberían tener un itinerario espiritual del que surjan opciones más evangélicas; deberían alimentar una espiritualidad de la que surjan iniciativas marcadas por la creatividad del Espíritu que no se deja vencer en imaginación. Tal vez, digo, nuestras redes deberían ser más comunidades de aprendizaje, de compartir, de discernimiento. Espacios en los que sin tanta agenda podamos orar más juntos, y desde ese espíritu escuchar “lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Más que nunca es actual el “canto del cisne” del Padre Arrupe: “Diré una cosa más, y por favor no lo olviden. Recen. Recen mucho. Los esfuerzos humanos no resuelven problemas como estos. Les estoy diciendo cosas que quiero enfatizar, un mensaje -tal vez sea este mi último canto para la Compañía-. Oramos al principio y al final, ¡somos buenos cristianos! Pero nuestras reuniones de tres días, si utilizamos la mitad del día en oración sobre las conclusiones que esperamos encontrar, o sobre nuestros puntos de vista, tendremos «luces» muy distintas. Y alcanzaremos unas síntesis muy distintas – a pesar de puntos de vista distintos- puntos que nunca podríamos encontrar en libros ni alcanzar a través de discusión.”

Las estructuras de este mundo injusto se transformarán si se transforman los corazones. Y en esa transformación Dios suele obrar por la fuerza de la palabra y de las obras, pero sobre todo con la fuerza arrasadora del ejemplo. Por eso en tiempos de “nueva normalidad” el envío siempre antiguo y siempre nuevo sigue en pie para nosotros Cuerpo Apostólico de América Latina y el Caribe: “Vayan y anuncien todo lo que se refiere a este nuevo modo de vida”.

Vaticano: la comunidad parroquial renovada al servicio de la evangelización

La Congregación para el Clero dio a conocer hoy la Instrucción “La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia”, promulgada el pasado 29 de junio en el que se abordaron los diversos proyectos para la reforma de las parroquias, entre la falta de vocaciones y un compromiso renovado de los laicos para anunciar.

El documento trata el tema de la pastoral de las comunidades parroquiales, de los diferentes ministerios clericales y laicos, con el signo de una mayor corresponsabilidad de todos los bautizados.

El texto recuerda, fundamentalmente, que “en la Iglesia hay lugar para todos y cada uno puede encontrar su lugar” en la única familia de Dios, respetando la vocación de cada uno.

El Dicasterio para el Clero, a petición de diversos obispos, sintió la necesidad de elaborar un instrumento canónico-pastoral relativo a los diversos proyectos de reforma de las comunidades parroquiales y de reestructuración diocesana, ya en curso o en fase de planificación, con el relativo tema de la unidad y de las zonas pastorales.

El documento, se propone ponerse al servicio de algunas opciones pastorales, ya iniciadas hace tiempo por los pastores y “experimentadas” por el pueblo de Dios, para contribuir a su evaluación y a la adecuación del derecho particular con el derecho universal.

En esta perspectiva se destaca el papel del párroco como “pastor propio” de la comunidad, pero también se valoriza y resalta el servicio pastoral relacionado con la presencia en las comunidades de diáconos, consagrados y laicos, llamados a participar activamente, según su vocación y ministerio, en la única misión evangelizadora de la Iglesia.

El documento no contiene novedades legislativas, pero propone formas de aplicar mejor la legislación vigente, a fin de fomentar la corresponsabilidad de los bautizados y promover una pastoral de cercanía y cooperación entre las parroquias. Lo que emerge, sobre todo, es la urgencia de una renovación misionera, de una conversión pastoral de la parroquia, para que vuelva a descubrir ese dinamismo y esa creatividad que la llevan a estar siempre “en salida”, con la contribución de los bautizados.

Compuesta por once capítulos, la Instrucción podría dividirse en dos áres: la primera (cap. 1-6) ofrece una amplia reflexión sobre la conversión pastoral, el sentido misionero y el valor de la parroquia en el contexto contemporáneo; la segunda (cap. 7-11), en cambio, se ocupa de la distribución de las comunidades parroquiales, los diferentes papeles que se desempeñan en ellas y las modalidades de aplicación de las relativas normas.

La parroquia, “casa en medio de las casas”

Signo de la presencia permanente del Señor Resucitado en medio de su pueblo, la parroquia es “casa en medio de las casas” – se lee en la primera parte del documento – y su sentido misionero es fundamental para la evangelización.

La globalización y el mundo digital han cambiado su vínculo específico con el territorio, que ya no es sólo un espacio geográfico, sino un espacio existencial. Pero es precisamente en este contexto que surge la “plasticidad” de la parroquia, capaz de captar las exigencias de los tiempos y adaptar su servicio a los fieles y a la historia. Por este motivo, la Instrucción subraya la importancia de una renovación en clave misionera de las estructuras parroquiales: lejos de autorreferencialidad y esclerotizaciones, deben centrarse en el dinamismo espiritual y en una conversión pastoral basada en el anuncio de la Palabra de Dios, la vida sacramental y el testimonio de la caridad.

La “cultura del encuentro” deberá ser además el contexto necesario para promover el diálogo, la solidaridad y la apertura a todos: de este modo, las comunidades parroquiales podrán desarrollar un verdadero “arte de la cercanía”. En particular, la Instrucción recomienda el testimonio de la fe en la caridad y la importancia de la atención a los pobres que la parroquia evangeliza y por quienes se deja evangelizar. Todo bautizado debe ser protagonista activo de la evangelización -reitera la Congregación para el Clero- y, por tanto, es esencial un cambio de mentalidad, una renovación interior para que se pueda llevar a cabo una reforma misionera de la pastoral. Naturalmente, estos procesos de cambio deberán ser flexibles y graduales, porque todo proyecto debe situarse en la vida real de una comunidad, sin imponerse desde arriba y sin “clericalizar” el servicio pastoral.

Divisiones parroquiales

La segunda parte de la Instrucción se abre con el análisis de las divisiones parroquiales: en primer lugar, se explica que deberán seguir el factor clave de la proximidad, teniendo en cuenta la homogeneidad de la población y las características del territorio. A continuación, el documento se centra en los procedimientos específicos relativos a la incorporación, la fusión o la división de las parroquias, así como en los relativos a los Vicariatos Foráneos que agrupan varias unidades parroquiales y las áreas pastorales que agrupan varios Vicariatos Foráneos.

El párroco, “pastor propio” de la comunidad

Está al servicio de la parroquia, y no al revés -recuerda la Instrucción- y cuida de las almas. Por consiguiente, el párroco debe haber recibido la Orden del presbiterio; cualquier otra posibilidad está excluida. Administrador de los bienes de la parroquia y su resentante jurídico, el párroco debe ser nombrado por tiempo indeterminado, ya que el bien de las almas requiere estabilidad e implica el conocimiento de la comunidad y su cercanía.

Sin embargo, la Instrucción recuerda que, cuando una Conferencia Episcopal lo establezca por decreto, el obispo puede nombrar un párroco por un tiempo determinado, siempre que no sea inferior a cinco años. Además, una vez cumplidos los 75 años, el párroco tiene el “deber moral” de presentar su renuncia, pero no se retirará del cargo hasta que el obispo la haya aceptado y comunicado por escrito. En cualquier caso, la aceptación siempre será por una “causa justa y proporcionada”, para evitar una concepción “funcionalista” del ministerio.

Los diáconos: ministros ordenados

Una parte del octavo capítulo está dedicada a los diáconos: colaboradores de los obispos y de los presbíteros en la única misión evangelizadora, son ministros ordenados y participan, aunque de manera diferente, del Sacramento del Orden, en particular en el ámbito de la evangelización y de la caridad, incluso en la administración de los bienes, la proclamación del Evangelio y el servicio de la mesa eucarística. No deben ser considerados, por lo tanto, “mitad sacerdotes y mitad laicos”, dice la Instrucción citando al papa Francisco, ni deben ser vistos desde la perspectiva del clericalismo y el funcionalismo.

El testimonio de los consagrados y el compromiso generoso de los laicos

La Congregación para el Clero reflexiona también sobre los consagrados y los laicos dentro de las comunidades parroquiales: de los primeros, se recuerda no tanto “el hacer”, como “el ser testigos de un seguimiento radical de Cristo”, mientas de los laicos se subraya la participación en la acción evangelizadora de la Iglesia y se les pide “un compromiso generoso” para ser un testimonio de vida conforme al Evangelio y al servicio de la comunidad parroquial. Los fieles laicos, por otra parte, pueden ser instituidos lectores y acólitos (o para el servicio del altar) de forma estable, con el rito pertinente, establecida su plena comunión con la Iglesia Católica, de una formación adecuada y de una conducta personal y pastoral ejemplar. En circunstancias excepcionales, podrán recibir otros encargos del Obispo, “con su prudente criterio”: celebrar la Liturgia de la Palabra y el rito de las exequias, administrar el Bautismo, asistir los matrimonios, con previa licencia de la Santa Sede, y predicar en la iglesia o en un oratorio en caso de necesidad. Sin embargo, bajo ninguna circunstancia pueden dar la homilía durante la misa.

Los organismos de corresponsabilidad eclesial

La Instrucción reflexiona también sobre los organismos parroquiales de corresponsabilidad eclesial, incluyendo el Consejo de Asuntos Económicos: de carácter consultivo, presidido por el párroco y compuesto por al menos tres miembros, es necesario ya que la gestión de los bienes de una parroquia es “un ámbito importante de evangelización y de testimonio evangélico para la Iglesia y la sociedad civil”. Los bienes son de la parroquia y no del párroco, recuerda la Congregación para el Clero; por lo tanto, será tarea del Consejo de Asuntos Económicos hacer crecer una “cultura de la corresponsabilidad, de la transparencia administrativa y de apoyo a las necesidades de la Iglesia”. Es también consultivo el Consejo pastoral parroquial, cuya institución está “recomendada vivamente”: lejos de ser un mero organismo burocrático, este Consejo debe generar una espiritualidad de comunión, poniendo en evidencia la centralidad del Pueblo de Dios como sujeto activo de la evangelización. Su principal función es la investigación y el estudio de propuestas prácticas para iniciativas pastorales y caritativas de la parroquia, en sintonía con el camino de la diócesis. Para ser operativas, tales propuestas deben ser aceptadas por el párroco.

No a las “tarifas” para los sacramentos, que la ofrenda sea libre

El último capítulo se detiene sobre las ofrendas por la celebración de los sacramentos: deben ser “un acto libre” de parte del oferente y no deben ser exigidos como si fueran un impuesto o un arancel. La vida sacramental no “mercantilizada –recomienda la Instrucción- y la celebración de la Misa, como las otras acciones ministeriales, no pueden estar sujetas a aranceles, negociación o comercio. Por el contrario, se exhorta a los sacerdotes a dar un ejemplo virtuoso en el uso del dinero, a través de un estilo de vida sobrio y una administración transparente de los bienes de la parroquia. De esta manera, podrán sensibilizar a los fieles para que contribuyan voluntariamente a las necesidades de la parroquia que también “son suyas propias”.

Hay que recordar que la presente Instrucción viene después de la Instrucción interdicasterial de 1997, dedicada al tema “Ecclesia de mysterio, sobre algunas cuestiones relativas a la colaboración de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes”, y de la Instrucción de 2002, publicada por la Congregación para el Clero y centrada en “El presbítero pastor y guía de la comunidad parroquial”.

Fuente: aica.org

Reflexión del Evangelio – Domingo 2 de agosto

Evangelio según San Mateo 14,13-21.

Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos».
Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos».
Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados».
«Tráiganmelos aquí», les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Por: Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Anthony de Mello, cuenta en su libro, El Canto del Pájaro, la historia de un hombre que paseando por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas; el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir el pobre zorro mutilado. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. De modo que el hombre quedó maravillado de la inmensa bondad de Dios y se dijo: «Voy a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito». Así lo hizo durante varios días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía: «¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado».

Es frecuente que, cuando nos encontramos con situaciones dolorosas, reaccionemos ante Dios pidiéndole que haga algo por nosotros, que nos ayude a solucionar nuestros problemas. Y, ciertamente, Dios hace algo, pero nos invita a colaborar con él en su obra. Cuánta gente, cuando constata las miserias y sufrimientos de nuestros pueblos, no le reclama de Dios una respuesta frente a tanto dolor. La pregunta que muchas veces asoma a nuestros labios es: “¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada?” La respuesta que nos da Dios es: “Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti”.

El texto evangélico de este domingo nos presenta la reacción de Jesús ante el asesinato de Juan el Bautista. “Cuando Jesús recibió la noticia, se fue de allí él solo, en una barca, a un lugar apartado. Pero la gente lo supo y salió de los pueblos para seguirlo por tierra. Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud; sintió compasión de ellos y sanó a los enfermos que llevaban”. Jesús no se deja aplastar por su dolor ante el crimen que había acabado de cometer Herodes contra su amigo, el profeta Juan. Siente compasión y no pude cerrar los ojos ante el sufrimiento de aquellos que lo siguen hasta ese lugar apartado.

Los discípulos, viendo que se hacía tarde, y que la gente no tenía dónde encontrar comida, le sugieren a Jesús que los despida para que vayan a las aldeas a comprar comida. Pero Jesús les dice: “No es necesario que se vayan; denles ustedes de comer”. La reacción de sorpresa no se deja esperar: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. Esto no alcanzará para alimentar a tantos. Jesús, entonces, toma los pocos panes y peces, manda que la multitud se siente sobre la hierba y “mirando al cielo, pronunció la bendición y partió los panes, los dio a los discípulos y ellos los repartieron entre la gente”. Jesús parte y los discípulos re-parten lo poco que tenían con una multitud. Y “todos comieron hasta quedar satisfechos”.

No podemos seguir imitando al zorro mutilado. Tenemos que imitar más bien al tigre, que alimenta todos los días al que no puede buscar su alimento. Sólo así seremos discípulos de Aquel que no evadía el hambre de su pueblo, sino que partía y repartía con ellos todo lo que tenía.

Fuente: jesuitas.lat